Sueño o realidad de un Zapa 2
(Escuadrón de Zapadores Paracaidistas)
El lunes 17 de agosto conversamos primero con el Ministro de Asuntos Exteriores y después mantuvimos una serie de reuniones con la delegación afgana, antes de informar al cuerpo diplomático sobre el comienzo de nuestras actividades y reunirnos con todas las agencias de las Naciones Unidas, que tenían su sede en un céntrico hotel de la ciudad de Kabul. Íbamos a dejarles claro que nuestros contingentes se regirían por lo establecido por la ONU y que cooperaríamos con todas sus organizaciones.
Sus objetivos eran humanitarios, pero también lo eran los nuestros; frenar a los insurgentes, desterrar el terrorismo e intentar, en lo posible, la desarticulación de todos sus arsenales, estábamos todos en el mismo barco o eso queríamos creer.
La primera incursión de nuestros hombres en territorio hostil, fue a los diez días de nuestra llegada, cinco días antes de lo previsto.
En una semana habíamos llevado a cabo unas veinte inspecciones en tierra enemiga, en una de ellas, al palacio de Osama en Kabul, enclave presidencial fuertemente custodiado por personas afines a la causa, por lo que eran reacios a dejar entrar a los infieles, como ellos nos denominaban.
Cuando Peter Merey llegó con sus hombres al enclave presidencial, se encontró con la resistencia de la guardia de palacio. Peter mostró al principio mucha impaciencia, un sentimiento que se apoderaba con facilidad de este veterano militar que había sido la vanguardia de anteriores conflictos llevados con éxito.
Tras comunicar a sus hombres el operativo que había idealizado, asaltaron el complejo presidencial sin asumir baja alguna en su equipo, la entrada les reveló una maravillosa residencia de máximo lujo. Sus hombres registraron y fotografiaron cada habitáculo y rincón del inmenso palacio, y aunque no encontraron pruebas de que hubiese habido equipo armamentístico, sí encontraron contenedores con diversos líquidos peligrosos y sobre todo, mucha cocaína en un búnker en los bajos del edificio.
Se llevaron muestras de los líquidos para ser analizados, no les cabía duda que en otro tiempo esas numerosas residencias y edificios presidenciales, habían albergado laboratorios ilegales y arsenales armamentísticos, a sabiendas de que habían sido inaccesibles para los inspectores de Naciones Unidas.
La inspección de esos emplazamientos había sido unos de los temas más delicados para la ONU, pues para los lugareños era como una incursión en su soberanía y lo que quizás era más importante, un insulto hacia su Presidente.
Sin embargo, la nueva resolución dada por Naciones Unidas, decía que estos lugares ya no gozaban de privilegios especiales, ya no quedaban santuarios ni lugares protegidos por el régimen del país. Después de nuestra incursión al enclave presidencial, llevado a cabo con éxito por los hombres al mando de Peter, el Vicepresidente del país declaró que habían tratado de provocarles para que violaran la resolución de paz, mientras se realizaban las inspecciones con intención, dijo, de tener la excusa para arrasar todos sus acuartelamientos. También se quejó de la negativa de Peter a que hubiera periodistas de Al Jazeera en los emplazamientos durante las inspecciones realizadas por las tropas.
Peter Merey zanjó el tema con el Vicepresidente diciéndole que los movimientos de las tropas no eran de carácter público, sino de alto secreto, también le puso al corriente; para mayor ira del Vice, que estaban consiguiendo grandes resultados a tenor de la información guardada por su personal diplomático: “nos hemos incautado del que yo creo, mayor arsenal armamentístico y balístico del que disponen actualmente, eso si no es el único a estas alturas, hay que reconocer, que no existe ningún arma de destrucción masiva para respiro de ustedes y lo hemos encontrado en unas instalaciones en el desierto, que a ustedes se les pasó nombrar.”
Las incursiones sobre el terreno, realizadas por las tropas del Escuadrón de Zapadores Paracaidistas bajo el mando del comandante Merey, avanzaban cada vez a mejor ritmo y éxito. Le llegaban más efectivos y equipamientos, lo que se traducía en más incursiones a mas enclaves, todo iba notablemente bien, aunque solo era el principio. Todavía faltaban por llegar los AH 64 Apache y los Chinook para el transporte de personal y mercancía a los puntos de destino. Faltaban por poner en funcionamiento los laboratorios que nos permitirían analizar las muestras incautadas en las incursiones realizadas y que nos confirmarían o negarían si se tratan de agentes químicos o biológicos.
