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cervantes

   Un diluvio de razones me acompaña por momentos

tras una cálida noche de razones en conventos

para rastrear la vida de quien fue mejor talento

navegando por los mares, visitando los entuertos,

haciendo de la locura el mejor de los inventos.


   Las horas de pesadumbre endulzaban los instantes,

el áspero hombre enjuto reposando la cabeza

junto a un yelmo de calado sobre su testa siniestra

con mil vacíos errantes y suspiros de certezas.


   Tuvo paz en las estrellas, durmió con el armamento,

perdonaba los insultos con moratones en huesos.

   Peleaba con fantasmas y con molinos de viento,

un camino entre las sombras y mil desvelos inquietos.


   Con su parodia burlesca les sobraban los intentos.

   Realidad en sus sarcasmos contra vientos y mareas,

náufrago de los escrúpulos entre caminos de polvo,

el sol diluye las sombras, y con su mano escribiendo.


   Miguel de Cervantes, entre las mil batallas sangrientas,

en lo más triste, la pena, su genio brilló por vida,

perdió la mano de veras en una batalla sin control,

mostrando un mundo ideal, y mirando al protestón.


   Deambulando por los pueblos hasta encontrar el sosiego,

era solo un Hidalgo, un lujoso caballero.

   Supliendo las realidades, la vida le alarga amores

en la proclama justicia con delicados pregones.


   Ante piratas quedó con una pasión de acero,

cálido ante el cariño dormía mirando al cielo,

fue la luz de sus retinas, presidiario por momentos,

una voz en la montura, y otra a su rocinamiento.


   Sin aduanas con destino el Quijote maduraba,

venciendo todos los tiempos entre duras madrugadas

por posadas peregrinas donde el vino calentaba

las panzas de los clientes junto con buenas viandas.


   Dramaturgo y poeta vivió entre los escombros

por las llanuras manchegas con un amor invencible,

al atardecer se acuestas, enfundado en su traje,

con su pelo cenicero va camino por la diestra.


   Azul son sus ojos agua prendados de sus vidrieras,

en lo abstracto de la vida, una Dulcinea amada

en el Toboso le inspiran amores de lo imposible

sin aduanas de destino y un querer en la postrera.


   Confuso en sus ideas la locura ya le embarga.

   Con ropajes a su estilo reposa en los camastros

con historias de otros cuentos de revueltas y andanzas,

va nombrando a un Don Quijote por las noches con su barba.


   Las aspas de los molinos flamean por las ventanas,

y un morir que nunca muere va trepando por las ramas

haciendo de buen lacayo su querido Sancho Panza,

hombre con mucho sentido respetando su alianza.


   Únicos son sus valores, de apellido Saavedra,

de nombre Miguel a solas, mientras la tierra da vueltas

como si fuera una noria de cangilones con riendas

con bisagras en las puertas, y un sinfín de negocios,

sumando en cada trato, impuestos para la hacienda.


   Soldado de amor por Dios, sin temor a las tinieblas,

incansable con la pluma, consciente en cada entrega

con revueltas de premura, con la daga donde quiera,

no es más afortunado quien mayor poder tuviera.


   Nunca el amor fue tan grande con una voz de esperanza,

ni una pasión ya pudiera, señor de cuello con gola,

de carcajadas amargas, con manteos de mendigos

de quien fue mejor tesoro de toda una gran hazaña.


   Ingenioso Hidalgo, el mundo, su mejor amigo,

los timbres de todas las lenguas les brindaron sus caminos.

Jesús Solano

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