POST PANDEMIA, ADOLESCENCIA, SALUD MENTAL

A partir de los años de pandemia vimos cómo la sanidad quedaba y ha quedado afectada a diferentes niveles a pesar del trabajo tan extraordinario de sus profesionales, que salvaban y siguen curando tantas vidas. También la educación sufrió y posiblemente, aún, necesite recuperarse de las carencias de estos años pasados.

            Sin embargo, lo más significativo es todo lo que ha quedado pendiente de solución: las personas que, con mayor o menor intensidad, han quedado afectadas, las personas aisladas, que tienen miedo de salir al más mínimo contratiempo de salud, o aquellas que, incluso estando bien, todavía les cuesta salir de viaje con la regularidad con que lo hacían. También los más jóvenes y los adolescentes experimentaron cambios: estaban demasiado bien, encerrados en su habitación, o sufrían por el aislamiento obligatorio, que los tenía confinados. Determinadas familias experimentaron cambios de todo tipo: separaciones, divorcios, cambios en los hábitos de los más jóvenes y algunos, también positivos.

            Sin duda, estos hechos han podido dejar algunas secuelas. Entre las demandas de asistencia clínica se han priorizado las ansiedades, carencias afectivas significativas, sentimientos depresivos, incluso depresiones y no sólo reactivas. En la base de todas ellas podemos encontrar falta de confianza en sí mismo, desvalorizaciones, baja autoestima, miedos de distinto origen, aislamientos significativos, etc.

            Dichas carencias se podrían deber a la falta de previsión y cura de nuevas enfermedades, descuidando las necesidades de los más jóvenes, especialmente de las familias desestructuradas y que tantas veces sufren los más pequeños.            

Esta poca dedicación a la prevención de la salud mental, debido a deficiencias económicas, refleja no sólo carencias en la investigación sino también en la falta de inversión para solucionar los problemas tan necesarios de la salud en general y de la salud mental en particular.            

Precisamente porque los síntomas de muchas alteraciones suelen iniciarse en la juventud -algunos de ellos en la infancia- sería necesario continuar preparando programas de prevención primaria o incidir en los factores de riesgo que, según la OMS, son de carácter psicosocial, dado que son las condiciones sociales y económicas las que tienen una influencia directa sobre la salud y la salud mental de la población, especialmente de la infantil.            

De ahí vendría la importancia de proteger las primeras etapas de la vida del niño, que constituyen la base de su estabilidad posterior -y no sólo de 0 a 3 años-.            

Si la vida del niño depende de su familia, es evidente que las familias en riesgo o en crisis y con hijos pequeños deberían ser las principales receptoras de las ayudas preventivas. De la misma forma, las condiciones del entorno familiar de estas características deberían recibir la atención prioritaria de las instituciones públicas y privadas para proteger la salud física y mental de sus componentes.            

La adolescencia, una etapa de por sí compleja, fue descrita por Víctor Hugo como la más delicada de las transiciones, que ya citaba el psicólogo Jorge Tió en su artículo Ser y dejar de ser adolescente en la sociedad de la incertidumbre[1].            

Los procesos que se desarrollan en la adolescencia nos ayudan a comprender y acompañar a los adolescentes en una etapa fundamental de su evolución. Etapa de cambios en el crecimiento madurativo, físico, mental y emocional del que, hasta ahora, era niño.            

Incluso, desde una fase anterior, el preadolescente ya se hace preguntas en torno a la sociedad en la que vive, la forma de relacionarse, el sentido de la vida o cómo disfrutar del camino, que supone verse orientado hacia un objetivo determinado.             Crecemos y evolucionamos gracias a la calidad de la relación con los demás. En la adolescencia este desarrollo suele ser tan rápido como sucede en las primeras etapas de la vida. Los procesos psicológicos van en paralelo y son consecuencia de la evolución de los centros corticales y neuronales del mesencéfalo[2].            

