DE UN TIEMPO Y UN PAÍS QUE AÚN ES UN POCO NUESTRO

El tiempo actual no favorece que miremos el futuro con excesivo optimismo, tanto a nivel político, social, económico, lúdico, o incluso farmacológico.

      Cuando las circunstancias externas están alteradas, y en estos momentos bastante  removidas, nos queda el trabajo más complejo: el de la introspección, dirigir la mirada hacia dentro de nosotros y observar, para después reflexionar sobre lo que hayamos percibido. Una mirada introspectiva dirigida a lo más hondo de nosotros  mismos, donde se halla el rescoldo de lo que hemos recibido, la admiración por las personas que han sabido colaborar con la sociedad y reconstruido este país. Es el lugar donde quedan grabadas las sensaciones, los sentimientos, diferentes tipos de afectos y el recuerdo de las personas que se han cruzado en nuestro camino.

          Mirar dentro de nosotros equivale también a observar el tiempo que une todo lo que hemos vivido y se concentra en el aquí y ahora con el bagaje de los afectos y sentimientos acumulados. Procedemos de un pasado y vamos hacia un futuro, aunque estemos ante un presente que hemos de saber vivir en tiempo real.

     De hecho, aprendemos de la família, del ambiente en el que nos hemos desarrollado, de las personas de nuestro entorno con las que hemos ido creciendo, de las que hemos aprendido y compartido en tantos ámbitos y a lo largo de años, diferentes momentos y experiencias. Por tanto, la vinculación con el otro nos habrá marcado desde las primeras etapas hasta el momento actual.

      Desde el nacimiento, la madre actúa como un espejo capaz de captar, reflejar e interpretar el comportamiento del bebé conteniendo sus miedos, angustias y, más adelante, poniendo nombre a las actividades y sentimientos que su hijo desconoce. Del vínculo inicial dependen los siguientes y, según sea el afecto recibido, podrá favorecer la capacidad de interactuar con los demás. No obstante, y con ayuda, también se puede aprender si inicialmente se hubiera visto interferida la buena interacción entre madre e hijo.

       Los que nacimos unos años después de la guerra civil -más bien incivil- pudimos  comprobar, con el tiempo, la contribución de las personas al desarrollo de una estabilidad social, que favorecería la evolución de la fràgil y deteriorada economia familiar. Se trabajaba de sol a sol para poder salir de la crítica situación que había dejado la guerra. Esto hizo que aprendiéramos, desde muy pronto, el valor de las cosas viendo cómo se conseguían los objetivos que padres y abuelos se planteaban, así como la importancia de los medios utilizados para obtener lo que ellos mismos, individual y colectivamente, se habían propuesto desarrollar. Quiero decir con esto que observábamos el esfuerzo y la dedicación que requería mantener un nivel de subsistencia siendo necesaria para conseguirlo toda la colaboración familiar.

      Si lo trasladamos al ámbito de la cultura y la educación, las personas que habían descubierto el valor del saber, o estaban estudiando debido al esfuerzo económico de la familia o gracias al ofrecimiento de becas de estudio, valoraban todo lo que la cultura representaba. No solamente eran testimonios directos de sus compromisos sino que estaban dispuestos a hacer realidad sus sueños de infancia y adolescencia.

      El hecho de beneficiarse de una ayuda económica -generalmente insuficiente- era un estímulo para aquellos estudiantes que de no ser por la beca obtenida, no hubieran podido, o hubiera sido bastante complicado, iniciar aquella aventura de superación personal y de estudio. Una vez descubierto el peso que tenían -y tienen- el conocimiento y la capacidad de pensar, ya no podían abandonar el camino iniciado.

     Volviendo al presente, y desde una pandemia todavía no resuelta, hemos podido  comprobar como la Covid-19 ha puesto en evidencia nuestras fragilidades -miedos, ansiedades, repliegues psíquicos, aislamientos- vulnerabilidades todavía más incrementadas, pero también numerosas capacidades -preocupación por los otros, acciones cooperativas de ayuda- y carencias a nivel hospitalario, económico, familiar, político. Todo se ha alterado y nos interpela.

     A nivel hospitalario, contamos con la experiencia de especialistas de la medicina, enfermería y otros equipos que, si bien conocemos su trabajo eficaz, necesitan más medios para dar cobertura a lo que puedan necesitar ahora y en un futuro.

