EL EBRO, LA BATALLA MÁS LARGA DE LA GUERRA (3ª Parte)

El Caudillo proclamaba un éxito que, en realidad, no se había producido, absteniéndose de comentar, por ejemplo, que las unidades rebeldes, como consecuencia de los insensatos y reiterados ataques directos a unas posiciones bien atrincheradas y magníficamente establecidas, habían sufrido un tremendo desgaste y habían atravesado una difícil situación que hubo de ser remediada por las potencias fascistas, redoblando espectacularmente su ayuda, mientras el bando republicano se veía abandonado.

No fue Franco, ciertamente, el que triunfó en la Batalla del Ebro; es claro que no hizo méritos para ello.

Frente a la elegancia y brillantez demostradas por Rojo con su maniobra, respondió haciendo gala de los siguientes rasgos que Norman Dixon atribuye a los militares incompetentes; ignorancia del principio de la economía de medios; alergia a toda innovación táctica (radical conservadurismo); tendencia a infravalorar al enemigo (rechazando a menudo las informaciones indigestas) y a replicarle abandonando la propia línea de acción; fe en la fuerza bruta, adicción a los ataques frontales, nula disposición al empleo de la sorpresa.

La ofensiva que comienza la madrugada del 25 de julio de 1938 cuando las tropas republicanas cruzan el rio Ebro cerca de su desembocadura, va a significar el inicio de la batalla más importante de la Guerra Civil.

Sin embargo, para comprender por qué la cúpula militar de la República decide llevar a cabo esta maniobra, hay que observar los antecedentes que en las semanas previas tienen lugar en los frentes de Aragón, Extremadura y muy especialmente en Levante. Con Valencia asediada, la mente del General Vicente Rojo diseña el ataque por el sur de Cataluña, con la intención de atraer a las tropas de Franco hacia el Ebro para así disminuir el acoso al que las fuerzas republicanas se están viendo sometidas. Durante la primavera de 1938, tras recuperar Teruel en febrero, las tropas de Franco han avanzado con rapidez, haciendo retroceder a un Ejercito Republicano que, muy diezmado y desmoralizado, huye casi en desbandada.

Consiguen avanzar en un inicio por Aragón, al sur del Ebro y tras atravesar el río por Quinto de Ebro, llegar hasta las primeras poblaciones catalanas y conquistar Lérida a principios de abril con las tropas del Cuerpo de Ejército Marroquí del General Yagüe.

Paralelamente, siguen su avance por el sur, cruzando los difíciles terrenos de la región del Maestrazgo hasta llegar el 15 de abril al mediterráneo pueblo de Vinaroz.

De esta forma, el territorio de la república queda dividido en dos zonas, con Cataluña aislada del resto.

A la república sólo le queda una salida por el mar, aunque momentáneamente cuenta con el balón de oxígeno que supone la apertura de la frontera con Francia decretada por el Gobierno del Frente Popular de León Blum en marzo.

La ofensiva que tiene lugar por la orilla sur del Ebro catalán, que durante toda la contienda había estado bajo dominio de la República, es desarrollada por tropas italianas principalmente.

De esta forma, sin resistencia apenas, el Corpo Truppe Volontarie, al mando del General Berti, entrará en Gandesa el 3 de abril, quedando toda aquella región, la margen derecha del Ebro en Tarragona, a partir de ese momento defendida por unidades de reserva nacionales. La rapidez de estas acciones y la facilidad con la que sus tropas avanzan kilómetros en territorio enemigo, llevan al Ministro de interior de Franco, Serrano Suñer, a anunciar a la prensa internacional que el fin de la contienda está muy próximo, ya que el camino hacia Barcelona parece expedito.

Pero en esos momentos, el Generalísimo toma una de sus decisiones más controvertidas a nivel militar en el transcurso de toda la Guerra Civil. Con sus tropas a la orilla del rio Segre, las fuerzas republicanas al sur de los pirineos retrocediendo incluso a través de la frontera gala ante las embestidas de los nacionales, y con el ejército rival desorientado, Franco decide olvidarse de continuar hacia Barcelona, sede del gobierno de Negrín, y dirige toda la fuerza de sus hombres hacia Valencia.

De esta forma, al dar continuidad hacia el sur a las tropas que habían llegado al Mediterráneo, comienza la batalla de Levante, en una decisión cuestionada incluso por algunos de sus más próximos colaboradores.

Para la mayoría, la decisión resulta incomprensible y casi absurda. El número de fuerzas de la República en Cataluña es menor, mientras que en Levante puede contar con todo el apoyo de las tropas de refuerzo del Ejército del centro, y además, su aviación tiene mejor situación estratégica, todo lo opuesto a lo que sucede en tierras catalanas.

Franco justificó siempre su decisión, argumentando que Francia no iba a permitir en aquellos días, por el clima de crispación que se vivía en toda Europa ante el auge del fascismo, la presencia a lo largo de cientos de kilómetros de su frontera sur de miles de soldados alemanes e italianos.

Francia consideraría intolerable esa presencia de un ejército fascista equipado con el más moderno armamento de la época en su frontera pirenaica. Si se produjese la guerra europea, algo que parecía inevitable, Francia podría verse rodeada por completo.

Por ello puede verse la decisión de olvidarse de conquistar Cataluña como una maniobra meramente política y no militar.

En documentación diplomática, aparecida posteriormente, de los servicios secretos británicos y franceses, se observa que ambos países estaban dispuestos a tomar medidas en caso de intuir que las tropas de Hitler y Mussolini en España se acercaban en exceso a la frontera. Ante todo, Franco quería alejar la Guerra Civil Española del gran conflicto que se cernía sobre Europa.

Y prefería alargar todo el tiempo necesario la contienda antes que permitir que se internacionalizase, que era exactamente lo que el Gobierno republicano deseaba.

En los planes de Franco, nunca se ocultó que su victoria debía ser aplastante, aunque supusiera alargar de manera indefinida la Guerra Civil. Para el futuro del nuevo régimen era necesario acabar en la medida de lo posible con cualquier foco de futura resistencia, había que exterminar hasta el último rescoldo marxista de España, aunque ello hubiera de lograrse con el sacrificio de muchos de sus propios hombres.

Gonzalo Lozano Curado

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