Hablando con… el Obispo de Mallorca, Mons. Sebastià Taltavull Anglada

Entrevista por Diego Sabiote

Se ha hecho público el reconocimiento a su trayectoria y su compromiso con la Vida –entiéndase Vida en su sentido más amplio–, otorgándole el Proyecto Nacional de Cultura Granada Costa, el Premio de Derechos Humanos. Con motivo de este evento, la Academia de esta entidad cultural aludida está interesada en que nos ofrezca un somero balance del discurrir de su vida.

 

  1. En primer lugar, usted es menorquín. Nos consta la estrecha relación que mantiene con su tierra, pese al cargo que ocupa fuera de la misma. ¿Cuáles son esos vínculos?

Menorca es mi tierra, mi casa, el lugar en que nací, he crecido, me he educado y he trabajado a lo largo de más de treinta años. Allí está mi familia, mis amistades, mis compañeros de estudios, mis hermanos de presbiterio… Los vínculos los hacen las personas, los afectos, el trabajo, también las dificultades y los contratiempos llevados con afán de superación y manteniendo la fuerza de la constancia y la esperanza. Los vínculos también refuerzan con el amor a la propia tierra, su geografía, sus ciudades y pueblos, su ecología, que es mucho más que su paisaje, ya que engloba sus costumbres y tradiciones, su lengua y sus instituciones, sus fiestas y creencias…, todo un conjunto unido a un entorno natural privilegiado bendecido por Dios y del que nos orgullecemos de haber cuidado y defendido. Siempre me he sentido muy unido e identificado con mi tierra, a la que amo y visito siempre que puedo.

 

  1. En lo que se refiere a la familia, siempre ha mostrado el apego tan profundo que ha mantenido con sus padres y hermanos a lo largo de su vida. ¿Cuál es la razón de esta unión familiar tan compacta?

 

Unos padres y unos hermanos extraordinarios, más todos los que ya formaban parte de la familia y los que se han ido añadiendo, especialmente las nuevas generaciones jóvenes. Mis padres cuidaron siempre la unidad familiar con una educación de mucha cercanía y rectitud, pero con el máximo respeto a la vocación de cada uno de los hijos, al sacerdocio en mi caso y al matrimonio en el caso de mis dos hermanos y de mi hermana. Una vocación unida al interés por los estudios de cada uno y a su siguiente profesión. Los cuatro hijos hemos tenido que salir fuera de casa y de la isla para los estudios e incluso para el ejercicio de la profesión y nueva vida de familia. Me preguntas por la razón de esta unión familiar tan compacta. Creo que no hay otra explicación que el amor. Nos hemos querido y nos seguimos queriendo mucho. Cada uno ha seguido un camino diferente, incluso viviendo en otras latitudes, pero la relación ha seguido siendo muy intensa y continua.

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  1. ¿Qué papel jugó su familia en su vocación sacerdotal?

 

Me atrevo a decir que un papel decisivo. Mi vocación al sacerdocio alberga unos síntomas iniciales muy sencillos, incluso muy infantiles. En casa viví siempre una religiosidad muy normal, propia de una época en la que la referencia religiosa familiar era algo ya dado y previsto, no era algo sometido a discusión o rechazo ni se ponía en tela de juicio. Era normal rezar juntos en familia, sin estridencias ni prácticas devocionales extrañas que nos costara aceptar. Veíamos y oíamos rezar juntos a mi padre y mi madre. Mi padre ya me había dicho alguna vez “habla con Jesús, que con él se puede hablar”. Sin duda alguna, es una de las mejores catequesis que he recibido, sobre todo porque veía que él lo hacía.  Aún, estos últimos años, cuando voy a casa, oigo a mi madre que, con sus 98 años, sigue rezando. Siempre nos pareció algo importante y así aprendimos a rezar nosotros. El crecimiento en actitudes cristianas dentro de casa siempre contó con este buen clima, incluso es lo que me hace decir a lo largo de los años que nuestra relación con Dios tenía cobertura y era fácil la conexión con él. Más aún, sin forzar nada, cuando salía a pasear con mi padre solíamos parar en alguna iglesia y hacíamos la visita al Santísimo. Le veía rezar arrodillado y yo intentaba hacer lo mismo. Por lo que veía, aprendí que la oración es diálogo y que en el diálogo hay escucha, acción de gracias, súplica, arrepentimiento, nuevas actitudes, además de silencio y contemplación. En casa, siempre hemos celebrado en familia las principales fiestas litúrgicas y populares, y hemos aprendido a celebrarlas como algo que hay que querer y gozar: Navidad, Pascua, aniversarios, San Juan, San Antonio, San Miguel, los onomásticos de cada uno, etc. y vivirlo sobre todo con emoción, con el sentimiento que se comparte también con la comunidad cristiana, con la familia y con todo el pueblo. De pequeño aprendí en el Colegio salesiano aquel lema de Don Bosco que me ha servido para toda la vida: “Sed buenos cristianos y honrados ciudadanos”. También mis padres habían recibido esta misma influencia.

 

  1. Desde el primer momento de su ordenación siempre estuvo en puestos de responsabilidad en la Diócesis de Menorca. ¿Qué subrayaría de aquella fase de su vida?

 

Para mí, fue una fase decisiva. Es cuando empiezas a trabajar con ilusión, con las tareas que nos encomendaban como curas jóvenes capaces de hacer esto y más. Nos habían preparado para ser unos “todo terreno”. Teníamos mucho trabajo, pero buscábamos aún más, especialmente los que nos dedicábamos más a los jóvenes, y no medíamos ni días ni horas. Gozábamos con esta entrega, la cual era a la vez muy gratificante. Mis dos primeros nombramientos fueron: director de la Casa de Espiritualidad, situada en el Santuario de la Virgen del Toro, patrona de la Diócesis, y delegado diocesano de Pastoral juvenil. Dos cargos de nivel diocesano que me ayudaron mucho a entender y vivir la diocesanidad y con ella el sentido de comunión eclesial, la vivencia de espiritualidad a través de continuos encuentros de jóvenes, matrimonios, grupos de fe, ejercicios espirituales. Y al mismo tiempo, el trabajo con los jóvenes que en aquel momento llenaban nuestros locales parroquiales y las iglesias para las celebraciones. En nuestro caso, los clubs parroquiales mediante el Esplai (tiempo libre) y el Escultismo, además de toda la realidad juvenil de los colegios. A todo esto se añadió, ya casi desde el principio, el nombramiento de profesor de Religión en el Colegio de la Consolación, y en el Instituto público José Mª Quadrado de Ciutadella. Y, al mismo tiempo, formador del Seminario diocesano y consiliario del Escultismo.  Con todo, esta variedad de trabajo se llevaba con una gran unidad, sintonía y en colaboración con los sacerdotes y seglares de las parroquias, en una de las cuales yo participaba acompañando los grupos de jóvenes, donde podía hacer un trabajo de base con ellos.

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  1. La Iglesia de Menorca siempre supo adaptarse e integrar dentro de sí misma las fiestas populares: San Juan Bautista y San Antonio en Ciutadella, más las propias de las otras ciudades y pueblos de la isla. Usted mismo ha participado activamente y de modo especial en las Fiestas de San Juan como representante del estamento eclesial. ¿Qué nos puede decir de esta experiencia tan original?

 

Ciertamente es una experiencia original que tiene su raíz en el corazón del pueblo y en una tradición viva ancestral. En Ciutadella, y también en el resto de los pueblos de la isla de Menorca, existe la tradición que proviene de antes de la edad Media y que consiste en unos actos religiosos y ecuestres, y en los que participan representantes de los distintos estamentos de la sociedad (nobleza, oficios tradicionales, aprendices, payeses, ayuntamiento) y también un representante del estamento eclesiástico. Éste último es el que da pie a que un sacerdote participe de la presidencia de la fiesta junto a la autoridad secular. Por mi parte, tanto en mi ciudad natal, Ciutadella, como en los otros pueblos de la isla, he tenido la oportunidad y el gozo de participar en distintas ocasiones y a lo largo de los años. Lo original no es sólo la participación en la fiesta, sino que participas de ella como otro jinete montado a caballo y con una duración de más de veinte horas a lo largo de día y medio. Hay que saber montar, ello supone ir muy entrenado y estar muy preparado físicamente, ya que las horas de ir montado son largas. Es una gozada porque estás con el pueblo durante todo el tiempo de la fiesta y disfrutas con la gente. Por otra parte, hay un protocolo muy estricto que combina los actos oficiales como la oración de Vísperas en una ermita a unos pocos km. de la ciudad y a la que se va cabalgando en comitiva. Luego está la Eucaristía en la Catedral el día de la fiesta, están los desfiles por las calles y en las plazas, donde participan más de cien jinetes, están los actos protocolarios en las casas nobles, en el Ayuntamiento, en el Palacio episcopal, en muchas otras casas representativas de todos los estamentos sociales, están los conocidos juegos medievales ecuestres de la tarde de San Juan y que suelen ser retransmitidos por los medios de comunicación a nivel nacional.

