La Virgen de los Desamparados en Valencia

Fotografías por José Luis Vila, fotógrafo valenciano
El Proyecto Global de Cultura Granada Costa ha elegido como portada para el libro El Eco de las Leyendas de Valencia, por su arraigo tanto en el corazón de los valencianos como de otros devotos alrededor del mundo, a la Virgen de los Desamparados. Destacamos su veneración, la historia de sus diferentes mantos y por supuesto la ofrenda floral que se le ofrece anualmente y que constituye la demostración viva de admiración a la Virgen, pues tras cada ofrenda hay una petición, ruego o promesa en la que las personas plasman sus esperanzas. La gran cantidad de personas que participan de este rito demuestra que la devoción a la Virgen de los Desamparados trasciende las barreras geográficas e ideológicas.
La veneración a la Virgen de los Desamparados en Valencia es una de las más arraigadas y sentidas devociones de la ciudad y de toda la Comunidad Valenciana. Conocida cariñosamente como «La Geperudeta» (la jorobadita) por la ligera inclinación de su figura, es la Patrona de Valencia y su festividad se celebra con gran fervor cada segundo domingo de mayo.
Historia
La devoción a la Virgen de los Desamparados tiene sus raíces en el siglo XV.
Origen y el Padre Jofré (1409): La historia se remonta a la iniciativa del Padre Jofré. En 1409, al presenciar cómo unos «locos» eran maltratados en la calle, intervino y promovió la creación de un hospital para enfermos mentales. Este hospital, inaugurado el 24 de febrero de 1410, fue el primero del mundo en su tipo y se dedicó a «Nostra Dona Sancta María dels Ignocents» (Nuestra Señora Santa María de los Inocentes).
La Cofradía: El 29 de agosto de 1414, se constituyó la «Lloable Confraria de la Verge Maria dels Innocents» (Loable Cofradía de la Virgen María de los Inocentes), con el objetivo de recaudar fondos para el funcionamiento del hospital. Esta cofradía, que posteriormente recibió el Real Privilegio de Fernando de Antequera, fue clave en la expansión de la advocación.
Cambio de advocación: Aunque inicialmente fue «Nostra Dona dels Ignocents», en 1493 el rey Fernando el Católico decidió que la imagen se titulara «Nostra Dona dels Desamparats» (Nuestra Señora de los Desamparados).
Construcción de la Basílica: Dada la creciente devoción, y aunque la Catedral de Valencia ya estaba consagrada a la Virgen del Puig (Patrona del Reino de Valencia), se decidió construir una nueva capilla dedicada a la Virgen de los Desamparados. La Basílica actual se inauguró en 1666, con reformas y ampliaciones posteriores.
Coronación Canónica: En 1923, el Papa Pío XI la proclamó oficialmente como Patrona de la Ciudad de Valencia. La Virgen de los Desamparados fue una de las primeras imágenes marianas de España en recibir la Coronación Canónica.
Guerra Civil: Durante la Guerra Civil Española, la imagen de la Virgen de los Desamparados fue protegida por el alcalde republicano, quien la ocultó tras una pared en el Salón de Cristal Municipal para preservarla. Tras la guerra, fue restaurada y regresó a su Basílica.

Tradición
La devoción a la Virgen de los Desamparados se manifiesta a través de una serie de tradiciones y celebraciones a lo largo del año, siendo la más importante la Fiesta de la Virgen de los Desamparados, que se celebra el segundo domingo de mayo. En 2025, esta festividad cobra especial relevancia por el centenario de la coronación de la Virgen.
Entre los actos más destacados se encuentran:
La Dansà a la Mare de Déu: Durante los días previos a la festividad principal (viernes y sábado por la tarde/noche), grupos de baile folclórico, tanto de adultos como infantiles, realizan la «dansà» en la Plaza de la Virgen.
Concierto y Castillo de Fuegos Artificiales: La noche del sábado anterior a la fiesta, la Banda Municipal de Valencia ofrece un concierto en la Plaza de la Virgen, seguido de un castillo de fuegos artificiales en el antiguo cauce del río Turia.
Misa de Descoberta (Descubierta): A las 5:00h de la madrugada del domingo, se celebra esta misa en la Basílica, que rememora la antigua tradición de descubrir la imagen de la Virgen al amanecer, cuando los agricultores salían al campo.
Misa d’Infants (de Infantes): A las 8:00h, se celebra una misa en el altar de la plaza, cantada por la Escolanía de la Virgen.