A pesar de toda nuestra frenética actividad, el gobierno afgano, con su Presidente a la cabeza, también tenía una gran empresa a realizar en breve tiempo, debían elaborar una declaración completa donde no cupiese la mínima duda de su veracidad y que debían remitir al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Se les exigía que, sin omisión informaran con total claridad y premura de sus programas armamentísticos incluidos los de carácter; nuclear, químico o biológico, incluyendo aquellos programas cuyos objetivos no estuviesen directamente relacionados con la producción de armas o material relativo a ellas, aunque negaban hasta la extenuación, que alguna vez hubiesen fabricado ese tipo de armamento.
Si no cumplían con lo requerido, o emitían declaraciones falsas u omisiones, se consideraría una violación de la resolución impuesta lo que podría conllevar graves consecuencias para el país, el detonante para la acción armada. Mientras esto ocurría, seguían llegando más efectivos militares a la zona, a un ritmo y número mayor al de nosotros.
Los siguientes en llegarnos hacia finales de diciembre fueron un escuadrón de legionarios con base en Ceuta. Se esperaba que las tropas de los distintos países participantes en el conflicto sumaran ya los 180.000 efectivos en las distintas bases, en la nuestra ubicada en kandahar éramos 1700 soldados.
Los norteamericanos no veían en sus interrogatorios que ningún afgano se amilanase o confesase dónde podían estar los insurgentes a los que buscaban. Sin duda eso les preocupaba, querían a toda costa dar con el que meses atrás les había herido de muerte.
OSAMA BIN LADEN Y AL QAEDA
Las fuerzas de la resistencia mejoraron notablemente con la llegada de voluntarios de otras partes del mundo islámico, AraSau en particular organizó activamente el reclutamiento de voluntarios para luchar junto a los muyahidines y proporcionó los recursos para apoyar su formación.
Entre esos miles de reclutas había un joven Saudí, Osama Bin Laden, hijo de un magnate yemení, Mohamed bin Laden, quien a su vez era amigo íntimo del difunto monarca Saudí, Faisal. Su empresa había amasado una enorme fortuna gracias a los contratos para renovar y ampliar las sagradas mezquitas de la Meca y Medina.
El centro de los llamados “Árabes Afganos” eran las oficinas de la liga musulmana mundial y la hermandad musulmana en Peshawar, dirigida por Abdullah Azzam, un palestino jordano a quien Bin Laden conoció en la universidad y a quien reverenciaba como su dirigente.
Azzam y sus dos hijos murieron en Peshawar a causa de una explosión en 1989. Tras la muerte de Azzam, Bin Laden se puso al frente de la organización y estableció Al Qaeda (la base), como un centro de servicio y reclutamiento para los Árabes Afganos y sus familiares y para forjar entre ellos una alianza de amplia base.
En 1990, desilusionado por las querellas internas de los muyahidines, regresó a AraSau y fundó una organización benéfica para veteranos árabes afganos, unos 4.000 que se habían establecido en la Meca y Medina.
Tras la invasión iraquí de Kuwait en 1.990, pidió a la familia real Saudí que organizara la defensa popular del reino con una fuerza de veteranos de la guerra de Afganistán que él facilitaría, pero el rey Fahd prefirió invitar a los norteamericanos.
Bin Laden criticó abiertamente a la familia real e intentó que los Ulemas lanzaran fatwas o edictos religiosos contra los no musulmanes que habían instalado sus bases en el país.
Las críticas de Bin Laden aumentaron después de que unos 20.000 soldados estadounidenses permanecieran en Arabia Saudí tras la liberación de Kuwait.
En 1.992 tuvo una violenta discusión con el ministro del interior, el príncipe Naif, a quien llamó traidor al islam. Bin Laden fue declarado persona non grata, se fue a Sudan para participar en la revolución islámica, emprendida por el dirigente Sudanés Hassan Turabi, a quien conocía de la yihad afgana.
En Sudán, con su riqueza y sus contactos, Bin Laden reunió a veteranos de Afganistán, todos ellos disgustados por la victoria norteamericana sobre Irak y la actitud de las élites dirigentes árabes, que permitían quedarse a los militares estadounidenses y al conjunto de tropas que formaban la coalición en el Golfo.
Gonzalo Lozano Curado
Escritor