Como he dicho, es una experiencia original y única, por el hecho de vivirla en el corazón del pueblo y participando de la misma emoción de la gente, como pasa en todos los pueblos cuando lo que se vive es expresión de autenticidad y no una pura representación escénica. Siempre he estado muy interesado en ayudar a vivir estas fiestas en su pureza original e influir como Iglesia en que su sentido religioso ayude a ello, ya que también forma parte de nuestra misión educativa y evangelizadora, algo muy vivo del hecho religioso que hay que conocer a fondo.  Durante muchos años he formado parte de la Junta municipal de las fiestas de San Juan, como representante del estamento eclesiástico.

 

  1. Durante sus últimos años antes de ser escogido para formar parte del episcopado, tuvo un cargo importante dentro de la Conferencia Episcopal. ¿Qué supuso para Usted esta experiencia de contacto con todas las Iglesias diocesanas del Estado?

 

Durante años formé parte del Consejo asesor de la Comisión episcopal de Catequesis y, el año 2005, siendo presidente de la Conferencia Episcopal Española Mons. D. Ricardo Blázquez, fui llamado a Madrid para desempeñar el cargo de Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Pastoral, cargo que ejercí hasta enero de año 2009, en que recibí el nombramiento de obispo auxiliar de Barcelona. Fueron unos años muy intensos en los que tuve la ocasión de conocer prácticamente todas las diócesis de España. Esta experiencia de contacto pastoral fue enormemente enriquecedora en cuanto a conocimiento de la realidad de las Iglesias diocesanas, su obispo, sus sacerdotes y diáconos, sus religiosos y religiosas y la inmensa realidad del laicado comprometido en las múltiples tareas y misiones de la Iglesia. En mi caso, especialmente tuve contacto con los sacerdotes, especialmente mediante la predicación de Ejercicios Espirituales, con los catequistas y la especificidad de la catequesis familiar, con los profesores y maestros por su relación con la educación religiosa, y de igual forma con la pastoral juvenil, al mismo tiempo con temas relacionados con los departamentos de mi Comisión Episcopal: la pastoral de la salud; santuarios, peregrinaciones y piedad popular; turismo y tiempo libre; pastoral del sordo. Hay que añadir a todo esto los encuentros anuales de Vicarios de Pastoral y los que se llevaron a cabo por provincias eclesiásticas. A la vez, cuando se me pedía, compartí con otras Comisiones episcopales, como Pastoral social, Liturgia, Medios de Comunicación, Clero, Catequesis y Enseñanza, Misiones y Seminarios. Este trabajo conjunto hizo que los distintos directores y otros miembros de las comisiones episcopales nos hiciéramos amigos y nos ayudáramos, creando así en la Conferencia un ambiente muy fraternal.

Esta realidad en el seno de la Conferencia y el desplazamiento a las diócesis me ayudó mucho a tener una visión amplia de la realidad eclesial y secular del Estado con sus legítimas y enriquecedoras peculiaridades, lo cual explica que la diversidad enriquece a todos y tiene mucho más sentido el camino de sinodalidad y universalidad tan propios de una Iglesia que comparte una misma fe y escucha e intenta vivir un mismo Evangelio. Metido de lleno en este trabajo, siempre he creído que la pastoral –si es según el estilo de Jesús, el Buen Pastor– nos hace amigos, de lo contrario podríamos dudar de su eficacia, habríamos caído en lo que el Papa Francisco llama la “mundanidad espiritual”, que consiste en buscar la propia gloria antes que la gloria de Dios, los intereses mundanos incluso revestidos de religiosidad, antes que los intereses del Evangelio. Además, por haberlo aprendido de la pedagogía salesiana, creo en la importancia de una pastoral “preventiva”, es decir, que se adelanta a los acontecimientos y prevé las situaciones que hay que afrontar y los posibles problemas y dificultades que hay que superar. Mejor si ya se actúa con la lección aprendida. Precisamente, a principios de este año fui invitado como obispo y antiguo alumno salesiano a dar una conferencia en un encuentro internacional sobre espiritualidad salesiana en Turín, con asistencia de participantes de todos los países y contando con la presencia del Rector Mayor. El tema se ha desarrollado a partir del ya citado eslogan “Buenos cristianos y honrados ciudadanos”, el cual nos sitúa en la línea de la espiritualidad y la del compromiso cívico, como en una unidad.

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  1. Usted dejó una huella imborrable en Menorca, cosa que yo mismo pude constatar con la explosión de gozo de todo el pueblo menorquín al tener noticia de su nombramiento como Obispo Auxiliar de Barcelona. ¿Cuáles son las claves de su popularidad?

 

En una comunidad humana relativamente pequeña en habitantes, es fácil que la mayoría de ellos nos conozcamos, mucho más cuando los cargos que has ejercido comprenden toda la realidad isleña: pueblos, parroquias, organismos diocesanos, instituciones educativas y movimientos apostólicos. No hablaría tanto de popularidad como del conocimiento que te da y la vez da estar presente y al servicio de todas las realidades humanas y eclesiales antes citadas, más si los cargos que has ejercido son de responsabilidad, de coordinación y de animación. A partir de esta constatación, no solo subrayaría la dimensión eclesial que tanta oportunidad da para estar en contacto con la gente, sino la dimensión humana y ciudadana que hace que participes como otro cualquiera en los distintos aspectos de la vida cotidiana y te vean como un ciudadano más que comparte con ellos en la calle, en el bar, con amigos y visitando las casas y familias, especialmente si hay enfermos y personas impedidas.

La clave de todo ello es la cercanía humana y la acción solidaria, lo que suelo llamar “pastoral de proximidad”, que es poner en práctica el misterio de la Encarnación, a través del cual Dios se hace uno de nosotros en la persona de Jesús. Cuando esta proximidad existe, la gente es muy agradecida y responde con creces y más generosidad que nunca porque valora mucho que, no sólo con la palabra, sino con los hechos, la Iglesia sea “experta en humanidad”. Tanto la misión del sacerdote como la que vivo ahora como obispo ha de ser siempre la de fomentar la comunión misionera en la Iglesia diocesana y concretada en las respectivas comunidades y grupos. Impresionante la visión que ofrece el Papa Francisco cuando dice que el obispo, para conseguir tal fin, a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos. Dada la situación que vivimos, quizá haga falta, además de esto, entender y vivir la Iglesia como “hospital de campaña” donde hay que atenderlo todo, ahora y a deshora, sin descanso, sirviendo como Jesús hasta dar la vida.

 

  1. El día de su ordenación episcopal en la Catedral de Barcelona, además de todos los fieles presentes, estuvo muy arropado por las autoridades eclesiales y políticas, y, de modo especial, por su familia y muchos seglares, obispos, sacerdotes y diáconos de Cataluña, Mallorca, Menorca y de otras diócesis de la geografía española. Yo fui testigo presencial de la intensidad con que vivió este acontecimiento. ¿Cómo recuerda este día tan especial de su vida?

 

Lo recuerdo como uno de los acontecimientos de mi vida que han quedado más grabados en mi corazón. La verdad es que quedé impactado por la presencia y participación de todos los que acudieron, junto a la vivencia profunda con la que se desarrolló la ceremonia de ordenación episcopal. Me impresionaron las palabras que el Sr. Nuncio pronunció al final en  nuestra lengua refiriéndose a la presencia de personas de toda la geografía española, personas que yo había tratado a nivel pastoral prácticamente en todas las diócesis. Subrayaría todos los momentos de la celebración sin excluir ninguno, ya que todos fueron preparados y cuidados con esmero para que lo más importante fuera el misterio sacramental que celebrábamos y que para la archidiócesis de Barcelona era un momento privilegiado. Siempre he felicitado a todas y a todos los que prepararon este evento. Todo un ejemplo de cuidar todos los detalles tanto de cara a la publicación y acogida, como la misma realización de la ceremonia litúrgica y todo el ambiente que se creó, gracias a tanta gente que intervino. Fue una verdadera experiencia de fe y de entrañable comunión eclesial.

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Mons. Sebastià Taltavull Anglada, celebrando el día de San Juan en Ciutadella en su etapa de párroco

  1. Impactante fue la entrada, ya como Obispo, en la Catedral de Menorca, su tierra. Yo mismo pude constatar cómo todo un pueblo lo recibió con una explosión de júbilo emocionado que nunca había visto en ninguna parte. ¿Cuál es la causa de esos sentimientos tan hondos de adhesión a su persona?

