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El más grande poeta del Romanticismo italiano

 

L´ INFINITO

Sempre caro mi fu quest´ermo colle,

e cuesta siepe, che da tanta parte

dell´ultimo orizzonte il guardo esclude.

Ma sedendo e mirando, interminati

spazi di là da quella, e sovrumani

silenzi, e profondissima quiete

io nel pensier mi fingo, ove per poco

il cor non si spaura. E come il vento

odo stormir tra queste piante, io quello

 infinito silenzio a questa voce

vo comparando: e mi sovien l´eterno,

e le morte stagioni, e la presente

e viva e il suon di lei. Cosi tra questa

inmensità s´annega il pensier moi :

e il naufragar m´è dolce in questo mare.

EL INFINITO

Siempre querido me fue este yermo cerro

y este cerco que tanta parte

a la mirada excluye del último horizonte.

Mas, sentado y mirando interminables

espacios de allá lejos, sobrehumanos

silencios y su hondísima quietud,

me quedo ensimismado hasta casi

el corazón no teme. Y como el viento

cuyo tráfago escucho entre las hojas, a este

silencio sin fin esta voz

voy comparando, y pienso en lo eterno

y en las muertas estaciones y en la viva presente,

y sus sonidos. Así a través de esta

inmensidad se anega el pensamiento mío;

y naufragar en este mar me es dulce.

 

          He aquí el poema más famoso del mayor y más desgraciado poeta romántico de la Italia del siglo XIX: Giacomo Leopardi.

          A mí me cupo el honor de recitar este poema hace unos años, en su versión original en italiano, en el teatro del Ateneo Mercantil de Valencia con motivo del Día Internacional de la Poesía. Confieso que me resultó difícil de aprender por la complejidad del lenguaje, no exento de cierto contenido abstracto, que el breve, pero bellísimo poema encierra. En él, el poeta exalta a la naturaleza y se siente feliz contemplándola, en medio de su silencio, y en el infinito se anega su pensamiento y le es dulce naufragar en este mar, in questo mare…

          Anecdóticamente, un día yendo por la calle, me pararon unos chicos italianos preguntándome por dónde se iba al Micalet. Nos pusimos a charlar y, casualmente, salió a colación el nombre de Giacomo Leopardi, gloria de Italia, y uno de ellos y yo acabamos recitando al unísono su archiconocido L´infinito. Fue un momento agradable de feliz recordación.

          Posteriormente, lo he grabado en vídeo con fondo musical y ha quedado bastante bien. ¿Que si sé el italiano? Lo que aprendí oyendo las canciones de Renato Carossone y lo que deduzco del contexto si es fácil la lectura. O sea: niente di più…

INFANZIA (1)

          El poeta Giacomo Leopardi consagró su dolorosa existencia a las letras y a la poesía. Su desaforado estudio desde muy niño arruinó para siempre su salud y la incomprensión, la pobreza y la soledad fueron constantes compañeras de su desventurada vida que, a grandes rasgos, comentaré a continuación, pues sería prolijo contar todo lo que padeció este desventurado poeta, “el más grande de Italia junto a Dante y Petrarca”.

          El conde Giacomo Leopardi nació un 29 de junio de 1798 en Recanati, falleciendo un 14 de junio de 1837 en Nápoles tan solo a la edad de 39 años. A más de poeta, fue filólogo, filósofo y erudito y la figura más representativa del Romanticismo italiano. Nació en el palacio familiar de Recanati, Italia. Su padre fue el conde Monalvo, el cual dilapidó su fortuna dejándolos casi en la miseria. Su madre, la condesa Adelaida, fanática católica, exaltada, implacable, carente de ternura, avara e intransigente -a decir del marido terrible esposa-, les hizo la vida imposible a todos creando un ambiente familiar insoportable y haciéndoles pasar privaciones, anhelos, humillando al niño Giacomo y a sus hermanos y privándolos de toda manifestación de ternura y cariño.

          Jamás recibieron una caricia, siendo la infancia de Giacomo trágica y tiranizada por aquella madre implacable que, incluso, al morir algunos de sus ocho hijos se alegraba porque así tendrían un gasto menos y además se irían pronto al cielo.

          Desde su nacimiento, Giacomo fue minado por numerosas enfermedades: de Pott, la cual le combó la espalda produciéndole dos jorobas que le oprimían el pecho, el corazón y la respiración. Sufría de catarros crónicos y asma. Pésimas digestiones, raquitismo, crueles jaquecas y tal hinchazón de pies que casi no podía andar. Y a consecuencia de tantas horas de estudió apenas podía ver. Todo ello, unido a una aguda neurastenia que desde muy joven padeció.

