Rosalía de Castro, escritora bilingüe en español y gallego
Como no podía ser de otra manera, pretendo que este artículo sirva de homenaje a todas las mujeres que lucharon contra los prejuicios, con conciencia de sí mismas, especialmente Rosalía de Castro, escritora bilingüe en español y gallego, que supuso un resurgimiento cultural y una contribución decisiva a la literatura moderna en lengua gallega, junto con Eduardo Pondal y Curros Enríquez. Escribió y pensó de una manera considerablemente adelantada para muchos de sus contemporáneos gallegos y españoles, por lo que a veces no se le entendía. Aunque fue una asidua cultivadora de la prosa, donde Rosalía sobresalió fue en el campo de la poesía, en el que publicó su primer libro de versos: La Flor con una clara influencia de Espronceda, para consolidarse a través de la creación de tres obras poéticas claves: Cantares gallegos, Follas novas y En las orillas del Sar(buena muestra desprovista de la esperanza en una poesía desengañada, dolorida y desolada con una profunda reflexión existencial, de un poemario de tono confesional e intimista) que se sitúan entre la tendencia más intimista del Romanticismo y la transición al Simbolismo, que junto con Bécquer podríamos considerar que marcan el inicio de la Lírica moderna.
Son temas fundamentales en sus poemarios: el dolor, la soledad, el cansancio de vivir, el amor, el drama de la emigración, la dureza de la vida campesina, la marginación y el abandono de Galicia, la creación literaria y la necesidad de escribir, entre otros más.
En cuanto al estilo, destaca la autenticidad de la voz poética, la sencillez y transparencia de un léxico referido a los sentidos, a las emociones que simbolizan sensaciones y sentimientos; poesía de gran profundidad, que emplea el símbolo como método para expresar lo inefable y que revela la plurisignificación propia de la más elevada poesía. También hace alarde de enumeraciones, paralelismos, reiteraciones y contrastes, junto con originales combinaciones métricas y dialógicas.
Las críticas e influencias posteriores
En la actualidad, la figura de Rosalía de Castro y sus creaciones literarias sobre el regionalismo y la literatura femenina continúan recibiendo una constante atención crítica, y contamos hoy con unos estudios e investigaciones críticas importantes, tanto en España como en el extranjero. Es tal la aceptación y el interés que las obras de esta escritora despiertan en el mundo, que en las últimas décadas sus poemarios han sido traducidos a idiomas como el francés, el alemán, el ruso, y el japonés.
Aunque éste no es el lugar de analizar en detalle los motivos de la importancia de sus obras. Diremos que la valoración en general de la obra rosaliana y la mitificación de la escritora se produjeron tras el fallecimiento de la misma, puesto que a lo largo de su vida, ésta fue permanentemente menospreciada y marginada, quedando fuera de escritos tan relevantes como La literatura en 1881 de Leopoldo Alas Clarín y Armando Palacio Valdés. Fue necesario esperar hasta los modernistas y la generación del 98 para que reconocieran en Rosalía a una creadora afín a su espíritu.
Los mayores promotores de Rosalía de Castro fueron los escritores del 98, quienes la dieron a conocer a través de sus escritos en toda la geografía española y en la América hispanohablante, valiéndose de su gran reconocimiento social y de la reedición de muchas de las páginas que fueron escritas por ellos y que versaban sobre la escritora. Principalmente, fueron Azorín y Miguel de Unamuno los más acérrimos defensores de Rosalía, véase como en 1903, Unamuno, alaba sinceramente la calidad poética, la define como un tomo de poesías llenas de pasión de una mujer gallega, una mujer que no se redujo a ser Laura inspiradora de un Petrarca, sino que petrarquizó ella misma […]además le dedicaron entre 1911 y 1912 una serie de artículos que versaban sobre la escritora gallega. El resto de literatos noventayochistas no se pronunciaron en favor de Rosalía de Castro, y si lo hicieron fue de una forma muy tenue, como hizo Antonio Machado con una lacónica y tardía observación sobre la poetisa. Destacó también Ramón María del Valle-Inclán, pero en este caso por las duras críticas y juicios negativos que le dedicó a la obra rosaliana, a pesar de ser amigo de su marido, Manuel Murguía, quien se había encargado de la redacción del prólogo de la obra titulada Femeninas, del mismo Valle Inclán.