 

Creí importante poder celebrar en la Catedral de Menorca por ser a la vez mi parroquia donde fui bautizado (5-II-1948), dónde recibí la ordenación sacerdotal (23-IX-1972) y donde ejercí como párroco, canónigo penitenciario y deán, formando parte del cabildo, al que definimos como un “grupo de sacerdotes que rezan juntos y se dedican a la caridad”, ya que la catedral era uno de los lugares con más presencia de Caritas parroquial y donde nos reuníamos cada mañana para la oración. Casi un mes después de la ordenación episcopal (21-III-2019), pude desplazarme a nuestra Catedral, donde concelebré y pude predicar la homilía, en la que comentando la Palabra de Dios hice hincapié en la necesidad de velar y cuidar las raíces cristianas, tanto en la familia como en la parroquia, familia de familias.

Para una diócesis, el nombramiento episcopal de uno de sus diocesanos es algo extraordinario y más cuando esto se da de tarde en tarde. En mi caso, ahora se trataba del cuarto obispo nacido en la isla. Dos mil años de Iglesia, cuatro obispos menorquines, este es el título del libro publicado en catalán por la editorial Rotger “Llibres de la terra” el año 2009. Son muy pocas las personas que recuerdan el último obispo ciudadelano que falleció el año 1972, Mons. Manuel Moll Salord, obispo que había sido de Tortosa. Los dos anteriores, Mons. Antoni Vila Camps, obispo que fue también de Albarracín (siglo XVIII-XIX) y Mons. Guillem Gonyalons Coll (siglo XVII-XVIII), obispo que había de Solsona. Más que sentimientos de adhesión hacia mi persona, como dices, creo que se trata de habernos conocido mucho, haber trabajado juntos a lo largo de años y de forma muy cercana y continua. El trabajo pastoral nos ha hecho amigos y hemos pasado juntos momentos inolvidables, tanto con los seglares como con la vida consagrada y los sacerdotes.

 

 

  1. Hay una fecha muy importante en su vida que es la muerte de uno de sus hermanos. En la celebración de la Cena del Señor y, con el féretro de su hermano a los pies del altar, hizo una homilía memorable. Con entereza, pero al mismo tiempo, con serena ternura, usted reprodujo las lágrimas del Señor ante su amigo Lázaro con una intensidad que todos los asistentes al acto quedamos profundamente impactados. ¿Qué supuso para usted la muerte de su hermano con el que estaba tan estrechamente unido?

 

El fallecimiento de mi hermano Enrique supuso para mí y para todos, la pérdida casi inesperada de una relación entrañable. Nos queríamos y nos seguimos queriendo mucho, ya que, aunque la relación sea ahora otra, seguimos en contacto. Porque nos queremos, no nos olvidamos y, recordando tantos y tantos momentos, seguimos ayudándonos. La muerte de mi hermano Quique, como le llamábamos, supuso también una revalorización de su vida en todos los aspectos. Se puede decir que murió haciendo el bien, como vivió haciéndolo a lo largo de su vida. Sus compañeros de trabajo, los periodistas, decían de él que siempre sería su referente, como persona y como profesional. Su secreto fue en todo momento pensar más en los demás que en sí mismo. Un altruismo impregnado de caridad cristiana en el sentido más profundo de la palabra, en cuanto significa oblación, entrega, deshacerse por los demás. Ya desde pequeño, lo demostró siempre, cuando jugaba, cuando estudiaba, cuando ya de mayor trabajaba. Muy entregado a su esposa Sílvia y a sus hijos Joan, Clara y Miquel, y con un amor entrañable dotado de exquisita solicitud que traducía siempre en una mayor capacidad de servicio a todos sin distinción. Ahora hubiera disfrutado mucho de sus nietos, a los que no conoció, pero seguro que los estará velando y amando, como a sus hijos.

Vivió con mucha intensidad los más de treinta años de trabajo en Televisión española en Barcelona, realizando muchísimos viajes por todo el mundo, incluso un año acompañando a Maradona en los desplazamientos del CF Barcelona y viviendo también momentos de tensión y miedo como le sucedió siendo con otro periodista reportero del asalto al Banco Central de Barcelona. Unos años después, a finales de los 80, tuve la suerte de participar con él compartiendo el trabajo de guionista de una serie de cuatro programas que llevaba el título de “Vida monástica” y con un equipo de televisión con el que nos desplazamos a la abadía de Montserrat en Barcelona; a la comunidad ecuménica de Taizé, en Francia; al monasterio de Las Huelgas y el de San Pedro de Cardeña en Burgos y a la abadía de rito latino y bizantino de Chevetogne, en Bélgica. Una experiencia inolvidable. Como operador de televisión era muy perfeccionista y le gustaba el trabajo bien hecho, sobre todo cuando se trataba de filmaciones y montajes. Aprendí mucho de él, siempre me decía que lo importante era transmitir bien las noticias y favorecer una buena comunicación, por ello, la importancia de una mirada limpia que sabe captar bien la realidad que ve para luego saber transmitirla aún mejor.

A la vez, también era músico, tocaba muy bien la guitarra y el contrabajo, era imprescindible en las fiestas de casa y sabía juntar a familiares, amigos y vecinos a pasar momentos muy agradables. Muchos amigos y compañeros suyos de profesión comentaban que su talante era siempre reconciliador y tenía mucha habilidad para reconvertir situaciones complicadas y transformarlas en nuevas. Era un hombre de fe y muy profundo en sus convicciones, todas ellas marcadas por un gran respeto a las personas y honradez en su forma de actuar. Ante su enfermedad y su muerte sentí mucha perplejidad a la vez que mucho consuelo viendo cómo lo había asumido. Lo vivió con dolor, pero con aquella paz en la que percibes que se le abren las puertas de una nueva situación, siempre marcada por la esperanza. No me cansaría de hablar de él, como tampoco de mi padre, ya que se parecían mucho…

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El Papa Francisco, el Cardenal Juan José Omella, Presidente de la Conferencia Episcopal Española y Mons. Sebastià Taltavull Anglada

  1. Durante más de ocho años ha ejercido su ministerio en una diócesis compleja como es la Archidiócesis de Barcelona. Estos años han sido suficientes para dejar su impronta evangélica de compasiva cercanía en esta Iglesia diocesana tan querida por usted. Siempre en su rostro el fervor y la alegría de comunicar la Buena Noticia del Señor. Los que han vivido de cerca su apostolado subrayan su gran humanidad, su gran capacidad de trabajo y de abnegado sacrificio. ¿Cómo recuerda esta etapa en Barcelona, y qué ha significado para usted esta fase de su vida?

 

La etapa de obispo auxiliar en Barcelona es muy densa en experiencia eclesial, social y humana. La he hecho colaborando directamente con los dos cardenales-arzobispos, Mons. Lluís Martínez Sistach (durante siete años, con residencia en la Casa sacerdotal y conviviendo con cerca de sesenta sacerdotes jubilados) y Mons. Juan José Omella (cerca de dos años y conviviendo con él en la residencia del arzobispado). Una experiencia de auténtica comunión fraternal, compartiendo trabajo, oración y las tareas pastorales propias de cada momento. Con D. Juan José fue una gracia reencontrarnos de nuevo, ahora para trabajar juntos, ya que nos habíamos conocido antes del episcopado. Una gracia de Dios haberlos conocido y trabajado juntos, como también con los obispos auxiliares Sergi Gordo y Antoni Vadell, y a quienes agradezco de corazón su acogida y afecto en todo momento. Una etapa que ha significado mucho en mi vida y aún sigue significando, porque la relación con las personas y las comunidades no se rompe ni se olvida fácilmente, sino que incluso se acrecienta, aunque esté el mar por medio. El contacto con los sacerdotes y los seglares de las comunidades parroquiales, religiosas y de movimientos apostólicos de Barcelona, junto con todo el equipo de la Curia diocesana, viviendo la grata experiencia de un trato muy familiar, ha dejado una fuerte huella en mi vida porque era la primera experiencia como obispo, ya que mi objetivo ha sido y sigue siendo estar muy cerca de la gente.

El trato ha sido siempre exquisito y de una acogida indescriptible, no sólo en momentos puntuales, sino contando el día a día, que es cuando más nos relacionamos, compartimos y convivimos. Puedo decir que he podido tratar a todo el mundo por igual, cualquiera que fuere su cargo y posición en la vida, no ha habido barreras que fueran un obstáculo para poder crecer con la naturalidad del trato, el afecto y la confianza. La verdad es que todos, cada uno a su nivel, me han enseñado mucho y he aprendido también mucho. Mi dedicación a la Curia ha sido como vivencia de comunidad cristiana en la que todo es buen trato y ayuda mutua. Entre ellos y ellas me sentía como en casa y mi intención en el trato fue la de ser buenos amigos, como nos lo indica Jesús y así lo escogí como lema episcopal –vosotros sois mis amigos– para que me acordara siempre y también para que me lo recordaran.

