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ROMPIENDO UNA LANZA EN RECUERDO DE LOS CHIRINGUITOS

Hace años leí un artículo periodístico del Duque de Alba en el que decía: “amar a una ciudad es un dolor imperecedero, precisamente porque su envoltura cambia, como predijo Baudelaire, bastante más a prisa que la de los corazones mortales”.

Almuñecar en muy poco tiempo ha tenido una transformación enorme tanto en su fisionomía urbanística como en su modo de vida, fiel ejemplo del avance  económico, nueva sociedad, intercambios culturales y horizontes más amplios.

En mi caso, el dolor, mejor dicho, mi recuerdo es más acusado porque fui Alcalde y amo a Almuñecar.

La mayoría de las grandes empresas han tenido un origen humilde, van paso a paso escalando peldaños, poco a poco y mal para aquellas que comienzan desde arriba que por regla general suelen terminar en ruina. Los lujosos y confortables hoteles que hoy existen en Almuñecar tienen su origen en aquellas sencillas “casas de huéspedes”, “posadas” y fondas” y posteriormente “pensiones”. Y los grandes restaurantes que en la actualidad pueblan las playas de Almuñecar han tenido su origen en el “chambao o chiringuito” hecho con cañas huecas, cuatro palos y nada más.

La construcción de los “chiringuitos” comenzó sobre los años 50, tiempos difíciles, de escasez y pobreza y cuando las faenas de la caña de azúcar, tan abundante en esta zona, terminaba hacia el mes de mayo, los padres de familia tenían que continuar dándole de comer a sus hijos, así que, muchos con imaginación, decisión y con muchas necesidades se arriesgaron a construir con caña hueca un cobertizo (chambao) para preservarse  del sol y bajo este “sombrao” colocaban unas cuantas sillas de anea y al lado  un pequeño habitáculo construido con madera y algunas chapas de uralita y en este espacio una hornilla de petróleo y un anafre para lumbre con carbón y un bidón metálico con bebidas que enfriaban con barras de hielo que compraban en la fábrica que entonces existía en Almuñecar. Con estos pocos medios ya estaba construido el bar-restaurante que causaba las delicias de toda clase de personas porque estaban construidos en la misma orilla del mar. A este pequeño tinglado se le unía otro departamento que servía de vestuario para ponerse y quitarse el bañador. En cuanto a las comidas que allí se servían eran: pescado , normalmente sardinas y jureles, que se asaban ensartados en una caña (espetos) que se asaban a la vista de todos en una pequeña lumbre en la misma arena a la orilla del mar. Y todo a un precio módico que estaba al alcance de los más pobres sin desmerecimiento de la calidad de otros establecimientos caros.

LOS  SANITEX. En el chambao del chiringuito podían hacer uso de las mesas y las sillas cualquier persona, sólo se exigía que hicieran algún gasto, que tomaran alguna bebida por la utilización de la mesa. Como en aquella época de los años 50 ó 60 se extendió la compra del automóvil, el célebre seat 600 y a los granadinos les dio por bajar los domingos a la playa y a la hora de comer se sentaban en las sillas del chiringuito,  sacando sus cestas  suculentas comidas que extendían encima de la mesa y a continuación pedían una bebida refrescante que se llamaba “ SANITEX”. Con esa bebida ya tenían derecho a usar silla, mesa y sombra. Así que a todos los granadinos se les puso el nombre de  o apodo de “sanitex”.

         Por todo lo expuesto creo que el “chiringuito” desempeñó  un gran servicio a la sociedad y sobre todo, a los menos pudientes.

         Más tarde, sobre los años 70 aparecerían la “Ley de Costas”  y la del Ministerio de Turismo por las que se dictaban las normas sobre el uso de las playas con miras al turismo internacional, por lo tanto el chiringuito de caña hueca, y a la misma vera del mar, desapareció pues daba mala imagen, es decir, de pobreza.

         Los excelentes restaurantes que hoy tenemos en las playas de Almuñecar, construidos con materiales modernos y dotados de los mejores servicios son los herederos de aquéllos, ahora desprestigiados “chiringuitos”. Así que como conocedor directo de ellos y de su tiempo, rompo una lanza en su favor y los defiendo abiertamente, pues como dijo el filósofo Julián Marías: “el hombre vive proyectándose en el futuro; pero sólo puede hacerlo apoyándose en su pasado”.

                   JOSÉ ANTONIO BUSTOS  FERNÁNDEZ

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