Juan Ramón Jiménez también se hizo eco de la obra rosaliana, dedicándole todo tipo de elogios y considerándola como la predecesora de la revolución poética iniciada por Rubén Darío. A la vez que una poeta del litoral, de igual modo que hacía con Bécquer, le otorga el calificativo de innovadora y precursora del modernismo español. Dejando una profunda huella en Antonio Machado, en el propio Juan Ramón Jiménez y en la G. del 27.
Las razones que inducen a Rosalía de Castro a abandonar de una forma tan radical la lengua gallega, a la que tanto contribuyera con la intención de dignificar todavía se desconocen, aunque dentro de la crítica existen diferentes posturas: Alonso Montero cree que la razón del abandono del gallego radica en las duras críticas que recibió el artículo titulado Costumbres gallegas, en el que Rosalía arremetía contra una insólita práctica llamada prostitución hospitalaria que consistía en ofrecer al marinero que había realizado una larga travesía además de comida y cama, una de las mujeres de la familia. Por otra parte, Marina Mayoral piensa que el abandono debe ser visto como un gesto de reivindicación de la libertad del artista por parte de la autora.
Augusto González Besada, el gallego que lo fue casi todo en la política española de su tiempo, ingresa, en 1916 en la Real Academia Española, con un discurso sobre nuestra autora, en el que demuestra gran admiración por su persona y obra. Afirma que es “la encarnación de la mujer fuerte, a quien no logra abatir la desgracia, persiguiéndola desde la cuna, ni la enfermedad y el dolor, ni vence la lisonja ni ciega la ambición”. Rosalía se dedicó a “cantar las cuitas de los oprimidos y flagelar y confundir a los opresores. Ella fue la voz de los humildes, el eco de los oprimidos, cantora de la Naturaleza, escrutadora de las almas tristes e implacable censora de la injusticia y de los opresores”. Sus obras revelan las extraordinarias facultades de una mujer que poseyó el hondo pensar de un filósofo y el intenso sentir de un gran poeta. No es menor la preocupación de Besada por destacar que había recibido una educación muy superior a la que se acostumbraba dar a las jóvenes de su tiempo, aun las de noble estirpe y posición holgada, y cómo esta educación le permitió, en edad muy temprana, conocer correctamente el francés, dibujar con facilidad, tocar el piano y la guitarra, cantar con afinación e intervenir como actriz ovacionada en funciones teatrales. Testimonios, que rompen el tópico de una imagen falsa de resignación, saudade pasiva, sentimiento morboso, limitación intelectual, loca y estrafalaria que se fabricó de ella. Y del acoso a que había sido sometida por las gentes de orden y las autoridades civiles y eclesiásticas, informa de una realidad que se quiso ocultar cuidadosamente. Murguía, su esposo, nos habla de “dardos” que la herían constantemente; sin embargo fue una mujer enérgica, decidida, tan consciente del valor de su obra como distante de la pompa y vanidad literarias.
Es interesante ver como ella servirá como un antecedente, para la Generación de las mujeres intelectuales de la G. del 14, que parte de la Institución libre de enseñanza. Así se concibe de ella un concepto de feminista en la sombra, que nos ofrece una imagen bien distinta a la consolidada por el mito falsificador. Claro que ella es responsable, como todos los escritores, de lo que escribió, no de lo que la manipularon. Pero, tiene su porqué y, sobre todo, su finalidad represiva. Pues sirve para confundir y alienar la conciencia o la visión de la propia Galicia, sumisa, melancólica, resignada, pasiva y subordinada. Confunde y aliena la visión sobre las mujeres gallegas escritoras. En las orillas del Sar hay un verso que sirve como ejemplo en el que expresa su pérdida de fe: “¿Por qué, aunque haya Dios, vence el infierno?
