Portada » LA PARENTALIDAD POSITIVA, COMO FACTOR ORGANIZADOR DEL SER HUMANO

 

La infancia es un periodo vital diferente a la etapa de la vida adulta. Es una etapa donde tiene  lugar el desarrollo psicosocial y de las habilidades cognitivas y sociales de los menores. Para que esto pueda darse de una manera positiva, sana y plena son fundamentales las experiencias vividas durante este período y las influencias recibidas del medio en que se está dando este desarrollo.

Es muy importante el tipo de vinculación afectiva que se le da al bebé a través de su relación con su cuidador principal (especialemtne la madre y/o el padre). Si la vinculación es de tipo segura, va a tener factores de protección que le ayudaran a sobreponerse a las dificultades que pueda tener a lo largo de su vida. Factores de protección tales como la empatía (posibilidad de entender los sentimientos del otro, ponerse en su lugar sin confundirse), asertividad (poder decir si  cuando se quiera decir si y no cuando se quiera decir no), inteligencia emocional (capacidad de pensar y elaborar las situaciones de la vida) y función reflexiva (capacidad de poderse parar a pensar que el otro piensa diferente a lo que uno piensa y luego actuar). Pero si la vinculación es insegura  y, en el peor de los casos, desorganizada, los niños, niñas y adolescentes van a encontrarse en graves dificultades en desarrollar correctamente las etapas evolutivas, porque se encontraran en una situación de mucha vulnerabilidad. Cada año, millones de menores en todo el mundo son víctimas y también testigos de situaciones de violencia física, sexual y emocional, siendo el maltrato infantil un grave problema que se da a escala global, afectando de forma grave, tanto a corto como a largo plazo, la salud física y mental y el desarrollo y bienestar de niños, niñas y adolescentes. La aprobación de la Convención de los Derechos del Niño por la Asamblea General de Naciones Unidas el 20 de Noviembre de 1989 supuso un punto de partida que ha permitido la incorporación progresiva de los Derechos de niños y adolescentes en el marco jurídico y de protección de los Estados que la han suscrito, entre ellos España

Hasta hace no mucho, el modelo autoritario reguló las relaciones de los niños y jóvenes respecto a las figuras adultas (incluyendo madres, padres, profesores / as, …). Pero a lo largo del siglo XX estas pautas se fueron transformando. Se pasó de un autoritario, rígido y de obediencia hacia el adulto (que en muchas ocasiones supone llevar a cabo una disciplina irracional basada en las necesidades del adulto e, incluso, en la utilización de la violencia), hacia otro donde los conceptos relativos a la autoridad, los límites o la disciplina son descalificados, rechazando de forma frontal la disciplina autoritaria, decantándose hacia un modelo de «dejar hacer», es decir que frente a una demanda , no se debe «reprimir» y hay que satisfacerla de forma automática. Tanto un sistema como otro, no aportan ningún tipo de beneficio al buen desarrollo de los menores.

Debe tenerse en cuenta que la familia siempre ha de jugar el papel fundamental en la educación de los hijos e hijas, es decir que las pautas de crianza y el desarrollo de hábitos saludables sigue siendo una función básica de la familia que, si fracasa, se pueden dar consecuencias nocivas en los hijos e hijas, especialmente las relacionadas con problemas de conducta y de salud infantil y adolescente. De hecho, el Consejo de Europa en su Recomendación Rec (2006) 19 reconoce la importancia de la familia y el buen desarrollo de las responsabilidades materno-parentales. La familia constituye el primer sistema y más básico con el que el individuo interrelaciona,  no sólo de adquirir modelos de actitudes y de hábitos adecuados, sino también como fuente principal para cubrir las necesidades más elementales de subsistencia, afecto y permanencia. Además, la familia  es un lugar de encuentro, de experiencias compartidas, de negociación y de resolución de conflictos y de estilo educacional democrático y participativo. pero si esto fracasa, el hijo y la hija van a tener graves problemas cognitivo, evolutivos, psicoemocionales, somáticos,  psicosexuales y sociales, que van a producirle graves consecuencias en su vida adulta. De ahí la importancia de tomar conciencia de la necesidad de educar y relacionarse desde la perspectiva de la parentalidad positiva.

¿En qué consiste la parentalidad positiva? De acuerdo con la definición acuñada en la Recomendación Rec (2006) 19 del Comité de Ministros del Consejo de Europa, “el ejercicio de la parentalidad positiva se refiere al comportamiento de los padres fundamentado en el interés superior del niño, que cuida, desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece reconocimiento y orientación que incluyen el establecimiento de límites que permitan el pleno desarrollo del niño”. Es importante aprender a escuchar las voces de nuestros hijos desde una perspectiva empática pero también asertiva, para poder dar orientaciones de responsabilidad por las actuaciones que estos puedan hacer. Porque el «dejar hacer» sin normativa es una forma muy grave de maltrato, ya que no les va a permitir desarrollar ni la empatía, ni la afectividad, ni la inteligencia emocional ni la función reflexiva.

En el proceso de educar es básica la creación de un clima de diálogo y de confianza que pueda favorecer el proceso de comunicación. Pero lo primero que tenemos que hacer es escuchar. Con una palabra de cercanía o de apoyo o nuestro esquema corporal podemos decirle que estamos escuchándolos que ese tiempo es para ellos.