A veces me han dicho con palabras como estas o parecidas “te has hecho uno de nosotros”. Lo cierto es que no creo en el ejercicio del “poder” sobre las personas en el sentido de dominio y lejanía, más bien pienso que nuestra vocación es de servicio tal y como Jesús nos lo ha enseñado: servir dando la vida. Esta, amando, se da poco a poco cada día. Es nuestra misión y nuestra aportación a una nueva forma de relacionarnos en cualquier ámbito de la Iglesia y de la sociedad. Me ha ayudado mucho encontrar el equilibrio que hay que mantener en una Iglesia encarnada en el corazón de más de tres millones de personas, con sus macro-realidades y macro-encuentros (y macro-problemas), y al mismo tiempo tener que atender lo pobre, lo sencillo, realidades que tocan de cerca el día a día de la personas, de las familias y de las instituciones.

  1. ¿Cómo vivir todo esto en una ciudad tan grande como Barcelona?

He experimentado cómo en medio de la gran ciudad es posible una experiencia de fe cercana y asequible, y a la vez, el cultivo de la amistad con cualquier tipo de personas. ¿Acaso no es esta nuestra misión como seguidores de un Jesús que en los años de su vida pública vivió una cercanía inigualable con las personas sencillas como los enfermos, los pobres, los niños, las mujeres, los más desheredados y marginados de la sociedad, pero sin desoír la llamada de dirigirse a todos los demás? Ha sido muy interesante la reflexión hecha en el Congreso sobre la pastoral en las grandes ciudades, promovido y organizado por el cardenal Luís Martínez Sistach, y que reunió personalidades –obispos y expertos– de diferentes lugares del mundo, marcando unas pautas de trabajo pastoral abiertas a un futuro inmediato. En el mismo sentido y que aconteció con anterioridad, quiero mencionar la dedicación de la basílica de la Sagrada Familia por el Papa Benedicto XVI (noviembre de 2010) y que ha marcado profundamente la historia de la Archidiócesis de Barcelona y de las otras diócesis catalanas, a la vez que la historia religiosa y secular de Cataluña. Estos acontecimientos, de dimensión global, se han vivido con intensidad, a la vez que no ha dejado de atenderse la realidad cotidiana, lo cual hace ver las dimensiones de la Iglesia, universal y particular, vividas en unidad y armonía.

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El Papa Benedicto XVI junto al Mons. Sebastià Taltavull Anglada

  1. En septiembre de 2017, el Papa Francisco le nombra Obispo de Mallorca. Todos conocemos su entusiasmo, la seriedad y el sentido de responsabilidad con que acomete todos los cargos que han puesto en sus manos. ¿Cómo afronta este nuevo nombramiento de una de las diócesis más grades de España, como es la Diócesis de Mallorca?

 

Este nuevo nombramiento viene precedido de otro –el de Administrador Apostólico– prácticamente un año antes y que, ciertamente, lo acepto con respeto obediencial y con un cierto temor. Sin embargo, lo asumo con todo el amor del que soy capaz porque interpreto que es la voluntad de Dios, que me viene confirmada por diversos conductos de dentro y fuera de la nueva diócesis a la que voy destinado. Y lo afronto poniendo toda la confianza en el Señor y entregándome a la protección maternal de la Virgen de Lluc, al mismo tiempo teniendo en cuenta lo que ya conocía de la diócesis, tanto personas como instituciones. Igualmente, lo afronto pensando que no estoy solo y que el trabajo que se me encomienda no lo haré sólo, más bien ya sé desde el primer momento que cuento con sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y seglares que están trabajando con mucha entrega. Es como un tren en marcha en el cual entro a trabajar como uno más y al servicio de todos, aunque con la responsabilidad de tomar la dirección y asegurar bien su velocidad y sus paradas.

Muchos me manifestaron, ya antes de mi llegada, su disponibilidad y su generosidad, lo cual también fue para mí un motivo de satisfacción y una prueba de confianza y corresponsabilidad, ya que aquí, en Mallorca, ahora tenía que aplicar más que nunca el sentido de mi lema episcopal y poder decir ya de entrada como lo dijo Jesús a sus discípulos “vosotros sois mis amigos”. Ahora, al cabo de tres años, lo vivo ya con la dedicación y el conocimiento que cada día voy adquiriendo con el trato con los sacerdotes, con las parroquias y comunidades que visito y con la gente que trato. Hay mucho contenido para llevar cada día a la oración, que es el otro gran medio que me ayuda a vivir con la serenidad y la paz que el momento nos exige y es el antídoto para vencer la inercia y la soledad que pueden encerrarnos en nosotros mismos e impedirnos avanzar con audacia y valentía.

                                                      

  1. Después de tres años de servicio, más el año de Administrador Apostólico, y con el conocimiento de las luces y las sombras que ya tiene de la Iglesia mallorquina, ¿cuál es su diagnóstico y qué espera de esta Iglesia?

 

Me parece que en la Carta Pastoral publicada a principios de año ya daba a conocer de alguna manera este diagnóstico. No me atrevo a hablar yo sólo. Necesito compartirlo y escuchar muchas voces, si es posible todas las voces, aunque no siempre se habla con claridad y sobre todo con sinceridad. A veces el discurso que se hace no corresponde del todo a la realidad y se tergiversa con facilidad la verdad sobre las personas y sobre lo que sucede. Como sucede en otros lugares, hay cuestiones no resueltas desde hace tiempo y los problemas que acarrean siempre son los mismos y con frecuencia provocados por las mismas personas que no avanzan en su conversión y permanecen ancladas en contagiar el mal. Y lo peor es que la dirección hacia donde van los tiros suele ser sobre los más cercanos, una especie de intención de hacer daño al hermano. Enfrentarte con esta situación no resulta fácil y cuando tratas de hacerlo pasas a ser una más de las víctimas.

Sin embargo, creo que mi obligación, como obispo, es atacar de raíz esta plaga de la que de vez en cuando como en otros sitios aparecen algunos brotes, aunque creo que se están dando pasos importantes y vivimos con mucha más paz en este esfuerzo de crear en nuestra Iglesia más comunión y fraternidad. Es una lástima que una realidad pequeña desvirtúe todo el conjunto, cuando este camina a buen ritmo y con ilusión, aunque con debilidades. De esta Iglesia mallorquina, a la que amo con todo mi corazón, espero que se avance por este sendero de la comunión de todos los que la formamos, superando barreras y abandonando prejuicios históricos, desterrando aquello que separa y tejiendo bien todo lo que nos une, que es infinitamente mucho más. La propuesta que hago en la Carta Pastoral va en esta línea, sobre todo en la forma de hablar, de tratarnos y gozar de un trabajo de conjunto sumando esfuerzos. Me gustaría que la intención no quedara sólo en el papel, sino que tocara el corazón, a partir del cual, impregnado de Evangelio, se pueden cambiar muchas cosas según Dios mismo y lo que los signos de los tiempos nos están pidiendo para ser más y más fieles al encargo que se nos ha hecho de “evangelizar”.

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  1. Este año ha tomado decisiones importantes incorporando a más seglares en cargos de responsabilidad, que hasta ahora recaían sobre el clero. Igualmente las mujeres, dentro de la estructuración de la Diócesis, comienzan a tener protagonismo en cargos directivos. Explique estas determinaciones.

 

Después de mucho tiempo de observar, rezar y reflexionar sobre la realidad de nuestra diócesis, he creído –después de muchas consultas– arriesgar una nueva estructuración más conforme a mucha demanda y al momento que vivimos de más participación de todo el Pueblo de Dios y que se cuente realmente con él. Se trata de los cargos de más responsabilidad para que sean compartidos no sólo por sacerdotes y diáconos, sino por seglares, hombres y mujeres, que puedan asumirlos. Y así lo hemos hecho. Un consejo episcopal formado por cinco sacerdotes, vicarios episcopales, y un consejo asesor formado por un diácono y cinco seglares, dos hombres y tres mujeres, entre ellas la canciller-secretaria del Obispado, cargo que hasta ahora lo había desempeñado siempre un sacerdote. Es un equipo de once miembros más el obispo, que trabajamos conjuntamente y con responsabilidades compartidas, asumiendo cada uno un ámbito específico de la pastoral y, entre todos, el conjunto de la diócesis.

