Portada » **LOS SUCESOS DE CASAS VIEJAS** (Primera parte)

**LOS SUCESOS DE CASAS VIEJAS** (Primera parte)

1000034346

Los sucesos de Casas Viejas, también denominados masacre de Casas Viejas, consistieron en un intento de levantamiento campesino contra el Cuartel de la Guardia Civil, que tuvieron lugar entre el 10 y el 12 de enero de 1933 en la pequeña localidad de Casas Viejas, en la provincia de Cádiz, y constituyen uno de los hechos más trágicos de la Segunda República Española.

Abrió una enorme crisis política en el primer bienio de la República y fue el inicio de la perdida de apoyos políticos y sociales, que conduciría meses después, a la caída del gobierno republicano-socialista de Manuel Azaña y al triunfo de las derechas en las elecciones de noviembre de 1933.

Si se contabilizan los heridos, fallecidos posteriormente; resultaron muertos veintiocho campesinos, dos Guardias Civiles y uno de Asalto. Según el historiador Ricardo Robledo, “hay muchas facetas en la tragedia de Casas Viejas”, pero, “aquellos sucesos significaron también, la cristalización del desencuentro, entre el campesinado más pobre y los ideales de la República con su promesa de reforma agraria y de mejora de las condiciones de trabajo”.

Desde el siglo XIX, las inquietudes sindicales europeas y sus ideales, empezaron a propagarse entre los obreros, avanzando por las costas de Cádiz y Málaga, hacia el interior del Valle del Guadalquivir.

A mediados del siglo XIX, se produjeron en Andalucía diferentes revueltas en los pueblos andaluces de Arahal, Utrera (ambos en 1857), Loja (1861), Montilla (1873), y Jerez de la Frontera (1892), con tintes antidinásticos, demócratas o republicanos. Estas derivaron a las consecuencias que causaron la reforma agraria liberal, que se llevaba a cabo desde la década de los treinta, y en el sur de España eran especialmente duras; con arrendamientos a corto plazo y masas de jornaleros sin acceso a las tierras…Unos 450.000 en 1860.

Además, el sector minero al que se dedica el jornalero, junto a engrosar las filas del peonaje, en las ciudades cuando no hay labores agrarias; bajo el dominio británico en Riotinto y francés en Peñarroya, tuvieron una gran conflictividad.

En Riotinto, llegó a haber unos 100 muertos durante los conflictos en 1888, y en Peñarroya en 1920, una huelga seguida por unas 14.000 personas. La situación comenzó a tensarse a partir de la década de los setenta, cuando se creó la Federación Regional Española de la AIT, y las luchas agrarias en Andalucía mostraron una tendencia libertaria hasta el trienio bolchevique, cuando Francisco García Espín, alcalde de El Carpio y patrono agrícola, y Francisco Ayllón Herruzo, acuñaron el termino “Odio Africano”, para resumir el antagonismo clasista entre los ricos latifundistas, y los jornaleros andaluces (unos 700.000), al informar sobre la situación de la España meridional, a la comisión formada por Luís de Marichalar y Monreal, Vizconde de Eza, dedicada a estudiar el problema agrario andaluz.

En torno a los años 1913-14, tiene lugar un cambio cualitativo importante, en el comportamiento del campesinado. Se consolidó la estrategia de la huelga general en varias provincias, y concluyó la síntesis entre anarco colectivismo y anarco comunismo en Andalucía, que en aquel momento no se afilió a la recién fundada CNT (la recién creada Federación Nacional de Obreros Agricultores de España), que tuvo un gran arraigo en la Sierra Gaditana y en las Campiñas de la propia Cádiz, Sevilla y Córdoba no ingresaron en la CNT hasta 1919.

El movimiento huelguístico general de 1917, afectó en Andalucía a los sectores mineros y a los ferroviarios en un principio, mientras que el mundo agrario seguía su propio ritmo.

Fue entre 1818 y 1919, cuando este se vio afectado, especialmente Córdoba donde los campos van quedando desiertos, “tiemblan como un terremoto, los pueblos de la sierra y de la campiña, parecen renovar tiempos trágicos”, y “una hermandad de rebeldía se propaga por los cortijos y las chozas como un incendio”, y “jornaleros, gañanes, yegüeros y pastores, se unen como un solo hombre para la protesta; grupos violentos, enarbolando azadas y amocafres, amenazan con bieldos y hoces.

En la provincia de Cádiz, destacan las huelgas en Jerez, Sanlúcar de Barrameda y Arcos de la Frontera.

Entre 1914 y 1920, se llevaron a cabo unas 74 huelgas agrarias en Cádiz, acompañadas, según Juan Díaz del Moral, con un entusiasmo irracional y extraordinario, producto de una “raza imaginativa e inculta, con una doctrina de tipo religioso y utópico.

