PRIMERA MUJER IBEROAMERICANA EN RECIBIR UN PREMIO NOBEL

“¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.

Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.

Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.

Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía para cuando mis labios no canten más.

Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada hora por él.

Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.

Hazme fuerte aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida. ¡Amigo, acompáñame! ¡Sosténme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más cabal y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo.

Yo sólo buscaré en tu mirada las aprobaciones.

Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.

Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis menudos dolores.

Aligérame la mano en el castigo y suavízame más en la caricia. ¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando! Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos. Le envuelva la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre, su sala desnuda.

Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más oro que las columnas y el oro de las escuelas ricas.

¡Y, por fin, recuérdame, desde la palidez del lienzo de Velázquez, que enseñar y amar intensamente sobre la Tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos de costado a costado!”

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¿Por qué he comenzado esta breve biografía, que he tenido que resumir por mor del espacio, pese a la riqueza de esta gran mujer que de la nada se erigió y alcanzó las cimas más altas de la literatura, la poesía y la diplomacia? Muy sencillo. Porque por encima de todos esos honores, premios y distinciones que obtuvo a lo largo de su vida, ella se consideraba maestra, defensora de la educación pública, reformadora de la escuela campesina, creadora de bibliotecas, innovadora y revolucionaria del sistema educativo de la enseñanza rural e indígena, dando una gran importancia a la lectura -desde pequeña fue una gran lectora- escribiendo para ello su libro Lecturas para la mujer como apoyo a su movimiento integrador de la educación en las clases humildes, poniendo su cuerpo y su alma en esta tarea, pese a no tener al principio ningún título académico.

     Su vida transcurre entre los altos niveles de la intelectualidad y del gobierno, pero ella se sentía mejor con las clases humildes poniendo su cuerpo y su alma en esta tarea de educadora.

     Como curiosidad personal, en mis años de docencia, yo leía a mis alumnos esta Oración de la maestra y, en cierta ocasión, la leyó una de mis alumnas, maravillosamente, durante una función teatral del colegio.

     Resumiré, pues, lo más sucintamente que me sea posible, la biografía, rica en vivencias, destinos, viajes, obra literaria, honores, distinciones y cargos que desempeñó a lo largo de su vida, siendo una de las figuras más relevantes de la literatura iberoamericana.

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Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila Godoy Algayata, nació en Vicuña, Chile, un 7 de abril de 1889. Fue poeta, diplomática, profesora, reformadora de la educación y pedagoga. La primera mujer iberoamericana que recibió el Premio Nobel de Literatura, así como en ser nombrada Miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras y Miembro asimismo de la Academia Chilena de la Lengua, Caballero de la Orden Nacional de la Legión de Honor y Premio Nacional de Literatura en 1951, entre otras muchas distinciones y honores recibidos.

     Gabriela D`Annunzzio Frédéric Mistral -de donde tomó el nombre- nació en el seno de una familia de recursos modestos. Era hija de Juan Godoy, profesor y poeta, y de Petronila Algayata, modista. Su padre abandonó el hogar cuando ella contaba tan solo tres años. Pero, pese a ello, siempre lo defendió y leyendo sus poemas diría: Estos versos de mi padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión poética.

     En 1904 comenzó a trabajar como profesora, pese a no tener el título, que más tarde obtendría, y a colaborar en los diarios Coquimbo, La Voz de Elqui y Elegancias.

     Más tarde, en 1908, ejercería en otras localidades como maestra, tomando el primer contacto con los indios mapuches en México, primera escala en su viaje por todo el continente americano.

Gabriela Mistral viajó a México en 1922 a petición del ministro de Educación y escritor, José Vasconcelos. Sería la primera escala en su viaje por todo el continente americano, tomando contacto con los indios mapuches, a partir de lo cual se volvió simpatizante del movimiento latinoamericano.

     Vasconcelos le encomendó la tarea de innovar un nuevo sistema educativo, el cual aún se mantiene con tan solo algunas reformas. Consistía en la educación de las clases rurales mediante la lectura y la creación de bibliotecas, frente a la antigua pedagogía. La maestra que no lee tiene que ser mala maestra -diría.