Me alegra y anima mucho ver que la propuesta ha sido muy bien acogida y una muestra de ello ha sido la numerosa presencia el día de la toma de posesión de los cargos. Ahora se trata de trabajar y asumir cada uno y cada una su propia responsabilidad, a la vez que definimos el trabajo propio de los otros colectivos como el consejo presbiteral, el consejo de arciprestes y arciprestal, el consejo pastoral y de asuntos económicos y el colegio de consultores. Todo en función y al servicio de la comunión, de la unidad eclesial, de la sinodalidad y del testimonio “para que el mundo crea”, como pide Jesús en su oración sacerdotal. Ahora estamos valorando la riqueza de diálogo que hay en nuestras reuniones, gracias a las distintas aportaciones y opiniones que existen entre sacerdotes, religiosos, diáconos y seglares.  Estamos ilusionados en avanzar por este camino de sinodalidad que favorece que lo recorramos juntos, en comunión, unidos en la legítima y enriquecedora diversidad.

  1. Usted no se amedrenta ni se arruga ante los problemas. Los que le hemos seguido de cerca desde hace más de cuarenta años, hemos visto su coraje y su determinación para afrontarlos. Y siempre, o mejor casi siempre, sale airoso en sus resoluciones. ¿Cuál es la clave de sus vicisitudes diplomáticas exitosas en la resolución de problemas?

 

Cuando aparecen los problemas hay que solucionarlos y no complicarlos aún más, como a veces sucede en algunos que parece que se han especializado para ello. Problemas, los hay de todo tipo, los hay más fáciles de resolver y entre todos se hace; otros, en cambio, merecen más atención. La clave para afrontarlos es el diálogo y hacer lo posible por objetivarlos. Siempre que alguien ha mostrado aversión o no aceptación de determinadas acciones mías, por ejemplo, me he puesto inmediatamente en contacto con él y proponiéndole una entrevista en directo, cara a cara. Luego, cuando se intenta el diálogo es importante saber escuchar, aunque sea durante largo tiempo, y sin perder la paciencia. Siempre me ha servido aquello que dice Jesús en el Evangelio de empezar hablando a solas con la otra persona. Veo muy importante la discreción, no rebajarse cayendo en una nueva crítica destructiva o actuar con prejuicios. Más aún, es un buen ejercicio de humildad si en medio de la falta de aceptación del otro, uno sabe descubrir todo lo positivo que hay en él, ya que forma parte de nuestra espiritualidad centrada en Dios que es Amor. En este momento es fácil amar y sentirse amado. La relación cambia radicalmente por el hecho de que se están estableciendo nuevos vínculos que ayudan a conseguir más cercanía, a tender puentes que fortalezcan la relación y derribar muros amasados de desconfianza y ajustes de cuentas.

 

  1. Desde que está en Mallorca ha querido que esta actitud dialogante y el hecho de favorecer siempre el encuentro directo con las personas fuera un gesto de acercamiento necesario y una confrontación positiva. ¿Ha habido algún momento especial en que esto se ha dado y cuya iniciativa y resultado hayan tenido incluso resonancia mediática?

 

Siempre he creído que hablando podemos entendernos. Estoy convencido de la fuerza del diálogo, siempre que haya la intención limpia de escuchar al otro. En diversas ocasiones he llamado al diálogo a personas enfrentadas e incluso denunciadas públicamente. Se trata del primer caso en que me encontré tras la denuncia por parte del obispado referente a unas chicas pro-abortistas que habían irrumpido en una céntrica iglesia de Palma, parando la ceremonia y gritando. Las llamé al obispado para hablar con ellas y fue una sorpresa ya el hecho que accedieran a venir para hablar y más aún el largo diálogo constructivo que mantuvimos, aunque no aceptaron que les quitáramos la denuncia. Pero el diálogo no fue en balde. Nos dimos cuenta y lo percibimos enseguida, que mediáticamente el gesto fue muy bien acogido y valorado positivamente, incluso por la prensa. Hay otros hechos concretos que con el diálogo se han solucionado, hechos que provenían de posturas que se prestaban a confusiones, a prejuicios o a mantener posturas inflexibles si no hablábamos. Hechos relacionados con el derecho a la libertad religiosa o a situaciones de conflicto por actitudes incívicas o de poco respeto o rechazo público a elementos religiosos, a veces por mimetismo ideológico y condicionado por la ignorancia del valor que tiene el hecho religioso en nuestra cultura.

Cuando se han dado estas circunstancias y se ha invitado al diálogo, el resultado ha sido más que positivo, ya que se ha puesto de relieve y se ha valorado siempre la necesidad de hablar, de dialogar y recapacitar sobre determinadas actitudes. El día a día proporciona muchas ocasiones para tender puentes y reconstruir situaciones de enfrentamiento. Así, hablando, mirándonos a los ojos, respetándonos y dialogando, se puede avanzar bien y las personas que estaban distanciadas han tenido la oportunidad de aproximarse y establecer nuevos vínculos. Con todo, quiero subrayar para toda ocasión, la importancia del perdón, gesto profundamente humano y cristiano que desactiva cualquier actitud de venganza o rencor.

  1. Dentro de los problemas, siguiendo el camino del Papa Francisco, ha salido al encuentro de los sacerdotes que abandonaron su ministerio sacerdotal, y se ha reunido con ellos en varios encuentros muy gratificantes para usted como para los miembros de este colectivo. Dada la preparación y la madurez de los mismos, ¿qué papel podrían tener dentro de nuestra Iglesia en este momento y en estas circunstancias de sus vidas?

 

Fue mi intención la primera vez que vine a Mallorca como administrador apostólico entrar en contacto con los sacerdotes dispensados de su ministerio, un colectivo numeroso que cuenta con personas muy valiosas y que a lo largo de estos años de post-concilio han solicitado la dispensa del ejercicio del ministerio. No fue difícil convocar a unos casi cuarenta que se interesaron por este encuentro y que a la vez valoraron con interés. Desde aquel primer momento hemos tenido varios encuentros que nos han llevado a expresar muy sinceramente cómo se encontraba cada uno y poder escuchar sus deseos, proyectos y también alguna que otra reivindicación. La verdad es que me he sentido muy a gusto y he podido seguir contactando con ellos, visitando a algunos en sus casas y conociendo su familia, con otros compartiendo inquietudes y posibilidades de trabajo pastoral. En este aspecto, he querido que tuvieran un lugar reconocido por todos en la Diócesis. Precisamente en la Carta Pastoral publicada hace un año, he dicho que hay acoger a los presbíteros dispensados del ejercicio del ministerio y contar con ellos. Además de las reuniones habituales que tenemos en pequeño grupo, nos estamos encontrando e invitando a todo el colectivo, y haciendo camino. Me remito a lo que digo en la Carta pastoral refiriéndome san Óscar A. Romero, quien, refiriéndose a ellos, dice que “ya que por el hecho de haberse retirado del ministerio, no dejan de ser miembros selectos de la Iglesia y que el carácter sacerdotal que llevan  los capacita para una obra eclesial, desde la que han de vivir la característica misionera y santificadora de la Iglesia”. Por ello, quiero que mi intento se centre en la acogida, el reconocimiento, el encuentro y la integración. Ellos mismos se han definido por un trabajo en la Iglesia en línea de evangelización. Y en este sentido trabajamos, ya que a alguno se le ha propuesto algún cargo de responsabilidad en la diócesis.

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Mons. Sebastià Taltavull Anglada ayudando a los más necesitados

  1. Otros problemas que ha tenido que afrontar, y que estaban enquistados, han sido los que afectan a las clases de Religión y las escuelas concertadas. Tenemos noticia de lo feliz que se siente en el modo como se han superado las dificultades y el buen entendimiento entre el Conseller de Educación, el Catedrático de Pedagogía y usted mismo. ¿Tiene algo que ver en este asunto, el hecho de que ambos son amantes del diálogo sincero?

 

Con la Conselleria de Educación y concretamente con el Conseller hemos hablado mucho e intercambiado muchas cuestiones que piden solución, especialmente a todo lo que se refiere a la persona del profesor de Religión y la de nuestros colegios concertados. Ahora, ante la nueva ley de Educación (la LOMLOE) se abren nuevos escenarios que necesitaran de un diálogo sereno pero muy claro por nuestra parte. Nos duele ver que hay una marginación intencionada explícita en lo que se refiere a la enseñanza religiosa y a la asignatura de Religión de un modo particular. En este momento no sabemos exactamente cómo quedará la aplicación de la ley entre nosotros, pero nos obligará ya desde este ahora a mucho diálogo con la administración y hacer valer nuestros derechos –humanos y constitucionales–, a los que no podemos renunciar y hemos de respetar. Nos duele mucho el rumbo que se va tomando sobre este tema en el Gobierno del Estado y que puede repercutir muy negativamente en nuestra autonomía. Tenemos buena relación con la Consellería de Educación y un diálogo fluido con el conseller y sus colaboradores. Es una lástima que no se conozca la realidad de nuestro pueblo y se lo quiera conducir por derroteros totalmente contrarios a lo que demanda nuestra cultura y nuestra peculiar forma de ser y de vivir. El papel de la religión es fundamental y no puede ser olvidado en aras de una mala interpretación de la laicidad, más bien se trata de un laicismo que quiere imponerse a la fuerza y que no tiene para nada en cuenta el hecho religioso, fundamental en nuestra cultura y formando parte irrenunciable de ella.

