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CLARA CAMPOAMOR EN EL EXILIO II PARTE

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Mi admiración hacia Carmen Eulalia Campoamor a lo largo de todos estos años, me ha llevado a realizar un ensayo sobre su persona y a dedicarle este soneto como homenaje:

SONETO

Firme en la lucha, audaz como el día,  

senda de honor que el tiempo no marchita,  

amor de rey, de igualdad infinita,  

faro en penumbra, eterna guía mía.  

No te doblega el peso de la impía  

voz persistente que tú delimitas;  

mujer de verbo audaz, alma bendita,  

justicia tu semblante y tu alegría.  

Por ti la espiga crece en el erial,  

por ti la duda rompe su crisálida,  

por ti la historia escribe un nuevo ideal.  

Clara, tu nombre es haikú y lírica  

del tiempo; no hay olvido ni ceniza  

para quien alza el vuelo en tu justicia.  

Lo cierto es que podemos afirmar que existió una brillante generación de mujeres nacidas a finales del siglo XIX o comienzos del XX que irrumpieron con fuerza en los años de la II República. Entre ellas, María de Maeztu, María Lejárraga, Victoria Kent, Zenobia Camprubí, Concha Méndez, Carmen de Burgos, Emestina de Champurcín, Rosa Chacel, María Teresa León, Maruja Mallo, Federica Montseny, Ana María Martínez Sagi, Clara Campoamor… Todas formaron parte de ese grupo de mujeres modernas que, desde los inicios del siglo XX, lucharon por su independencia económica y por el acceso a todas las profesiones en igual medida y aptitud que el varón. Clara Campoamor debido a su intensa actividad jurídica durante los años treinta con voz profética auguró en su conferencia impartida en la Academia de Jurisprudencia de Madrid el 13 de abril de 1925: El siglo XX será, no lo dudéis, el de la emancipación femenina [ … ] Es imposible imaginar a una mujer de los tiempos modernos que, como principio básico de individualidad, no aspire a la libertad.

Neus Semblancat Miranda en uno de sus innumerables artículos nos habla de una serie de cartas fruto de una fecunda correspondencia con algunas abogadas jóvenes y de izquierdas de la España franquista, como María Telo Núñez y Clara Campoamor. Pertenecen al último periodo de exilio de Campoamor en Suiza, iniciado en 1955, tras cerca de veinte años pasados en Buenos Aires. A estas cartas sumamos una más dirigida a Gregorio Marañón y en nota un fragmento remitido a Consuelo Berges. María Telo y Clara Campoamor se conocieron en 1958 en Bruselas, a raíz del Congreso Internacional organizado en dicha ciudad por la Federación Internationale de Femmes de Carriéres Juridiques, asociación a la que ambas abogadas pertenecían. Al parecer la inteligencia de Campoamor, su carácter extrovertido, sincero y abierto no pasaron desapercibidas para María Telo. A partir de ese encuentro iniciaron su correspondencia. Campoamor tras partir de Madrid a los dos meses escasos de iniciarse la guerra escribe:

“Dejé Madrid a comienzos de septiembre. La anarquía que reinaba en la capital ante la impotencia del gobierno, y la falta absoluta de seguridad personal, incluso para las personas liberales-sobre todo, quizá, para ellas-me impusieron esta medida de prudencia … Si la gran simpatía que se siente siempre por la situación de los que se defienden, puede llegar hasta explicar los errores populares, esta misma simpatía rechaza llegar hasta el sacrificio, oscuro e inútil, de la propia vida. Se sabe también que los autores de los excesos, o los que los han dejado cometer, encuentran siempre cómo disculparse, aunque sólo sea pretendiendo que hay que juzgar a las revoluciones en su conjunto y no en sus detalles, por muy elocuentes que sean. ¡Y yo no quería ser uno de esos detalles sacrificados inútilmente! No quise irme sin llevar conmigo a mi anciana madre de ochenta años de edad y a mi sobrinita, únicas personas que estaban a mi cargo.”

El dolor del exilio dejó una profunda huella en la abogada, la memoria, añoranza de un tiempo vivido. Siempre existió en ella el desesperado deseo de volver que se afloran en la misiva que, fechada en Buenos Aires el 19 de octubre de 1952, dirige a Gregorio Marañón.

Dr. Gregorio Marañón Madrid.

 Mi querido y admirado amigo:

Deseo contestar a su amable y alentadora carta y a la prolongación de la misma que en su referencia me hace mi ahijada. Me ha hecho gran bien su misiva, pero no le oculto que no alcanza a desvanecer mis recelos. Eso que usted, sin duda con buenos elementos de juicio, considera cosa no tan grave, es para mí terrible, cuanto puede serlo un enjuiciamiento que ni legal ni moralmente merezco y que sigo considerando una enormidad, circunstancia gravísima que se suma a los recelos naturales de si podría desenvolver mi persona con la amplitud indispensable a las exigencias de la vida.

