Lo más grande que hace un alma

                                                                                                            humana en este mundo

                                                                                 es ver algo. Ver con claridad es poesía,

                      profecía y religión, todo en uno.

             (John Ruskin)

      Existe la creencia general de que las obras de arte y sus autores sólo acuden a los lugares donde se organizan grandes acontecimientos artísticos, en ciudades importantes y en lugares prestigiosos con grandes medios de publicidad y otras zarabandas, donde los artistas consagrados y otros menos conocidos acuden con el deseo de serlo; y por supuesto con posibles admiradores y, en potencia, también oportunidad para los compradores de obras de arte.

   Esto me recuerda la anécdota del pintor francés CÉZANNE y el marchante. En una exposición en París, un marchante de obras de arte compró un cuadro al célebre pintor. Después de abonarle el abultado importe el comprador le dijo a Cézanne: ¿Por qué una pintura que es tan fea de ver se dice que es una obra de arte? Naturalmente no obtuvo respuesta. Y es que juzgamos sólo por el renombre del autor sin entrar en más consideraciones, pues como muy bien afirmaba el catedrático de Historia de Arte, Gaya Nuño “padecemos, con harta frecuencia, el totemismo del autor, lo que facilita el elogio o rechazo de su obra”.

  En la celebración del 25 aniversario del periódico Granada Costa el día 21 de marzo en el Palacio de Congresos de Granada, se expusieron pinturas y esculturas de los artistas de dicho periódico, algunos conocidos y otros, no tanto, que no vamos a entrar por esta vez en valoraciones. Pero sí es obligado detenerse en la contemplación de ciertos pequeñas figuras de barro cocido entre 15 y  20 cms. aproximadamente de altura que trataba el tema del Quijote escenificando diferentes secuencias de su vida, que llamaron mi atención. Al principio pasé de largo después de una somera mirada, pero rápidamente volví sobre mis pasos y me detuve en una figura que representaba a Sancho abrazado a su burro, ¡Cuánta ternura expresiva entre el animal y su dueño, qué fantástico diálogo sin palabras entre los dos, qué espléndida combinación de sentimientos!

  Fue a raíz de la contemplación de esta esculturilla cuando decidí fijarme en las 16 que formaban la colección. Digo esculturillas por su pequeñez física, no por su valor que habría que decir obras de arte, porque es imposible contemplar aquellas escenas del Quijote en barro tan bellas, tan expresivas, tan vivas,  sin experimentar un sentimiento de reverencia, no inspirado por su grandeza ni por los materiales que llaman nobles como el mármol, el oro, la plata, el bronce, sino por su delicadeza, por su gran expresividad, por la vida que transmiten… el material de que están elaboradas es de o más pobre, ese sencillo barro del que Dios se le ocurrió emplear para hacer al hombre; al hombre que contiene en sí mismo el Universo.   Para coronarla obra de la Creación dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Y tomando un poco de barro formó el cuerpo de Adán; luego, soplándole le infundió un alma inmortal y con ella la vida  (Génesis, 1-26-27)

Observar estas esculturas es realizar un fantástico viaje en compañía de D. Quijote y Sancho por las infinitas llanuras de La Mancha, porque todas hablan, nos hablan a la inteligencia, a la sensibilidad, a la imaginación expresando un puñado de sentimientos e ideas: caballerosidad, delicadeza, dulzura, gracia, dolor, tristeza, generosidad, amor, dignidad… ¿Y en qué estilo se encuadran estas esculturas? Yo diría que se mantiene a buena distancia del realismo exagerado y detallista y a más distancia aún de la abstracción y otros “ismos”. Su estilo es el que le dicta el sentido común de su autora ANITA ÁVILA: claridad y sencillez aplicada al asunto y al estilo, sin extravagancias ni exageraciones. Sus esculturas expresan no sólo acontecimientos, sino también estados de ánimo, emociones y sentimientos, tan intensos que casi pueden ser escuchados.

    Conocí a la autora de estas esculturas, ANITA ÁVILA y no es profesional del arte, sino empresaria, y el tiempo que le queda libre se lo dedica al arte porque le supone un descanso, un consuelo, y al mismo tiempo una liberación de los estrechos marcos que le ocupan las actividades cotidianas para revelar su vida espiritual, una fuente de dicha porque siempre crea y recrea dándole a la vida valor y dignidad.

     Aprovechamos para felicitar al periódico Granada Costa, que gracias a sus iniciativas hace posible la estimulación de las potencialidades más valiosas del hombre que son las espirituales.

Rogelio Bustos Almendros

I CERTAMEN DE ARTÍCULOS Y POESÍA PERIÓDICO DIGITAL GRANADA COSTA

Cada tres meses se entregarán dos premios: uno concedido en la vertiente de textos y otro para los poemas

Deja un comentario