MISIÓN IMPOSIBLE: DILEMA EN LAS URNAS

Seguro que han oído hablar del dilema del tranvía: se trata de un famoso problema ético que plantea una situación hipotética en la que una persona se enfrenta a una elección difícil, donde cualquiera de las dos opciones disponibles va a tener consecuencias trágicas.

Imaginemos un escenario donde un tranvía está descontrolado y se dirige hacia cinco personas atadas a las vías del tren. Usted está situado junto a una palanca que puede cambiar la dirección del tranvía a una vía alternativa, donde solo hay una persona atada. He aquí el dilema: ¿debería usted activar la palanca para cambiar la dirección del tranvía y salvar a cinco personas, pero provocando la muerte de una persona inocente? ¿O, por contra, debería dejar que el tranvía siga su curso, lo que causaría la muerte de cinco personas, pero sin que usted interviniera directamente en el curso de los acontecimientos?

El dilema del tranvía es un experimento mental imposible en la práctica, pero como tal ha sido utilizado para valorar multitud de situaciones que se han dado en la realidad social y política. A bote pronto se me ocurre el 11-S (¿es lícito que el Estado tome la decisión de derribar un avión con inocentes en su interior si se cree tener la seguridad de que se dirige a realizar un atentado kamikaze?) o la crisis del Covid 19: Durante la pandemia, los sistemas de salud enfrentaron dilemas éticos similares al dilema del tranvía al tener que tomar decisiones sobre la asignación de recursos limitados, como camas de hospital, máquinas de respiración asistida y suministros médicos. Por ejemplo, ¿cómo deberían los profesionales médicos decidir qué pacientes reciben tratamiento intensivo cuando no hay suficientes recursos para todos? ¿Y quienes toman decisiones políticas? Que se lo digan a la presidenta de la Comunidad de Madrid, a la que hoy, 15 de febrero, he escuchado declarar en referencia a su negativa a trasladar ancianos enfermos de las residencias a los hospitales que de todas formas ”no se iban a salvar en ningún sitio”. Si debemos confiar en el criterio de esta licenciada en periodismo, deduciremos que entre sus múltiples cualidades se cuentan también las de médica y/o pitonisa, por lo menos.¿Es justo negar asistencia médica a personas con posibilidades de sobrevivir, aunque se consideren escasas?¿No deberían las autoridades esmerarse precisamente en la protección de los más vulnerables?

Sea como fuere, los paupérrimos (en el sentido de “desamparados”) votantes de los Estados Unidos se enfrentan de cara a sus próximas elecciones presidenciales a una versión espeluznante del dilema: ¿Deben decantarse por un hombre con evidentes problemas de memoria (como mínimo), que un día no recuerda la muerte de su hijo y al otro no sabe por dónde ha accedido a un escenario, o por un maestro de la mentira, el engaño y las fake news, con 91 cargos penales sobre sus espaldas que podrían conllevar más de 700 años de cárcel si fuera condenado por todos ellos? Da miedo pensar qué puede hacer este hombre si encarga a sus lacayos manipular vídeos con inteligencia artificial.

El comportamiento de Biden, expuesto en múltiples ocasiones por televisión, recuerda a veces al de las personas intoxicadas por fentanilo en su propio país (una epidemia que nos remite a los estragos que causó la heroína en España durante los años ochenta): errático, dubitativo, desorientado. En cambio, el de Trump recuerda al de Vito Corleone en el Padrino. Tanto que si Marlon Brando hubiera lucido pelambrera rubia y hubiera prescindido del bigotillo serían casi intercambiables. Altivo, dispuesto a todo por lograr sus objetivos y poco fiable.

¿A cuál de los dos delegarían la responsabilidad de activar la palanca del cambio de vías o no? ¿A quién preferirían para decidir quién vive y quién muere? Aviso: Ayuso no está disponible en esta ocasión.

De todas formas, alguien dijo alguna vez que “el destino de una nación no está en manos de sus líderes, sino en el corazón de su pueblo”. Es posible. Pero en los tiempos que corren, quizá eso sea lo verdaderamente preocupante.

Javier Serra

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