LAS VACUNAS: HISTORIA, PRODUCCIÓN E “INMUNIDAD DE REBAÑO”

Dr. Juan Gustavo Benítez Molina

Málaga

En primer lugar, trataremos en este artículo de una breve introducción al concepto de vacuna, así como a su historia y al origen de la misma. Posteriormente, procederemos a hablar de las fases por las que debe pasar toda vacuna antes de ser comercializada. Y, para finalizar, hablaremos de la llamada “inmunidad de rebaño”.

¿En qué consiste una vacuna? Las vacunas son sustancias que contienen antígenos. Los antígenos son moléculas identificadas por nuestro sistema inmunológico, el cual genera una respuesta inmunitaria. Cuando se administra la vacuna, nuestro sistema inmunológico identifica los antígenos e interpreta que se trata de la enfermedad, produciendo como respuesta defensiva los anticuerpos. Por esto, si alguno de estos microorganismos, contra los cuales fuimos vacunados, en algún momento de nuestra vida ingresan en nuestro cuerpo, las defensas se encargan de protegernos.

¿Cuál es el origen de la vacuna? La vacuna tiene como precedente una práctica oriental denominada variolización. Esta se utilizaba en China y en la India como método de prevención contra la viruela. La primera descripción detallada de la variolización ha sido atribuida a Zhang Lu. Concretamente, en el libro Zhangshi Yitong del siglo XVII. Uno de los métodos más conocidos de la variolización consistía en la inserción de pus de un enfermo de viruela a través de una aguja fina de plata en alguna de las venas del paciente, al cual inocularían posteriormente. Se sabía que, una vez sufrida la enfermedad, la persona ya no podía volver a padecerla. Pero, ¿cómo pasamos de la variolización a la vacuna? A inicios del siglo XVIII, la británica Lady Mary Montagu llevó la práctica a Europa y decidió inocular a sus hijos. La influencia de Mary Montagu llegó a Francia gracias a la aprobación del rey Luis XV. En Italia, toda la familia real de Nápoles fue variolizada en 1777. No obstante, el 3% de las personas inoculadas corrían el riesgo de fallecer.

Sin embargo, comenzamos a hablar de la vacuna, como tal, con la aparición de Edward Jenner. Este era un médico rural inglés, el cual había pasado la viruela de niño y se había quedado marcado con cicatrices. Jenner dio con la clave al escuchar decir a las ordeñadoras de vacas de su localidad que ya no les iba a dar la viruela humana porque ya les había dado la viruela de las vacas. Observó como estas ordeñadoras eran inmunes a la viruela. Y es que hemos de saber que existe una variante de la viruela, la viruela bovina, similar a la viruela humana, pero que es mucho menos virulenta. Pues bien, estas mujeres la padecían cuando entraban en contacto con las ampollas de las vacas enfermas. Así, cuando había un brote de viruela en sus casas, sus familiares enfermaban y morían, pero ellas no. Esto le hizo ver a Jenner que, por alguna razón, el contacto con la infección de las vacas generaba inmunidad. En esa época aún no se habían descubierto los microorganismos. Posteriormente, en 1796 decide inocular viruela bovina a James Phipps, un niño de ocho años. Se trataba del hijo de su jardinero. Varios días después lo contagió deliberadamente de viruela humana. Esto confirmó su teoría, pues a James no le pasó absolutamente nada. A continuación, siguió experimentando con veinte personas más y ninguna se contagió. Este modelo empírico fue repetido por Jenner en otros pacientes. Demostró que después de la inoculación de la viruela de las vacas, cuyos efectos eran más leves, dichas personas se volvían inmunes a la viruela humana. También comprobó que la inoculación podía ser de persona a persona y no solo, directamente, de ganado. El término vacuna se debe, pues, a su relación con las vacas. Este nombre fue propuesto por Louis Pasteur en 1881.

Gracias a la prevención, gracias a las vacunas, se han evitado muchas muertes a lo largo de la historia reciente. Ahora, millones de niños y niñas sobrepasan los primeros años de vida. Antes, por todos es sabido, que muchos fallecían a muy temprana edad.