Traslado de la Mare de Déu: Es uno de los momentos más emotivos y multitudinarios. A las 10:30h, la imagen peregrina de la Virgen es trasladada desde la Basílica hasta la Catedral, llevada a hombros por los devotos y entre el fervor de la multitud que le lanza flores y le dedica gritos y poemas. La imagen es conocida por ir «tumbando» entre el público debido a la aglomeración y el cariño de los fieles.
Misa Pontifical: Una vez finalizado el traslado, se celebra la Solemne Misa Estacional en la Catedral, presidida por el arzobispo.
Procesión General: Por la tarde (alrededor de las 19:00h), se realiza la procesión general por el barrio más antiguo de Valencia, con la imagen de la Virgen engalanada con flores y acompañada por diversas cofradías y fieles.
Ronda a la Verge: El día siguiente a la fiesta principal, se organiza la Ronda a la Verge en la Plaza de la Virgen, con la participación de la Banda Municipal de Valencia, la Escolanía de la Virgen y grupos de bailes regionales.
«Mare Mòbil»: La Virgen de los Desamparados es la única que cuenta con un vehículo propio, especialmente adaptado para sus traslados, conocido popularmente como «El Maremòbil», cuya matrícula V-0075-GP recuerda el 75 aniversario de su coronación y su cariñoso sobrenombre.
Ubicaciones
Los principales lugares de veneración y celebración de la Virgen de los Desamparados en Valencia son:
Real Basílica de Nuestra Señora de los Desamparados: Es el santuario principal de la Virgen y el epicentro de su culto. Se encuentra en la Plaza de la Virgen, en el centro histórico de Valencia. Es el edificio religioso más importante construido en Valencia durante el siglo XVII y la primera obra barroca de nueva planta en la ciudad. Destaca su camarín, un espacio dedicado a la adoración de la imagen. La Basílica fue declarada Monumento Histórico Artístico Nacional.
Catedral de Valencia: La Catedral es un punto clave durante la festividad, ya que acoge la Misa Pontifical y es el destino del emotivo «Traslado» de la Virgen desde la Basílica. La Catedral también alberga la Capilla del Santo Cáliz.
Plaza de la Virgen: Esta plaza es el corazón de las celebraciones. Es el escenario de la Dansà, el concierto previo, y punto de reunión para los fieles antes y durante el Traslado de la Virgen, convirtiéndose en un hervidero de emoción y devoción.

Historia y evolución del manto
La devoción a la Virgen de los Desamparados (Mare de Déu dels Desemparats), patrona de Valencia, se remonta al siglo XV, y con ella nació la tradición de revestir su imagen con mantos ceremoniales. En un principio, la imagen probablemente lució atavíos sencillos, pero con el tiempo fue recibiendo mantos cada vez más ricos donados por fieles, gremios y ciudades agradecidas. Muchos de estos mantos históricos se conservan hoy en el Museo Mariano (MUMA) de la Basílica, algunos con más de cien años de antigüedad.
Entre los mantos más emblemáticos está el Manto de la Coronación (confeccionado en 1867). Este manto se realizó para celebrar el segundo centenario de la antigua Real Capilla de la Virgen y adquirió un significado especial al ser el que portó la imagen en su coronación pontificia de 1923. Durante la Guerra Civil española, la venerada talla fue protegida ocultándola en el Ayuntamiento de Valencia, y curiosamente llevaba puesto este mismo manto de 1867 mientras estuvo escondida. Después de la contienda, la tradición continuó enriquecida: A la donación en 1915 de otro manto significativo (conocido como el del capellán mayor Germán Mata) se sumó en 1940 otro que regaló la familia Burillo, reflejando la continuidad de la devoción a pesar de las vicisitudes históricas.
La segunda mitad del siglo XX vio incrementarse el patrimonio de mantos de la Virgen. En 1954, con motivo del Año Mariano Universal convocado por el Papa Pío XII, la ciudad de Valencia obsequió a su patrona un manto sufragado con donaciones populares. Este manto de 1954, de un distintivo color azul celeste, está tejido en fino tisú de plata sobre seda natural y ricamente bordado en oro con varios centenares de perlas, reflejando la enorme calidad artesanal de la indumentaria sacra valenciana. Años después, otro hecho marcó la historia del manto: la devastadora riada de octubre de 1957 en Valencia. En agradecimiento por la ayuda prestada a la ciudad, las provincias de Murcia y Zaragoza regalaron a la Virgen un manto en 1957, confeccionado en Lorca (Murcia).
