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RECUERDOS DE FRAY LEOPOLDO

El siguiente artículo de la durqueña Susana Esturillo destaca la profunda conexión emocional y espiritual de la autora con Fray Leopoldo, un santo que representa esperanza, valentía y determinación a través de la humildad. Fray Leopoldo sirve como fuente de inspiración en los momentos oscuros, recordando la importancia de creer en ideales y luchar por ellos. La fe inquebrantable de Granada hacia él se refleja en milagros presenciados, como la curación de un niño con discapacidad. La devoción de Fray Leopoldo se extiende a pueblos como Dúrcal, donde sus visitas dejaron un legado de amor, compasión y milagros, recordando el mandamiento de amar al prójimo con perdón y humildad.

Escribo desde los sentimientos que me inspira la fe hacia Fray Leopoldo, ya que es un reflejo de esperanza la que me brinda este santo, que por medio de la humildad llegó hasta Dios.

Fray Leopoldo es mi fuente de inspiración, mi faro en los momentos más oscuros y mi ejemplo de valentía.

Su determinación era inquebrantable para hacer de este mundo un mundo mejor, esto me llena de esperanza y fortaleza.

Leopoldo me recuerda la importancia de creer en nuestros ideales y luchar por ellos sin importar los obstáculos que se interponen en nuestro camino. Para mí es un verdadero ejemplo de fe, coraje y perseverancia.  Su mera presencia me llena de una profunda certeza de que todo es posible.

Leopoldo, es más que un amigo para mí, es mi inspiración.

Intento transmitiros la esencia de lo que sentimos los granadinos hacia Fray Leopoldo por la belleza que transmite en su persona. La bondad con la cual se entrega a los demás, los granadinos hemos tenido la suerte de tenerlo entre nosotros porque les ha brindado esperanza, consuelo y sanación. Es una fe inquebrantable la que tiene Granada hacia Fray Leopoldo su intercesor, además de la gratitud por los favores recibidos a través de su influencia espiritual, los milagros de Fray Leopoldo son una conexión entre lo divino y su capacidad de ayudar, en favor de aquellos que lo buscan porque necesitan su ayuda.

Quiero reflejar para todos vosotros un milagro que escuché en un curso que hice en la iglesia de Fray Leopoldo, organizado por el CEP, donde la ponencia estuvo a cargo de un fraile capuchino. En el relato que nos contó de la vida y milagros del santo, me llenó de gracia, un milagro que comentó de un niño pequeño que vivía en el Albaicín, este pequeño tenía una minusvalía en las piernas y lloraba porque no podía jugar con los amigos.

Una de las veces que Fray Leopoldo subió el Albaicín, vio al niño llorando porque no podía jugar. Fray Leopoldo se apiadó del pequeño, rezó tres aves Marías poniéndole las manos en sus piernas y se produjo el milagro. Las personas que estaban allí cerca gritaban ¡milagro, milagro!, el niño se puso de pie y empezó a caminar.

Los milagros de Fray Leopoldo son imposibles de enumerar, pero quiero reflejar la suerte que tuvo el pueblo de Dúrcal al recibir la visita de este santo a este pueblo, sobre todo en época de molienda.

Me contaban las personas mayores de un pueblo llamado Dúrcal, ubicado en el valle de Lecrín, a 28 Km de Granada capital, que Fray Leopoldo lo frecuentaba muchísimo, porque venía junto a otro fraile en el tranvía de Granada para recoger el aceite que le daban en la fábrica de Antelo.

Cuando llegaba al pueblo le gustaba visitar a Don Evaristo, que en esa época era médico de cabecera y muy querido en Dúrcal, cuentan que Don Evaristo padecía de epilepsia y Fray Leopoldo lo curó. Fray Leopoldo acostumbraba a sentarse siempre en el mismo sillón cuando iba de visita a la casa del médico, Don Evaristo que era una persona muy creyente y un gran Médico, no dejó nunca que nadie se sentara donde se había sentado el santo porque decía que Fray Leopoldo era un verdadero enviado de Dios.

Las personas que salían a su encuentro para que las bendijera, acostumbraban a cortar un trozo del cordón con el que se ataba el hábito, para tenerlo como reliquia.

Hoy día su legado perdura a través del tiempo por el amor y la compasión con la que trataba a los demás.

Fray Leopoldo aplicó a su vida el gran mandamiento que Dios nos enseñó, amar al prójimo como a ti mismo, incluyendo el perdón y la humildad.                                         

                                                               Susana Esturillo López

Dúrcal

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