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Las dos caras de un cuentacuentos

¿Quién me iba a decir que, con más de setenta años, me iba a colar en una conferencia sobre preparación para emprendedores. No es que vaya a reiniciar mi vida laboral, ¡Que va! Aunque conforme se está poniendo la vida no descarto nada…

Me he infiltrado porque quiero seguir de cerca cómo se aúna la disciplina de un brillante preparador de emprendedores con la inquieta fantasía de un magnifico novelista. Ese fenómeno, que ha impactado al mundo literario con dos novelas superventas: «Las tres vidas del pintor de la luz» con cinco ediciones a sus espaldas y que pronto se ha visto superada por «Los guardianes del Prado» de editorial Espasa, con muchos miles de ejemplares vendidos y que próximamente aparecerá en edición de bolsillo, tiene un nombre que en el futuro no va a dejar de sonar: Javier Alandes.

Creo que un personaje como él resulta atractivo para un periódico literario como Granada Costa, en el que sus protagonistas, activos y pasivos, son devotos de las bellas artes, con especial fervor por la literatura, así que irrumpo en la conferencia de Javier para tratar de aprender algo.

Érase una vez un escritor ordenado, planificador y hasta déspota a la hora de alinear las palabras en sus textos «Si disciplina es definir un método y seguirlo: sí, soy disciplinado. …me marco un calendario e intento seguirlo al pie de la letra. Fase de documentación, fase de guionización, de definición de personajes y división por capítulos. Y ejecución de la novela, lo que viene siendo escribirla tras haber finalizado la fase previa de preparación. Muchas compañeras y compañeros me hablan de cómo los personajes toman el control, de cómo la historia va creciendo a medida que la escriben. Yo no poseo ese don. La novela debe vivir entera en mi cabeza antes de ponerme a escribir la primera página». Se trata de un escritor previsor al que no le gusta que le sorprenda su propia historia. «Sé cómo empieza, cómo se desarrolla y cómo termina antes de escribir la primera palabra». Nuestro autor hace desfilar, al paso de la oca, sus escritos, sin permitirles la más ligera discordancia al hacerlo. «En mi calendario tengo fijadas deadlines[1] por capítulos o partes de la novela. Y no me siento a escribir si no sé qué voy a empezar y terminar un capítulo sin levantarme de la silla. Trabajo con capítulos de unas 3.000 palabras, y eso me viene a costar unas cinco horas de trabajo. Con lo que, si no tengo la seguridad de que voy a tener cinco horas tranquilas por delante, ni me siento a escribir. Por eso, para escribir una novela tengo que seleccionar una época del año donde, en un periodo de cuatro cinco meses, vaya a poderle dedicar los suficientes tramos de cinco horas como para cumplir con mi calendario». Con Javier y sobre todo con el éxito con que ha irrumpido en el foro literario se emborrona la imagen de aquel literato bohemio, el que escribía entre juerga y borrachera, el que aprovechaba cualquier momento de mediana lucidez para improvisar unas líneas aunque fuera en una servilleta de papel. Con Javier Alandes, la escritura se planifica al detalle con la misma precisión que la operación para robar las Meninas en «Los guardianes del Prado». La narración se mueve en el tempo marcado, como en una sonata, no debe haber ninguna nota suelta que distraiga la atención del lector. «Yo redacto una ficha de cada capítulo. Apenas un párrafo que describe qué es lo que ha de ocurrir en el capítulo, qué personajes aparecen y dónde se sitúa la escena. Así que, cuando me siento a escribir tomo la ficha del capítulo que me toque ese día… Necesito leer los dos o tres capítulos anteriores para meterme en tono narrativo antes de ponerme a escribir. 

»…un capítulo es una especie de relato de diez páginas, con su inicio, nudo y desenlace. Evidentemente, por sí mismo está descontextualizado si el lector no ha leído los anteriores, pero tiene que funcionar como una secuencia por sí mismo. En cada capítulo debe pasar algo relevante, ya sea para el entorno macro o en entorno micro de la obra; ya sea para la trama principal, o para alguna trama secundaria de los personajes. 

»Ambientación, acción, diálogos y narrador. Y tiene que funcionar como un reloj para que yo mismo le dé el visto bueno a lo que he escrito». 

Javier no solo es el explorador que se adentra en una jungla de sentimientos encontrados, de emociones, de falsedades interesadas y de hechos deformados por las pasiones, además de adentrarse en ella, la ordena y la prepara para que el lector pueda disfrutar la lectura como se merece, dispensándole de la labor de zapa que muchas veces debe afrontar. Sin darnos cuenta nos ha trazado una autovía en la jungla. «Trazar un mapa para llegar a un destino no garantiza que puedas encontrar un obstáculo o un camino alternativo en algún punto del recorrido. Siempre surgen ideas nuevas, variaciones en las que no habías pensado. El trabajo de la persona que escribe es sujetar la emoción que produce siempre esa nueva idea y valorarla de forma equilibrada para incluirla o no. 