La viruela es, a día de hoy, la única enfermedad que está erradicada gracias al papel desempeñado por las vacunas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró su erradicación en 1980. Era una enfermedad grave y muy contagiosa que presentaba un alto riesgo de muerte. El culpable de dicha infección era el llamado Variola virus. Los síntomas iniciales provocaban cuadros de fiebre y vómitos, seguidos, en días posteriores, de la formación de llagas en la boca y erupciones cutáneas. Al cabo de unos días, las erupciones cutáneas se convertían en protuberancias cargadas de denso líquido con un característico hundimiento en el centro. Con la evolución de la enfermedad, las protuberancias se convertían en pústulas y después en costras, las cuales se desprendían y dejaban la característica cicatriz en la piel. La viruela tenía una tasa de mortalidad de alrededor del 30%

En resumen, podemos decir que la base de la vacunación es entrar en contacto con microorganismos atenuados o, sobre todo, con fragmentos de microorganismos, a fin de conseguir que nuestro cuerpo genere inmunidad. Si tú recibes una vacuna no te haces inmune por el pinchazo propiamente dicho, sino porque se estimula tu sistema inmunológico para que genere las defensas y, así, estés blindado a la enfermedad.

¿Cómo es el mecanismo de producción de una vacuna? ¿Cuántas fases debe superar antes de poder ser comercializada? Previamente, a cualquier prueba clínica en humanos, el candidato a vacuna debe superar una Fase 0 o preclínica, que incluye pruebas in vitro (que se llevan a cabo en un tubo de ensayo o en un ambiente controlado fuera de un organismo vivo) y en animales. La vacuna debe demostrar que es segura y que funciona en los organismos animales. Si lo hace, puede pasar al estudio clínico en seres humanos, que se divide a su vez en tres fases, con una cuarta adicional una vez que el fármaco ya esté autorizado y comercializado.

Fase 1: la vacuna se prueba en pequeños grupos de entre 20 y 100 personas sanas. El estudio se centra en confirmar que es segura y la clase de respuesta inmune que genera, identificando ya posibles efectos secundarios y determinando la dosis adecuada.

Fase 2: es un estudio a mayor escala en el que participan varios cientos de personas. Aquí se evalúan los efectos secundarios más comunes a corto plazo y cómo evoluciona el sistema inmune.

Fase 3: es un ensayo mucho más grande en el que participan varios miles de voluntarios, que ya se exponen al virus. Existe un grupo de control, al que se le administra placebo (sustancia que carece de acción curativa pero que produce un efecto terapéutico si el enfermo la toma convencido de que es un medicamento realmente eficaz), y se compara cómo evolucionan las personas que fueron vacunadas respecto a las que no, al mismo tiempo que se recolectan datos estadísticos acerca de la eficacia y la seguridad. También sirve para detectar otros posibles efectos secundarios que hayan pasado desapercibidos en la fase 2.

Imagen Artículo Vacunas

Fase 4: Las vacunas se someten a una nueva fase de evaluación después de que hayan sido aprobadas y comercializadas. El objetivo es seguir recabando información que pueda reforzar su seguridad y eficacia, con una muestra mucho mayor de personas. Aquí pueden aparecer efectos adversos que no se han visto en fases anteriores, precisamente porque son menos frecuentes. La población general ya se vacuna y pueden surgir reacciones no descritas hasta el momento.

¿En qué consiste la llamada “inmunidad de rebaño”? La “inmunidad colectiva” o “inmunidad de rebaño” proporciona protección indirecta a los individuos no vacunados, y solo se produce, cuando se vacuna una parte muy importante de la población, a la que se suman las personas que son inmunes porque han desarrollado anticuerpos tras un contagio previo. Los epidemiólogos calculan que entre el 60% y el 70% de la población necesita ser inmune al virus para alcanzarla. Hay que tener en cuenta que esta es la manera más efectiva para proteger a personas inmunodeprimidas o que, debido a diversas razones como puede ser la edad, su sistema inmunológico no es capaz de contrarrestar al patógeno a pesar de haber sido vacunadas.

Mientras llega la vacuna, existen posturas que abogan por dejar que se infecten las personas sin ningún tipo de control, para generar esta “inmunidad de rebaño”. Lo que proponen básicamente, es permitir el aumento de casos positivos y de circulación de personas para incrementar la generación de anticuerpos y la creación de una barrera inmunológica. Pero esta estrategia no pasa de ser una idea descabellada, puesto que en la práctica supone una condena segura al colapso sanitario y a la muerte de millones de personas.

En España, los datos arrojados por el estudio de seroprevalencia que ha llevado a cabo el Ministerio de Sanidad son bastante desalentadores en este sentido. Tan solo un 5,2% de la población española habría generado anticuerpos, por lo que esa “inmunidad de rebaño” sin vacuna se antoja como un horizonte extremadamente difícil de alcanzar, sobre todo teniendo en cuenta el elevado coste humano, sanitario y económico que ha implicado un porcentaje tan bajo.

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