Manto histórico de la Virgen (año 1957), elaborado en seda rosa pálido con bordados en colores y oro. En su diseño figuran dos ángeles y los escudos de Murcia y Zaragoza en el frente, además de un medallón posterior con la Virgen de la Fuensanta y la Virgen del Pilar, patronas de dichas ciudades.
Durante las últimas décadas, la Virgen ha seguido luciendo alternativamente sus mantos históricos en ocasiones señaladas, a la vez que se restauran y realizan nuevos mantos. Por ejemplo, el manto de 1957 fue restaurado recientemente para ser expuesto y usado de nuevo tras años en el museo. En 2022, al inaugurarse el Año Jubilar del primer centenario de la Coronación, la imagen fue vestida con el manto de 1954 tras un proceso de restauración que lo dejó en óptimas condiciones. Y en 2023, coincidiendo con dicho Centenario, se emprendió un proyecto comunitario sin precedentes: la confección de un nuevo manto conmemorativo realizado con la aportación de miles de valencianos. Bautizado como “Un poco de muchos”, este manto histórico se terminó gracias a la participación de más de 12.000 personas que colaboraron puntada a puntada en los bordados, dejando grabado en él su devoción y emocionándose durante el proceso. La presentación de este manto del Centenario en mayo de 2023, entre ovaciones y lágrimas, supuso otro hito en la historia devocional de la ciudad.

Diseño, materiales y técnicas de confección
Los mantos de la Virgen de los Desamparados destacan por su estilo artístico refinado, inscrito en la tradición del bordado barroco y neoclásico valenciano. Su diseño suele incluir motivos ornamentales simétricos (roleos, flores, volutas) y elementos heráldicos o religiosos integrados armoniosamente. En cuanto a colores, el azul celeste ha sido un tono emblemático por su asociación con la Virgen María (como en el manto de 1954), pero también se han empleado otros colores suaves como el rosa pálido (manto de 1957), el blanco marfil o el crema dorado, dependiendo de la ocasión y la procedencia del donativo. Por ejemplo, el manto Año Mariano 1954 combina el celeste con el brillo plateado del tejido base, mientras que el manto de la Riada 1957 es rosado con vibrantes bordados policromos. En todos los casos, la nota dominante la pone el oro: hilos metálicos dorados bordados profusamente que cubren buena parte de la superficie, creando dibujos en relieve sobre el tejido.
Los materiales son lujosos y de gran calidad, reflejo de la tradición sedera valenciana. El cuerpo de los mantos suele estar confeccionado en seda natural – muchas veces en forma de tisú (tejido entretejido con hilos de oro o plata) – que aporta un fondo brillante y resistente. Sobre esa base se aplican los bordados de oro fino y sedas de colores. En ocasiones se incorporan además piedras preciosas o semipreciosas y perlas: el manto de 1954, por ejemplo, está realzado con incontables perlas finas engarzadas entre los bordados. También es frecuente que los mantos vayan acompañados de un vestido o túnica interna para la imagen (y unas mangas para el Niño Jesús que porta en brazos), confeccionados a juego con el manto. De este modo, todo el conjunto escultórico queda revestido de forma coherente y suntuosa.
En cuanto a las técnicas de confección, los mantos son verdaderas obras de arte textil hechas a mano. Destaca el bordado en realce, una técnica que utiliza bases de cartón, fieltro o algodón para dar volumen a las figuras y ornamentos. Sobre esas bases se van fijando, puntada a puntada, hebras de oro y seda, de modo que el dibujo adquiere tridimensionalidad. «El manto de la Virgen va bordado en realce y cartulina. Está hecho todo a mano y lleva unas bases […] Después se pasa todo el oro por encima con puntadas de hilo amarillo» describen los artesanos valencianos encargados de estas labores. Muchas piezas del bordado (flores, estrellas, emblemas) se trabajan por separado en pequeños bastidores y luego se aplican al tisú principal del manto. Este minucioso proceso puede prolongarse durante meses, incluso más de un año, dada la complejidad y el detalle exigido.
La confección de un manto implica la colaboración de diversos oficios tradicionales. En Valencia, prestigiosos talleres de bordados artesanales como el de la familia Suay (Bordados Angelita Suay) han participado en la creación y restauración de varios mantos recientes. Igualmente, el Colegio del Arte Mayor de la Seda y su Cofradía han jugado un papel importante, aportando tejidos de calidad y conocimientos centenarios en el arte sedero valenciano. Los diseños a menudo se inspiran en bocetos históricos o devocionales: el nuevo manto de 2023, por ejemplo, se basó en dibujos de la bisabuela del diseñador Jaime Guillem, vinculando así la tradición familiar con la actual. En resumen, cada manto es fruto de un esmerado trabajo colectivo de artistas, artesanos y devotos, donde convergen la técnica ancestral y la creatividad al servicio de la fe.