Queremos marcar que su feminidad es un principio organizador, en cuanto consciente y asumido, de su producción. De aquí deriva la visión androcéntrica y malévola de doña Emilia Pardo Bazán, recordemos que condena abiertamente porque se interna en temas nada propios de una poetisa, a la que presentó como una escritora regional, enferma de melancolías, fácil, espontánea, con escasa o débil formación cultural; como apuntaba de modo superficial en un análisis idealista y tan vacío conceptualmente.
Además cuenta en la tradición gallega, con poderosos detractores. Sin embargo, Feijoo, proclama la defensa de las mujeres en su Teatro Crítico Universal. Pues explica y defiende la capacidad intelectiva de las mujeres y, por tanto, su derecho a ejercerla. La misma senda va a recorrer su discípulo, el Padre Sarmiento, gallego igualmente, ilustrado como su maestro y firme defensor de la misma tesis igualitarista: “Dije en una ocasión que faltaba por escribir la mitad del moral. El moral que hay escrito sólo le han escrito los hombres. Falta una buena porción del moral que escribiesen las mujeres para las mujeres. Sabiendo que el hombre y la mujer no son dos gremios con exclusiva recíproca de oficios”. De estas influencias viene y se alimenta Rosalía de Castro, como de Madame Roland, Madame de Staël, Rosa Bonheur, George Sand, Santa Teresa de Jesús, Safo, Catalina de Rusia, Juana de Arco, Miss Cummings, Malebranche…, citadas en el prólogo de su primera novela, La hija del mar. Una Rosalía de apenas 22 años es ya perfectamente consciente de la particular captatio benevolentiae, reivindicación que debe verse en: “Pasados aquellos tiempos en que se discutía formalmente si la mujer tenía alma y si podía pensar, porque todavía no se le permitía escribir lo que siente y lo que sabe” como conclusión de su prólogo“. Pero ya en 1858, justamente el año en que se va a casar con Murguía, Rosalía había publicado “Lieders”, que viene a ser un grito en el que podemos leer declaraciones como éstas: “Sólo cantos de independencia y libertad han balbucido mis labios, aunque alrededor hubiese sentido, desde la cuna ya, el ruido de las cadenas que debían aprisionarme para siempre, porque el patrimonio de la mujer son los grillos de la esclavitud. Yo, sin embargo, soy libre, libre como los pájaros, como las brisas, como los árboles en el desierto y el pirata en el mar. Libre es mi corazón, libre mi alma, y libre mi pensamiento, que se alza hasta el cielo y desciende hasta la tierra, soberbio como Luzbel y dulce como una esperanza. Cuando los señores de la tierra me amenazan con una mirada, o quieren marcar mi frente con una mancha de oprobio, yo me río como ellos se ríen y hago, en apariencia, mi iniquidad más grande que su iniquidad. En el fondo, no obstante, mi corazón es bueno; pero no acato los mandatos de mis iguales y creo que su hechura es igual a mi hechura, y que su carne es igual a mi carne. Yo soy libre. Nada puede contener la marcha de mis pensamientos, y ellos son la ley que rige mi destino”. Esta especie de poema en prosa se revela como el auténtico documento de identidad de la autora, como guía de toda su obra posterior. Pues sienta las bases de una transgresión inicial, de que va a derivar su obra posterior, poética, narrativa, ensayística y periodística.