 

  1. Los que no le conocían de cerca están muy impactados por su capacidad de trabajo, también por estar siempre en una actitud de servicio incondicional que no rehúye cuando se le demanda su presencia. ¿Cómo lo hace para estar en todas partes?

 

Esto no aparece de un día para otro. Cercanía, trabajo, servicio y presencia son el resultado de una actitud vocacional y también de un aprendizaje que tiene que ver con el día a día. No se trata de estar a la vez en todas partes, esto es imposible; sin embargo, creo que se trata de organización personal y depende de las prioridades que uno mismo se impone. Creo importante poner cuerpo y alma en todo lo que se emprende, con esfuerzo, constancia, fidelidad y conocimiento-aceptación de las propias limitaciones y debilidades. Y, muy importante, la humildad con la que hay que actuar, sabiendo que no se trabaja por un premio que se deshace, sino por algo más profundo, aquello que realmente llena una vida y le da sentido. Todo va dirigido hacia el otro, hacia los demás, los cuales son los destinatarios del bien que queremos comunicar. Me acuerdo tener presente una frase del Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti al decir que necesitamos constituirnos en un “nosotros” que habita la casa común. También, san Juan Pablo II enfocaba el tercer milenio con la propuesta de una espiritualidad que él llamaba de “comunión” y que consiste -después de fijar a centralidad de Dios-Amor en nuestra vida- en pensar que el “otro” es un “don” para mí como yo lo soy para él, como también haciendo el esfuerzo de descubrir todo lo que en él hay de positivo y de lo que yo puedo beneficiarme. Ello da mucha calidad humana a nuestro trabajo pastoral y favorece la creación de nuevos vínculos de empatía y solidaridad.

 

  1. Con la rica experiencia adquirida en su trabajo pastoral en Barcelona, y después de dos años de contacto directo, es el momento del aterrizaje para mostrarnos, como presidente que ha sido durante dos trienios de la Comisión Episcopal de Pastoral, y a continuación, miembro de las Comisiones Episcopales de Medios de Comunicación Social y en el departamento de Justicia y Paz de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, del que ha formado parte hasta hace poco, ¿cuáles son los grandes problemas y soluciones resolutivas que están en juego?

 

La experiencia de participación en las distintas comisiones episcopales de la Conferencia de los Obispos ha sido y sigue siendo muy enriquecedora. Se descubre y se ve la Iglesia en su conjunto, al mismo tiempo que su riqueza humana y espiritual de las Iglesias particulares, las diócesis. El trabajo que se lleva a término a diario es la atención al caminar de conjunto de la Iglesia y la atención, no sólo a problemas, sino a los retos que se nos presentan, junto a los signos de los tiempos. En las comisiones que he trabajado y sigo presente con mi trabajo actual queda muy privilegiada la presencia en el mundo, viviendo muy de cerca los problemas y esperanzas de nuestra sociedad con sus luces y sus sombras. Además, éste ha sido siempre nuestro objetivo en las comisiones de pastoral, de medios de comunicación y de pastoral social.

El tema de la evangelización sigue siendo siempre transversal, como todos los que se relacionan con la acción social, los derechos humanos, la economía, la política, la ecología, la justicia, la misericordia, la vivencia del Evangelio, la opción por los pobres y por una Iglesia en salida, samaritana, la vocación y la misión de los laicos, etc. Un tema delicado es el de los Derechos Humanos y sus sucesivas concreciones. Muchos Estados los proclaman e incluso los tienen como base y punto de partida de sus respectivas declaraciones solemnes, pero la realidad no demuestra su promoción, defensa y cumplimiento porque no entrar en su ordenamiento jurídico. El resultado es evidente y aparece su ineficacia. Pensemos, por poner un ejemplo, en el derecho a la vida y fijémonos a la práctica cuantas leyes hay contra la vida desde el nacimiento hasta la muerte natural.  Y, así, seguiríamos con los derechos que son objeto de atropello porque no se promueven sus correspondientes deberes, o porque se atenta contra la dignidad humana.

Cada momento tiene su propuesta y su respuesta, incluso hasta llegar a vivir la unidad de trabajo a partir de una sugerencia que proviene de la Santa Sede o del mismo Papa Francisco. En concreto y refiriéndonos a él, sus encíclicas, sus exhortaciones apostólicas y todo su magisterio, además de sus elocuentes gestos, son fuente de inspiración para la reflexión y la fuerza para el compromiso. Evangelii gaudium, Amoris laetitia, Laudato si’, Christus vivit y Fratelli tutti, están marcando muy claramente el camino que hay que tomar para responder a lo que más necesita hoy nuestro mundo y lo que espera de la Iglesia. Sólo los títulos de estos documentos marcan de hecho la hoja de ruta que vamos tomando y que nos entusiasma poder hacerlo por la confianza que genera y el impulso pastoral que nos infunde. Los contenidos son muy claros y nos tocan el corazón, a la vez que se explican con un lenguaje sencillo que todo el mundo entiende. Es el gran servicio que actualmente la Iglesia está haciendo a la sociedad y que -dicho incluso por políticos- lo hace a través de la persona del Papa Francisco, a quien se le reconoce como él único referente ético a nivel mundial, y a quien le escuchan con atención tanto creyentes de todas las religiones, como no creyentes. Así, a los grandes problemas se les están dando soluciones resolutivas que son proclamadas con firmeza y fidelidad al Evangelio. En el fondo, la respuesta la ha de dar cada uno y es signo de una sincera conversión, al mismo tiempo que la da en comunión con los demás.

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  1. En el ejercicio de su frenético ministerio, mantiene la balanza en un perfecto equilibrio entre la parte activa del compromiso y la contemplativa. En cuanto a esta última, los resultados son altamente conocidos a través de sus múltiples publicaciones. En estos últimos años sale a libro por año, más su colaboración semanal en revistas como Cataluña Cristiana y la Hoja Dominical de la Diócesis, o mensual como Vida Nueva (PPC) y Misa Dominical (CPL), y tantas otras aportaciones puntuales de artículos y entrevistas en la prensa local y revistas de los pueblos, etc. Su trabajo pastoral, como se puede apreciar, está sostenido por la cercanía y acompañamiento doctrinal. En medio de tanto ajetreo, ¿cómo se las arregla y de dónde saca el tiempo y la calma para llevar a cabo tanta productividad?

 

Es cuestión de organización y poner gusto en lo que haces. Al mismo tiempo, se trata de dedicación completa, saber hacer uso del tiempo teniendo claras las prioridades y saber distinguir aquello en lo que has de invertir más tiempo y lo que precisa de menos horas. Hablas de calma y esto es importante. Ni el estrés ni la ansiedad ayudan a un trabajo sereno y hecho a conciencia. Todo tiene que venir provisto de un necesario equilibrio entre el tiempo que va más orientado a la acción y a estar con la gente y el tiempo de adquirir sabiduría mediante la oración, el estudio, la preparación de las homilías, conferencias, celebraciones, etc. Además, es gratificante y te mantiene más en forma si dedicas algo de tiempo a un poco de deporte o estar más en contacto con la naturaleza y evitar así un estilo de vida sedentario. Esto es tal vez más necesario en este tiempo que vivimos, muy marcado por la relación digital que –como dice el Papa Francisco– facilita muchas cosas y nos acerca mucho, pero no por ello nos hace más hermanos.

 

  1. Junto a sus cuatro últimas publicaciones: “Os llevo en el corazón”, “Mucho que agradecer”, “Brotes de vida” y “Entre dos abrazos”, acaba de regalar a la Iglesia de Mallorca una Carta Pastoral (317 páginas) con el título de “Bautizados, confirmados y enviados” y el subtítulo “entre dos abrazos y como molinos de viento plantados en esta tierra de misión”. ¿Nos puede hacer un resumen de este documento que usted ha elaborado con tanto mimo?