Simbolismo y significado
El manto de la Virgen no es solo una prenda decorativa, sino también un lienzo lleno de simbolismo religioso y popular. A través de sus bordados e imágenes se representan aspectos clave de la devoción a la Geperudeta (como cariñosamente llaman los valencianos a su patrona). Uno de los símbolos recurrentes es el monograma de María, la letra M coronada, que suele ocupar el centro o lugares destacados del diseño como signo de la realeza y pureza de la Virgen. En el reciente manto del Centenario (2023) este monograma aparece al centro acompañado de una banda con la leyenda “Sempre en lo cor”. Esta frase en valenciano, que significa «Siempre en el corazón», proviene del himno de la Coronación de 1923 y se ha convertido en lema del centenario, expresando el amor perenne del pueblo por su Madre.
Además del monograma mariano, abundan los motivos florales y vegetales, reflejo de las virtudes de María (la rosa mística, el lirio de pureza, etc.) y de la ofrenda floral continua que se le tributa. En el manto conmemorativo de 2023, por ejemplo, se incluyeron dos grandes cuernos de la abundancia cargados de flores y frutos a cada lado, rematados en el centro por un cestillo rebosante de cosechas. Estos cuernos de la abundancia simbolizan las gracias y bendiciones derramadas por la Virgen, así como la prosperidad y caridad que inspira en su pueblo. Del mismo modo, los ángeles bordados que aparecen en algunos mantos representan la protección divina y la cercanía de lo celestial: el manto de 1957 lleva “dos ángeles preciosos” flanqueando los escudos en su frontal, recordando la creencia popular de que la imagen original fue tallada por ángeles según la leyenda (de ahí la frase «la feren els àngels»).
Los escudos heráldicos y emblemas locales también forman parte del lenguaje simbólico del manto. Suelen incorporarse como gesto de gratitud o de consagración. Así, en el manto ofrecido tras la riada de 1957 se integraron los escudos de las ciudades de Murcia y Zaragoza en señal de agradecimiento por su ayuda solidaria. Igualmente, muchos mantos lucen el escudo de Valencia o la Senyera (bandera valenciana) entre sus adornos, declarando a la Virgen como Regina y patrona de la ciudad y de la Comunidad Valenciana. Un ejemplo reciente se vio en el manto floral de 2025, donde la parte trasera dibujaba la silueta de la provincia de Valencia con los colores de la Senyera (franja azul con bandas gualdinegras) y mostraba dos manos entrelazadas, símbolo de apoyo y solidaridad tras una catástrofe natural. Esta composición rindió homenaje a las víctimas de la DANA (inundaciones) de ese año, evidenciando cómo el manto puede reflejar no solo símbolos tradicionales, sino también mensajes de actualidad y cercanía con el pueblo.
En definitiva, cada elemento del manto tiene un significado: las flores aluden a la pureza y amor (además de conectar con la ofrenda de Fallas), las frases o lemas bordados condensan la fe popular (Sempre en lo cor subraya que la Virgen habita en el corazón de cada valenciano), y los motivos decorativos en oro evocan la realeza y santidad de María, a quien la Iglesia considera Reina del Cielo. El conjunto simboliza el manto protector que la Virgen tiende sobre sus desamparados – los más necesitados – amparo que originalmente dio nombre a esta advocación. Cada vez que se viste a la Virgen con un manto determinado, se actualiza un significado: ya sea rememorar un hecho histórico de salvación (como la riada de 1957), honrar un dogma mariano (la Inmaculada Concepción en 1954), o simplemente manifestar el cariño y la fidelidad de sus devotos. El manto, por tanto, es un símbolo tangible de la devoción, un lenguaje visual que narra la relación entre la Virgen y Valencia a lo largo del tiempo.