En el prólogo de la primera novela de Rosalía, La hija del mar (1859) expresaba: «Porque todavía no les es permitido a las mujeres escribir lo que sienten y lo que saben». La autora explicaba así uno de los leitmotiv de su obra, y lo hacía como un manifiesto, para resaltar la figura de la escritora, prestando especial atención a una faceta suya no demasiado conocida: la de precursora del movimiento feminista. Asimismo cumple la denuncia de las arrasadoras consecuencias del imperio machista. La novela trata sobre la vida de una mujer soltera, Teresa y su hija Esperanza (la niña rescatada del mar y criada por aquélla) en un pueblo gallego, pesquero del norte. El regreso del marido, que un día las abandonó, y las recluye en un palacete frondoso en el que las maltrata psicológicamente, cortando su dignidad y su libertad, por el despotismo, depredador de fortunas tanto como de mujeres. Por lo que queda clara la defensa de lo que hoy denominaríamos familia monoparental y la igualdad de la mujer en el amor, donde la mujer pueda tomar la iniciativa, alejada de la servidumbre del feudalismo.
En la novela Flavio (1861), gran parte del argumento gira en torno a los desencuentros provocados por la reticencia de Mara a convertirse en una marioneta, en manos de Flavio que no respeta su autonomía o independencia. Mara, la coprotagonista de la novela (con toda probabilidad, trasunto de la Rosalía adolescente), se ve agobiada, asfixiada, cada vez más, por el amor posesivo y caprichoso de Flavio. Por esto, la autora exalta también la condición femenina, desentraña y destruye el mito romántico del héroe puro, de una ilimitada pasión amorosa… Es ella la que se va viendo castrada y traicionada en la declaración de sus sentimientos (“¡Decid que queréis vernos esclavas y no compañeras vuestras!”, apostrofa a un amigo del pretendiente). En fin, Mara acaba sola y retirada de la vida social urbana, más independiente, y Flavio acaba convenientemente casado con una mujer “vieja y horrible, pero que tiene ocho millones de capital y él no ha vacilado en vender su libertad por ella”.
Cantares gallegos (1863). Es esta obra, la primera en gallego de la autora. Rosalía, siguiendo las autodirectrices contenidas en un prólogo (primer ensayo de la literatura gallega) que es manifiesto de reivindicación patriótica, y que aborda de forma valiente y decidida la defensa de la patria gallega, de su lengua, de su cultura, de su potencia económica y de sus clases populares. Portavoz del alma popular, compuesta por cantares populares glosados con gran maestría, gracia y musicalidad. Se trata de una protesta contra el centralismo castellano y la vida miserable del campesino emigrante gallego.
“Conto gallego” (1864): la denuncia de la misoginia. Es un ejemplo de narración objetivo-cronística fría y cruda, que deja a la vista la cosificación de las mujeres por parte del impostor y amigo de la protagonista, así como la nula seguridad jurídica de las mujeres sin patrimonio. En su artículo “Las literatas Carta a Eduarda” (1866). Este ensayo emplea el recurso cervantino del manuscrito encontrado para disuadir a una amiga escritora primeriza, de que emprendiera una carrera literaria; por la manipulación o malinterpretación de la condición femenina; publicado en el ecuador de la vida de la autora, es pieza central para conocer su posición respecto de su papel como escritora y revela, en todos sus apuntes, la hostilidad social y la soledad que ello provocaba. Escrito en forma de carta a una amiga, Rosalía de Castro parodiaba el temor patriarcal ante el acceso de las mujeres a la literatura, simulando una carta a una joven autora: No, mil veces no, Eduarda, aleja de ti tan fatal tentación, no publiques nada y guarda para ti sola tus versos, tu prosa, tus novelas y tus dramas […] Todos escriben y de todo. Las musas se han desencadenado. Hay más libros que arenas tiene el mar, más genios que estrellas tiene el cielo y más críticos que hierba hay en los campos. […] Semejantes a una plaga asoladora, críticos y escritores han invadido la tierra y la devoran como pueden. ¿Qué falta hacemos, pues, tú y yo en este tumulto devastador? Vemos pues que no renuncia a la escritura de las mujeres sino que se opone a la publicación, haciendo más visible su identidad frente a la imposición de las convenciones masculinas, para definir su posición.