El 15 de abril de 1931, el gobierno provisional de la Segunda República, declarando como mayor premisa la propiedad privada, prometió llevar a cabo una reforma agraria que debía responder a la “función social de la tierra”, para salvar a la masa campesina española, que según el propio gobierno, había tenido que vivir en el más absoluto abandono hasta la época.

Insurrección anarquista de enero de 1933…

En un pleno de regionales de la CNT, celebrado el 1 de diciembre de 1932 en Madrid, el sindicato de ferroviarios, solicitó el apoyo para declarar una huelga general, en la que se reclamarían aumentos salariales. Al final, los ferroviarios se echaron atrás porque más de la mitad de sus secciones sindicales, pensaban que la huelga resultaría un fracaso, pero, el Comité de Defensa Regional de Cataluña, retomó la idea a propuesta de Juan García Oliver, dispuesto a poner en practica la “gimnasia revolucionaria”, que consistiría en una “acción insurreccional” que impidiera la consolidación de la “República Burguesa”, la fecha elegida fue el 8 de enero de 1933.

La insurrección no tuvo un seguimiento muy amplio, el Ejercito y la Guardia Civil, tomaron posesiones estratégicas en los lugares donde se preveían desórdenes, y los dirigentes sindicales fueron detenidos.

En algunas barriadas de Barcelona, hubo choques entre anarquistas y fuerzas de Orden Público, hubo huelgas, incidentes con explosivos y proclamaciones del comunismo libertario en algunas poblaciones de Andalucía como, La Rinconada, en Aragón, Robres y Belver de Cinca, y la región de Valencia; Bugarra, Ribarroja de Turia, Bétera, Jeresa, (en la que murieron 4 personas), Benaguacil, Utiel y Pedralba. En esta última localidad, murieron un Guardia Civil y un Guardia de Asalto, durante la insurrección en la que fue asaltado el Cuartel de la Guardia Civil; cuando la Guardia Civil restableció el orden, el resultado de la insurrección fue también la muerte de diez paisanos.

El Comité Nacional de CNT, que no había convocado la huelga, declaró el 10 de enero, que la insurrección había sido “de pura significancia anarquista, sin que para nada, haya intervenido en ellos el organismo federal”, aunque no la condenaban, como tampoco lo hacia el Órgano Confederal Solidaridad Obrera, para cumplir “con un deber de solidaridad y de conciencia”, pero no era esa su revolución, que se hará con “garantías” a la luz del día.

El diario oficial de la CNT en Madrid, que el día 9 de enero había escrito en su editorial; “esas no es nuestra revolución”, dos días después afirmaba, “ ni vencidos ni humillados”, y responsabilizaba de la insurrección, a la política represiva sectaria de los socialistas que detentan el poder, y usan de el contra los intereses de los trabajadores.

Las revueltas existen y aumentarán por razones de injusticias bien patentes, por eso, vencida una insurrección, surge otra; resuelta una huelga otra se produce, apaciguado un motín estalla otro mayor. Mucho tiempo después, en el “Eco de los Pasos (1978), Juan García Oliver valoró la insurrección anarquista de enero de 1933, de la que se consideraba máximo instigador; como “una de las batallas más serias entre los libertarios y el Estado Español, que determinó que los partidos republicanos y el partido socialista, perdieran su influencia sobre la mayoría de los españoles.

Una de las provincias, donde se produjeron disturbios protagonizados por comités anarquistas locales, fue la de Cádiz. El 10 de enero de 1933, el gobierno decidió enviar allí a una compañía de Guardias de Asalto, al mando del Capitán Manuel Rojas Feijespan, cuando el día once llegaron a Jerez de la Frontera, fueron informados de que la línea telefónica había sido cortada en Casas Viejas, una población de unos 2000 habitantes, cercana a Medina Sidonia, y que actualmente, es parte de Benalup- Casas Viejas.

En la madrugada del 11 de enero, un grupo de campesino afiliados a la CNT, habían iniciado una insurrección en Casas Viejas, proclamando el comunismo libertario. Por la mañana, rodearon armados con escopetas y algunas pistolas, el Cuartel de la Guardia Civil, donde se encontraban tres guardias y un sargento.

Se produjo un intercambio de disparos, y el sargento y un guardia resultaron gravemente heridos (el primero moriría al día siguiente, el segundo dos días después). A las dos de la tarde del día 11 de enero, un grupo de doce guardias civiles al mando del sargento Anarte, llegaron a Casas Viejas, liberaron a los compañeros que quedaban en el cuartel y ocuparon el pueblo.