El sentido crítico del adolescente puede poner en peligro el seguro razonamiento del adulto. Entre los objetivos que se plantea está el de saber quién es. Aspira a conocerse y a tener una identidad, que lleva implícitamente el sentirse coherente y apreciarse por confiar en sí mismo.            

Cuando el desarrollo entre el pensamiento y la actividad del adolescente no es equilibrado, que no siempre suele serlo, sus actuaciones pueden ser difíciles de tolerar, tanto por su familia como por el correspondiente centro educativo. Ambos pueden verse desbordados por las actitudes y comportamientos de algunos de ellos en esta etapa.            

Las personas, que vivimos en esta época, seamos o no trabajadores de la salud mental, que sufrimos las consecuencias del cambio climático, observamos el resurgir de dictaduras, que parecían desaparecidas, vemos cómo se maltrata a las personas más débiles, o percibimos la falta de atención a los más necesitados, no podemos sentirnos ajenos a todos los cambios y necesidades mencionados por el sufrimiento que conllevan. En consecuencia, y parafraseando a Antoni Talarn en su artículo Desafíos y retos actuales en salud mental[3], tenemos la urgencia ética de denunciar que ni en el mundo en general ni en las partes del mismo más desarrolladas en particular, se están haciendo las cosas bien de cara a la salud mental de las personas.            

Para dar respuesta a tantos interrogantes, en torno a la Salud mental, los días 13 y 20 de abril, tendremos la oportunidad de contar con cuatro profesionales de la Psicología y la Psiquiatría (los Drs. Moya , Tió, Clusa y Talarn), estudiosos de diferentes áreas de conocimiento, que nos hablarán sobre distintos temas de la actualidad en este ámbito.            

Las conferencias tendrán lugar en la sede del Ateneu Cientític, Literari i Artístic de Maó a partir de las 10 y las 16, entre dos horas y 15-20 minutos con los siguientes temas:            

El Dr. Josep Moya nos hablará del Impacto de la pandemia en las diferentes edades: Naturaleza y cuadros clínicos. El sufrimiento emocional enfatizando las perspectivas de futuro y hacia dónde se dirige la salud mental de la población en un entorno social-económico-climático inestable.            

El Profesor Jorge Tió se centrará en Las adolescencias contemporáneas: la construcción del sentimiento de identidad adulta. El cuerpo como escenario. Adicciones y violencia. Suicidio, drogas. La falta de motivación y la clínica del vacío.            

El curso del Dr. David Clusa versará sobre: Cómo la pandemia ha afectado a la salud mental y las reacciones de la población. Incremento de la demanda, ejemplos clínicos. El código “Riesgo Süicidi”.            

Por último, el Dr. Antoni Talarn hablará sobre Salud mental y enfermedad mental en el siglo XXI: Sociedad y sufrimiento mental. Fibromialgia y síndrome de fatiga crónica. ¿Qué son las psicosis? ¿Qué es ser un límite o un psicópata?            

Unos cursos suficientemente atractivos, que podremos disfrutar[4].

María Vives Gomila  
Profesora emérita de Psicología de la Universitat de Barcelona y escritora

[1] Ser y dejar se der adolescente en la sociedad de la incertidumbre. Revista de Menorca, Vol. I.  No.96,  pp. 15-115. Menorca: Edit. Ateneu de Maó e IME. i en M. Vives (2020). Las alas del viento’,  pp. 354-371. Granada: Edit- Granada Costa. .

[2] El mesencéfalo o cerebro medio coordina la información que llega al cerebro y la que se deriva hacia la médula espinal, gracias a la que se conducen los estímulos nerviosos a los distintos órganos y tejidos corporales.

[3] A. Talarn (2020). Desafíos y retos actuales en salud mental. En M. Vives, Las alas del viento, pp. 348-353. Granada: Ed. Granada Costa.

[4] Inscripciones en mdvives@ub.edu

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