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La familia es el primer agente socializador porque permite: desarrollar la vinculación afectiva, apego o attachment,  con sus hijos, desarrollar la empatía, generar un espacio en donde poder desarrollar la competencia en un entorno libre de violencia, desde el amor y el afecto, permitiendo el uso de múltiples recursos y de la solidaridad, entre otros.

La constitución de la familia se basa en el deseo de los padres antes de engendrar al hijo, la madurez psicosexual de los mismos, el sistema de comunicación entre ellos y con los hijos, cuál es el lugar del padre en el deseo de la madre y el lugar de la madre en el deseo del padre, ya que no podemos hablar ni entender la relación padre/madre – hijo sin incluir la relación entre las figuras que ejercen el rol de padre o de madre.

La familia va a permitir desarrollar la capacidad para organizar una pareja adulta, muy relacionado con como este hombre y esta mujer han podido organizar sus posiciones como hijo o hija en relación con sus propios padres. En función de cómo se desarrolló esta organización parental que el niño va a poder o no tener resueltas sus necesidades físicas y biológicas, sexuales, cognitivas, emocionales y sociales. Estas necesidades se describirían como:

  • Físicas/ biológicas y sexuales: que favorecen un buen desarrollo: alimentación (incluyendo el embarazo), vivienda, higiene, sueño, actividad física, ejercicio y deporte, protección de riesgos reales y buen estado de salud.
  • Cognitivas: conocimiento y estructuración de las experiencias del mundo que les envuelve, estimulación sensorial, exploración física y social y comprensión de la realidad física y social.
  • Emocionales y sociales: desarrollo afectivo adecuado y saludable, seguridad emocional, red de relaciones sociales, participación y autonomía progresiva, sexualidad aceptada, protección de riesgos imaginarios e interacción lúdica.

 La familia permite el desarrollo de la identidad de los hijos.

Una vinculación temprana segura y mantenida es fundamental para el desarrollo de una buena salud mental y somática. Pero si la vinculación resulta amenazante o no da protección, generará: enfermedad, insatisfacción y un desarrollo general de modalidades no adaptativas, sociales y psicoemocionales frente a los desafíos de la vida. Nos gustaría destacar lo que Bowlby dice al respecto:

“Siempre que un niño pequeño que ha tenido la oportunidad de desarrollar un vínculo de afecto hacia una figura materna se ve separado de ella contra su voluntad, da muestras de zozobra; y, si por añadidura, se lo coloca en un ambiente extraño y se lo pone al cuidado de una serie de figuras extrañas, esa sensación de zozobra suele tornarse intensa.

El modo en que el niño se comporta sigue una secuencia característica. Al principio protesta vigorosamente y trata de recuperar a la madre por todos los medios posibles. Luego parece perder la esperanza de poder hacerlo. Aun así, sigue preocupado y vigila su posible retorno. Posteriormente, parece perder el interés por la madre y nace en él un desapego emocional. Sin embargo, siempre que el período de separación no sea demasiado prolongado, ese desapego no se prolonga indefinidamente. Más tarde o más temprano, el reencuentro con la madre causa el resurgimiento del apego” (Bowlby 1968, p.45)

“El comportamiento de apego es una forma de conducta instintiva que se desarrolla en el hombre, al igual que en otros mamíferos, durante la lactancia y tiene como finalidad o meta la proximidad de la figura materna. La función del comportamiento de apego consistiría en la protección contra depredadores. Tal conducta se muestra especialmente intensa durante la niñez, cuando está dirigida hacia figuras parentales, pero continúa activa durante la vida adulta, en la que generalmente es encauzada hacia alguna figura activa y dominante, que con frecuencia se trata de un pariente, pero también a veces de un jefe o alguna persona de más edad que pertenece a la comunidad” (Bowlby, 1986. p.111)

La vinculación afectiva, apego o attachment, es la relación o conexión emocional que se establece entre un niño y los responsables más directos de su “crianza”, que generalmente son la madre y / o el padre. Se caracteriza por ser una relación perdurable en el tiempo, en la que tanto el niño como su cuidador contribuyen a la calidad de la relación.

Un vínculo cálido, afectivo, estable fomenta un desarrollo positivo en las diferentes dimensiones del individuo (afectivas, sexuales, cognitivas y sociales), así como también, un desarrollo sano de la personalidad. Permite que los seres humanos creen fuertes, selectivos y duraderos lazos con determinadas personas en particular.

El vínculo bebé – madre (entendida como figura principal de apego o attachment), se crea antes de nacer. Bebé y madre comparten funciones neuronales. Es muy importante el tipo de vinculación que se efectúa durante el primer año de vida por el tema de la gran plasticidad neuronal que presenta el bebé. Podemos afirmar en función de la literatura consultada que el período entre este primer año de vida y los seis años son fundamentales para la organización mental y emocional.

Dra. Carme Tello Casany. Psicóloga Clínica. Presidenta de la Asociación Catalana por la Infancia maltratada (ACIM). Presidenta de la Federación de Asociaciones para la prevención del maltrato infantil (FAPMI)

[1]Bowlby J (1968): La Pérdida Afectiva. Barcelona: Ed. Paidós.

[1]Bowlby, J. (1986).Vínculos Afectivos – Formación, desarrollo y pérdida.Barcelona: Ed. Paidós.

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