Así pues comienza por ridiculizar la saturación de la mala literatura reinante, como garantía de control moral e ideológico de las clases medias y del público femenino, consumidores principales de novelas por entregas y de subliteratura moralista. Los efectos psicosociales negativos no se hacen esperar: la marginación de la mujer está servida.
Ruinas (1866): la reivindicación de la independencia femenina. Son un trío de personajes “raros”, del que destacamos la figura de Doña Isabel, una señora mayor, hidalga, aunque con bienes exiguos, que no se ha querido casar y vive tan ricamente en compañía de su gato y con la amistad de un joven hidalgo, arruinado por la corrupción de unos parientes, y de un comerciante tan extravagante que regala todo cuanto posee. Dª Isabel es mucho más progresista, sensata que las hipócritas jóvenes casaderas de la ciudad y no duda en afrontar los prejuicios que adornaban la ideología burguesa en alza.
El caballero de las botas azules (1867) es, sin duda, la mejor novela de Rosalía, por ser la más optimista, irónica y revolucionaria (anticipo de la Gloriosa o Revolución de 1868). Es pionera (o solitaria) en la crítica radical del parasitismo de la aristocracia y de la ideología y moral burguesas. A los efectos que nos interesan, subrayaremos únicamente la disección que realiza de los personajes femeninos, en una tipología de aristócratas narcisistas; aristócratas independientes, no liberadas con su papel social improductivo; hijas de la clase media, horrorizadas ante la idea de trabajar con sus manos y procurarse una economía propia, obsesionadas con encontrar un “brillante acomodo” para casarse; una cuasi-monja, de “ignorancia tiránica”, regente de una escuela de niñas en un barrio pobre y marginal de Madrid; Mariquita, su sobrina, necrófila, ensimismada y abstraída…La autora cuestiona una sociedad hipócrita, donde el inconformismo viene siendo lo contrario del hastío que muestran las descontentadizas; una sociedad que sigue ofreciendo a las mujeres en el mercado matrimonial, las siguen infantilizando en su educación, o una sociedad que continúa lavando las “manchas de honor” en cruentos duelos que la voz autorial condena severamente ( pues por ejemplo, en la ficción novelesca, diecisiete años más tarde, acaba con la vida del marido de Ana Ozores, La Regenta, a manos del amante de ella).
Follas novas. Se trata de una poética fuertemente emocional y con acerada e intensa carga social, en la que ve el mundo como adversidad y la existencia humana como dolor. Muestra significativa del feminismo de Rosalía, que a modo de la “Divina Comedia”, en sus cinco libros realiza la autora un viaje desde lo más indefinido e inconfesable del yo lírico hasta la gran epopeya colectiva, la de las mujeres de las clases trabajadoras de su país, las viudas de vivos y las viudas de muertos. El prólogo es un auténtico ensayo que, bastantes años antes del célebre escrito de Sartre, explica y justifica la razón de ser de la literatura comprometida con las circunstancias en que el poeta vive, como una apología de la mujer. En varios de sus estremecedores poemas reclama su voz y denuncia las irónicas y radicales disecciones del matrimonio; denuncia la sobrecargada jornada de trabajo femenino; pinta descarnados retratos del acoso, indaga en la identidad de la mujer. Por tanto la preocupación feminista, es medular en su obra, de principio a fin. Su feminismo es correlato lógico de su posición vital, filosófica y política en la vida. Actualiza la célebre sentencia de Fourier: “El grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación en general”. Rosalía universaliza lo femenino y feminiza lo universal. Heredera del Padre Feixoo y de Madame Roland…, es portavoz de las sin voz, intérprete solidaria y cualificada de sus compatriotas, hondamente humana además de pionera en la construcción del nuevo paradigma femenino y de una nueva legitimación. La obra de Rosalía supone ser una sucesión de rupturas y de transgresiones, siendo la primera y principal aquella que la hace insumisa respecto de la permisibilidad admitida para su género. Por esto, exteriorizará en su obra los frutos de su inteligencia, de su sensibilidad, de su patriotismo, de su cultura: todo esto puesto al servicio de su nación e ingresando, sin pedir permiso, en el repertorio masculino, de la propia Galicia y a convertirla en su portavoz e intérprete máxima. Informa de la subordinación de otras mujeres para proclamar, su condición de primera feminista de la nación gallega y pionera, en la literatura española, del nuevo paradigma literario femenino. Es la suya Rosalía de Castro: Una feminista en la sombra, una obra profética, dirigida al futuro, a nosotros, lectores de hoy. Habida cuenta de que contamos con un repertorio bibliográfico exhaustivo sobre Rosalía de Castro, obra de los doctores Andrés Pociña y Aurora López, hacemos constar, pues, únicamente aquellas referencias que pueden ayudar a profundizar en el conocimiento de este eje temático rosaliano: Alonso Montero: Rosalía de Castro. Blanco Aguinaga, Rodríguez Puértolas y Zavala: Historia social de la literatura española. Caballé, Anna: La pluma como espada. Del Romanticismo al Modernismo. Carballo Calero: Historia de la Literatura Gallega Contemporánea.