          Por su deformación, recordando Leopardi las crueles mortificaciones que le hicieron pasar los niños al verlo por la calle gritándole ¡El jorobado! ¡El jorobado!, y persiguiéndole, escribiría: Nací de familia noble en la más innoble ciudad de Italia.

 

FORMAZIONE

 

         A los diez años su formación estuvo a cargo de cuatro preceptores y a los pocos meses sabía más que ellos. En muy poco tiempo aprendió el latín, el griego, el francés, el alemán, el inglés y el español. Estudió historia, ciencias naturales y astronomía y se convirtió en el filólogo más grande de Italia y uno de los más grandes de Europa ¡con tan solo dieciocho años! Tenía tal pasión frenética por el estudio que pasaba días y noches con una dedicación delirante a la escasísima luz de una vela y tiritando de frío por la ausencia de calefacción. Ello fue también la causa de la pérdida de la poca salud que padecía.

          El escritor Antonio Ranieri, su único y gran amigo, lo describe así en su biografía: Era de mediana estatura, agachado y flaco, palidísimo, de cabeza grande  y frente amplia, con lánguidos ojos azules, facciones finas, nariz prominente; hablaba en voz baja y débil, pero tenía una sonrisa celestial. Sonrisa que pocos la vieron pues su corta vida fue tristísima.

A LA LUNA

Canto XIV

Oh, tú, graciosa luna, bien recuerdo

que sobre esta colina, ahora hace un año,

angustiado venía a contemplarte:

y tú te alzabas sobre aquel boscaje

como ahora, que todo lo iluminas.

Mas trémulo y nublado por el llanto

que asomaba a mis párpados, tu rostro

se ofrecía a mis ojos, pues doliente

era mi vida: y aún lo es, no cambia,

oh mi luna querida. Y aún me alegra

el recordar y renovar el tiempo

de mi dolor. ¡Oh, qué dichoso es

en la edad juvenil, cuando aún tan larga

es la esperanza y breve la memoria,

el recordar las cosas ya pasadas,

aun tristes, y aunque duren las fatigas.

 

          Huyendo del ambiente familiar y tras varios intentos de fuga de Recanati, fugas que el padre impedía, al fin lo consigue a los veinticuatro años. Viaja a Roma en 1822. A Bolonia en 1825. A Milán en 1825 y a Florencia en 1830, donde conoce a su inseparable amigo y primer biógrafo, Antonio Ranieri. Es un deambular doloroso en donde va dejando atrás proyectos de trabajos irrealizados. En 1828 le ofrecen una cátedra en la universidad de Bonn, puesto que rechaza. Subsiste dando clases particulares y trabajos editoriales. En su estado de ánimo escribiría: Envidio a los muertos, solo por ellos me cambiaría.

 

AMORI

 

          No obstante su ostracismo, el amor predominó en la vida de Leopardi, no concebía la existencia sin él. Pero en el poeta era el amor más platónico que jamás existió, pese a ser muy apasionado, pues se enamoraba locamente de las creaciones de su imaginación.

          Su primer amor lo sintió por una prima suya, la condesa Geltrude Lazzari, casada, con una hija, y muy hermosa. La vio tan solo dos días en el palacio, con la cual apenas si pudo hablar, y se enamoró perdidamente de ella.

          Otro gran amor fue el de Silvia, pobre costurera, hija de un cochero de la casa a quien veía desde lejos, la cual  murió tempranamente, y a quien el joven lloró años después de su muerte.

          Igualmente ocurrió con Merina a quien vio una tarde de mayo en un bosquecillo y en un momento sus ojos se encontraron con los míos y nuestras miradas se cruzaron.

 

         Y así fueron todos sus amores. ¡Pobre amante platónico! Es el mayor caso de platonismo ardiente que registra la historia.

          Tan solo un amor realmente humano fue al lado de Fanny Targioni, dama de mucho prestigio social, pese a sus no pocos amantes. Ese amor no fue correspondido siendo, incluso, el poeta explotado artísticamente por ella a quien llamaba Il mio gobbetto (mi jorobadito).

          Y Leopardi siguió amando y esperando la donna che non si troba con su platonismo ardoroso hasta morir.

CANTO XXXVIII

Aquí, vagando del umbral en torno,

la lluvia y la tormenta invoco en vano,

para que la retenga en mi morada.

Bramaba el huracán en la floresta

y el trueno retumbaba entre las nubes,

antes que el alba iluminase el cielo.

¡Oh amadas nubes, cielo, tierra, plantas!,

parte mi amor: piedad, si en este mundo

piedad existe para un triste amante.

