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“Divorcios conflictivos o como convertir al rey Salomón en Herodes”

La ley 30/1981 del 7 de julio, modificó la regulación del matrimonio en el Código Civil español en los procedimientos a seguir en las causas de nulidad, separación y divorcio. A lo largo de estos años se ha ido normalizando el tema de que los matrimonios no sean “hasta que la muerte nos separen”. Pero hay muchos tipos de divorcios. Si es una pareja sin hijos suele resultar relativamente fácil le divorcio. Los problemas suelen quedar reducidos a cuestiones meramente económicas. Pueden existir dificultades financieras, especialmente porque en algunas Comunidades la legislación matrimonial plantea que “la herencia es por sangre”. Eso quiere decir, que en caso de que no estén “bien arreglados los papeles”, posiblemente la pareja viuda se pueda quedar con lo puesto. Pero el tema realmente complicado es cuando hay hijos de por medio.

El pasar del amor al odio es lamentablemente excesivamente fácil. La instrumentalización de los hijos e hijas en un marco de ruptura conflictiva, suele ser un maltrato mucho más frecuente de lo que desearíamos. Y además con el discurso de “que es por el bien del hijo o es para protegerle”. Los hijos se encuentran inmersos en un problema de lealtades, como: tener que hacerse cargo de confidencias del maltrato del padre o de la madre, detalles de su vida sexual en común o terminar haciendo una inversión de roles (cambian su rol de hijo o hija por el rol de padres de sus propios padres). Los hijos se transforman en meros instrumentos para hacer el mayor daño posible al otro. Realmente no les importa absolutamente nada el cómo este hijo o hija se pueda sentir. Pasan a ser meros objetos para destruir al otro.

Se observa  en todos los ámbitos económicos o sociales, porque parece que en el odio no hay diferencias de clases. Lamentablemente no tenemos  datos estadísticos sobre cuántas de estas rupturas son conflictivas ni sobre la intensidad ni duración del conflicto, pero sí podemos afirmar sin riesgo de equivocarnos, que la instrumentalización de los hijos en el marco de rupturas conflictivas de pareja se puede considerar como un tipo específico de maltrato infantil. Y esto hace que este tipo de maltrato merezca una atención especial y nuevas estrategias de prevención y sensibilización, tanto en cuanto a ciudadanía en general como a los profesionales implicados.

Los profesionales que trabajamos con niños y adolescentes (psicólogos, médicos, maestros, monitores, etc..) somos testigos directos de este fenómeno va en progresión geométrica y con un elevado grado de normalización en nuestra sociedad. Sufrimos un incremento indiscriminado en nuestros servicios de peticiones de informes y contra informes que puedan demostrar que el otro es un mal padre, un pervertido, un negligente y otras imputaciones, a cual más grave. Ciertamente en algunos casos estas acusaciones son reales, pero mayoritariamente nos encontramos en que no tienen base real. Pueden responder a un odio desmedido hacia el otro o en el peor de los casos a una cuestión económica, como vivir del otro a cuenta del hijo.

Recuerdo un caso en que el padre dejo de percibir un salario fijo (tenia ingresos de la empresa familiar, porque según el dado su bancarrota los padres le mantenían) con lo que no pasaba ni un euro de la pensión a la madre, pero cuando el hijo estaba con él se dedicaba a comprar y comprar cosas que la madre, por su delicada situación económica no podía hacerlo. Otro padre acuso a la madre de maltratar al hijo porque esta vivía en la casa familiar y quería literalmente dejarla en la calle y sin el hijo. Pero las madres tampoco se quedan cortas en el tema de furia contra el ex marido. Una madre acuso al padre de que durante las visitas de fin de semana maltrataba al hijo y pedía, no solo que no pudiera ver al hijo sino que inicio una causa penal contra el mismo. Otra madre que se marcho con los hijos de Lleida a Galicia con lo que hacía imposible el que la sentencia de custodia compartida se pudiera llevar a cabo. O casos bastante frecuentes de que cuando el niño está con la madre va a un tipo de actividades extraescolares y cuando esta con el padre, en lugar de hace esas se le apunta a otras totalmente diferentes a las mismas horas (hacer futbol y ajedrez con el padre y hacer básquet y pintura con la madre, por ejemplo). pero pueden darse situaciones más delirantes, como que el niño con el padre esta apuntado a un equipo de futbol y con la madre a otro equipo de futbol. Es decir, que hay un amplísimo plantel de posibilidades de enloquecer al hijo o de transformarlo en un “aprovechado”.

A un niño le pregunte sobre cómo se sentía frente al divorcio de sus padres. Su respuesta fue: “Pues la verdad que muy bien. Mis padres me quieren mucho más desde que están divorciados porque ahora se desviven por mí. Antes tenía problemas para que me compraran cosas o para salir con mis amigos, Ahora es fantástico porque si uno me da una cosa el otro suele darme otra mejor. Celebro dos santos, dos cumpleaños, dos vacaciones, Antes no había manera que me compraran una moto y ya la tengo. Además, como saben que su divorcio me ha deprimido mucho, entienden que tenga rabietas, les insulte o les grite. También entienden que suspenda y no por ello me obligan, como antes que estaban juntos, a dejar el móvil o el ordenador para que estudie mas. También ahora no “me comen tanto la bola” sobre si hago las cosas de casa, o si hago los deberes o con quien salgo o con quien chateo. Me parece que ha sido bueno para mí que mis padres se divorciaran”

También se observa un incremento importante de falsas alegaciones de malos tratos y abuso del cónyuge hacia los hijos. Otro mal trato es cuando el hijo es atendido por un psicólogo privado del padre, y a la vez la madre le lleva a otro psicólogo privado y encima pretenden que sea tratado en el Centro de Salud mental infantil para que haga un informe. Con lo que el niño es visitado por 4 profesionales diferentes: 2 psicólogos privados, el psicólogo del Centro de Salud mental y el psicólogo perito del juzgado que lleva la causa de divorcio.

