Todos a una
María Vives Gomila
Psicóloga clínica, psicoterapeuta
Podríamos hablar de continuismos y de la dificultad para ejercitar el pensamiento crítico porque seguimos con la misma necesidad de salir de un círculo vicioso en el que estamos inmersos y poder constatar que las instituciones civiles, sanitarias y las encargadas de distribuir alimentos y apoyo a los más necesitados, disponen de los medios necesarios para solventar esta situación sanitaria, bloqueada, aún, a tantos niveles.
Estamos viviendo situaciones complejas, viendo cómo algunas personas y grupos circulan alejados de lo que podría ser un trabajo en equipo. No obstante, salir de una situación poco clarificada e investigada y con un virus, no del todo identificado, parece complicado cuando puede repercutir en nuestra salud
-física y mental- en la educación, la economía, la interacción social, y para determinadas personas en los deseos de vivir.
Pasar de una mirada individualista a una perspectiva más amplia y generosa del ‘si yo estoy bien, todo está bien’ al ‘vamos a colaborar para que todos podamos estar bien’ no es tarea fácil. Parafraseando a J. Tolentino Mendonça: «La vida sólo se resuelve individualmente a intervalos, ya que únicament alcanza su sentido en el acto de compartir i de darse».
El hombre es un ser sociable, que necesita para crecer y desarrollarse de las personas de su entorno. Cuanto más fuerte sea este vínculo en la primera infancia, mejor será la respuesta del niño. Si los padres observan, comprenden y tratan de interpretar sus gestos, movimientos balbuceos, primeros pasos y le ayudan a conocer su necesidad y demanda, tendrá una evolución más cuidada y adecuada.
De ahí, la importancia de saber escuchar, desde las primeras etapas al niño, y al adolescente en las siguientes, para que pueda discernir y favorecer gradualmente su autoconocimiento. Si el adolescente, y posteriormente el joven, se conoce podrá plantearse con mayor responsabilidad el procedimiento a seguir para alcanzar los objetivos que desea y poder alejarse de una actitud ambivalente y contradictoria.
Lo mismo puede darse en la elección y relación de pareja, donde el autoconocimiento continúa siendo importante para no hipotecarse de por vida, sin tener que depender o estar sometido a la voluntad de las otras personas por falta de conocimiento y autoestima.
Se trata de saber entender las señales de los niños cuando reclaman ayuda y más adelante las que utilizan adolescentes y jóvenes para que, gradualmente, aprendan a conocerse y puedan convertir sus sensaciones en sentimientos.
Las características de personalidad no pueden separarse de las influencias del medio. En este caso, nos espera una época de cambios y esto genera temor. Es conveniente, incluso necesario para subsistir, saber adaptarse a las nuevas circunstancies y aceptarlas. Me refiero a las implicaciones del Covid-19 y sus consecuencias. Hasta que no aceptemos lo que es nuevo, o diferente de lo conocido hasta ahora, no hay nada que hacer. No desaparecen, sin más, la ansiedad, el malestar, la tristeza o el miedo.
La ansiedad y el miedo no son insalvables si tratamos de conocer sus orígenes y los medios para superarlos. La ansiedad va unida a una actitud de fragilidad, a un sentimiento de impotencia vinculado a una baja autoestima, a veces enmascarada. Puede ir unida a sentimientos depresivos y a depresión.
En esta época de pandemia, el miedo y la angustia pueden aparecer libremente y sin control alguno. La parte negativa del miedo es la que tiende a aislarnos y a separarnos de nuestros deseos, objetivos y de la relación con los demás. De aquí provienen la fragilidad, la tristeza o el desánimo. En cambio, el aspecto protector del miedo nos ayuda a prevenir, incluso a defendernos del peligro.
Un buen punto de referencia consiste en conocer, juntamente con la fragilidad, la influencia y alcance de nuestras posibilidades para que pueda ayudarnos a superar tanto el miedo a lo desconocido (ansiedad, angustia) como el miedo a enfermar, conocimiento que, una vez entendido, nos puede tranquilizar
suavemente.
En momentos de incertidumbre, de fragilidad y otros sentimientos es cuando podemos conocer nuestras capacidades para utilizarlas en beneficio propio y en el de los demás tratando de evitar, así, comportamientos de aislamiento o actitudes contrarias a las que generan responsabilidad (por ejemplo, puede ayudarnos tener proyectos y realizarlos por humildes que sean sus objetivos).
Más allá de nuestras capacidades y expectativas para seguir recorriendo nuestro camino, necesitamos esperar de quienes teóricamente dirigen un país y quieren gobernarlo que efectúen las inversiones más convenientes y necesarias en los medios sanitarios, educativos y de bienestar social para no ahogar el futuro de las personas que conviven en él y que necesitarán de los distintos procedimientos para afrontar el porvenir con esperanza. Pienso especialmente en el desarrollo de los más pequeños, la soledad de las personas mayores y en el esfuerzo que realizan las de mediana edad para sostener al mismo tiempo a sus hijos y padres. También hay otro grupo de persones que viven solas sin ningún tipo de ayuda, sea emocional o famíliar, y no olvidemos las bolsas de pobreza en constante crecimiento.
Salir de la incertidumbre de un presente y contar con criterios definidos constituye en este tiempo de inquietud una necesidad para poder proyectar el futuro con una mirada diferente y confiada.
Es evidente que la autoestima ayuda, como también comprobar que los procedimientos sanitarios y sociales estén bien definidos. Esto puede contribuir, sin duda, a incrementar no solamente la tan zarandeada confianza en nosotros mismos y en el mañana sino, especialmente, para llegar a configurar un futuro mejor que el actual con una cobertura sanitaria, educativa y psico-social adecuada.
Podríamos decir, parafraseando a Lope de Vega en una de sus obras: Vamos! «todos a una».