     Una auténtica innovación y reforma. Es entonces cuando escribe un libro de lecturas para mujeres, apoyando este movimiento pedagógico, el cual desempeñó en México durante dos años, viviendo este periodo con una intensidad sin igual en toda su vida. La educación es, tal vez, la forma más alta de buscar a Dios. El futuro de los niños es siempre hoy, mañana será tarde.

A su regreso a Chile, en 1925, fue nombrada Delegada del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones y ese mismo año fundó el Instituto de la Colección de los Clásicos Iberoamericanos.

     Continuó trabajando como maestra y llegó a ser nombrada directora del Liceo Número 6 de Santiago, mientras publica numerosos artículos dando a conocer su filosofía pedagógica por toda América y Europa, consistente en: la enseñanza al aire libre, comunidad entre padres y alumnos, el desarrollo del niño como adulto, el uso de las artes en el aula de clase, derechos del niño, tales como derecho a la salud plena, al vigor y a la alegría, entre otros muchos, concibiendo la educación como vía para acercarse a Dios.

     En 1910 escribe sus famosos Sonetos de la muerte, premiado en los Juegos Florales de 1914, y a partir de aquí  opta por la poesía.

     Visita por entonces Estados Unidos, Europa y México y regresa a su país, Chile, 1922, siendo considerada como una de las grandes poetas chilenas.

     Visita México de nuevo, donde reside por espacio de dos años más. Allí se le erige una estatua, 1923, y se publica su libro Las mejores poesías.

     En Madrid, 1924, publicó el libro Ternura, un poemario dedicado a los niños españoles. Y de ahora en adelante, su vida sería errante e incansable, viviendo entre América y Europa.

     Durante este caminar, en el año 1931, el general Augusto Sandino la nombra Benemérita del Ejército de Nicaragua, mientras continúa su peregrinar de país en país.

     En el año 1953 fue nombrada cónsul en Nueva York, época en la cual conoció a la escritora estadounidense Doris Dana, la cual por entonces pasaría por ser “su secretaria” y más tarde portavoz y albacea oficial del testamento de Gabriela.

     En 1954 fue recibida con honores en Santiago, Chile, declarando ese día festivo, mientras su coche era escoltado por patrullas, miles de niños portaban banderas y la gente le lanzaba flores a su paso. Al día siguiente, fue nombrada Doctor Honoris Causa de la Universidad de Chile.

Gabriela Mistral fue la primera mujer iberoamericana en ganar el Premio Nobel, en concreto, de Literatura, en 1945, el cual le fue notificado estando la poeta en Metrópolis, Brasil, ciudad donde desempeñaba en aquel tiempo el cargo de cónsul desde 1941.

     El motivo por el cual se le entregaba dicho Premio, el más prestigioso a nivel mundial, fue porque Su obra lírica que, inspirada en poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo americano.

     Dicho premio le fue ensombrecido a causa de que dos años antes, un sobrino suyo muy querido a quien había adoptado desde niño, Miguel Godoy, y que ella llamaba con el diminutivo de Yin Yin, se había suicidado, con tan solo dieciocho años, sumiendo a la escritora en una enorme depresión y dando inicio a una de las épocas más oscuras de su vida.

Gabriela Mistral mantuvo durante toda su vida una estricta reserva respecto a sus relaciones personales. Se dice que a los quince años tuvo un amor platónico con Alfredo Videla, hombre muy rico veinte años mayor que ella.

     En 1906 conoció a Rogelio Ureta cuya relación tuvo un final trágico cuando él se suicidó en 1909. La poeta escribió entonces sus Sonetos de muerte inspirados en aquel sentimiento.

     Asimismo, tuvo un amor prohibido con el escritor Manuel Magallanes, ya que él estaba casado. Al respecto escribiría: Estoy muriéndome de amor frente a un hombre que no puede acariciarme.

En realidad, estas relaciones no pasaron de ser todas epistolares.

     Se ha especulado mucho sobre el posible lesbianismo de Gabriela Mistral: Si hasta me han colgado ese tonto lesbianismo que me hiere de un cauterio que no sé decir…

     Lo cierto es que existen documentos que reflejan unas relaciones íntimas con varias mujeres. La más importante y duradera fue la sostenida con la escritora estadounidense  Doris Dana. Se conocieron en 1949, relación que se mantuvo hasta el fallecimiento de la poeta en 1957, nombrándola albacea de su obra y testamento.