     En el ámbito de la salut mental, y coincidiendo con la hipótesi de Antoni Talarn, se debería poder dar respuesta a tres retos actuales: la prevención primaria, la desmedicalización y la implantación de una verdadera ética asistencial.

    Respecto a la prevencióm primaria, la OMS nos recuerda que la Salut Mental afecta a lo largo de la vida a una cuarta parte de la población mundial, el alto coste sanitario que representa y que más de la mitad de los casos tienen su inicio en la infancia y juventud repercutiendo en el Índice de Desarrollo Humano (salud, educación, nivel de vida). Este hecho comportaría atender el bienestar físico, material, social y emocional del niño, ocuparse del núcleo familiar y del ambiente, que es donde se reflejan las dificultades de los niños considerados más problemáticos.

     La OMS nos recuerda que la prevención primaria debería poder incidir en los factores de riesgo que son de carácter psico-social, dado que son las condiciones sociales y económicas las que tienen una gran influencia sobre la salud de la población, especialmente la infantil.                                                                           

   Podríamos afirmar que la Salut Mental y los trastornos mentales están siendo excesivamente medicalizados repercutiendo sus efectos en los derechos del paciente. Sería conveniente, por tanto, evitar la carga de psicofármacos y, sobre todo, no tratar las enfermedades mentales como si fueran enfermedades orgánicas, dando prioridad a la escucha del paciente.

    A nivel económico y familiar, sabemos lo importante que es no sólo disponer de lo indispensable para vivir sino poder prevenir futuras necesidades e incrementar las dotaciones económicas de cara a un presente y a un futuro. La destrucción de empleos y puestos de trabajo, provocados en parte por la pandemia, ha llevado a numerosas familias a una situación de incertidumbre que podría precipitar su precariedad económica, obligándolas a reclamar ayuda immediata. Según indican economistas especializados, sería conveniente replantearse la continuidad de las políticas económicas actuales, que no facilitan una distribución equitativa de la riqueza en perjuicio de las familias más vulnerables.

     Referente al comportamiento de determinadas personas respecto al Covid-19, podríamos pensar que su actitud podría ser la consecuencia de negar la realidad como una forma de superar la angustia y el miedo a afrontar lo desconocido utilizando la prepotencia como defensa. Son los que viven fuera de la ola -esta ola circular que prococa el éxtasis de los surfistas cuando entran en ella (Kepa Torrealdai) porque carecen de las sensaciones y los sentimientos que experimentan los que han entrado y saboreado su magia. Sentimientos equivalentes a los experimentados por los especialistas en el ámbito hospitalario que se han visto forzados a entrar dentro del ‘tsunami’ provocado por la pandemia de estos meses. Los que no han entrado dentro de esta ola circular no pueden hacerse cargo, en este caso, del dolor, el esfuerzo y la lucha sufrida por los médicos, profesionales de la enfermería y todos los servicios que lucharon para ayudar a las personas que sucumbieron o estuvieron a punto de perder la vida a causa del virus. Muchos de ellos han sobrevivido gracias a la dedicación constante de los diferentes especialistas de la Salud y al permanente soporte familiar.

    Volviendo al viaje hacia nuestro interior, habríamos de revisar los recursos, prioridades, confianza en nosotros mismos, así como los medios que vamos a utilizar para cambiar (resiliencia) determinadas actitudes, tanto a nivel individual como a nivel social tratando de adaptarnos a las nuevas circunstancias. El conocimiento del mundo interno nos puede llevar a descubrir algunos de los aspectos más inconscientes y desconocidos, conocimiento que nos podría permitir entender lo que realmente sentimos, deseamos o habríamos de cambiar con objeto de mejorar nuestro desarrollo personal y contribuir al crecimiento de una sociedad más igualitaria y justa.

       De ahí la importancia de favorecer la capacidad de pensar dirigiendo la mirada al interior de nosotros mismos para descubrir no sólo necesidades y deseos, sino  utilizar también nuestros recursos para tratar de ir más allá de nuestra individualidad, en una búsqueda conjunta que nos lleve a obtener más y mejores medios en favor de la salud, la educación y los valores sociales y éticos.

                                                                                                                                                                                                                                     María Vives Gomila

Profesora emérita de Psicología.

 

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