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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

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La primera feminista del Nuevo Mundo en el siglo XVII

Sor Juana Inés de la Cruz es la escritora más importante de la época colonial. Fue llamada “El Fénix de América” y “La Décima Musa”.

     Cultivó el teatro, la prosa, el auto sacramental, la música, aunque la lírica es su faceta más conocida y donde más sobresalió. Archifamoso es su poema Hombres necios que acusáis a la mujer, considerado como el primer manifiesto femenino. Poema que, escrito en el siglo XVII, no ha perdido vigencia y es recitado en numerosos actos literarios, estando aún de plena actualidad.

     En él expone la desigualdad y la injusticia de las cuales es víctima la mujer, defiende la figura femenina frente al trato y la desigualdad que los hombres y la sociedad daban a las mujeres de su época. La actitud egoísta e hipócrita y la doble moralidad, siendo los hombres los que incitaban a las mujeres a cometer malas acciones para estar con ellas y luego las acusaban de livianas.

     Deja claro que los hombres buscan a una mujer como Thais, la cortesana, para “pretenderla”, pero luego, como esposa, buscan la honestidad de Lucrecia, ambas nombradas en el poema. Moralidad de doble rasero, culpando a la mujer, una vez seducida, por haber caído en la tentación.

     Es, pues, un poema pionero y revolucionario, no existiendo nada semejante escrito por una mujer en su época que, además era monja. He aquí el famoso poema de dieciséis estrofas en redondillas.

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si la incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
el niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?

Con el favor y desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?

Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

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     Pero, ¿quién era esta monja, adelantada a su tiempo, que revolucionó con sus escritos las letras de Hispanoamérica de todo un siglo XVII? Veamos unas notas de su perfil.

      Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació en San Miguel Neplantla, México, un 12 de noviembre de 1648 o 1651, no está muy claro el año, más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa jerónima y escritora, exponente de la literatura en español en Hispanoamérica.

     Segunda de las tres hijas ilegítimas -ya que sus padres no estaban casados y ella trataba de ocultarlo- del capitán Pedro de Asbaje y la criolla Isabel Ramírez de Santillana.

     Hacia 1653, al abandonarlas el padre, la familia se instalaría en la hacienda del abuelo materno llamada La Celda. La madre se uniría después a otro hombre con el que tuvo otros tres hijos.

     Inteligencia precoz, a los tres años ya aprendió a leer y a partir de los ocho, a escribir poesía.  De hecho, se ganó un libro por una loa dedicada al Santísimo Sacramento. Al tener prohibido las mujeres el acceso a la Universidad, Juana fue enviada con unos tíos a la ciudad de México para iniciar sus estudios. Con ellos permanecería durante los años 1656 al 1664. Pero donde verdaderamente se cultivó fue en la biblioteca de su abuelo devorando libros de autores clásicos griegos y romanos. Aprendió, asimismo, de los sirvientes y mulatos sus lenguas, entre ellas el nahualt, escribiendo también en dicha lengua.

     Juana era admirada por su inteligencia y belleza y a los quince años, entre 1664 y 1665, ingresa en la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera, y es nombrada Dama de honor de la virreina Leonor Carreto de Toledo, la que sería su protectora. En dicha corte, uno de los lugares más cultos, la joven Juana comenzó a escribir sonetos, poemas y elegías fúnebres, obteniendo considerable éxito.

     En 1967, no se sabe el motivo, si por un desengaño amoroso o bien porque en el convento se sentiría libre de las ataduras que un matrimonio conlleva, ya que no deseaba casarse, ingresa a los diecinueve años como novicia en la Orden Carmelitana. Pero, dada la dureza de la regla disciplinaria, Juana, que llegó a enfermar, es trasladada a la Orden Jerónima, menos rigurosa, en el Convento de San Jerónimo. Profesa en 1669 y toma el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz, permaneciendo en dicho convento hasta su fallecimiento.

     Funda su biblioteca particular en su celda -de dos pisos y atendida por una sirvienta-llegando a reunir unos cuatro mil volúmenes, en donde, a pesar de ser monja de clausura, goza de bastantes libertades gracias a su amistad con los virreyes, pudiendo recibir en ella a ilustres personajes, intelectuales y poetas, y dedicándose a escribir y celebrar tertulias. Se dice que  aprendió latín en veinte lecciones.

     Entre los años 1680 y 1686 es considerada la época dorada de sor Juana. Escribiría versos sacros y profanos, villancicos, autos sacramentales, comedias, loas y composiciones musicales. Era asimismo administradora y archivera del convento, ya que rechazó la propuesta de ser madre abadesa, a la vez que realizaba experimentos científicos.

     Entre 1692 y 1693 comienza su último periodo. Un extraño cambio ocurrió en la monja poetisa, dejando de escribir para dedicarse a las labores religiosas, sin saber hasta la fecha el motivo de tal cambio. Quizá, a partir de la renovación de los votos, en 1694, sintió una entrega mística a Jesucristo, lo cual puede ser un motivo según sus historiadores.

     He aquí la protesta de la fe que dejó escrita con su propia sangre en la obra, en 1995:

Protesta de la fe y renovación de los votos religiosos que hizo y dejó escrita con su sangre la madre Sor Juana Inés de la Cruz “reafirmándose en la fe de Cristo, amarlo sobre todas las cosas hasta derramar la última gota de su sangre por Él”.

