Nunca pasan Trenes. Relato Premiado en Educación Diabetológica. Manuel Ceballos
Relato premiado con la distincion: Mejor relato en Educación Diabetologica.
Autor Manuel Ceballos Pozo. Médico y Experto Universitario en Educación Diabetológica
NUNCA PASAN TRENES….
Siempre va enlutada, con un aire desvalido y un tanto frágil pese a su obesidad, con ese caminar un tanto vacilante e inseguro, su mirada gastada; podría ser esa mujer que siempre aparece caminando en las fotos de cualquier pueblo de calles encaladas. Cruzamos un buenos días, aquí nos saludamos todos, bueno, casi todos, pura rutina, sin embargo cuando me cruzo con María aún aun hoy es algo especial…
Puedo recordar su angustia, como entro temblorosa en la consulta, el brazo a media altura y la mano semiabierta con el dedo índice algo mas extendido, como pidiendo limosna….
– Buenos días María, pasa y siéntate, ¿cómo estás?
-Mu mal don Manué ¡no voy a durá ni tres días! -respondió con voz ahogada mientras se sentaba sin cambiar el ademán de la mano.
– Venga María, cuéntame…
– Que estoy mu malita, que me duele tó, ¡que los viejos ya no servimos pa’ná…!, con lo que yo he sio, que nunca he ido al medico, y ahora na de ná, jartita de pastillas que estoy..
Así siguió con alguna que otra letanía, entre suspiro y suspiro, mientras yo aprovechaba para hacerle una glucemia con una de esas antiguas tiras que había que secar, así que cuando la introduje en el aparato aproveché para preguntarle:
– ¿Qué tal con tu azúcar María?
– Cualquiera sabe Don Manué, mi asúca está patas arriba, ni pastillas ni ná, seguro que está subía…
Al poco sonó el glucómetro, y efectivamente…
– Tienes 384, María.
– Adiós, Don Manué -dijo mientras se levantaba casi de un salto y abría la puerta de la consulta negando con la cabeza….
– Pero … ¿te vas ya?
– Es que tengo número pa’l médico, no me se vaya a pasar -ni siquiera soltó el pomo de la puerta.
– María, ¿sabrías decirme cómo está tu azúcar?, a ver ¿baja, normal, alta..? – D. Manué, yo no entiendo de asúca… – respondió tras una pausa.
– Pues está alta, vamos, para serte sincero, está bastante alta.
– Si ya lo sabía yo…-soltó tras un suspiro- Bueno, adiós.
– Un momento, un momento… María , siéntate que tenemos que hablar.
– Como usté mande… -resignada, volvió a la silla.
– María, ¿de verdad no te importa tener el azúcar alta?, podría pasarte algo… – ¡Que sea lo que Dios quiera¡
Estaba claro. Por aquel entonces recuerdo que tan sólo de un vistazo le colgaba uno o más diagnósticos de Enfermería de la Nada hasta a los señores visitadores médicos que esperaban en el pasillo. Sin ninguna duda dictaminé “Negación ineficaz de su proceso manifestado por no prestar la importancia debida a sus síntomas o al riesgo personal”. Eso es lo que le estaba pasando a María, suerte que yo era un buen profesional, tenía perfectamente claro qué tenía que hacer y cómo tenía que actuar; primer y único paso:
– Mira María, tienes un problema y es que no le prestas atención a tu azúcar, no te estás cuidando…, para que lo entiendas te voy a poner un ejemplo: imagina que vas de paseo por el campo y te encuentras con una persona sentada en la vía del tren. Te acercas y le preguntas ¿que haces sentado en la vía del tren?, y esa persona te responde !ah¡, no sabía que esto era una vía, es que no entiendo de trenes… Le explicas entonces que si sigue sentado y no se levanta, le puede atropellar un tren, y entonces te contesta “!Que sea lo que Dios quiera!”.
Y justo en ese momento se levantó María y salió en un puro sollozo a toda velocidad de la consulta. Estupefacto, tardé unos instantes en reaccionar hasta que fui a buscarla, pero ya no estaba ni en el pasillo ni en la sala de espera…. así que me volví y cuando pasaba por la puerta de Leopoldo, a través de la puerta entreabierta, atiné a escuchar:
– ¿Qué te pasa ahora María? – preguntaba en tono cálido su médico.
– !Que estoy malísima “Don Lopoldo”¡, fíjese si estoy mala que Don Manué me ha dicho que mejó que me tire a la vía del tren…
Hace ocho años que María sigue mala, “malísima”, pero al menos ya sabe explicar a su vecina que el azúcar tiene que ver con las comidas (“los dulces ni mirarlos”) y con el andar, que tener 140 o 160 es tenerla un poco alta pero que cuando la tiene así no es para echarse las manos a la cabeza, que para eso se toma sus pastillas. Eso si, sigue igual de sola que cuando tenía 60 años, pues sus hijas siguen en Barcelona y su mayor que aún sigue en el pueblo es un solterón juerguista, calavera y descastado que se acuerda de ella únicamente cuando le escasea el paro.
Por mi parte, yo soy mas viejo y por tanto un quizás poco más sabio; sin duda ahora sé escuchar a las personas algo mejor. Si, es verdad que eché muchos kilómetros y bastantes horas en formarme más en diabetes, en pedagogía, etc…, a ver, siempre hay que estar aprendiendo, lo que ocurre es que muchas cosas no suelen estar en los libros. Como decía, ahora soy capaz de ponerme en el lugar de quién acude, procuro estar disponible, en fin, que los diabéticos están mejor atendidos porque aquí los “Batas Blancas” estamos poniendo nuestro granito, y esto me tranquiliza, bueno, esto y además el hecho de que en este pueblo donde vivimos y trabajamos… ¡no existen vías de tren a menos de 40 kilómetros!.
Manuel Ceballos Pozo , Enfermero Educador de Diabetes y Médico de Medicina general y Cirugía
Magnífica exposición, muy clara y estimulante. Muchas felicidades. Un abrazo
Querido Manuel.Me ha encantado tu manera de exçlicar lo que le pasaba a la pobre Maria . Eres un gran medico y mejor persona.Es un alivio saber que existen personas como tu.Un fuerte abrazo
Me ha encantado. Ver la situación desde las dos vertientes me estimula : Persona y Profesional. Un abrazo muy fuerte.
Begoña