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añicos

Los versos no duelen.

Duelen las espinas que se lanzan al aire,

los cuchillos en busca de la bondad ingenua

o los silencios en el terror del instante.


Los versos no queman.

Abrasa la incoherencia en la voz,

las palabras falsas que se agitan

en el manantial de la hipocresía.


Los versos calman

si se pulen las líneas que los retienen.

Su sonido se desliza con sigilo

hasta entrar en el interior del ser humano,

punza la herida que supura

y a pesar del dolor que defrauda,

serenan el ánimo.


Los versos reparan,

recomponen los añicos

que quedaron en una estancia cualquiera

donde yacieron los sueños

con la luz apagada.

VAL MARCHANTE

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