Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)
Ni las farmacéuticas ni el colegiado de psicólogos pueden imaginar el sentimiento amargo y frustrante, la sensación de incorrecta culpabilidad de unos padres al salir de una consulta médica, donde un profesional de la salud mental, les ha dicho que su hijo sufre un trastorno psicológico, y que si no se medica tendrá dificultades en su vida. Les invade una desagradable y angustiante sensación de haber hecho algo mal con lo que más quieren. La idea persistente de ser un mal padre o una mala madre, no les deja descansar a sus mentes agotadas y la impotencia de unos pequeños que acaban siendo etiquetados.
Entonces llegan nombres de trastornos llenos de siglas TDAH, TEPT, TOC, síndrome de Rett, síndrome de Asperger, DISFASIA, AFASIA, DISLALIA, DISFEMIA, ENURESIS. Una simple etiqueta con un extraño nombre al que le agregan la palabra “trastorno o síndrome” termina por entrar en sus vidas para quedarse. Muchos sienten que aunque abstracta, representa una respuesta a sus “porqués”, un alivio a sus sentimientos.
Al parecer según Feaadah, (federación española de asociaciones de ayuda al déficit de atención e hiperactividad) el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) una patología psiquiátrica que padece entre un 2 y un 5% de la población infantil, es el más común pues lo constituye cerca del 50% de su población clínica. Es crónico y comienza a revelarse antes de los 7 años. Se estima que más del 80% de los niños continuarán presentando problemas en la adolescencia, y entre el 30-65%, en la edad adulta.
El que más o el que menos conoce algún caso, de padres que están sufriendo esta situación desbordados por la conducta de sus hijos diagnosticados con TDAH. Son padres que han sentido el dedo acusador de educar mal a su hijo por ser un alborotador, excesivamente impulsivo y falta de atención, sobre todo en el colegio, que es donde más expuestos están a dichas críticas. Antes se les catalogaba de niños malos o mal educados y aunque es cierto que la comprensión de dicho trastorno en nuestros días, ha hecho que la sociedad comprenda mejor a estas familias, aún prevalece mucha intolerancia en nuestra sociedad.
Algunos padres han comentado lo siguiente al preguntarles sobre su experiencia: “no es nada, nada fácil el tener que darle a tu hijo unas pastillas que sabes que tienen un montón de efectos secundarios y conllevan un montón de controles médicos” “es duro ver el tremendo esfuerzo que hace mi hijo para poder sacar adelante el curso, a pesar de profesores que pasan olímpicamente del tema y que no ayudan absolutamente en nada” “Todo el mundo con mi hijo me acusaban de educarlo mal. Con 20 años, cuando mi hijo fue a ver a sus maestras, una le pidió perdón por su poca comprensión, e ignorancia en aquellos años A mí ella me hizo sufrir mucho con sus acusaciones.”
El Doctor Barkley en Octubre del 2011 en Canadá, explico que el TDAH no es un trastorno de atención. Es una ceguera hacia el futuro. No pueden ver con claridad los eventos futuros ni siquiera el mismo tiempo. Eso les lleva a esperar hasta que el futuro sea inminente y entonces es cuando lo afrontan. Barkley lo llama una miopía hacia el tiempo, por lo tanto la persona con este trastorno solamente puede coordinar el futuro inminente, no el futuro lejano. Y los demás no suelen tener paciencia con ellos, porque lo ven como una falta moral. “Podrías haber elegido estar preparado pero no lo hiciste.” Se les etiqueta como una forma de pereza, como personas descuidadas, negligentes, “podrías haber cambiado si hubieras querido. ¿No?”
Barkley, explica que en realidad no debería llamarse déficit de atención sino de intención, puesto que no es un asunto de falta de conocimientos sino de capacidad para llevarlos a cabo. Esto es debido a una afectación neurológica, un mal funcionamiento de una parte del cerebro, la del lóbulo frontal, que regula las emociones ejecutivas, un déficit de serotonina en los circuitos inhibitorios del córtex prefrontal debido a un mal funcionamiento en los centros dopaminérgicos A esta incapacidad también se le llama falta de autocontrol. De modo que no importa lo que sepas, el conocimiento que tengas sobre algo, simplemente este trastorno te impide ejecutarlo. Así que la gente con TDAH sabe qué hacer, pero no pueden hacer lo que saben hacer.
Esto nos lleva al tratamiento. Según Rocío Meca Martínez Maestra de Pedagogía Terapéutica de Fundación CADAH al parecer “los últimos estudios han demostrado que los niños con TDAH en comparación con niños sin el trastorno tienen estructuras cerebrales con menos volumen. Se han evidenciado una mejora de dicho volumen gracias al tratamiento farmacológico, debido a que gracias a la medicación el niño se abre a la información y desarrolla en mayor medida su capacidad.”
Y aquí es donde se ha generado una gran controversia. Existe un sector que afirma no existir tales enfermedades sino que se trata de una invención por parte de las farmacéuticas para vender más anfetaminas y otros derivados. Han encontrado apoyo en el psicólogo Marino Pérez, que en su último libro ‘Volviendo a la normalidad. La invención del TDAH y del trastorno bipolar infantil’ afirma: “La invención de trastornos mentales se extiende a la infancia. Algunos problemas que tienen los adultos con la atención, la actividad y el humor de los niños están siendo capitalizados por la industria farmacéutica como dianas para la comercialización de medicamentos, sobre el supuesto de que son enfermedades cerebrales. Nos referimos, en particular, al TDAH y al trastorno bipolar infantil de reciente lanzamiento. Educar a los niños es mucho más complicado de lo que se piensa y el comportamiento de algunos supone un reto para su educación.
También existe un grupo más moderado que ha sustituido “inventado” por “sobrediagnosticado” abanderado por Allen Frances, psiquiatra que dirigió el DSM-IV, (clasificación categorial que divide los trastornos mentales en diversos tipos basándose en series de criterios con rasgos definitorios.) sostiene que la prevalencia de la hiperactividad es del 2-3%, mucho más baja que la diagnosticada (11% en EEUU), pero aun así reconoce su existencia.
¿Son inventadas tales trastornos mentales? ¿Se sobrediagnostica por falta de protocolos más eficaces o por la malsana y avariciosa intención de las farmacéuticas por vender más productos?
En cualquier caso, esta controversia, como mínimo debería poner en sobre aviso tanto a la sociedad como a las instituciones para que revisasen la forma de diagnosticar, que muy a menudo resultan impersonales y genéricas, donde caben demasiados niños y demasiadas medicinas.
A evitar el etiquetaje que puedan usar en la docencia para catalogar a niños como excusa para no ocuparse de ellos, enviándolos a psicólogos y neurólogos, en vez de educarlos en las aulas.
A concienciar a nuestra sociedad para establecer y reclamar áreas y recursos en nuestros municipios, no solo para la comprensión sino para que nuestros hijos puedan expresarse física y emocionalmente.
Manuel Salcedo Galvez