La política nacionalista y catedrática de Literatura Galega en la Universidad da Coruña Pilar García Negro, autora de varios estudios sobre Rosalía de Castro junto con la filósofa, catedrática de la UNED y consejera de Estado Amelia Varcárcel, una de las voces más reconocidas en estudios de género, coinciden en la necesidad de resituar a la escritora padronesa en el lugar que se merece, como una de las principales figuras de la literatura gallega y española y una defensora temprana de los derechos de las mujeres. Pilar García Negro, autora de la definición de Rosalía de Castro como «feminista en la sombra«, explica que la preocupación por las mujeres constituye un «principio organizador» de su obra. La catedrática señala que esa implicación fue constante a lo largo de su trayectoria, pero destaca especialmente su obra Las literatas (1865), donde Rosalía se defiende de las acusaciones aclarando que es ella misma quien escribe sus obras, y no su marido, Manuel Murguía.
García Negro acaba de publicar un estudio sobre la conciencia de género: análisis e interpretación de textos rosalianos, que ha recibido el premio Vicente Risco de Ensayo 2010. Además de la referencia a su implicación feminista, en la investigación se señala a Rosalía como precursora del ensayo en la literatura gallega.
Recapitulando lo más significativo, haremos hincapié en que Rosalía amó a Galicia y el sentido de ternura reflejada en su obra es de sobra conocido, y también la vida de sufrimiento, abnegación por el cuidado de sus siete hijos, a la vez que dedicada a su profesión literaria, que le permitía cierta regularidad de publicaciones, vocación y actividad literaria de claro compromiso ideológico, social de gran preocupación humana, en la que expresa muchas injusticias, y se rebela en contra de ellas. Asimismo hemos demostrado que hoy no son argumentos de peso el desdén sufrido por su novelística, por el creciente número de estudios feministas, de ahí que el mundo de las mujeres novelistas del S. XIX ha adquirido por fin trascendencia y legitimidad, de escribir con una declarada conciencia acerca de las condiciones de las mujeres de su tiempo. Concluyendo, podríamos testimoniar sobre una hermenéutica con amplitud de miras acerca del sentido de su obra, que sirva para superar reticencias o interpretaciones adversas. En este sentido cabe resaltar la visión foucaultiana de transgresión o perspectiva feminista, como más caracterizadora de la imagen literaria de Rosalía, como un desafío constante a toda categoría establecida, que supera los límites entre lo apropiado e inapropiado, con un objetivo de defensa de la marginalidad o discriminación injusta de una escritora que se aleja del punto de vista o dimensión nostálgica más extendida de su persona, que implica una posición pasiva, ligada al lamento y conformismo, neutralizando su potencial de valentía y luchadora. Finalmente supondría un paso o precedente para que hoy las mujeres puedan escribir lo que saben y lo que sienten.
Francisco Velasco Rey
Buen trabajo.
Muchas gracias, viniendo de ti.