 

La clave de interpretación y de lectura de la Carta Pastoral está sobre todo en la introducción, a partir de una especie de parábola como recurso pedagógico. Cualquier persona o colectivo puede ser objeto de interpretación y de autorreflexión. Los veinte capítulos son el contenido que sigue y desarrolla lo que en este momento he creído esencial para la vida de la diócesis, así como el Evangelio nos indica, como los signos de los tiempos nos hablan y como la orientación del Papa Francisco con sus gestos y magisterio nos lo proponen. Por ello, se hace muy necesario lo que nos dice en Fratelli tutti, que nuestra misión es “ofrecer transcendencia” y que “hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades”. Creo que el momento actual de la Iglesia es fascinante en una multitud de aspectos, sobretodo con relación al diálogo con el mundo y decirle la palabra que necesita, lo cual nos hace tener la mirada puesta en el cielo, pero con los pies bien puestos en la tierra.

En la introducción de la Carta Pastoral comparo la situación de cada uno de nosotros con un molino de viento, elemento muy abundante en nuestra isla, con sus aspas a merced del viento –el Espíritu–. Pero la realidad es que hay molinos de todo tipo: los hay a pleno rendimiento, a media marcha, res­taurados, parados, con pocas aspas o sin ellas, medio derruidos, destrozados del todo o casi desaparecidos. Si ponemos manos a la obra, seguro que po­demos recuperar incluso lo que parece inservible. Cuando algún aspa se ha deteriorado, no debe tirarse nunca, le irá bien al herrero para que la arregle o a cualquier experto que pueda solucionarlo. Se trata de rehabilitarnos para que el viento del Espíritu encuentre en nosotros unas aspas bien renovadas que puedan acoger su soplo y ponernos en movimiento, y así, producir la energía que necesitamos. Veo que el pro­blema no es el viento. El viento sigue soplando, seguiría moviendo las aspas si estuvieran allí, seguiría produciendo energía y movimiento, habría vida y se generaría vida… Sin embargo, no todo es así, en otros lugares los he visto rehabilitados y en funcionamiento. El problema no es el viento, el problema es el molino, somos nosotros, bien plantados o medio derruidos, buenos re­ceptores del viento o sin posibilidad de acoger lo que les hace útiles, aquello para lo que han sido creados.

A partir de ahí, del análisis de la realidad, de la lectura meditada y orante del Evangelio, de la doctrina social de la Iglesia y, sobre todo, de los últimos documentos del Papa Francisco, he ido planteando en veinte capítulos las cuestiones que me han parecido más actuales y de más urgencia. Los detallo para que se pueda conocer el contenido: 1) Desde el bautismo y la confirmación somos una misión en medio del pueblo. 2) Pongamos en práctica los dones recibidos, saber recibir y querer dar. 3) Trabajemos en equipo, creemos comunión, no vayamos solos, relacionémonos en red. 4) Las estructuras y los cargos están orientados al servicio del Evangelio. 5) Es esencial entrar de manera progresiva en el misterio de Cristo, encontrarse con él. 6) Es urgente leer, conocer, estudiar la Palabra de Dios y rezar con ella. 7) Es esencial vivir en comunidad la Eucaristía y celebrar juntos el Día del Señor. 8) Vivimos una nueva época, un tiempo nuevo que pide conversión personal y pastora. 9) La parroquia es la Iglesia entre las casas, iglesia doméstica, familia de familias. 10) Orientaciones pastorales para una Iglesia en salida. 11) La misión encomendada al laicado tiene lugar en el corazón de nuestra sociedad, entre la gente. 12) Tiempo favorable para el discernimiento, para la purificación y la reforma que necesitamos. 13) Escenarios de siempre y campos nuevos que deben ser atendidos de forma urgente. 14) El clero, pastores según el corazón de Dios, delante, en medio y detrás del rebaño, siempre al servicio de todos, atentos y velando. 15) Mirada de afecto a nuestro Seminario y a la vida consagrada, y con la implicación que quiere Jesús. 16) La alegría del amor: el matrimonio cristiano. 17) Evangelizadores con espíritu, que oran y trabajan llenos de confianza.18) Derechos humanos y deberes, libertad religiosa, cultura del encuentro, migrantes y refugiados. 19) El deseo de llegar a la santidad, participación del Dios-Amor, que es santo. 20) La pregunta de cada día espera respuesta y va dirigida a cada uno: “¿me amas?”. A trabajar con constancia, alegres, entusiastas, y no dejar de orar.  Cada capítulo tiene una oración y un cuestionario. Ello sirve para que la Carta la sigamos escribiendo entre todos, ya que todo el Pueblo de Dios tiene capacidad para hacerlo. De hecho, desde el mes de enero ya estoy recibiendo muchas aportaciones tanto de comunidades y grupos como de personas que responden de forma individual.

 

  1. De sus abundantes publicaciones, si tuviera que escoger una, ¿con cuál se quedaría?

 

Me es difícil escoger una porque cada publicación ha obedecido a un momento concreto, a una necesidad, a una intención determinada o es el resultado de un encargo que se me ha hecho.  La primera publicación recoge en dos libros “Preferències 1 y 2, una selección de 200 escritos sobre unos seiscientos programas de radio, emitidos por la cadena COPE Menorca. El libro de texto del 8º curso de Religión Católica para la segunda etapa de E.G.B, publicado por Ediciones SM / Editorial Cruïlla: “L’Esperit del Senyor” [El Espíritu del Señor]. Siguen publicaciones de tema catequético dos libros sobre catequesis y confirmación “Aixeca’t y camina” [Levántate y anda] y “Rebreu l’Esperit Sant” [Recibiréis el Espíritu Santo] con sus correspondientes dos libros-guía para los catequistas. Dos libros de “Catequesis familiar” para padres y madres y uno relacionado con el despertar religioso titulado “Los primeros años de la vida”, los tres editados en catalán y castellano, en el Secretariado Interdiocesano de Catequesis de Cataluña y Baleares (SIC). Tres libros en torno a la Lectio divina a partir de 50 preguntas que Jesús plantea en el Evangelio: “Arrelats vora l’aigua” [Plantados junto al agua], “Agafats de la mà” [Tomados de la mano], “Solidaris en l’amor” [solidarios en el amor]. Editados por Editorial Claret y este último en elaboración. Por encargo del Pontificio Consejo Justicia y Paz de la Santa Sede, tres libros con las homilías correspondientes a los tres ciclos litúrgicos A, B y C, editados por Editrice Vaticana y el Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona (CPL), y publicados en italiano, catalán y castellano respectivamente. Llevan como título “La Parola ci chiama, Omelie ispirate alla Dottrina Sociale della Chiesa” [La llamada de la Palabra, Homilías con la Doctrina Social de la Iglesia], [La crida de la Paraula, Homilies amb la Doctrina Social de l’Església]. “Manteniu-vos en el meu amor”, editado por Publicaciones de la Abadía de Montserrat, colección El gra de blat. Cuatro libros publicados en catalán y castellano por Editorial Claret, colección Savieses [Sabidurías]: “Us porto al cor” [Os llevo en el corazón], “Molt per agrair” [Mucho que agradecer], “Brots de vida” [Brotes de vida], “Entre dues abraçades” [Entre dos abrazos]. “Les Set Paraules de Crist, Meditacions” [Las Siete Palabras de Cristo, Meditaciones], publicado por Editorial Claret. Barcelona. “Els 7 dons de l’Esperit” [Los 7 dones del Espíritu] en colaboración con Goretti Pomé y editado por Editorial Claret. Barcelona. Para mí, se me hace difícil escoger uno sobre los otros, ya que, como he dicho, cada un responde a un momento determinado y que resulta importante vivirlo.

  1. En otro orden de cosas, nos consta la influencia que han tenido en su vida dos grandes personalidades: Mons. Teodoro Úbeda y el Papa Francisco. Le damos la oportunidad para que nos explique estas relaciones tan entrañables para usted.

 

Siempre he querido estar atento al momento que vive la sociedad y dentro de ella la Iglesia. Es una exigencia del Evangelio cuando Jesús nos dice “velad”, “estad atentos”, “estad despiertos”. Cada día pasan muchas cosas y hay que responder con serenidad, con paz interior, con profundidad de espíritu. Para ello es necesario el estudio de la realidad, la lectura creyente de la Palabra de Dios y la oración como asunción y respuesta que se deduce de esta escucha, y la capacidad y voluntad de compromiso de encarnación en esta realidad con la que uno se ha identificado y haya tomado partido. Esta forma de hacer la he descubierto en muchas personas que me han hecho y me están haciendo mucho bien. Son mis santos de la casa de al lado, gente muy cercana, aunque su presencia esté lejana físicamente.