     Dana Doris contaba tan solo veintiocho años, treinta y un menos que la escritora, que tenía cincuenta y nueve y ya estaba en posesión del premio Nobel. Doris la consideraba al principio de conocerla como su maestra, casi venerándola. Pero con el tiempo, la relación se volvió apasionada, sobre todo por lo que respecta a Gabriela, quien trataba a Doris en sus cartas de “amor”. ¡Qué estúpido (se trata a sí misma en género masculino), ha sido el que más te quiere, Doris mía! Yo te debo felicidad por cuanto he recibido de ti. Hay que cuidar esto, Doris, es una cosa delicada el amor.

       En el libro Niña errante, publicado en 2009, se reproducen por primera vez algunas cartas apasionadas acumuladas por Doris, las que reflejan la relación íntima de ambas mujeres, así como miles de ensayos literarios que constituyen el legado de Gabriela Mistral, de más de cuatro mil documentos, incluidas doscientas cincuenta cartas escogidas, donado todo ello después de su muerte al gobierno chileno por Doris Dana.

Gabriela Mistral, ya muy disminuida, padecía diabetes, problemas cardiacos y arterioesclerosis que le causaba problemas de orientación. Y tras sufrir una hemorragia, ingresó en el Hospital General, en Nueva York, a causa de un cáncer de páncreas, falleciendo un 10 de enero de 1957 a los sesenta y siete años.

     A su funeral, celebrado en la Catedral de San Patricio, asistieron alrededor de quinientas personas, altos dignatarios de la Iglesia y del cuerpo consular.

     Sus restos fueron trasladados a Chile, siendo sepultados en el Cementerio General de Santiago. Más tarde, en 1960, fueron llevados definitivamente a Montegrande, como era su deseo, en una “tumba instalada en su honor”, en el cerro de El fraile, que más tarde, en 1991, pasó a llamarse “Cerro de Gabriela Mistral”, como en una ocasión ella dijo que le gustaría que llevase su nombre.

La obra, premios, distinciones y honores dedicados a Gabriela Mistral son tan numerosos que me sería imposible exponerlos en este artículo. Baste incluir, resumidas, las siguientes listas de su obra escrita, ya propia o la infinidad de colaboraciones, ediciones de las mismas, homenajes, calles, plazas o Centros culturales, dedicados a la poeta.

OBRAS: Sonetos de la muerte, 1915. Desolación, 1922. Lecturas para mujeres destinadas a la enseñanza del lenguaje, 1923. Ternura, 1923. Nubes blancas y la Oración de la maestra, 1930. Tala, 1938. Antología, 1941. Sonetos de la muerte, 1952. Lagar, 1954. Recados, contando a Chile, 1957.

COLABORACIONES: Imposible enumerarlas por el espacio que ocuparían.

PREMIOS Y DISTINCIONES: 1914, Premio de los Juegos Florales.1945, Premio Nobel de Literatura. 1946, Medalla Enrique José Verona. 1947, Doctor Honoris Causa, California. 1950, Premio Serra de las Américas. 1951, Premio Nacional de Literatura de Chile. 1951, Doctor Honoris Causa por las Universidades de Columbia, Guatemala, Florencia y Chile. Premio Nacional de Literatura, entre otros muchos.

MUSICALIZACIÓN DE SUS POEMAS: ¿En dónde tejemos la ronda? 1985. Amado, apresura el paso, 1995. La Pajita, 2009. Mi niña golondrina, 2014. Oración al Cristo del Calvario, 2008.

EDICIONES PÓSTUMAS DE SU OBRA: Cerca de cuarenta.

     Los Centros culturales, calles, plazas, estatuas erigidas en su honor, certámenes literarios y demás, son numerosos, imposible incluirlos aquí.

     Gabriela Mistral. Poeta, escritora, diplomática, innovadora de la enseñanza, fundadora de bibliotecas… pero, ante todo, maestra y ejemplo a seguir para toda persona que se dedique a esta noble profesión docente, tenga auténtica vocación y se sienta maestra como lo fue esta gran mujer adelantada a su tiempo.

Gabriela Mistral y Doris Dana

Vuestra amiga Carmen Carrasco.

Carmen Carrasco Ramos, Delegada Nacional Granada Costa

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