Soñar y vivir
Era más que una necesidad, le encantaba acariciar, tocar los objetos que le rodeaban, cerrar sus ojos he imaginar un mundo para ellos. No se trataba de superstición pero a cualquier sitio al que iba apretaba con fuerza aquel amuleto que sus padres le regalaron.
Sonaba el lago de los cisnes de Tchaikovsky, el salón le olía a flores como si estuviera orillas de aquel lago. Cerraba sus ojos mientras daba vueltas y los acordes se hacían colores en su mente. Saltaba cual bailarina en el amplio salón e imaginaba un gran teatro. Desde muy niña Alma deseó ser una gran bailarina. Todavía recuerda su tierna imagen frente a aquellos enormes espejos, agarrada con fuerza a aquella barra donde se forzaba por elevar su cuerpo sobre los dedos de sus pies. A veces la vida trunca nuestros sueños pero la joven Alma siguió siendo la misma joven risueña. Sus padres creyeron que estudiar era una gran idea y ella también. Estudió medicina y llegó a ser una gran doctora.
Terminó Tchaikovsky y después de acariciar todos los muebles a su paso cogió sus llaves, se puso las gafas de sol, cogió su amuleto y salió a la calle. Su lugar de trabajo no estaba lejos, tan solo a algunas manzanas y llegaría al centro de investigación médico tecnológico en el que trabajaba.
Pero siempre hacia un alto en el camino. El arrullo de las palomas le relajaba. Guardó su preciado amuleto y se sentó en un banco del parque donde unos cálidos rayos acariciaban su piel fría. Abrió un libro y se puso a leer. Un joven se sentó a su lado con la mirada ausente y el corazón roto. Ni siquiera se dio cuenta de que ella estuviera allí. Sollozó como si el universo no existiera. Alma oyó su dolor y el joven se sintió el hombre más desgraciado del mundo.
–¿Qué te ocurre? ¿Puedo ayudarte en algo? –dijo Alma.
Hasta entonces el joven pensaba que estaba solo y entonces la miró.
–Nadie puede ayudarme –dijo el joven.
–¿Tan grave es lo que te ocurre?
El joven no contestó y ella pensó que sería buena idea seguir hablándole.
–Me llamo Alma y trabajo muy cerca de aquí. En el Instituto para la investigación Médico tecnológico. –El joven no dejaba de mirar el suelo, pero ella continuó– Mi trabajo es muy interesante, tratamos de descubrir nuevas maneras de ayudar a las personas a llevar unas vidas más dignas. Desarrollamos prótesis biónicas para extremidades, implantes para la sordera… –Alma seguía hablando sin saber si realmente lo estaba animando o más bien aburriéndolo–, ahora trabajamos en un proyecto nuevo para un ojo biónico –pero ni siquiera aquello parecía impresionarle– ¿A qué te dedicas tú? –Le preguntó por fin.
Tras una larga pausa el joven trató de secarse las lágrimas con el torso de las manos, se incorporó y miró a la bella joven que había tras aquellas gafas de sol Ray-Ban.
–Soy atleta –dijo el joven muy parco.
–Entiendo –dijo ella– se trata de sueños rotos ¿verdad?
–Si –dijo escueto.
–Lo sé porque yo entiendo un poco de eso. –Dijo Alma– He dedicado mi vida a estudiar la manera de hacer que las personas alcancen sus sueños, salvando sus impedimentos físicos. O al menos acercarlos lo máximo posible a estos.
–A mí nadie puede ayudarme. He sufrido una lesión que me ha apartado del atletismo para siempre, de mi sueño, –terminó la frase y volvieron las lágrimas.
–Cálmate, –le dijo Alma– siempre hay otra manera de ver las cosas y no me refiero a la resignación, sino a no tirar la toalla, a seguir intentando llegar a tus sueños por cualquier otro camino.
–Eso es muy fácil decirlo, sobre todo para quien sí ha conseguido su sueño, como tú. –Le reprochó el joven.
Alma calló durante unos minutos y el joven pensó que su frase favorita de los últimos días había hecho efecto en otra persona a la que le gusta regalar consejos baratos.
–Sabes jovencito, no sabes nada de la vida ni de los sueños de los demás –dijo por fin Alma–, todos tenemos nuestros sueños, unos los logran y otros mueren sin saber que pudieron haberlo conseguido. La diferencia está tan solo en querer lo suficiente y lamentarse menos. A veces cuando un sueño parece truncarse en realidad solo está cambiando de forma y no por eso debemos abandonarlo. Además cuando un sueño se trunca, en el mismo momento nacen otros, pero no sabemos verlos. Yo no he conseguido uno de mis sueños todavía pero lo sigo persiguiendo y algún día lo lograré, pero sí he conseguido otros que nacieron. No pude ser bailarina aunque sé que llegará el día que me veré en un escenario bailando el lago de los cisnes porque de momento he vuelto a dar clases de ballet. Sí he logrado otros sueños, como ayudar a otros a que consigan los suyos mediante mi trabajo, pero no me quedé en un banco a llorar echándole la culpa al mundo ni a ningún designio. Este es el mejor regalo que te pueden dar hoy.
Alma se levantó, sacó su amuleto y lo estiró, era un bastón alargado blanco y ligero, con una pequeña esfera en la punta, para arrastrarlo por delante de sus pies y poder captar cualquier obstáculo que hiciera tropezar a una invidente. Guardó su libro impreso en braille y se marchó. Al joven se le derrumbó todo su muro de victimismo, aquella chica ciega le había dado una lección de vida que no olvidaría jamás.
Siempre hay otra manera de ver las cosas. Al igual que Alma muchas otras personas como Fernanda Bianchini profesora de ballet así lo piensa, pues ha formado la única compañía profesional de ballet para ciegos en Brasil. O Michael McAlpine, profesor de ingeniería mecánica en la Universidad de Minnesota que con su equipo han creado un prototipo de ojo biónico, capaz de transformar la luz en impulsos eléctricos de una forma parecida a la que emplea el propio ojo humano. O Alfonso Cabello deportista discapacitado que ha hecho historia tras conquistar el bronce en la prueba del kilómetro del Campeonato de España de ciclismo en pista absoluto corriendo con ciclistas sin discapacidad.
Abandonar los sueños, por muchos impedimentos que se presenten, es renunciar a la vida y a uno mismo. En realidad solo hay tres caminos, o soñar sin vivir, vivir sin soñar, o soñar y vivir. Tú decides.
Manuel Salcedo Galvez
No sólo es una preciosa historia. Sino que tiene un trabajo de plasticidad conclusión compromiso y homogeniedad únicos. Felicitaciones a Manuel Salcedo y como no a Granada Costa por tan buenos escritos y escritores!!
Gracias Susana por tu bello comentario. Un saludo.