Pero la permanencia fuera es para mí dolorosísima. No es que, como me reiteran en su nombre, las cosas las veamos desde fuera peor de lo que son, sino que en realidad desde fuera vemos y medimos con negros, y creo que, con ciertos tonos, los grandes y terribles fracasos de nuestra Patria y, lo que es peor, lo infecundamente trágico de nuestros positivos aciertos. Y ese tema, unido al del desgarramiento personal nos hace la vida amarga y dura, llegando a desear sumimos de nuevo en nuestros perímetros para adormecemos siquiera en nuestro empecinamiento crónico y acaso sin remedio.

Mas la aventura personal es de tal calibre, que de nuevo necesito ir primero en viaje de exploración para decidir allí en vista de las realidades más directamente contrastadas. Por ello tengo resuelto destinar el descanso de estas vacaciones a un nuevo viaje en el que me pondré en seguida en contacto con usted rogándole su amistoso pilotaje para lo que tanto me conmociona. Espero que ello no me cause ninguna desventura que, como la vez anterior me haga retomar desesperada y hasta enferma. He querido contestar a su gentil misiva y hacerle el anuncio que antecede, en la esperanza de entrevistarle hacia diciembre o enero próximos. En tanto le hago presente mi gran agradecimiento y la expresión de mi cordialísima y eterna amistad.

Clara Campoamor español. Buenos Aires: Talleres Gráficos Fanetti.

Otra de las cartas que Clara escribe a su amiga María Nuñez.

Lausanne 6 abril 1959

Sra. Doña María Telo Núñez Abogado

 Hilarión Eslava 24 Madrid.

 Mi querida amiga y colega: He pedido a Antoinette Quinche la copia de la carta que dirige a los miembros de la Asociación de Abogadas para enviársela yo y tener con ello una ocasión de escribirla. Como verá, la más amplia confusión sigue reinando en la organización de la entidad. Recordará cómo en Bruselas no hubo medio de averiguar quién, ni cuándo, ni cómo, había dirigido la famosa invitación a los miembros de países de la cortina de hierro; ahora sucede que la Presidenta, avisada de que la representante de aquí no estaría presente en la fecha y no podría organizar nada, no se comunica la cosa a los miembros y se decide venir aquí en vez de ir, por ejemplo, a Viena, adonde había invitado la organización existente. Por mi parte me contrariaría muchísimo que si usted viniese lo hiciera un poco pensando en encontrarme, lo que no sería posible ya que para dicha época tenemos que ir a Vichy. Portugal, que había invitado en Bruselas, se ha vuelto atrás a última hora, lo que por mi parte preveía, dada la situación que se creó en Bruselas con las cuestiones de la Alemania del Este y que usted recordará. La situación de Portugal hubiera sido la misma que la de España en tales eventos … No sé lo que decidirán, pero en todo caso yo le acompaño la copia de la carta.

Para su conocimiento ya que, como la presidenta se ha guardado para ella la primera, era de temer que hiciera lo mismo con la segunda. Yo sigo aquí dedicada a múltiples tareas y siempre a la espera del «santo advenimiento» que jamás se produce y que jamás se puede ni prever a través de la lectura de diarios madrileños, que parecen de la época de los godos, con la única diferencia de que estos se avinieron a convivir con los árabes y los godos de hoy quieren estar solitos.

 Mis recuerdos muy afectuosos con un gran abrazo de su buena amiga y compañera,

Clara Campoamor.

August Bebel, un destacado dirigente socialdemócrata alemán dijo:

Clara no estuvo nunca condicionada por intereses políticos. Tenía tan claro que sus reivindicaciones eran justas que, como afirmaba en su discurso, llegaría a defenderlas hasta la muerte.

Campoamor durante su etapa en Argentina en la revista Chavela dejó una serie de escritos que hace un recorrido por más de 25 autores del Siglo de Oro, como Góngora, Quevedo o Garcilaso de la Vega; del Renacimiento, como el espiritual Fray Luis de León y el Romanticismo, con Espronceda, Zorrilla o Bécquer a la cabeza. Según Guillermo Martínez en la revista Culturas, esta inagotable colección de escritos, tanto políticos como literarios, son necesarios para que los lectores de la sociedad actual puedan interpretar y comprender qué pasaba entonces y qué pasa ahora. Ya lo dijo Arthur Schopenhauer, autor del libro casi homónimo El amor y otras pasiones: “Las personas vulgares sólo piensan en cómo pasar el tiempo. Una persona inteligente procura aprovecharlo”.

Finalizo este artículo rememorando algunas de las frases que ella misma escribió recogidas en la página de Zenda de las redes sociales, que siguen estando en vigencia de cara a las futuras generaciones:

-«Estoy tan alejada del fascismo como del comunismo, soy liberal».

-«Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad del género humano en política, para que la política sea cosa de dos».

-La libertad se aprende ejerciéndola.

Ana María López Expósito

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