También podemos estar a su lado en silencio cuando están preocupados, no obviemos que la comunicación no verbal es tanto o más importante como la comunicación verbal, una mirada guiño en ocasiones son besos que le lanzamos a nuestros hijos porque realmente la base de una buena comunicación es el afecto y ese clima de seguridad que podemos ofrecerles.

¿Pero de qué manera podemos ayudarle a que exista este clima?

 En primer lugar, leer sus caras intentar mirar si hay algo que les preocupe que nos deseen decir o que necesitan.

La base de la comunicación es la estimación de que sepan y sientan que nos interesan: sus inquietudes, sus problemas del día a día para que puedan compartir sus emociones y así, ayudarlos a que se sientan acompañados mientras van resolviendo esos pequeños conflictos o dificultades cotidianas. Si encuentran en nosotros elementos de confianza convertiremos en un hábito la intercomunicación. También sería necesario actuar sin improvisaciones ofreciéndoles un clima de tranquilidad y de paz. Pero, sobre todo, desde la sinceridad y la discreción y esto requiere tiempo, educar es un ejercicio de convencimiento de que los adultos no tenemos la verdad absoluta y la vida es un aprendizaje continuo por parte de todos, donde se aprende diariamente.

Pero aprender escuchar es el ejercicio más difícil en el cual nos encontramos en el proceso comunicativo, ya que en infinidad de ocasiones la escucha activa ayudaría a una mejor fluidez de transmisión de ideas propuestas e incluso resolución de conflictos.

Al escuchar, estaríamos realizando un trabajo donde la observación ayudaría a realizar las preguntas oportunas en beneficio del conocimiento de nuestros hijos, y de esta manera seríamos más capaces de comprender sus propuestas.

En ocasiones, para que exista una buena comunicación hemos de preguntar de manera sencilla para que entiendan que lo que queremos es formar parte de ellos, ayudarlos no imponiéndoles por sistema nuestras opiniones y dado ese punto, no damos la posibilidad de que puedan expresarse de una manera abierta.

Hemos de hablar claro… Y que sea claramente identificable, solemos decir… pórtate bien… se bueno… pero realmente: ¿Qué deseamos decir…?  ¿Qué es exactamente ser bueno?

Seguramente sería más correcto si les habláramos de manera más concreta. Especificando los límites, seguramente nos entenderían mejor y podrán actuar en consecuencia, por citar un ejemplo: habla bajito, no chilles… ¡Eso sí hemos de predicar con el ejemplo! Así ayudaremos a aumentar el vínculo afectivo.

Si le damos la oportunidad de que hablen quizás nos sorprenderemos por el grado de comunicación, seguramente esa información completa nos ayudará a guiarlos en su crecimiento. Por tanto, es necesario, partiendo de la curiosidad, que contestemos siempre las preguntas que nos hagan de una manera clara y entendedora sin interrumpirles, esto puede comportar paciencia sobre todo porque hay etapas en que los niños preguntan y preguntan, y en ocasiones preguntan de una manera retórica.

Un margen de decisión puede ayudar a que se sientan parte del proceso, en ocasiones podemos dar la oportunidad limitada de decidir alguna modificación sobre las normas, ello puede contribuir a evitar resistencias, por ejemplo: ¿Te pones el chándal rojo hoy y mañana el azul? Esto puede darles un cierto control, pero en definitiva no dejan de hacer lo previsto.

Importante es la escucha activa, que ellos sean conscientes de que son escuchados mediante nuestro gesto mirada o afirmación de que estamos ahí a su lado, escuchando lo que quieren comunicar, y a la vez, es importante saber preguntar siempre de una manera positiva. Para asegurarnos que entiende lo que nosotros le decimos, o estamos entendiendo lo que ellos nos quieren comunicar, por supuesto hemos de dedicar ese tiempo sin mirar el reloj y dejando el móvil sobre la mesita de noche.  Puede ocurrir que nuestras opiniones o nuestras maneras de pensar no sean iguales que la de nuestros hijos o alumnos, pero no por eso, se merecen descalificaciones.

Por tanto hemos de:

Potenciar lo positivo. Las personas somos más receptivas a realizar aquellas actividades en las cuales hemos recibido un refuerzo positivo, es más educativo si les damos las indicaciones en positivo diciendo lo que se debe de hacer que no en negativo con prohibiciones y el no por delante…

La autoestima de los niños y los jóvenes se construye a través del espejo donde les hagamos mirar, la imagen que le demos de ellos derivará el nivel de seguridad que mantengan su autovaloración productos del día.

El buen trato a los hijos no puede separarse del buen trato a los padres. Tener cuidado de los padres permitirá también tener cuidado de los hijos e hijas y esto tendrá una repercusión positiva en el desarrollo global como personas tanto desde el punto de vista emocional y cognitivo como para establecer vinculaciones afectivas a lo largo de la vida.

Dra. Carme Tello Casany

Psicóloga clínica

Presidenta de la Associació Catalana per la Infància Maltractada ACIM

Presidenta de la Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil FAPMI

Dra. Toñy Castillo Meléndez Coordinadora del Grupo de Pedagogía y Salud del Colegio Oficial de Pedagogía de Cataluña.Directora de la Academía de las Ciencias, Bellas Artes y Buenas letras del Proyecto Global de Cultura Granada Costa

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