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LA EMIGRACIÓN DE NUESTRA TIERRA (AÑOS 60 Y 70)

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Por estas fechas, cada año desde hace décadas, miles de familias andaluzas emigradas a los focos más industrializados del estado español y a la Europa del mercado común (a la que según parece pertenecemos) por lo menos para algunas cosas, hacen sus maletas por unos días y vuelven a la tierra que los viera nacer.

Echando una mirada hacía los días pasados en esta tierra, de sudor para muchos, podemos vislumbrar un tema siempre presente y por lo tanto fundamental; la cuestión agraria, que en el caso andaluz fue predominante para decidir la gran emigración campo-ciudad, originada en la segunda mitad del siglo pasado.

Debemos de ser conscientes de que, la cuestión agraria en Andalucía ha sido históricamente un problema político, y no por capricho se ha asociado tradicionalmente, el tema de reforma agraria a dos problemas principales e íntimamente conectados:

–     La existencia de los latifundios y la presencia de trabajadores sin tierra.

El conflicto de la tierra proviene del momento en que nuestras tierras fueron ocupadas por las tropas castellanas, siendo repartidas entre los nobles dirigentes y sus soldados.

Las formas en que estos señores hicieron suyas las tierras, fue a través de lo que se conoce como “Pleito de Señorío”.

Esto ha significado en la historia de Andalucía, no solo un desalojo más o menos violento de los campesinos para para convertirlos en trabajadores sin tierras, por otra parte, también se sembró la duda sobre si fueron o no legales estas apropiaciones; esa duda se convirtió en memoria histórica de nuestro pueblo y ha llegado hasta nuestros días.

Las apropiaciones anteriormente mencionadas, más el proceso desamortizador del siglo XIX (Apropiación de la tierra por una nueva clase social, la burguesía). Contribuye a agudizar los enfrentamientos entre las clases sociales, movidos por el problema de la tierra, pues con este nuevo proceso, miles de campesinos que aún subsistían cultivando la tierra y pagando una receta al señor (Noble-Religioso), son apartados definitivamente del derecho a la propiedad de la tierra, y así se convierten de lleno en trabajadores que cultivan la tierra a cambio de un jornal.

Parte de este proletariado agrario andaluz (Jornaleros), que se ha forjado desde el siglo XIX, como consecuencia de la transformación capitalista de la agricultura andaluza, ha mantenido una lucha permanente por la propiedad de la tierra, al mismo tiempo, una lucha constante por la mejora de sus condiciones de trabajo (De las mejoras conseguidas por estas luchas, se han beneficiado igualmente, aquellos jornaleros que no han participado en ellas).

En nuestros campos, las movilizaciones campesinas que se han producido por estos motivos, han constituido históricamente, una presión muy importante en favor de una reforma agraria que tuviese como fin principal, la solución total o parcial de los problemas habituales del jornalero andaluz; paro estacional, bajo nivel de vida, sometimiento social y político.

Ya nuestros abuelos, pensaban que la riqueza agrícola de los campos andaluces, podría distribuirse más justamente y así poder resolver los problemas anteriormente citados.

En muchas ocasiones hemos oído decir: “Los latifundios son grandes poblaciones agrarias, cuyos propietarios no cultivan con la debida intensidad, disminuyendo así la creación de riqueza y agudizando por otra parte los problemas sociales”.

No debemos pensar que dichos propietarios con su comportamiento no han obtenido beneficios, si no, que se han movido de acuerdo con la lógica y desarrollo del sistema capitalista en cada momento histórico y muy especialmente, con las condiciones socio-económicas y específicas de Andalucía: Abundancia de mano de obra, utilizable en el momento oportuno para el patrón, precios protegidos, mercado estatal y regional endebles (Poco poder adquisitivo de los trabajadores).

Como consecuencia de todo esto, una orientación productiva de espaldas a los intereses de los trabajadores sin tierra, distinto a esto, es que la agricultura andaluza haya resuelto de una forma correcta, los problemas de la economía estatal y más directamente la de los trabajadores de la tierra, como consecuencia de dicho comportamiento.

No debemos olvidar, que históricamente el problema agrario del sur, ha sido y es, un problema social y político; la solución más correcta de este problema, habría de serlo por la vía política a través de una transformación profunda de la estructura agraria andaluza con la reforma agraria.

La única ocasión en que, en el Estado Español se daban unas condiciones políticas adecuadas para llevarla a cabo fue, como bien sabemos, con la segunda república.