¡Despierta, torbellino, y trata ahora

de envolverme, oh turbión, hasta el momento

que en otra tierra el sol renueve el día!

Se aclara el cielo, cesa el viento, duermen

las hojas y la yerba y, deslumbrado,

de llanto el crudo sol llena mis ojos.

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LA SUA POESIA

 

          Los poemas de Giacomo Leopardi son obras sin adornos, hermosos, de intenso sentimiento de la belleza pura. Buscando la sencillez celestial, sin falsos oropeles en el poema pasaba días y noches. En su léxico empleaba pocas y escogidas palabras con minucioso esmero. Un conjunto armonioso, sobrio en el fondo y en la forma que da la sensación de perfecto. En el verso no le pongo adornos, se los quito y lo dejo desnudo como una estatua de mármol.

          -Su primer gran libro de poesía fue Canzoni, 1824. Consta de diez composiciones escrito entre 1818 y 1823. De él selecciono su famoso poema patriótico A Italia.

A ITALIA

(fragmento)

¡Italia mía! Miro muros, arcos,

columnas, simulacros, las caídas

torres de nuestros padres;

mas no encuentro la gloria,

ni el hierro y los laureles que abrumaban

a nuestros ascendientes, Hoy, inerme

el seno muestras y la sien desnuda;

¡cielos! ¡Cuántas heridas!

¡Qué mortal lividez! Oh, cual te veo,

¡bellísima mujer! al cielo digo

y al mundo: ¿quién la puso

en tal miseria? Y por mayor afrenta

duras cadenas cíñenle los brazos.

Así, suelto el cabello, el velo roto

yace en tierra doliente y olvidada,

y la faz escondida

en el regazo, llora.

¡Llora, Italia infeliz! Justo es que llores,

tú, que a todos venciste

en las dichas al par que en los dolores…

          Le siguen, en su producción literaria.

Versi, 1826, publicado a expensas del poeta, conteniendo los famosos poemas L´infinito, y La ricordanza, entre sonetos, cantos, elegías y epístolas.

Operette morali, 1827, cortos diálogos en los que el poeta expone sus ideas acerca de la desesperación.

Canti, 1831, poemas de notable perfección y un contenido romántico, compuesto por tres partes: canciones, idilios y cantos pisano-recanateses. Se compone de veintitrés obras.

          A lo largo del siglo XIX han sido numerosas las traducciones de su prosa y poesía. Se han escrito diversas biografías del poeta y estudiado numerosas obras del mismo y escritores de prestigio han reconocido los merecimientos de este gran poeta, hoy gloria de la poesía en Italia.

IL FINALE

 

A SÍ MISMO

Reposarás por siempre,

cansado corazón. Murió el engaño

que eterno imaginé. Murió. Y advierto

que en mí, de lisonjeras ilusiones

con la esperanza, aun el anhelo ha muerto.

Para siempre reposa;

basta de palpitar. No existe cosa

digna de tus latidos; ni la tierra

un suspiro merece:

afán y tedio

es la vida, no más, y fango el mundo.

Cálmate, y desespera

la última vez: a nuestra raza el Hado

solo otorgó el morir. Por tanto, altivo,

desdeña tu existencia y la Natura

y la potencia dura

que con oculto modo

sobre la ruina universal impera,

y la infinita vanidad del todo.

           Muy enfermo, casi ciego, pobrísimo, viviendo de los pequeños trabajos que le daban los libreros, así fueron pasando los años para Leopardi en medio de la tristeza, de la soledad, con una vida absurda, explicable por la falta de recursos.

          En sus últimos siete años no volvió a ver a nadie de su familia. Vivió en diferentes ciudades y finalmente en Nápoles, cada vez más enfermo. Y a pesar de todo, escribía sin cesar. De esa época es Zibaldone, especie de diario, la más perfecta historia de un alma.

          Finalmente, fallece un 14 de junio de 1837 el más grande representante del Romanticismo italiano y uno de sus más grandes poetas.

          Su gran amigo Antonio Ranieri lo libra de la fosa común y costea su tumba y lápida publicando años después el primer estudio bibliográfico del poeta.

          La frase que más se encuentra en los poemas de Giacomo Leopardi es: ¿Por qué? ¿Por qué no se realiza nada de lo que soñamos? ¿Por qué? ¿Por qué?

          Son los gritos de dolor de una persona desgraciada pero que quería vivir la vida y no lo dejaron.

 

Vuestra amiga Carmen Carrasco

 

(1) Estos títulos están en italiano; no son erratas. Es una licencia que me he tomado.

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