Proceso de confección y la Ofrenda del manto floral
La confección de un manto de tela para la Virgen suele ser un proceso extraordinario que involucra a diferentes actores sociales y religiosos. Tradicionalmente, detrás de cada manto ha habido una historia de participación comunitaria: cofradías, asociaciones devotas, gremios artesanales, familias benefactoras o incluso colectas populares. En el pasado, algunas familias pudientes o instituciones costeaban el encargo a talleres especializados, aportando diseños y materiales nobles. Hoy en día, esa colaboración se mantiene e incluso se ha ampliado a un espectro más amplio de la sociedad. Un claro ejemplo fue el proyecto “Un poco de muchos” en 2022-2023: para elaborar el nuevo manto del Centenario, se formó una junta gestora con entidades tan diversas como el Centenar de la Ploma, el Ateneo Mercantil, la Interagrupación de Fallas, el Casino de Agricultura, Lo Rat Penat, la Cofradía de San Jerónimo (Seda), la Fundación del Colegio de la Seda, junto a la Camarera de la Virgen. Bajo la dirección del maestro bordador Jaime Guillem, se organizaron jornadas abiertas donde cualquier ciudadano podía acercarse a dar una puntada en el manto, trabajando codo con codo con los artesanos. Personas de todas las edades y condiciones participaron con ilusión – incluso un voluntario ciego aportó sus puntadas, animando a otros a hacer lo mismo – demostrando que “por la Virgen se hace de todo”, como resumió emocionado el propio Guillem. Este proceso participativo, además de garantizar un resultado artesanal de primera calidad, dotó al manto de un valor sentimental incalculable, al llevar en sus hilos el recuerdo y la devoción de miles de corazones.
Por otro lado, el manto floral confeccionado anualmente durante las fiestas de las Fallas merece una mención especial. La Ofrenda de Flores a la Virgen de los Desamparados es un acto multitudinario que se celebra cada 17 y 18 de marzo desde mediados del siglo XX, en el cual las comisiones falleras y otros colectivos ofrecen ramos de flores para vestir con ellos a la Virgen. Esta tradición nació oficialmente en 1945, cuando la Junta Central Fallera incorporó al programa de fiestas una ofrenda floral a la patrona. En aquella primera ofrenda participaron unas treinta fallas, que depositaron sus ramos dentro de la Basílica ante la imagen original. Al año siguiente, 1946, el éxito de la convocatoria llevó a trasladar el acto al exterior, instalando en la Plaza de la Virgen una gran imagen de la Mare de Déu de madera (de unos 14 metros de altura) sobre un cadafal o estructura en forma de cono. Desde entonces, la Ofrenda ha crecido hasta incluir todas las comisiones falleras de Valencia (382 comisiones en 2023) y grupos invitados de pueblos y regiones vecinas. A partir de 1970 se extendió a dos jornadas debido al elevado número de participantes, convirtiéndose en uno de los momentos más emotivos de las Fallas.
El proceso de elaboración del manto floral es altamente coordinado. Semanas antes de Fallas se diseña en secreto el patrón que formarán las flores en el manto, normalmente combinando símbolos marianos con alusiones a Valencia o a acontecimientos relevantes de ese año. Según ese diseño, se asigna a cada falla un color específico de flor (los más habituales son claveles blancos, rojos o rosados) y una posición en la estructura. Durante los días de la Ofrenda, miles de falleros y falleras, ataviados con la indumentaria tradicional, desfilan por las calles hasta la Plaza de la Virgen portando sus ramos. Al llegar ante la enorme imagen de madera, entregan los ramos al equipo de “vestidores de la Virgen”, un grupo de expertos coordinado por la Basílica, que sube por el andamiaje y va colocando cada ramo en su lugar correspondiente siguiendo el dibujo previsto. Es un trabajo arduo que se prolonga hasta la medianoche: más de 50.000 ramos de flores son necesarios para cubrir por completo el manto de la Virgen gigante. Conforme avanzan las horas, la silueta marrón de la estructura va desapareciendo bajo una cascada de claveles, y los motivos van tomando forma y color.
El resultado final de la Ofrenda es un espléndido tapiz efímero que cubre a la Virgen. Cada año el diseño varía: unos años ha mostrado el escudo de la ciudad, otros alguna escena devocional, y en ocasiones mensajes de homenaje o agradecimiento (como el “GRACIAS” embarrado añadido en 2025 para honrar a los voluntarios tras una inundación). Al concluir la segunda noche (18 de marzo), el manto floral terminado queda expuesto en la plaza para admiración de vecinos y turistas hasta el día 19 o 20 de marzo. Cabe destacar que esta labor está apoyada por el Gremio de Floristas de Valencia, que cada año colabora aportando las flores y su experiencia en la conservación del tapiz floral. La magnitud de este manto es tal que recientemente se ha propuesto aspirar al Récord Guinness por ser posiblemente el manto floral más grande del mundo, dada la cantidad de flores y su tamaño superior incluso al de ofrendas de otras ciudades como Zaragoza.