Esta ocasión se forjó gracias a las luchas que el proletariado rural (Jornaleros), había estado llevando a cabo desde mucho tiempo atrás, y obteniendo como respuesta en la mayor parte de las veces, la mera y pura represión a cargo del cuerpo militar constituido en el siglo pasado por el Duque de Ahumada, y que recibió el nombre de Guardia Civil, para frenar cualquier movimiento que atentase contra el derecho a la propiedad privada en el estado burgués que nacía.

Todo esto no hay que desconectarlo del gran peso que tenía la agricultura en la economía del estado, lo que confería también a los terratenientes un primer poder político, que agrandaron tas la alianza con otros sectores sociales de la derecha estatal y europea.

Las consignas de “Tierra y Libertad”, demandas autonómicas, crisis económicas, conflictos laborales… Aglutinaron a la derecha tradicional que difícilmente podía consentir tantos y profundos cambios.

El fracaso de la segunda república, se resolvió con el establecimiento de una dictadura política, que impulsó el desarrollo del capitalismo en el estado español de forma autoritaria.

Comenzó eliminando los síntomas del problema agrario mediante la pura represión, la situación de los obreros agrícolas entre los años 40 y 60, debe considerarse como de gran miseria y hambre.

En la etapa “Desarrollaste” del régimen, se encuentra por fin una salida a este grave problema, fueron necesarios cambios profundos en la política del gobierno y en la economía del estado, para que estos miles de jornaleros más pequeños campesinos que alternaban sus tareas agrícolas y artesanales, abandonaran la tierra y la de sus antepasados y emprendieran el duro viaje migratorio. Los cambios más importantes fueron:

  1. Finaliza la autarquía económica, hacia 1953 se produce una apertura de fronteras, su fin era el deseo de la industrialización, que sería posible en un primer momento, tras realizar pactos con organismos capitalistas internacionales y europeos.
  2. Plan de estabilización de la economía (1959), se acabó las empresas pequeñas y poco competitivas.
  3. Se restringe la pequeña propiedad; pequeños campesinos tuvieron que vender por no serles rentables sus posesiones, más la canalización de inversiones del capital hacia la industria o hacia la agricultura a gran escala.

Así se redujo el consumo interno, la masa de parados aumentó considerablemente, abriéndose expectativas para dirigir la mano de obra hacia la zona que se industrializaba.

De esta forma, se quebraría cualquier posibilidad de crear un auténtico desarrollo con puestos de trabajo. El poder político empresarial un triple negocio: Elimina el problema del paro que hubiera tenido graves consecuencias, el tema de la reforma agraria queda solucionado en estos años, se beneficia de las divisas de los emigrantes que trabajan en Europa y pudo continuar su política de concentración y ganancias a corto plazo.

Las víctimas de esta política no tienen otra solución: “Deseo de mejorar sus condiciones de vida”, así el fenómeno migratorio aparece estrechamente unido, al subdesarrollo económico y a la dependencia de las áreas deprimidas respecto a la que presentan a la expansión económica.

Así la cuestión agraria andaluza, comienza a perder su tradicional tensión, por la simple razón de que los trabajadores sin tierra, abandonan el campo para arreciar las filas de los obreros en Madrid, Euskadi, zona Levantina y Cataluña o más allá de los pirineos.

El crecimiento industrial, ofreció a estos obreros empleo mejor pagado y más seguro, al mismo tiempo que el desarrollo de las ciudades prometía mejores servicios; hospitales, escuelas, etc.… Pero ya queda lejos la etapa “Desarrollista”, parece ser que el capital ya no necesita mano de obra, y de nuevo aquellos que engrosaron las filas de parados siendo jornaleros, ahora

engrosaron las filas de parados siendo obreros industriales, y muchos de los hijos de la emigración y del desarraigo, se hacinan en prisiones por haber cometido atracos contra la propiedad privada, pero ahora en la ciudad.

Y en Andalucía todavía hay jornaleros, hombre y mujeres sin tierra, que cuando son necesarios la trabajan, mientras tanto subsisten con un subsidio de desempleo que reciben cada primero de mes, aunque no hayan trabajado.

Pero también están aquellos, a los que aún les quedan memoria histórica, y saben que la tierra debe ser para quien la riega dignamente con el sudor de su cuerpo, por eso exigen: Tierra, libertad y reforma agraria.

Aun cuando se exige esto, los jornaleros-as son reprimidos-as con los mismos mecanismos que antaño.

Gonzalo Lozano

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