»Muchas veces estás tentado de, por alguna noticia de actualidad o por un sentir, variar algún aspecto de la estructura o la trama.

»Y ahí es donde hay que mantener la cabeza fría. Estás escribiendo una novela que, en el mejor de los casos, tardará dos años en llegar a las librerías. Por tanto, esas pulsiones hay que valorarlas muy bien. 

»Es cierto que, como el género que yo escribo es novela histórica, los vaivenes de la actualidad no afectan demasiado».

Procuraré asimilar sus enseñanzas. que seguro que no le van mal a alguien como yo, anárquico donde los haya. ¡Callad! ¡Guardad silencio! Que está entrando en detalle sobre cómo crear una novela tan exitosa como las suyas. «Elaboro primero una trama predeterminada y, a partir de ahí, creo los personajes adecuados. Tiene que ser una trama que se la cuentes a alguien en diez segundos y genere un interés por conocer más de la historia. Si a mí alguien me dice “un grupo de personas quiere robar la recaudación del casino más grande de Las Vegas en el fin de semana de mayor afluencia del año y tienen que burlar medidas de seguridad más potentes que las de la Casa Blanca”, ya se ha ganado mi atención. Ahora habrá que crear a los personajes adecuados para que esa trama sea verosímil». 

Javier es un escritor todo tiempo y una vez se pone a escribir poco le importa el estado de humor en que se encuentre. «Todos vamos a trabajar independientemente del estado de ánimo que nos encontremos. Es posible que en un día de ánimo bajo no seamos tan productivos o que la calidad de nuestro trabajo no sea la que nuestra exigencia requiere. Pero acudimos a nuestro puesto de trabajo igualmente. Escribir es un oficio. Y es posible que haya días en los que las cosas no salen bien. No importa; ya llegará la fase de correcciones. Lo importante es el hábito, y cuenta más seguir adelante, que esperar al momento o día adecuado para escribir». Así que queridas musas, ya lo sabéis, con Javier no vale lo de hacerse la interesante.

Para él es más valiosa la soledad. «Definitivamente, sí. Y levantarme cuando me atasco, salir a la terraza, mirar a la calle y volver a sentarme. Hacer rebotar una pelota de tenis contra el suelo y la pared mientras pienso cómo sigo. O dar algún grito de desesperación. Y, coincidirá todo el mundo conmigo, es mejor hacer esas cosas a solas». La música solo acompaña a su escritura en momentos muy concretos. «Una lista de reproducción de piezas de piano o de música relajante me ayuda a superar algún momento de bloqueo». 

La seguridad que la literatura de Javier destila ha pasado anteriormente por la criba de sus lectores cero. «Tengo dos personas que van leyendo mis novelas a medida que las voy escribiendo. Les voy pasando bloques de 4-5 capítulos, y sus comentarios son muy valiosos para mí. Al igual que su aprobación. En mi caso, al menos, escribir es un ejercicio de confianza. Cuando mis dos lectores cero me dicen que continúe, sé que voy por el buen camino. Con la editorial ya trabajo a manuscrito terminado. Si se firma el contrato de la novela es porque les ha gustado, y se empiezan a trabajar las correcciones o los detalles que la editora desea pulir». 

Javier, es un profesional muy cotizado en la preparación de emprendedores a la par que es un autor que se disputan las editoriales. «Yo era un buen generador de premisas, un inicio de historia que fuera atractivo. Pero contar una historia es mucho más; es atravesar el desierto del cuerpo central de dicha historia y cerrarla con un clímax adecuado. Yo quiero vivir de escribir, es mi sueño. Y todos los días hago algo para estar un milímetro más cerca de ese objetivo. Igual la distancia es tan larga que milímetro a milímetro no tengo vida suficiente para llegar hasta allí. Pero yo lo intento con todo mi empeño. 

»Y cuando digo “vivir de la literatura” me refiero a que los ingresos que necesito para vivir y me los proporciona mi empleo, me vinieran de la literatura y sus satélites: derechos de autor por ventas, por supuesto, pero también conferencias, cursos, etc… 

»Mi primera novela la escribí con 43 años, hace apenas cinco. Y en septiembre de 2023 se publica mi séptima novela. 

»Siento que ha sido todo muy orgánico, muy natural; desde autopublicar mi primera novela, a publicar con grandes grupos editoriales». 

