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NAVIDAD EN UTIEL, PAIPORTA, SEDAVI, CATARROJA, REQUENA, TORRENT…

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La Navidad estaba a la vuelta de la esquina, este año, a finales de octubre de 2024 las poblaciones de Utiel, Requena, Torrent, Paiporta…habían sido afectadas por la DANA (Depresión Aislada de Niveles Altos) precipitaciones que llegaron acompañadas de fuertes vientos y tornados causando pérdidas humanas, destrozos de casas, muebles, coches…, el ambiente era demoledor. La gente estaba muy afectada tras haberlo perdido todo y no tenían ganas de fiesta. Las luces de las casas permanecían apagadas. La gente y el país estaban atravesando tiempos difíciles, y el ánimo estaba por los suelos. Sin embargo, en medio de todo este caos, cuando la Navidad estaba próxima dos hermanos Rosa y Manuel tuvieron una idea.

«Este año, celebremos la Navidad de una manera diferente», le dijo Rosa a Manuel, eran unos estudiantes de Educación Secundaria de los más solidarios. Sus propias familias que vivían en Madrid habían tomado la determinación de donar el dinero que normalmente gastaban en regalos a una fundación que estaba ayudando a todos los afectados por la catástrofe. La mayoría de las familias del barrio de Embajadores acogieron la idea con entusiasmo, y difundieron la noticia a otras zonas de la capital, que poco a poco se fueron uniendo y, con el dinero recaudado pudieron comprar, ropas muebles y enseres tan necesarios para estas familias que se habían quedado con lo puesto.

Así que pensaron que lo más acertado sería cambiar los roles, este año, no les visitaría Papá Noel, serían ellos mismos los encargados de pedir a sus padres que los acompañasen para trasladarse a Valencia a las respectivas poblaciones más afectadas para repartir regalos, amor y palabras de consuelo. Esta idea fue apoyada a su vez por todos los compañeros de los institutos de Madrid, los profesores se ofrecieron a difundir la noticia en los colegios, centros de adultos, de la zona. Todos estuvieron dispuestos a colaborar como pudieron: con material escolar, prepararon paquetes con cuadernos, bolígrafos, rotuladores y mochilas. Por las tardes hicieron una campaña por la zona y los comerciantes colaboraron con ropas de sus tiendas. Las madres se encargaron de hacer dulces y galletas caseras que después agrupaban en paquetes para el reparto, compraron ropas de tallas distintas para niños y mayores.  Los estudiantes en las clases de lengua y Literatura escribieron cartas y postales de Navidad y pidieron ayuda a los compañeros de clase. La noticia se extendió rápidamente, y pronto otros niños del barrio decidieron unirse a ellos. Cada uno trajo lo que pudo: algunos colaboraron con dulces y turrones, pequeñas decoraciones hechas a mano. Otros se encargaron de escribir cartas con mensajes de esperanza y amor, escritos con su propia caligrafía.

Los padres que disponían de furgonetas se ofrecieron a transportar lo recaudado. Más de cincuenta furgonetas y un grupo de personas se trasladó a la ciudad de Valencia el veinticuatro de diciembre. Juntos, recorrieron las calles esa fría mañana, tocando a las puertas y dejando un mensaje a cada vecino, les citaban en la plaza del pueblo. La mayoría se sorprendía al verlos allí, y poco a poco una sonrisa iba brotando en sus rostros. Cuando llegaron al centro de lo que quedaba de la plaza en Utiel la plaza estaba abarrotada; gente de los pueblos de los alrededores, a su vez, se habían reunido allí. Todos estaban emocionados. Repartieron los paquetes respectivos, uno para cada familia. Sin darse cuenta, aquella fría tarde se convirtió en una improvisada fiesta navideña al aire libre. La calle se empapó del aroma de los dulces navideños. Varias madres decidieron preparar unas ollas de chocolate para repartir entre todos.

Después Rosa les sorprendió contándoles un relato:

En la noche más fría del año, los pueblos de Utiel, Requena, Torrent, Paiporta… se iluminaron como un mar de estrellas. Cada ventana resplandecía con luces arcoíris, cada puerta desprendía aromas a: a abetos, romero, canela, chocolate, mazapanes, turrones… En el centro de la plaza, junto a la fuente, bajo un manto de nieve, una violinista tocaba la melodía Noche de paz en su violín, tan suave que parecía acariciar los astros y el silencio.

Los lugareños se acercaban hechizados, y en sus ojos brillaba la magia de la Navidad. La violinista les sonrió y, sin dejar de tocar, murmuró:

—Cada nota musical es un deseo que vuela hasta el cielo. Les sugiero cierren los ojos y pidan seseos mientras dure esta pieza musical.

Todos juntos cerraron los ojos y, pidieron deseos. La música se elevó en el aire, como un hechizo que tejía sueños. Y al abrir los ojos, supieron que, al menos esa noche, sus deseos serían guardados en las estrellas.

Esa Navidad, ningún deseo se perdió.

Finalmente, todos cantaron un villancico:

Hoy es noche de luna llena,

los pastores vendrán a Paiporta,

Utiel, Sedavi y Requena,

al Niño Dios adorarán

rodeados de amor y paz.

Los Magos de Oriente, guiados por Casiopea,

cargados de oro, incienso y mirra van,

No habrá en el mundo hambre ni guerra,

en ese humilde lugar nace la eternidad.

Paiporta, Paiporta

en Navidad te vuelvo a ver

con tus calles llenas de vida

y la alegría en tu ser.

Panderetas y zambombas suenan,

la ilusión de los niños brilla con fervor,

cada amanecer les trae esperanzas gloriosas,

y los juguetes alegrarán sus corazones.

La Virgen María con ternura acunará al Niño

junto al buey y la mula fiel,

y en la cuna, entre cánticos y villancicos,

se vislumbra el renacer del ser.

Hermanos, vecinos, unidos en llanto,

reparten la magia de este día especial,

donde el Niño Dios trae consuelo y encanto,

y en Belén florece el amor universal.

Paiporta, Paiporta

en Navidad te quiero ver,

con tus calles llenas de vida,

y alegría en tu ser.

Ana María López Expósito

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