Entre los muchos y en una etapa muy concreta de mi vida, he conocido y tratado a D. Teodoro Úbeda por la relación con nuestro obispo de Menorca D. Miguel Moncadas, excelente acompañante en nuestros años de teología y primeros de sacerdocio. Participé con D. Teodoro en reuniones de trabajo los años que fui vicario general de mi diócesis de Menorca, cuando las tres islas funcionábamos casi como provincia eclesiástica por el trabajo pastoral que compartíamos, incluso publicando Cartas pastorales conjuntas  que eran expresión de un trabajo conjunto muy fecundo y que respondían a situaciones reales que vivía nuestro pueblo y a las que teníamos que responder pastoralmente: Ecología y Turismo (1991) Constructores de solidaridad (1994) La familia, transmisora y educadora de la fe (2000). A la vez, es cuando nosotros en Menorca organizamos la Asamblea Diocesana (1996-1998) y en Mallorca el Sínodo Diocesano (1998-1999). Además, con D. Teodoro siempre tuve una relación muy cordial, lo cual hacía que habláramos con frecuencia por teléfono y pudiera contar a cualquier hora con su sabio consejo. También a lo largo de los años 90 nos encontrábamos en Madrid en los encuentros de Vicarios generales y de pastoral organizados por la Comisión de Pastoral de la que D. Teodoro era presidente y D. Joan Bestard, director del Secretariado de dicha Comisión. Siempre le agradecí lo mucho que nos ayudó y sobre todo su testimonio como pastor de esta Iglesia de Mallorca, a la que sirvió durante más de treinta años.

Y, ¡qué decir del Papa Francisco! Ha sido y sigue siendo un don de Dios contar con este Papa totalmente preparado y entregado para los tiempos no fáciles que vivimos, pero a la vez tiempos fascinantes por la novedad que estamos descubriendo cada día cuando pone a nuestro alcance tanta respuesta. Muchos no imaginaban la fuerza con que este hombre afrontaría a su edad una misión tan delicada como la de liderar la Iglesia a cincuenta años del Concilio Vaticano II y con tantos asuntos pendientes desde aquel empuje inicial del Espíritu. Toma las riendas de la Iglesia desde unas premisas que tienen el común denominador de los pobres. Esta es su definición y su puesta en escena que irá concretando con su atención preferente hacia las periferias humanas y existenciales hacia las que acude y con las que se encuentra. Todos recordamos aquel inesperado viaje a Lampedussa, convertido en un símbolo que sigue teniendo sus repetidos efectos. Ya se lo dijo su amigo el cardenal Humes en el instante de ser elegido Papa “no te olvides de los pobres”, discreta insinuación que le lleva a escoger el nombre de Francisco y que se convertirá en un clamor profético dirigido a un mundo que tiene muchas cuentas pendientes, muchas inercias a deshacer y muchos problemas enquistados a resolver, dentro y fuera de la Iglesia. Su persona, su mensaje y sus gestos me han entusiasmado desde el principio de su pontificado, sobre todo me ha cautivado su sencillez, su coherencia personal, su capacidad de decisión, su ternura, su sensibilidad social y su preferencia por los más pobres y descartados de la sociedad y optando por una Iglesia en salida que llama con urgencia al cuidado de la creación y a la fraternidad, siempre desde el gozo de Evangelio, fruto del encuentro con Cristo. Siempre me he referido a él y a su “otra” encíclica, es decir, la que está escribiendo cada día con su palabra, su predicación y sus constantes intuiciones que provocan signos que llaman a la conversión evangélica y al seguimiento entusiasmado de Jesús. Además de agradecérselo personalmente en distintas ocasiones, es al Señor a quien le agradezco que nos lo haya dado y que a nosotros nos mantenga así, despiertos, atentos, con la mirada hacia el cielo y los pies bien puestos en la tierra, con el corazón abierto allí donde está nuestro trabajo.

 

  1. Menorca, Cataluña, Mallorca, tres lugares vinculados estrechamente a su itinerario personal. ¿Qué representan cada una de ellas para usted?

 

Los tres lugares representan mucho para mí, y más cuando percibes lo que han sido para el proceso de mi vocación humana y sacerdotal en unos momentos decisivos de mi caminar por la vida. Los lugares en sí mismo considerados, mantienen mucha relación y veo en ellos el hábitat donde uno ha nacido y ha crecido, ofreciendo cada lugar lo que le es propio, sus gentes, sus costumbres, sus estilos de vida y carácter propio. Siempre he querido aprender y de hecho he aprendido mucho de todos, especialmente de la gente sencilla, la cual, con su sabiduría, ha sido para mí de trato muy fácil y acogedor. Ello ha hecho posible nuestra mutua amistad, que no ha dejado de poner raíces. Los tiempos transcurridos en cada uno de los tres lugares han sido uy desiguales, pero la intensidad de vivencia muy parecidos, ya que en cada sitio he intentado vivir a fondo la experiencia que le es propia. La etapa más larga, la de Menorca, 57 años, entre los de educación infantil, Seminario y los 33 de ministerio sacerdotal, contando los tres años de estudio de Teología fuera de isla. Hay una etapa intermedia de un poco más de 4 años en Madrid en la Conferencia Episcopal. La etapa de Barcelona como obispo auxiliar durante 8 años y representa un momento vocacional muy específico por lo que significa el ejercicio del episcopado vivido en comunión y misión al servicio de una diócesis de casi tres millones de habitantes. Y la etapa actual que comprende 4 años en la diócesis de Mallorca, 1 año como administrador apostólico y 3 como obispo residencial.

He intentado vivir todo este proceso con mucha continuidad entre una y otra etapa, como si una me introdujera a la otra, ya que no he tenido nunca la impresión de ningún tipo de ruptura, lo que me hace pensar que en la vida todo es importante, ocupes uno u otro lugar. Aunque vayas sumando responsabilidad, cada etapa en la vida tiene su matiz propio y decisivo, y hay que vivirlo con la intensidad y la calidad de cada momento, que puede ser siempre nuevo. Eso sí, no pensando sólo en uno mismo, sino en los demás, como lo expresa el Papa Francisco cuando dice que cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva». Es la expresión de una Iglesia en salida, que sale al encuentro de los hombres y mujeres de hoy y goza por encarnar el Evangelio en toda circunstancia que se le presenta y sacando miel de toda flor.

En la medida en que nos vamos conociendo y tratando, la etapa actual de Mallorca va siendo de cada vez más intensa y significativa, a la vez que gratificante, ya que tiene todas las posibilidades y las dimensiones humanas para una vivencia cristiana generadora de ilusión y sentido. Siempre lo ha tenido, pero últimamente con más fuerza y precisión debido al condicionamiento de la pandemia del COVID-19, que nos está orientando a ir a lo esencial en todos los aspectos de la vida personal, espiritual, sanitaria, familiar, parroquial, escolar, profesional, política, económica, ecológica, y tantas otras realidades nuevas que, profundizando en la propia vida interior y en la necesidad de una espiritualidad de comunión, nos abran nuevos senderos de vida fraterna y convivencia en paz. El encuentro con Cristo y la experiencia de fraternidad en la comunidad eclesial, la práctica de los derechos humanos y sus respectivos deberes, junto con la del gozo de vivir Evangelio son, sin duda alguna, el fundamento y la proyección de toda una vida, la propia y la que se irradia y esparce a través del testimonio explícito o implícito, como tan bien lo describe San Pablo VI en aquella siempre actual exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi sobre la evangelización en el mundo contemporáneo. No puedo dejar de recordar aquellos dos fragmentos sobre la evangelización de las culturas, al decir que “la ruptura entre Evangelio y cultura es, sin lugar a duda, el drama de nuestra época, como lo fue también en otras épocas”. Del mismo modo, aquella otra afirmación que toca la fibra más fina de nuestro compromiso cristiano cuando afirma que “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio”.

El Papa Francisco nos señala el camino cuando dice que cada cristiano y cada comunidad tendrá que discernir cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. Pensando en los lugares y las etapas que uno ha vivido a largo de la vida, se percibe con claridad el llamado de Jesús que dice “id” (no dice “esperad a que vengan”) y con ello nos lanza hacia los nuevos escenarios donde hacer presente la misión evangelizadora de la Iglesia y, así, poder responder a los nuevos retos a los que sólo con una actitud de “salida misionera” hacer frente. Lo cierto es que nos da una gran paz el hecho de que junto al “id” está asegurada la compañía del “no tengáis miedo”, del “yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo”, del “no os preocupéis, que el Espíritu Santo hablará por vosotros”. La confianza siempre por delante.

A la vez que agradezco de todo corazón a la Asociación Proyecto Nacional de Cultura Granada Costa este Premio Humanidades en la modalidad de Derechos Humanos, y que quiero compartir con quienes estamos implicados en la misma misión de trabajar por una cultura del encuentro, por una sociedad más fraterna y una Iglesia samaritana, os deseo a todos y a todas con quienes nos comunicamos a través de estas letras, unas fiestas vividas en lo esencial cristiano y un mejor año nuevo lleno de salud, trabajo y de convivencia en paz. ¡Que Dios os bendiga!

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