Temiendo las represalias, muchos vecinos huyeron y otros se encerraron en sus casas; tres horas después, llegó un nuevo grupo de fuerzas de orden público, al mando del teniente Gregorio Fernández Artal; compuesto por cuatro Guardias Civiles y doce Guardias de Asalto. Inmediatamente, comenzaron a detener a los presuntos responsables del ataque al Cuartel de la Guardia Civil, dos de los cuales, después de ser golpeados, acusaron a dos hijos y al yerno de Francisco Cruz Gutiérrez, apodado “Seis dedos”, un carbonero de setenta y dos años, que acudía de vez en cuando a la sede del sindicato de la CNT, y que se habían refugiado en su casa; una choza de barro y piedra.

Al intentar forzar la puerta de la casa de “Seis dedos”, los de dentro, empezaron a disparar y un Guardia de Asalto cayó muerto en la entrada, con algunas versiones se dijo, que el guardia fue retenido como rehén y murió después, y que otro resultó herido. A las diez de la noche, empezó el asalto a la choza sin éxito, pasada la medianoche, llegó a Casas Viejas, una unidad compuesta de cuarenta ( o noventa según otras fuentes) Guardias de Asalto, al mando del Capitán Rojas, que había recibido la orden del Director General de Seguridad en Madrid, Arturo Menéndez, para que se trasladara desde Jerez y acabara con la insurrección, abriendo fuego “sin piedad”, contra todos los que dispararan contra las tropas. El Capitán Rojas, dio orden de disparar con rifles y ametralladoras hacia la choza, y después ordenó que la incendiaran, dos de sus ocupantes; un hombre y una mujer, fueron acribillados cuando salieron huyendo del fuego. Seis personas quedaron calcinadas dentro de la choza, probablemente, ya habían muerto acribilladas cuando se inició el incendio.

Entre ellos, “Seisdedos”, dos de sus hijos, su yerno, y su nuera, la única superviviente fue la nieta de Seisdedos, María Silva Cruz, conocida como la “libertaria”, que logró salvar la vida al salir con un niño en brazos.

Hacia las cuatro de la madrugada del día 12, Rojas y sus hombres, se retiraron a la fonda donde habían instalado el cuartel general, allí, fue tomando cuerpo la idea de realizar un escarmiento; el Capitán Rojas, envió un telegrama al director de seguridad con el siguiente texto: “Dos muertos, el resto de revolucionarios atrapados en las llamas”.

Rojas ordenó a tres patrullas, que detuvieran a los militantes más destacados, dándoles instrucciones para que dispararan ante cualquier mínima resistencia, mataron al anciano Antonio Barberán Castellar, de setenta y cuatro años, cuando este volvió a cerrar su puerta tras la llamada de los guardias, y gritó; ¡¡No disparéis, yo no soy anarquista!!.

Detuvieron a doce personas y las condujeron esposadas a la choza calcinada de “Seisdedos”, les mostraron el cadáver del guardia de asalto muerto, y a continuación, el Capitán Rojas y los guardias los asesinaron a sangre fría.

En la declaración del Capitán Rojas, a la comisión parlamentaria de investigación de los hechos dijo: “Cuando la situación era muy grave, yo estaba completamente nervioso, y las ordenes que tenía eran muy severas, advertí, que uno de los prisioneros, miró al guardia que estaba en la puerta y le dijo a otro una cosa, y me miró de una forma…qué”, en total no me pude contener de la insolencia, le disparé e inmediatamente dispararon todos, y cayeron los que estaban allí mirando al guardia que estaba quemado, y luego hicimos lo mismo, con los otros que no habían bajado a ver al guardia muerto, que me parece que eran otros dos. “Así cumplía lo que me habían mandado, y defendía a España de la anarquía que se estaba levantando en todos lados de la república.

Poco después abandonaron el pueblo, la masacre había concluido; diecinueve hombres, dos mujeres y un niño murieron. Tres guardias corrieron la misma suerte, la verdad de los hechos tardó en conocerse, porque las primeras

versiones situaban a todos los campesinos muertos, en el asalto a la choza de “Seisdedos”, pero, “la Segunda República ya tenía su tragedia”, afirma el historiador Julián Casanova; “De otras actuaciones de las tropas, según las últimas investigaciones y aclaraciones de lo sucedido; resultaron muertas dos personas más: Rafael Mateos Vela, por bala, y Joaquina Fernández, que recibió una brutal paliza, de la que derivó su muerte.

En total, veintiséis personas muertas o veinte ocho, si se consideran otras dos aquejadas de infarto, a consecuencia de la tragedia que vivieron esos días, Vicenta Pérez Monroy, madre de los pavones, que si habían participado; fueron encarcelados y a los pocos días, su madre murió de infarto. El otro era Manuel Cruz Montiano, abuelo de algunos fusilados, también de infarto. Un testigo presencial, guardia de asalto, escribió jornadas después de los asesinatos qué; “Allí estuvimos hasta el final de la toma, que fue a las cuatro y cinco de la madrugada, que se sintieron los últimos tiros”.

Gonzalo Lozano

Deja un comentario