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El Romance en la Literatura

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El amor, ya se sabe, es un campo de batalla. No siempre es hermoso, no siempre es limpio, y casi nunca es justo. Las novelas nos han vendido durante siglos la idea de pasiones eternas, de amores destinados a triunfar contra viento y marea, de príncipes que encuentran a su princesa y de finales donde todo encaja. Pero la literatura de verdad, la que merece la pena, no se entretiene con cuentos de hadas. Habla de la vida tal como es: sucia, contradictoria, llena de matices. Porque el amor real es imperfecto, y ahí radica su grandeza.

Ahí está Madame Bovary, con su protagonista atrapada entre la rutina y las promesas que nunca se cumplen. Emma soñaba con el amor de los libros, con pasiones arrebatadas y finales gloriosos. Lo que encontró fue la decepción, la monotonía, la búsqueda desesperada de algo que jamás llegó a alcanzar. Su historia no es bonita, ni siquiera justa, pero es real. Y por eso duele.

O pensemos en Los puentes de Madison. No hay magia en esa historia, ni promesas que se cumplen. Solo dos personas que se encuentran en el momento equivocado y que, aun así, saben que lo que sienten es lo más verdadero que han vivido. No hay castillos, no hay rescates heroicos. Hay deseo, dolor, sacrificio. Y un final que se siente más auténtico que cualquier “felices para siempre”.

La literatura nos recuerda que el amor, cuando es de verdad, no siempre es un camino recto. Puede ser cruel, puede hacer daño, puede dejarnos cicatrices que nunca terminan de cerrarse. Pero también nos transforma, nos obliga a enfrentarnos a nosotros mismos, a descubrir de lo que realmente somos capaces.

Y es que, como dijo Quevedo, «el amor es fe y no ciencia». No hay fórmulas, no hay garantías. Solo personas intentando entenderse, perdiéndose y encontrándose en el camino. Por eso, en este febrero que insiste en vendernos un amor de escaparate, conviene recordar que las historias más memorables no son las perfectas. Son las que duelen, las que dejan huella. Porque, al final, amar no es encontrar la perfección. Es aprender a vivir con la certeza de que lo importante nunca es fácil.

José Manuel Gómez

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