Portada » LA IMPORTANCIA DEL CAMINO
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Durante muchos años oíamos decir: «mira el objetivo, tienes que llegar a ser un buen ingeniero, una buena pianista o chelista, una buena bióloga, un buen maestro o un buen técnico”. Lo importante era el punto de llegada y, cuando se obtenía, se miraba con orgullo, más aún la familia, el camino conseguido. Años después, la frase se había ampliado: «hay que mirar el objetivo, pero pasándolo bien». Era otra generación, la de los 70, que podía ampliar  la primera proposición.

Hasta aquí, tendríamos dos vertientes -aunque haya otras-, dos formas de interpretar el camino de la vida, tradicionalmente bien diferenciadas, el que vive de cara a un futuro y el que vive el presente, consciente de su pasado y mirando hacia el porvenir. Esta comparación me llevar a recordar los versos de Constantinos Cavafis, poeta griego de Alejandría, autor de poemas que llegan muy dentro y te movilizan, como el reconocido «A Ítaca”:

 “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca/ pide que el camino sea largo,/ lleno de aventuras, lleno de experiencias./ No temas a los lestrigones[1]  ni a los cíclopes[2] / ni al colérico Poseidón[3] ,/ seres tales jamás hallarás en tu camino,/ si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo./ … no los encontrarás,/ si no los llevas dentro de tu alma,/… Pide que el camino sea largo./ … Ve a muchas ciudades egipcias/ a aprender de sus sabios./ Ten siempre a Ítaca en tu mente./ Llegar allí es tu  destino./ Mas no apresures nunca el viaje./… / Ítaca te brindó tan hermoso viaje./ Sin ella no habrías emprendido el camino./ Pero no tiene ya nada que darte./ Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado./ Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,/ entenderás ya qué significan las Ítacas.

Cavafis nos habla en estos versos de la importancia del camino, del trayecto hacia nuestra Ítaca (cualquiera que ésta sea), dado que el viaje es, para él, mucho más enriquecedor que la llegada al objetivo final, su particular destino. Recordemos que Ítaca, en la Odisea de Ulises, representa el punto de llegada después de un largo recorrido, con todo lo que el héroe iba sorteando en el trayecto sin perder el Norte, orientado hacia su destino, el regreso a Ítaca.

Se espera que cada persona tenga uno o varios objetivos en la vida, sean estos puntuales o trascendentales, cualquiera que sea el camino para disfrutarlo y darle sentido…

Como en todo trayecto, más todavía si es largo el recorrido, nos podemos encontrar con diferentes personajes, algunos representativos, que nos ayudarán a transitar, a hacer del camino un lugar seguro y de los que guardaremos un agradable recuerdo, por haber recibido ayuda en momentos puntuales o porque nos hayan liberado de alguna situación peculiar representando un estímulo para seguir descubriendo nuevos territorios.

Del mismo modo, habremos encontrado otros personajes, que podían constituir verdaderos impedimentos para continuar sin dificultad el viaje que habíamos iniciado. Son los seres extraños, poderosos y agresivos, a los que hace alusión Cavafis en su poema. Todos ellos y el propio Poseidón pueden entorpecer, no impedir, nuestro recorrido, dado que éste depende de la calidad de nuestro pensamiento y de la finura y senssibilidad de nuestras emociones para poder prever sus posibles agresiones y poder esquivarlos.  

Podríamos pensar también en personas menos cercanas, que habrán criticado e intentado hundir determinados proyectos, que les harían sombra o desear poseer aquello que no tienen sin haber hecho nada para conseguirlo. Son personas que pueden alterar aunque no  impedir el trayecto.

De hecho, superar las dificultades, del tipo que sea, constituye una tónica habitual en la vida de toda persona, cuando intenta conseguir los objetivos que se ha propuesto, tarea que no nos debería desanimar porque el camino real no puede considerase como una línea recta, sino una alternancia de rectas, curvas, incluso de líneas sesgadas a superar. No se aprende tanto de los caminos llanos, sin impedimentos, como de aquellas rutas que presentan cualquier tipo de dificultad

Junto a este viaje exterior, de elevaciones y hondonadas por los diferentes recorridos  llevados a cabo, se desarrolla otro, paralelamente al anterior, que ayuda a mantener vivo el deseo de llegar y alcanzar el objetivo propuesto.

El poeta, mediante la búsqueda continuada de la senda que le conducirá a Ítaca, realiza también una búsqueda de conocimiento y transformación interior, un camino de superación, que le induce a ir más allá de lo que ha ido descubriendo hasta ahora y que le permite superar las dificultades que se le van presentando.

Investigar, buscar constituye una de las características de las personas, que hoy deben recorrer un largo y complejo sendero, superando los impedimentos que les toca sortear hasta llegar a su también añorada y particular Ítaca.

Esta indagación irá sostenida por la pasión que aporta el proyecto, similar a una brújula, que no deja de señalar el camino viable, como el faro durante la noche, que permite al navegante seguir la ruta, comenzada tiempo atrás

Esta fuerza interior hace que el viajero no decaiga a lo largo de su itinerario, convencido como está de la importancia de la travesía escogida, especialmente cuando la tramontana pega fuerte encima de la nave, haciéndola zozobrar con el peligro de hundirla.

Sin embargo, el navegante continúa su viaje seguro de la fuerza experimentada en el trayecto. Tan apasionado está de la aventura y de la experiencia recibidas, que no le importa la duración de la travesía. Es la época de los descubrimientos: nuevos países, investigaciones y experiencias. Es una etapa de aprendizaje.  

El proceso iniciado, enriquecedor de todo tipo de experiencias, también le ha permitido disfrutar del trayecto. El navegante actual tiene muy presente el objetivo en su mente. Sabe que encontrará dificultades, seres como los lestrigones o cìclopes, pero, como sostiene el poeta, «no temas… seres tales jamás hallarás en tu camino si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo; no los encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma».  

Cuando de lejos percibe Ìtaca, el navegante se siente agradecido. La Isla no te ha engañado, dice el poeta. A su regreso del viaje, comprobará que le ha compensado el esfuerzo que ha dedicado a su búsqueda. La fidelidad al objetivo elegido es una parte importante del recorrido. Llegar a Ítaca es una de las últimas gratificaciones personales, una metáfora que puede aplicarse a muchos procesos de nuestra vida. Sobre todo si hemos podido descubrir el significado de cada una de nuestras particulares Ítacas.


[1] Lestrigones. Pueblo de gigantes antropófagos, situado en Sicilia oriental o Cerdeña. Destruyen once de las doce naves con las que Ulises y sus hombres habían salido de Troya.

[2] Cíclopes. Raza de gigantes con un solo ojo en mitad de la frente sobre la línea de las cejas. Ulises pudo zafarse con astucia del gigante Polifemo.

[3] Poseidón o Neptuno. era el dios pagano de los mares, señor irascible de las tormentas, siempre dispuesto a causar un cruel naufragio a sus enemigos

Maria Vives Gomila, Profesora Emérita de la Universidad de Barcelona y escritora

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