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“La ciudad se convierte hoy en el principal laboratorio en el que se buscan, se diseñan, se experimentan y se ponen a prueba soluciones locales a problemas globales”

ZYGMUNT BAUMAN

«No hablo de la ciudad sino de aquello en lo que a través de ella nos hemos convertido»

RAINER MARÍA RILKE

Uno de los procesos más importantes en la historia de la humanidad es la concentración de la población en las ciudades. Ese proceso de urbanización comenzó hace unos cinco mil años, como centros de intercambio, distribución y al mismo tiempo centros de concentración del poder militar, burocrático y religioso. En el Imperio romano se incrementan las ciudades en toda el área de su influencia, contribuyendo a desarrollar un mapa urbano de primer orden, en base a una red política y administrativa para el afianzamiento de su dominio militar. La Edad Media supone un frenazo a este proceso, rehabilitándose de forma muy lenta a partir del siglo XI, gracias al desarrollo del comercio.

La Revolución Industrial supone un proceso de concentración de mano de obra en los centros mineros e industriales, desarrollando un capitalismo industrial incipiente que supone un incremento espectacular de la ciudad. Posiblemente en este momento surge el urbanismo moderno, con una serie de leyes que quieren proteger a la población de la ciudad de pestes y enfermedades contagiosas, así como implantar los servicios de abastecimientos de agua potable, saneamiento, normas sobre alineación de calles, ventilación de viviendas, cementerios externos, etc. Es el momento de los grandes planes urbanísticos, como no recordar el Plan Cerdá de Barcelona (1859) o el Plan Castro de Madrid (1860), ciudad jardín de Ebenezer Howard, la ciudad lineal de Arturo Soria, el regionalismo urbanístico de Munford, o el funcionalismo de Le Corbusier. Con ellos se establece también un proceso de zonificación, separándose los usos industriales, residenciales y comerciales, dando lugar al casco histórico, al ensanche y a las áreas periurbanas.

Hacia la mitad del siglo XX, se produce una nueva fase del crecimiento de la población urbana mundial como consecuencia de la eclosión del crecimiento de las ciudades de los países menos desarrollados. Se producirá en estos países un doble proceso: un éxodo del campo a la ciudad y un aumento extraordinario del crecimiento natural y no tanto un desarrollo económico e industrial como en la Europa del siglo XIX. En la actualidad se está produciendo un vertiginoso crecimiento en los países menos desarrollados, dando lugar a megaciudades; y, un proceso de ralentización en las aglomeraciones urbanas europeas y norteamericanas, produciéndose un éxodo de la ciudad al campo o zonas periurbanas, desarrollando grandes áreas metropolitanas. En todo este proceso los límites entre lo rural y lo urbano están desapareciendo. En las ciudades de los países industrializados se ha extendido el fenómeno de la urbanización difusa: una proliferación de núcleos residenciales en una suerte de continuo urbano a lo largo de un extenso territorio.

En el actual concepto de ciudad, no se subraya tanto las dimensiones físicas o espaciales, como la acumulación de variadas y heterogéneas experiencias histórico- culturales, en las que participan los ciudadanos en la cotidianidad de su existencia. De hecho, todos los aspectos de organización de la ciudad: arquitectura, instituciones, transportes, industria, artesanía, comercio, religión, cultura, etc.; se diseñan para facilitar el movimiento ciudadano. En la actualidad experimentamos que el espacio urbano se encuentra cada vez más asediado por la velocidad, el ruido y el aislamiento de los habitantes. Paradójicamente si se quiere, la sobreaceleración del tiempo vital no procura proximidad, sino separación, anonimato y acentuación de la extrañeza (Rober Musil).

En el año 2050 el 70% de la población mundial vivirá en núcleos urbanos. Somos cada vez más conscientes que en nuestras ciudades del siglo XXI la huella ecológica se hace cada vez más profunda, nuestras ciudades devoran recursos de forma insaciable, son centros de consumo y consumismo sin control. Cientos de residuos y basuras se acumulan en las afueras de muchas ciudades o se arrojan a los ríos y océanos. Muchas de esas ciudades son fuente de contaminación: calefacciones, industrias, automóviles, amenazando la salud pública y la habitabilidad de sus espacios.

También podemos comentar, que en muchas grandes megalópolis viven hacinadas en barrios suburbanos cientos de personas pobres que huyen de las guerras, hambrunas y que buscan un medio de vida más seguro y humano. Muchos de ellos viviendo en barrios de chabolas y casas prefabricadas, esperando la suerte de un trabajo o una vivienda digna. La ONU estima que unos 1.000 millones de personas viven hoy en asentamientos urbanos informales.

Los expertos nos proponen ciudades sostenibles, capaces de abastecerse energéticamente a sí misma, y de generar la menor cantidad de contaminantes y de residuos. Otros de los retos, es la eficiencia energética, como el uso de una arquitectura que utilice materiales naturales, el abastecimiento de energías renovables, aislamiento térmico que permitan el ahorro de energía.

No podemos olvidar la accesibilidad, queremos ciudades que permitan la movilidad y el acceso de cualquier persona, independientemente de sus capacidades. Espacios verdes, no solo para el disfrute de los ciudadanos, sino que permitan combatir la contaminación. Una ciudad inteligente para la gestión eficiente de los recursos y servicios: transporte, teleasistencia médica, gestión del tránsito, redes de suministro eléctrico, alumbrado urbano, gestión de residuos, mantenimiento, señalización. Es necesario un cambio radical en el planteamiento del urbanismo para abordarlo desde distintas disciplinas. El sistema productivo no puede ir por un lado y la planificación del territorio por otro. Queremos ciudades habitables hechas a la medida del ser humano y no ciudades productivas que esclavizan y no dejan disfrutar de la vida.

Juan Antonio Mateos

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