QUÉ BELLA ES LA NIEVE
La flora madrileña se ha visto dañada por una serie de nevadas que, según dicen los mayores del lugar, no se habían producido desde hace cincuenta años. Y hoy 15 de enero del nuevo año, dicen los medios que el 80% de la arboleda de la Casa de Campo está arruinada, entre plantas muertas por las heladas y árboles desgajados de sus ramas que han tapado como si fueran alfombras las numerosísimas nieves, cuyo bellísimo color blanco de su llegada se ha ido trastocado en pocos días, en un color marrón sucio mientras las fuertes heladas hacían de las suyas…
Dice el alcalde madrileño “si todo esto no es una zona catastrófica que me digan qué es.” Y lo dice, mientras pone su mirada en la Moncloa esperando que la superioridad declare zona catastrófica a la dañada capital de España.
La Axarquía nos ha regalado unos días de lluvia atemperada, que los aguacates que cuelgan de los árboles están agradeciendo, completando su contenido de grasa y ganando peso hasta el momento de su recogida. Algunos ríos del paisaje siempre secos han aflorado el agua a la superficie y han discurrido anegando su cauce, mientras algunas montañas cercanas como Sierra Tejeda y Almijara se vestían de blanco con unas tenues nevadas en la cresta de sus elevados picos.
Los 90 litros que en los alrededores de Vélez-Málaga han caído, han suavizado la tenaz sequía y nos han predispuesto para mantener la esperanza de que con la llegada de la primavera puedan volver las lluvias y nos permitan mejorar el año hidrológico, pasando aceptablemente el siguiente verano que se presentará como siempre exigente en riegos.
Aunque han sido muchas las veces que he mencionado que nunca llueve a gusto de todos, como suele ocurrir, y aunque tienen razón los agricultores cuando se quejan amargamente de la escasez de agua de la zona, temerosos de que se arruine nuestra floreciente industria aguacatera, cabe pensar por otro lado, que tenemos la fortuna de vernos libres de catástrofes como la gota fría y tantas desgracias que asola a numerosos pueblos mediterráneos destrozando cosechas, casas y patrimonios y en ocasiones atentando contra las personas indefensas.
En los últimos años, los políticos mundiales acusan al “cambio climático” de tantos problemas sobrevenidos y discuten entre ellos buscando soluciones para paliar los desastres. No se ponen de acuerdo. Y no se ponen de acuerdo porque priman los intereses de los poderosos, unos a favor y otros en contra, buscando culpables de cualquier catástrofe. Y no se dan cuenta de que es la naturaleza la que impone sus leyes en cada situación, como lo ha venido haciendo desde hace millones de años, sin que las malas artes de los humanos influyan demasiado en tantas acciones punibles como las emisiones de CO2 por el calentamiento global y el efecto invernadero.
Confirma cuanto expongo si analizamos la historia, y comprobamos que en los miles de los últimos años, los historiadores se han referido a huracanes, pandemias, inundaciones, nevazos, incendios, sequías, volcanes, olas de frío, contaminación, borrascas, deshielos, sin olvidar las catástrofes que de vez en cuando se presentan en los países tropicales y que desde los mares y océanos inundan las costas, dejando en la calle, y sin casas, árboles, coches ni civilización alguna, a tantos habitantes que pierden incluso su salud porque no cuentan con medios para protegerse.
Termino insistiendo como ya he comentado tantas veces, que la persistente sequía de la Axarquía es endémica y lo dice la historia: llueve poco debido al enclave en el que está situada, rodeada de montañas que protegen el microclima subtropical tan fructífero que contiene; pero el problema real y actual, es que la arboleda tropical exige mucha agua y la población arbórea se ha duplicado en los últimos treinta años, poblándose de plantaciones hasta en excesivas alturas climáticas. Por ello se acusa mucho más la falta de agua. Llueve poco y se gasta mucho.
Desaparecida la borrasca Filomena que recientemente ha sido causante de tantos problemas y destrozos de parques y calles en pueblos y ciudades,
también ha tenido consecuencias para el sector agrícola y ganadero, entre otros importantes el olivar de secano de Castilla-La Mancha, cuyo sector está gestionando la declaración de zona catastrófica.
Y con el tremendo frío que iniciamos el año, no solo se mantiene el desgraciado coronavirus, sino que se presenta con el nuevo nombre de tercera ola para anunciar el repunte de los contagios. Y de esta pandemia ¡sí que debemos cuidarnos!, porque la muy desgraciada ha declarado zona catastrófica al mundo.
Julián Díaz Robledo