Recuerdos que atormentan. Con la adherencia del amor venía, también, el temor. Con nerviosismo de cachorrillo, me acercaba asustado, porque tu respuesta no dependía de mí, ni de mi forma de acercarme: beso o tortazo, siempre comparado con un ideal que, cual límite matemático, no pude alcanzar. Qué tiranía. ¿Por qué tanta rudeza? ¿Por qué tanto despego? ¿Por qué tanto castigo? ¿Por qué decías a todos que yo era un niño muy malo? ¿Acaso no me conduje de forma recta? ¿Por qué ese castigo en mi divorcio? Así te recuerdo, mamá.