Con dos intensas actividades y la atención que precisan sus dos hijos, aún encuentra tiempo para mantenerse al cabo de la calle de cuanto ocurre, especialmente, en el mundo de la cultura. «Sufro “stress cultural”. No tengo tiempo suficiente para ver todas las películas y series que quiero ver, y leer todos los libros que quiero leer. Añadido a lo que tengo que leer para documentarme para lo que escribo. Al final tienes que aprender a relajarte con ese tema, y disfrutar lo que lees y lo que ves. Y no dolerte si te dejas una película o un libro a mitad». 

Javier es un acreditado conferenciante sobre Storytelling, y a mí me llama la atención que una de las acepciones de storytellerr[2] es cuentacuentos ese vocablo con tantas resonancia literaria. «El Storytelling es una técnica gracias a la cual contar el mensaje que queremos transmitir a través de una historia. Eso ya se hace desde hace muchos años en publicidad, donde en un spot de televisión nos ponen en una situación, nos cuentan una historia, para vender las bondades de un producto o servicio. 

»¡Claro! Es una traducción maravillosa. Y que nos retrotrae a la tradición oral humana, que se remonta al origen de los tiempos. Los chamanes, los bululúes, o los ancianos de la aldea fueron los primeros storytellers. Todavía hoy, en tribus de África, existe el Storytime, ese momento de reunión nocturna alrededor de una hoguera para contar historias». 

Javier con «Las tres vidas del pintor de la luz» y «Los guardianes del  Prado» parece haber encontrado un hueco hecho a su medida en la novela histórica. «Soy lector de novela histórica, y es un género que reúne las tres cosas que yo busco como lector: un buen entretenimiento, emociones y aprender sobre una determinada época o acontecimiento histórico. Pero la novela histórica no se sostiene por el propio hecho histórico: debe contener trazas de thriller, de aventuras, de novela romántica… Y por eso soy lector de dicho subgénero. 

»Y puestos a crear mis propias historias, me gusta escribir aquello que a mí me gustaría leer. 

»Así que, por el momento, voy a seguir con novela histórica, tratando de aportar historias curiosas e interesantes a las personas lectoras». 

Como cualquier autor que se precie Javier ha escrito novelas que acabaron olvidadas en algún cajón porque no quisieron publicárselas. 

«Por supuesto que tengo novelas que nadie ha querido publicar… y con razón. Novelas iniciáticas, primerizas que, echando la vista atrás soy consciente de que no tenían la calidad suficiente. Así que, he autopublicado algunas de ellas. Tengo mucho cariño a todas mis novelas, pero no son hijos. Cada una tiene su tiempo y su momento. Y para afrontar nuevos proyectos debo dejar ir a los anteriores.

Ya desprendido del aura de conferenciante, se dirige a mí hablándome de su autor favorito. «Arturo Pérez-Reverte. Tengo 48 años, y recuerdo sus crónicas en TVE en la guerra de los Balcanes. He tenido la oportunidad de seguir toda su carrera de escritor, desde aquellas novelas iniciáticas, como “Territorio comanche” o “La sombra del águila”, hasta sus novelas actuales. He visto su evolución, la profundidad de sus historias y de sus personajes. Todo bajo un mismo hilo conductor: las luces y sombras del alma humana, y las situaciones críticas que pueden hacerle sacar lo mejor o lo peor a cualquiera. 

»Tengo una frase suya de cabecera: “En las condiciones adecuadas, hasta la mejor persona del mundo puede convertirse en el mayor hijo de puta”». 

También admira a otros autores actuales. «María Dueñas, Julia Navarro, Dolores Redondo, Fernando Aramburu, Víctor del Árbol, Pierre Lemaitre, Guillaume Musso… la lista es interminable. Los admiro por las cosas que aprendo leyendo cómo escriben». 

Luego alzando la mirada que durante toda la charla no había apartado de la de su interlocutor y, como añorando un instante de felicidad, me habla del libro que le hubiera gustado escribir: «“La conjura de los necios”, de John Kennedy Toole. No se parece en nada a lo que escribo, pero es una crítica mordaz a su tiempo, con personajes inolvidables. Ha sido el único libro con el que he reído a carcajadas». 

Dejo a Javier Alandes domando historias no sé si para ayudar a triunfar a los emprendedores o para deleitar a los lectores y seguramente pensando en su nueva criatura, el libro que aparecerá en septiembre y del que solo he podido sacarle que se trata de una novela histórica, esperemos que siga el camino de éxitos de las dos últimas y lo supere.


[1] Plazos o fechas tope

[2] Cuentacuentos

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