Metapoesía: cuando el poema se examina ante el espejo
Por Mª Teresa Ayllón Trujillo
El arte poético ha sido considerado pieza máxima de la literatura, aunque ahora parezca no estar de moda. Pero ¿qué es la poesía? No está de más que de vez en cuando nuestro interés por la literatura se enfoque más allá del impulso creador, de la expresión misma del producto: el verso. La poética es la disciplina que estudia las formas y contenidos de la poesía a lo largo de los tiempos, lugares o dentro del hacer de alguna persona dedicada a la poesía. Entendamos poesía como esa forma de expresar sentimientos y pensamientos con cierta cadencia, con ritmo, proporción, musicalidad y ciertos atributos referidos como belleza; muchas veces la poesía busca mostrar la fealdad, crueldad, aspectos aborrecibles de la adversidad o de la naturaleza humana y eso, al hacerse con inusual forma o con la virtud de tocar las fibras más hondas de la conciencia, también se denomina belleza. Está claro que acabamos de introducir grandes lagunas o confusiones en la explicación: arte poético es algo diferente a la poesía; poética es el estudio o análisis de formas, técnicas, de expresión y comunicación; aunque lírica toma su nombre de una forma poética –la lira- no toda poesía es lírica. La poesía suele entenderse como algo bello pero también es antítesis de lo bello, de lo grato, armónico, rítmico… luego entonces ¿A qué llamamos poesía?
“Deshaced ese verso/ quitadle los caireles de la rima/ el metro, la cadencia/ y hasta la idea misma./ aventad las palabras / y si después queda algo todavía, eso/ será la poesía” (León Felipe, Nueva antología rota, 1974).
Sería demasiado fácil si sólo tuviéramos que descubrir qué es aquello que queda al desmontar todos los signos formales de la poesía, como pide el poeta León Felipe, pues aún el debate de qué es –o qué no es- la poesía está abierto, está vigente. Poner el acento en lo agradable al oído o en lo noticioso o interesante que narran los armoniosos versos, nos coloca en diferentes líneas de desarrollo poético que han marcado tendencias y movimientos literarios –más o menos de la mano de otros movimientos filosóficos- hasta el punto que cabe cuestionar si tal poesía o cual poesía (forma poética) busca expresar emociones o bien afianzar un estilo lírico determinado, incluso romper los anteriores moldes para liderar una vanguardia literaria. Pero lo cierto es que todo movimiento social con peso histórico ha tenido su referente y sus consecuencias en la poesía e igual puede afirmarse en cualquier arte.
El movimiento internacional hacia la metapoesía responde justamente a lo que aquí queda dicho, pues la metapoesía es un ejercicio de existencialismo sobre el propio arte poético. Metapoesía es un volver el poema hacia el espejo, colocarlo como objeto del arte pero a la vez objeto de cuestionamiento del proceso creador de la poesía: ¿quién escribe? ¿en qué circunstancias personales lo hace? ¿dentro de qué contexto social? ¿bajo qué coyunturas de presión? ¿Ha respondido así siempre? ¿Qué formas empareja con esas circunstancias? Podría argumentarse que cualquier análisis del discurso hace algo similar, y es cierto, lo que interesa a la poética es que el meta-poema se construye desde esas preguntas. El poema y su cuestionamiento son la misma cosa. El poema es el resultado de una interrogación profunda, se vuelve sobre sí mismo, cuenta lo que hace haciéndolo o simplemente usa una parte del poema para meter a quien lee en el papel de jurado determinante, rompiendo la pared con su público espectador a quien incluye:
“Señor, aquel primer pie,/ es nota de posesivo,/ y es inglosable porque/ al caso de genitivo/ nunca se pospone el de./ Y así el que esta quintilla/ hizo y se quedó tan hufano/ pues tiene tan buena mano/ glose esta redondilla/ (…) Perdonad si fuera del asunto ya desvarío/ porque no quede vacío este campo de papel” (Juana Inés de la Cruz, Quintillas, 1983)
El reciente auge de la metapoesía es movimiento y es reciente porque se reconocen a sí mismas y a su metapoesía aquellas personas que lo integran confesándose movidas por todos los elementos del proceso creador y no sólo por los bellos productos puntuales que pueda dar tal arte. Puede verse que es reciente pues apenas se encuentran vínculos con la búsqueda METAPOESÍA en las redes. Es recientemente que se ha creado una asociación -con fuerte liderazgo dominicano- en la búsqueda de referentes, antecedentes y conceptualizaciones (daré cuenta de ello en el próximo número de GC) que ha instituído un premio anual coincidiendo con la desaparición de la reconocida metapoeta Miriam Mireles, venezolana, tristemente fallecida en la pandemia. La juventud relativa del movimiento o de la línea metapoética se asocia al movimiento existencialista del 68, cuyas características generales -la búsqueda de profundización intelectual, el cuestionamiento profundo de la intencionalidad, la responsabilidad ineludible sobre los propios actos, la importancia del contexto, las formas en relación a la contingencia, el compromiso social con la equidad y la justicia…- se corresponden ampliamente con esta vía literaria (no con todas las acciones ni co n todo acto individual pues las personas son imperfectas). A simple vista reconocemos la crisis de la expresividad romántica y el ascenso de cierta posmodernidad, la innovación, el compromiso con la palabra y con la búsqueda literaria, la intertextualidad, contextualidad, conjunción de formas y fondo. La corriente posmoderna ha visto en esta línea la ruptura de la normatividad, exagerando probablemente el lugar innovador y rupturista de la metapoesía. Al fin y al cabo, volverse sobre el propio texto, interrogarse por el arte en sí y por su proceso, ha sido propio de todas las épocas. Los ejemplos que he utilizado pueden atestiguarlo: Juana Inés de la Cruz es del siglo XVII y cuenta con varios preciosos ejemplos de metapoema; León Felipe uno de nuestros más internacionales poetas, es de la primera mitad del siglo XX. Imposible olvidar que contamos con un poema didáctico que es uno de los metapoemas más conocidos en el mundo hispanoparlante: Un soneto me manda hacer Violante, de Lope de Vega. También como ejemplo minúsculo, en este mismo número del periódico Granada Costa, se publica un metapoema de mi autoría. Tampoco la metapoesía es una tradición solo occidental, como muestra aquí les ofrezco un bellísimo poema breve del libro de una poeta afgana que, como tal tiene prohibido escribir poesía amorosa, bajo pena de muerte:
“En secreto ardo, en secreto lloro/ soy la mujer pastún que no puede desvelar su amor” (Sayd Bahodín Majruh El suicidio y el canto, 2002)
Debo expresar mi alegría leerte, Mª Teresa Ayllón Trujillo, escribir de alguien es un acto de extrema bondad y signo inequívoco de eterna amistad. Yo, en nombre del MIM te agradezco profundamente tus palabras y tú fabuloso análisis sobre la Metapoesía. Gracias del alma. Muy agradecido. Y espero con ansias la parte II. UN ABRAZO. JORGE PIÑA 🍍/ Manhattan Valley / New York.
Gracias por tan generosas palabras. Fue un placer compartir con ustedes y espero con ilusión el próximo encuentro del Movimiento Internacional a la Metapoesía