¿Qué es la amistad? Este valor que siempre, el verdadero al menos, ha puesto en marcha ríos de tinta. La verdadera amistad es una experiencia de transformación mutua entre personas que van construyendo su pensamiento y sus emociones, debido a una progresiva y auténtica relación. Recordemos que, desde el momento del nacimiento, el niño va creciendo gracias a la interacción con las demás personas. La madre es la que infunde al niño el amor por la vida, además de cuidarlo, dirá Fromm[1]. Es el espejo gracias al cual desarrolla sus capacidades. Al evolucionar irá descubriendo a las demás personas y con algunas llegará a establecer una relación de amistad. La palabra amistad proviene del latín amica/amicus, ‘amigo’, que, a su vez proviene del verbo latino amare, ‘amar’.                                 

            Aristóteles[2], uno de los filósofos más influyentes en la historia del pensamiento occidental, escribió también sobre la amistad, especialmente considerada por los griegos antiguos como la relación más noble y libre que pueda tener un ser humano y esto es algo que ellos sabían muy bien. La verdadera amistad suele impulsar lo mejor de nosotros y refuerza nuestras afinidades y virtudes, incluso añade entusiasmo y alegría de vivir.                                

            El filósofo sostiene que la amistad busca potenciar aquellas capacidades propias del ser humano, dotado de lenguaje y razón, aunque estas capacidades se refieran a la complementariedad entre las dos formas de vida, la que surge de la teoría (regida por la filosofía) y la praxis (ordenada por la política y la ética). La virtud se considera el hábito, mediante el cual el hombre llega a ser bueno y realiza bien la obra que le ha sido encomendada.

            Para Aristóteles, la amistad es una de estas capacidades sociales, que permiten la realización ética de los individuos,  pudiéndolos conducir a una excelencia moral y racional. De este modo, describe tres formas de amistad: amistad por utilidad, por placer y por virtud, siendo las dos primeras, accidentales y la tercera, más intencional.

            En la amistad de utilidad ambas personas están involucradas, no por cariño sino porque reciben algún beneficio, una de la otra. Se trata de amistades temporales, que suelen deshacerse cuando los beneficios se agotan. Conviene no perder el contacto con esa persona, la puedo necesitar –oímos decir-. El filósofo observó que estas amistades utilitarias suelen ser más comunes entre los adultos.

            La segunda forma de amistad está basada en el placer y es más propia de jóvenes, cuando predominan las situaciones de ocio y deleite. Suele ocurrir entre amigos, que participan en actividades deportivas o que comparten diversión y esparcimiento. Suelen acabar cuando el tipo de placer cambia o cuando la persona adulta deja de frecuentar este tipo de actividades. Ambas formas de amistad accidental son limitadas y no representan plenamente lo que significa la palabra amigo, que proviene de la misma raíz que la de amor.

            En el tercer tipo de amistad, se comparte una apreciación de lo bueno y virtuoso de la existencia, sin que exista la intención de sacarle provecho. Estas relaciones suelen durar toda la vida, siempre que la persona tenga cierto nivel de bondad. De la misma forma que toda persona puede tener pareja y sean pocas las que aman verdaderamente, también se pueden tener amigos, aunque sean pocos los que tienen realmente amistades en la verdadera extensión de la palabra. Se ha dicho que personas sin empatía no pueden tener este tipo de relaciones ya que es necesario entregarse, servir y dar el propio tiempo a la otra persona para confirmarlo  Estas amistades son aquellas que no tienen una razón de ser porque, como todo lo verdaderamente auténtico y valioso, existen por sí mismas sin ninguna finalidad posterior.

            Desde Aristóteles, un genuino carácter moral sólo se da cuando se cumplen otras condiciones como afecto recíproco, respeto, apertura y confianza incondicionada.

            Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, al inicio de los libros  XVIII y XIX, hace referencia a la relación entre amistad y virtud como la condición más necesaria en la vida. El hombre que la posee llega a ser un observador de sí mismo, capaz de valorar moralmente sus acciones. Habla de la necesidad de “otro sí mismo”, el amigo, aquel que permite que la persona sea ella misma y pueda conocerse mejor. Hoy, podríamos decir que una persona puede llegar a conocerse -sin que haya una relación de amistad como la del tercer tipo, definido por Aristóteles-, gracias al conocimiento que surge a lo largo de la relación terapéutica y psicoanalítica.

            Para Nietzsche[3], los amigos no son los que nos aceptan y apoyan o los que nos siguen o idealizan; los verdaderos amigos para Nietzsche son aquéllos, que, teniendo sus ideales, poseen una independencia singular que, incluso, pueden parecer enemigos. Hacer del enemigo un posible amigo, y viceversa, es propio de Nietzsche y de su filosofía y ética de la vida.   

            Según Borges[4] La amistad no necesita frecuencia. El amor sí. Pero la amistad, y sobre todo la amistad de hermanos, no. Puede prescindir de la frecuencia o de la ‘frecuentación’. En cambio, el amor no. El amor está lleno de ansiedades, de dudas.                                                                                              

            Amigo es aquél en quien se puede confiar, la persona que se interesa por tus cosas, aporta conocimiento, consejo y apoyo a tu causa, si hiciera falta; como también es aquél que recibe de ti lo que necesita, tiempo, escucha, guía, afecto. La amistad, concebida bajo estos términos, es una vía de doble dirección.

            Como dice el poema El amigo[5]: Sereno, consciente, afectuoso y tierno./ Dispuesto a concedernos su valioso espacio y su tiempo./ Un amigo de ayer y de hoy siempre está ahí./ Escucha atento alegrías y tristezas, despertares y dolencias/ Se puede contar con él. Escucha y recibe nuestra mirada./ Entrañable, sereno, paciente, como consciente ser humano que es./ No desaparece cuando se le necesita./ Está siempre dispuesto mostrando, con creces, su actitud generosa y paciente./ Es el amigo, nuestro amigo!


[1] Eric Fromm (1979). El arte de amar. Buenos Aires: Paidós.

[2] Aristóteles. Ética a Nicómaco. Ciencias humanas. Biblioteca clásica.

[3] Diana Aurenque. Nietzche y su ética de la amistad: con y contra la tradición. Universum vol.33 no.2 Talca dic. 2018. http://dx.doi.org/10.4067/S0718-23762018000200075 

[4] De la Entrevista concedida a Joaquín Soler Serrano (1980).

[5] Poema El amigo- M. Vives, primer poemario. En Las alas del viento (2020). Granada: Edit. Granada Costa

María Vives Gomila

Profesora emérita de Psicología de la UB

y escritora

I CERTAMEN DE ARTÍCULOS Y POESÍA PERIÓDICO DIGITAL GRANADA COSTA

Cada tres meses se entregarán dos premios: uno concedido en la vertiente de textos y otro para los poemas

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