MONTELLANO Y SU TÉRMINO A TRAVÉS DE LA HISTORIA (1ª Parte)
Autor: Gonzalo Lozano Curado
Montellano es una villa moderna, con un término municipal nacido de la segregación definitiva del de Morón de la Frontera en el siglo XVIII.
El pueblo y su término municipal conservan huellas de su pasado, sin embargo, su variado y abundante patrimonio cultural no está todavía suficientemente investigado.
En su término hubo minas, canteras, salinas, explotación agrícola intensiva, bosques, aldeas, castillos y villas.
Seguramente el hecho de encontrarse en un área límite entre diferentes localizaciones territoriales, tanto en época romana, como medieval (islámica y cristiana), provocó que el poblamiento fuese dinámico y cambiante a lo largo de estos siglos.
PREHISTORIA:
Los primeros pobladores que dejaron algún vestigio de su existencia en el término de Montellano, parece que vivieron aquí en los periodos conocidos como neolítico final y calcolítico, también conocido como encolítico o edad del cobre, que es cuando se generalizan las técnicas de obtención de artefactos de piedra, mediante el desbastado y pulimentado de cantos y la extracción de láminas de sílex a partir de un núcleo de este material preparado especialmente para ello.
La información arqueológica con la que se cuenta en la actualidad es muy escasa y se trata básicamente de varias localizaciones de utensilios de piedra aislados.
La larga perduración de la manufactura y uso de este tipo de instrumental, hace muy difícil el poder datarlos con mayor precisión. La existencia de algunos silos excavados en el suelo para la conservación de cereales, junto a la interpretación funcional que se hace de muchos de los utensilios de piedras, como herramientas agrícolas; azuelas, hachas, dientes de hoz, permite formular la hipótesis de que estos tempranos habitantes de la zona, se dedicaban a actividades agropecuarias en las tierras bajas, situadas en la parte occidental del actual término municipal. Los únicos restos de objetos de cerámica bien datados en el periodo conocido como calco lítico, proceden del que ya en esta época tan remota, se perfila como el que será el núcleo fundamental de poblamiento de la zona durante siglos, situado en el bello paraje conocido en la actualidad como el * Molino Pintado.
De periodos prehistóricos posteriores, solo se cuenta con hallazgos casuales de fragmentos de cerámicas de la conocida como “cultura del vaso campaniforme”, que no permite mayores precisiones, y diversos objetos metálicos datables en la denominada “edad del bronce” cuya forma de obtención (actividades furtivas), en busca de objetos arqueológicos para su venta, invalida en gran parte, su uso como fuente de información al ser su origen dudoso y al haberse destruido su delicado contexto original.
PROTOHISTORIA:
Tras centenares de años de los que no se cuenta con información alguna, los vestigios arqueológicos investigados hasta el momento, indican que probablemente hacía los siglos IX y X antes de Cristo, durante el periodo conocido como el de “bronce final”, existía un núcleo de población en el paraje del molino pintado.
Este siguió habitado desde entonces, prácticamente sin solución de continuidad, convirtiéndose en el núcleo principal de lo que hoy es el término de Montellano.
Así, durante el periodo “orientalizante”, (aproximadamente entre los siglos VIII y V A.C), los restos arqueológicos reflejan lo que las fuentes históricas grecolatinas posteriores nos transmiten sobre esos años; los influjos culturales del mediterráneo oriental, se extienden por la península a partir de la fundación de Gadír (Cádiz) y el resto de establecimientos fenicios.
Entre los siglos V y el III A.C, hasta que los ejércitos romanos llegan a la península para enfrentarse a los Cartagineses, sigue siendo el yacimiento del molino pintado, junto alguna otra localización de restos de cerámica, el único que presenta indicios claros, no solo de estar habitado, si no, de ser un núcleo de identidad urbana.
HISTORIA ANTIGUA:
La primera mención directa del actual territorio de Montellano en las fuentes históricas, la encontramos en la historia natural escrita por Cayo Plinio segundo, más conocido como Plinio el viejo, en la segunda mitad del siglo I D.C en sus relaciones de los núcleos urbanos de la provincia romana, denominada Hispanía Ulterior Baética, menciona a la ciudad de Callet y a los Callenses Aeneanici. Esta ciudad era la que ocupaba el yacimiento del molino pintado.
