dnamika globosToñy Castillo Educar en el Hospital, herramientas que curan , palian o consuelan Cuando un niño ha de estar ingresado en un centro hospitalario conlleva una alteración en los hábitos cotidianos el niño y su entorno, pero si nos situamos en el proceso educativo referido este a sus aprendizajes escolares en el caso de no recibir atención educativa en el hospital puede producir efectos del niño de pérdida de autoestima y situación de abandono.

El cambio de hábitos, los sistemas organizativos y la vida cotidiana del niño debido a la enfermedad, pueden provocar modificaciones de actitudes, que dependiendo del grado, pueden derivar en conductas inadaptadas en el futuro.

12506876_10153564907387599_1510596753_nY es en este punto donde  la Pedagogía hospitalaria se plantea el abordaje compensador, inclusivo y comprometido  adoptado en  la Carta Europea de la educación del niño enfermo y con las orientaciones de la UNESCO.

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La finalidad de la educación emocional es sentirse bien con uno mismo, potenciando el autoconocimiento y la autoestima. Aprendiendo a gestionar los sentimientos, las emociones, compartirlas y expresarlas, estableciendo relaciones armónicas en una situación en la que se sufren vivencias negativas.

Los estadios emocionales derivados del diagnóstico y la hospitalización pueden ser: negación, ira, culpa, ansiedad, incertidumbre, problemas sociales derivados de las largas estancias en el hospital. Es por ello, que se han de generar intervenciones encaminadas a paliar los efectos. Creando espacios de relación y socialización, evitando así el aislamiento de la habitación, ayudando a los niños ya sus familias a poner nombre a sus emociones y poder expresarlas y finalmente, disfrutando de un espacio donde relajarse de los factores estresores que conlleva la estancia en un hospital Zetterström (1984) señala como reacciones más comunes a las experiencias estresantes del hospital en el niño las siguientes:

Problemas de alimentación, como rechazo o hiperfagia.

Alteraciones del sueño: insomnio, pesadillas o fobias.

Enuresis o encopresis diurna o nocturna.

Regresión a niveles de comportamiento más primitivos.

Movimientos espasmódicos involuntarios como los tics.

Depresión, inquietud y ansiedad.

Terror en los hospitales y al personal médico.

Miedo a la muerte.

Mutismo, grados de incomunicación o retraimiento.

Obsesión hipocondríaca.

Síntomas histéricos.

En consecuencia, es preciso dotar de estrategias el entorno hospitalario en el cual se encuentra inmerso. El aula hospitalaria, como espacio donde se realiza la atención educativa,  es para los niños un lugar de desconexión de sus preocupaciones de salud.

Conseguir mediante las áreas curriculares que el niño sea capaz de valorar y situar correctamente las dimensiones reales de su enfermedad, evitando que se produzcan procesos de angustia y aislamiento.

Diseñar y desarrollar actividades de carácter formal e informar que colaboren en ofrecer una atención educativa al niño hospitalizado, en procura de mejorar su estado en el aspecto psico-afectivo.

 

Organizando actividades terapéuticas y específicas en casos concretos.

Ofreciendo herramientas que ayuden a mitigar los efectos y carencias que generan las patologías a nivel personal, familiar, social y emocional.

 Las actividades programadas han de partir de un criterio globalizador, en el que los contenidos se han de estructurar en torno a unos ejes concretos que partan del propio entorno hospitalario en el que el niño se mueve.

Los docentes se convierten en educadores y no en enseñantes, donde más que enseñar facilita y provocan  aprendizajes significativos, proporcionándoles una educación funcional, útil, eficaz y satisfactoria para él, acorde con su propia realidad clínica.

El equipo que atiende al niño ha de funcionar como una entidad única, en favor de la estabilidad emocional y seguridad del paciente pediátrico, que ha de percibir su proceso de curación o paliación como una unidad en la que cada especialización forma parte del todo deseable para alcanzar o aliviar la recuperación.

La curiosidad del niño ha de estar cubierta, no excluida de su propio proceso. Recibirá información sobre su estado de salud o patología, apropiada a sus inquietudes y edad. El niño, al conocer la situación, puede implicarse positivamente en su restablecimiento.

La atención pedagógica hospitalaria ha de fundamentarse, en el acercamiento a  la situación que padece el niño hospitalizado, dándole el apoyo emocional que conlleve a disminuir las consecuencias negativas producidas por la enfermedad. Hay que animarle a la continuación educativa, con la finalidad de reducir las carencias escolares y de propiciar un espacio de ayuda a la normalización.

Los objetivos de ayuda emocional han de estar muy presente en las aulas, ya que facilitan la disminución de las vivencias negativas que experimentan los niños y sus familias al estar hospitalizados. “Las emociones facilitan la adaptación del individuo al entorno social. Las pulsiones emocionales expresan cómo nos sentimos en cada momento y regulan o tratan de controlar la manera en que los demás reaccionan ante nosotros” (Reeve, 1995).[1]

La intencionalidad es aportar elementos que mitiguen, en la medida de lo posible, el estrés psíquico y afectivo que genera la estancia hospitalaria, fomentando actitudes que orienten hacia la creación de relaciones de confianza y seguridad. La educación emocional debe ser entendida como un “proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como elemento indispensable del desarrollo cognitivo, construyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la persona integral […].Se propone el desarrollo de conocimientos y habilidades sobre las emociones con objeto de capacitar al individuo para afrontar mejor los retos que se plantean en la vida cotidiana. Todo ello tiene como finalidad aumentar el bienestar personal y social” (Bisquerra, 2004: 243)[2]

[1] Reeve, J. (1995). Motivación y emoción. Madrid. McGraw-Hill.

[2] Bisquerra, R. (2003). Educación emocional y competencias básicas para la vida. Revista de Investigación Educativa (RIE), 21 (1), 7-43.

Bisquerra, R. (2004). Diseño, aplicación y evaluación de programas de educación emocional. En M. J. Iglesias (ed): El reto de la educación emocional en nuestra sociedad (pp. 121-161). A Coruña, Universidad da Coruña

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