     Otros se inclinan por una conspiración misógina en su contra por la cual fue obligada a dejar de escribir y a cumplir lo que las autoridades eclesiásticas consideraban propio de una monja. El caso es que ella misma se impuso su propia penitencia la cual quedó estampada en la firma del convento: Yo, la peor del mundo, convirtiéndose en una de sus frases más célebres.

     Quizá, y obligada por su confesor, Núñez de Miranda, se deshizo de todas sus posesiones. Vendió su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos entregando el dinero recogido al arzobispo Francisco de Aguiar para ayudar a los pobres.

     En 1695, una epidemia de cólera causó estragos en toda la ciudad, pero especialmente en el Convento de San Jerónimo. De cada diez religiosas enfermas, de morían nueve de ellas.

     Sor Juana, habiendo estado cuidándolas, cayó enferma y fallece a las cuatro de la mañana del día 17 de abril de 1695.

     Dejó, según documentos, 180 volúmenes de obras selectas, muebles, una imagen de la Santísima Trinidad y un Niño Jesús. A su funeral asistieron importantes autoridades eclesiásticas, colocándose sobre su lápida la siguiente inscripción:

     En este recinto que es el coro bajo  y entierro de las monjas de San Jerónimo fue sepultada Sor Juana Inés de la Cruz el 17 de abril de 1695.

     Actualmente, sus restos se encuentran en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

AL INGRATO QUE ME DEJA BUSCO AMANTE


Al ingrato que deja busco amante,

al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata
y mato a quien me quiere ver triunfante.

Si a este pago, padece mi deseo;
si ruego a aquel, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.

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     Y hasta aquí, un breve resumen de la insólita vida de esta monja, teniendo en cuenta la época en que nació. Veamos, a continuación, algunas características de su numerosa obra, tanto en verso como en prosa.

     Su estilo predominante es el barroco, empleando retruécanos, adjetivos, el hipérbaton, silogismos, alusiones mitológicas y todos los recursos de los poetas del Siglo de Oro, con gran dominio del verso, perfecta métrica y conocimiento de los grandes mitos. A más de ingenio, creatividad, raciocinio y emociones, tanto en temas religiosos como profanos, siendo a su vez maestra del soneto.

     En cuanto a su prosa, está caracterizada por oraciones independientes y breves separadas por signos de puntuación. Parte de su obra dramática defiende el mundo indígena. Sus personajes pertenecen a la mitología, no obstante y sobre todo, resalta a la mujer como personaje fuerte, plena de belleza y cualidades.

     Obras teatrales: Los empeños de una casa. Amor es más laberinto. Tres autos sacramentales: El mártir del sacramento. El cetro de José y El divino Narciso.

     Lírica: sus innumerables poemas forman la mitad de su producción literaria: Amorosos, religiosos, de vestíbulo, composiciones ocasionales, loas, villancicos, poesía jocosa y satírica, más el tocotín en lengua hahualt y un tratado de música, no encontrado.         Famosa es su carta, 1691, a Sor Filotea de la Cruz dirigida al obispo Fernández de Santa Cruz, frente a las recriminaciones de este dirigidas a ella, donde defiende su labor intelectual y el derecho de la mujer a la educación. No solo le es lícito sino muy provechosa. Sor Juana fue siempre víctima de la misoginia por ser una mujer letrada y por añadidura, monja.

     Su obra lírica más famosa y preferida es Primero sueño, 1692, influida por Góngora, su poema más largo y pleno de originalidad compuesto por 975 versos.

     Por ser sus composiciones muy extensas -escritas en redondillas, sonetos, silvas, liras, romances, endechas…- no incluyo títulos, eligiendo tan solo tres de sus poemas.

      Sor Juana Inés de la Cruz es un ídolo en toda América y los más grandes poetas españoles y latinos han escrito sobre su vasta obra, llevando a la cumbre la literatura barroca. Son numerosas  las estatuas erigidas a su figura y Centros oficiales, colegios, institutos, billetes y demás, llevan su nombre. Ha inspirado varias obras cinematográficas, miniseries, etc. Asimismo, en 1992, en reconocimiento a su figura se crea el Premio Sor Juana Inés de la Cruz para distinguir la excelencia del trabajo literario de mujeres en idioma español de América Latina y el Caribe. Y en 1979 se instituyó en su honor el Día Internacional del Libro.

     Concluyendo. Sor Juana Inés de la Cruz, “la primera mujer feminista del Nuevo Mundo”, abogó por la igualdad de los sexos y el derecho a la mujer a adquirir conocimientos. Rompió todos los cánones de la literatura femenina y en toda su obra se refleja la intención “por crear un universo, al menos literario, donde la mujer reinara por encima de todas las cosas”.

   En este poema, dedicado a una rosa, la censura por su vanidad y hace un paralelismo con ella y sus semejantes.

Rosa divina que en gentil cultura

eres con tu fragante sutileza

magisterio purpúreo en la belleza,

enseñanza nevada en la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,

ejemplo de la vana gentileza,

en cuyo ser unió naturaleza

la cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,

y luego, desmayada y encogida,
de tu caduco ser das mustias señas!

Con que con docta muerte y necia vida
viviendo engañas y muriendo enseñas.

Vuestra amiga Carmen Carrasco

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