La ciudad contaba con población romana, itálica o latina. Con anterioridad a las guerras civiles que marcaron dramáticamente el final de la república romana y que afectaron particularmente la bética, puesto que acuñó monedas dentro del sistema metrológico romano y usando el alfabeto latino.
La población indígena local, probablemente de mayoría étnica Celta y los inmigrantes Itálicos allí asentados, tomaron partido por la sección cesariana en el conflicto.
Una vez que Julio Cesar venció definitivamente a la facción Pompeyana, el mismo o algunos años después Octavio Augusto, concedió a sus habitantes el título honorífico de Callenses Aeneanici. A finales del siglo I, pocos años después de que Plinio concluyera su obra, los emperadores Flavios hacen extensivos el derecho latino a todos los habitantes del imperio de forma que aquí las dos comunidades, indígena e itálica se fusionaron legalmente bajo normas unificadas constituyéndose en la republica Callensis.
Dentro de la organización administrativa “Alto imperial “la provincia bética estaba dividida en cuatro conventos jurídicos, cada uno denominado conforme a la ciudad de mayor importancia cada uno. Así, el convento Cordubense tenía su centro en Córduba (Córdoba), que a su vez era la capital de la provincia. El hispalense tenía su centro en Híspalis (Sevilla), el Gaditano en Gades (Cádiz), y finalmente el astigitano en Astigi (Écija). Los límites de los tres últimos, confluían aproximadamente en las tierras que hoy forman el término de Montellano, que podía haber pertenecido a cualquiera de ellos.
Hasta la fecha, se han formulado diversas posibilidades de reconstrucción de los límites conventuales, pero ninguna concluyente, ya que queda aún mucho por investigar en torno a Callet. Los largos años de paz en la bética, propiciaron el crecimiento de la población y el desarrollo de una prospera agricultura. Parte de los habitantes de la zona, pudieron vivir tranquilamente y de forma dispersa, en villas o en explotaciones agrarias de menor tamaño, en unos campos esmeradamente centuriados, esto es, divididos en parcelas cuadrangulares de tamaño regular, que, a su vez, podían subdividirse en unidades menores de acuerdo con las características de la propiedad.
La investigación arqueológica ha permitido localizar vestigios de la centuriación de las tierras de El Bosque, así como detectar la existencia de al menos 33 yacimientos arqueológicos de esta época, de estos, el principal por supuesto la ciudad de Callet.
Otro vestigio de importancia es la vía romana, conocida como “Vía del estrecho” que unía la capital provincial, Córdoba y la colonia portuaria de Carteía, en la bahía de Algeciras.
Esta vía cruzaba y todavía cruza, aunque no son fácil distinguirlas, el término de Montellano aproximadamente de norte a sur, desde el puente romano sobre el salado hasta los antiguos vados del Guadalete junto a Puerto Serrano.
Esto era la principal vía de comunicación de la zona en la época, su existencia justifica la del segundo yacimiento en importancia de época romana, las fortificaciones castrenses que ocupan las cimas septentrionales de la sierra de San Pablo, parte de las cuales, se conocen actualmente con el topónimo de Pancorbo.
Se trata de dos componentes militares romanos amurallados, nacidos al calor de las confrontaciones bélicas de la conquista y de las posteriores guerras civiles tardo-republicanas, que estuvieron ocupados hasta la antigüedad tardía, probablemente ya convertidos en un asentamiento civil y posteriormente, reutilizados durante la Edad Media.
De fechas posteriores al siglo I, no se cuenta con noticias directas en las fuentes históricas, aunque indirectamente, se puede suponer que la zona pasó por las mismas vicisitudes que el resto de la bética; a partir del último cuarto del siglo II, los Razzia de los Maures, asolaron en varias ocasiones la provincia.
En el siglo III se incrementa la sensación de inseguridad con una incursión de rapiña de los francos y los conflictos internos del imperio. Se generaliza el amurallamiento de las ciudades, la fortificación de las explotaciones agrarias alejadas de las mismas e incluso el abandono de muchas otras.
Así, la mayoría de los yacimientos rurales del término, raramente continuaron habitados más allá del siglo III.
No obstante, la vida continuó en la ciudad de Callet y al parecer, las fortificaciones legionarias acogieron a una pequeña población intramuros que al igual que otra que se asentó a los pies del monte de Cote, buscaban la seguridad relativa de los lugares altos.