En el peor de los casos es cuando el cónyuge, para hacer daño al otro mata a los hijos. Euripedes nos describe el personaje de Medea. Medea se enfureció al ser abandonada por Jason que se casa con Cruesa, una mujer más joven,  y planea su venganza. Primero envía a sus hijos con un regalo para Creusa que es un vestido empapado con un veneno mortal y Creusa muere al ponerse el vestido. Y la venganza de Medea culmina con el asesinato de sus hijos frente a Jason. En España el año 2015 fue el año con más infanticidios des del 2008. Las estadísticas oficiales señalan que 44 menores han sido asesinados en la última década por sus padres, 26 de ellos durante el régimen de visitas”. En el 71% de casos de hijos menores asesinados por sus padres no hay denuncia previa.

Lamentablemente este tipo de agresiones se da tanto en hombres como en mujeres. Todos recordamos la frialdad de José Breton, que asesinó a sus dos hijos de seis y dos año,  Ruth y José. Los pequeños a los que atiborró de “Orfidales” y los quemó en una hoguera a 1.200 grados de temperatura el 8 de octubre de 2011 en la finca cordobesa de Las Quemadillas, según sentencia firme. O la tragedia que se dio en febrero de 2008 en el pueblo navarro de Mutilva (Álava), donde la madre de dos niños de 3 y 7 años los mato con medicamentos, porque según confesó se encontraba muy dolida por el divorcio de su pareja y que había volcado su pesar contra los niños. Esta mujer trató de acabar con su propia vida tomando monóxido de carbono. 

La Asociación Catalana para la Infancia Maltratada (ACIM) ha publicado un documento sobre “La vulneración de los derechos de los niños en las rupturas conflictivas de pareja” que puede leerse en catalán y castellano en su web. Este documento fue elaborado con una amplia participación de profesionales ligados al mundo de la infancia y adolescencia: médicos, psicólogos, juristas, policía, servicios sociales, etc.. Las conclusiones y reflexiones señalan que: “la ruptura de la pareja es cuestión de los adultos y son los adultos los que lo han de resolver. Y deben hacerlo de manera responsable, minimizando los daños y velando por el interés superior de los hijos.  Intentar mantener la alianza parental, a pesar del divorcio o separación, reconociendo las capacidades y las diferentes maneras de hacer del otro.  Respetar y cumplir las obligaciones compartidas.  Buscar ayuda profesional idónea y, sobre todo, de confianza, para estar seguros y tranquilos con los acuerdos y pactos que haya que establecer”. Que: “los hijos tienen derecho a estimar ambas familias; la ruptura de la pareja no debe suponer la pérdida de ningún vínculo con la resto de la familia (abuelos, tíos, primos)”

Uno se casa esperando una pareja ideal, una familia perfecta y que se haga realidad “se casaron, comieron perdices y fueron felices” pero lamentablemente esto no suele ocurrir. Hay que ser muy maduro para enfrontar los diferentes avatares de la vida en común y si no es factible, evitar en la medida de lo posible que tanto para la pareja como para los hijos, que la separación sea traumática.

Hay que tener en cuenta que, aun en el mejor de los casos, todo divorcio o ruptura de pareja es un periodo de estrés y de duelo. Si hablamos de proceso de duelo o pérdida, para poder elaborarlo debemos pensar que el reajuste familiar puede durar de uno a tres años. También hay que tener en cuenta que la elaboración del mismo va a estar sujeta al perfil de personalidad de cada uno de los cónyuges. Para ello es importante no entrar en confusiones tales como los intereses propios y de los hijos o implicar a los mismos en el proceso judicial. Si a los hijos se les explica el por qué de la separación y se aclara que nunca podrán divorciarse como padres y lo que ello implica, no tiene porque ser más doloroso que la elaboración de otros duelos o perdidas que hemos tenido o tendremos a lo largo de nuestra vida.

Nos cuenta la Biblia que el rey Salomón, que una vez que estaba impartiendo justicia, se le presentaron dos madres con un hijo vivo y otro muerto. Ambas madres reivindican como suyo el hijo vivo. El rey Salomón dictamino sentencia diciendo que lo mejor era partir el hijo por la mitad y dar a cada mujer una de las partes. La verdadera madre prefirió que la otra madre se hiciera cargo de su hijo antes de que este fuera descuartizado. Herodes I el grande, hizo matar a todos los primogénitos para que ninguno pudiera robarle su lugar. Lamentablemente, en algunos casos de divorcio, se hubiera cumplido la sentencia de partir al niño y dar la mitad del cadáver al padre y la otra mitad a la madre, porque el odio hacia el otro puede cegar tanto que algunas parejas no son conscientes del daño que están haciendo a sus hijos con sus disputas.

La Convención los Derechos del Niño en su artículo 9 nos dice: “Es un derecho del niño vivir con su padre y su madre, excepto en los casos que la separación sea necesaria para el interés superior del propio niño. Es derecho del niño mantener contacto directo con ambos, si está separado de uno de ellos o de los dos” “..  salvo si ello es contrario al interés superior del niño”. Por ello es muy importante que los padres sean conscientes que lo que debe primar en los trámites de divorcio es el interés superior de sus hijos, dejando de lado el odio y rencor que le tengan a su ex. Y esto es extensible también a sus respectivas familias, a las administraciones y a la sociedad en general, De lo contrario terminamos transformado al rey Salomón en Herodes.

 

Dra. Carme Tello Casany

Psicóloga clínica

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