En la elaboración tanto de los mantos de tela como del manto floral intervienen, por tanto, falleras, cofradías, instituciones y voluntarios, cada uno aportando desde su ámbito. Las falleras y falleros, con su desfile y ofrenda, tejen literalmente el manto de flores que renueva el vínculo entre la Virgen y la ciudad cada año. Las cofradías y hermandades vinculadas a la Virgen (como la Archicofradía de los Desamparados o la Cofradía de la Seda) custodian su imagen y su ajuar, organizando y apoyando la confección de nuevos mantos y la conservación de los antiguos. Y la sociedad civil, representada por entidades culturales y devocionales, patrocina y participa activamente en estos proyectos, evidenciando que la devoción trasciende el ámbito estrictamente religioso para convertirse en una auténtica expresión comunitaria.

Importancia cultural, religiosa y artística
El manto de la Virgen de los Desamparados posee una triple dimensión: es al mismo tiempo símbolo religioso, elemento cultural identitario y obra de arte. En el plano religioso, representa el manto de protección y misericordia de María sobre su pueblo. La Virgen de los Desamparados, como patrona de Valencia desde patronazgo secular, está profundamente arraigada en la fe popular: su festividad (el segundo domingo de mayo) convoca multitudinarias celebraciones, y vestirla con sus mejores galas – sus mantos – es parte central de esa veneración. Cada manto, al ser colocado sobre la imagen, realza la figura sagrada y la acerca aún más al pueblo, pues muchos de estos mantos han sido donados o confeccionados por la propia comunidad en señal de gratitud. Por ejemplo, el manto de 1954, sufragado con donativos de los valencianos, es considerado “muy especial porque se hizo con las donaciones de los valencianos”, reflejando esa entrega de la gente hacia su patrona. Asimismo, la Ofrenda de Flores y su manto floral han adquirido tintes casi litúrgicos, constituyendo un acto de devoción colectiva donde participan creyentes y no creyentes. De hecho, la ofrenda ha logrado “traspasar” barreras religiosas y unir en un mismo acto a personas de toda condición bajo un sentimiento común de respeto y amor a la Virgen. Es frecuente ver lágrimas de emoción en los ojos de los oferentes al depositar sus flores, independiente de su grado de práctica religiosa, lo que subraya el carácter integrador de esta tradición.
Culturalmente, el manto de la Virgen se ha convertido en un símbolo de la identidad valenciana. Como señaló el rector emérito de la Basílica, Jaime Sancho, pocos símbolos logran concitar tanta unanimidad: “lo único que está por encima de todo es la Mare de Déu; es el único símbolo que nos une a todos los valencianos porque discutimos todo lo demás – la bandera, la lengua, el nombre de la tierra – pero a la Virgen de los Desamparados la llevamos siempre en el corazón”. Esta afirmación se refleja en la realidad: la imagen de la Virgen preside lugares prominentes de la ciudad, su himno y su efigie son conocidos por todos, y su manto – ya sea el de tela bordada en oro o el efímero manto de flores – es parte del paisaje festivo y sentimental de Valencia. Durante las Fallas, la imagen floral de la Virgen con su enorme manto se erige en el centro neurálgico de la ciudad, convirtiendo la Plaza de la Virgen en un espacio de encuentro, germanor (hermandad) y afirmación cultural. Además, la participación de instituciones laicas como agrupaciones culturales, musicales, gremiales, etc., en los homenajes a la Virgen, demuestra que esta devoción forma parte del patrimonio inmaterial valenciano, trasmitido de generación en generación.
Desde la perspectiva artística y patrimonial, los mantos de la Virgen de los Desamparados son verdaderas joyas. Los ejemplares históricos confeccionados en los siglos XIX y XX no solo tienen un valor devocional, sino que también son apreciados por historiadores del arte y expertos en textil. Exposiciones como “Salve, Reina del Cel i la Terra” (organizada por la Fundación Bancaja en 2022-2023) han permitido admirar de cerca mantos como el de la Coronación (1867), el del capellán Mata (1915), el de la familia Burillo (1940) o el del Año Mariano (1954), resaltando su riqueza de detalles y la maestría artesanal con que fueron ejecutados. En dichas muestras se exhibe también el armazón interno sobre el que se colocan los mantos, lo que ayuda a comprender su elaboración y volumetría. Los expertos destacan la excepcional calidad de los bordados en realce, la finura de los tejidos de seda valenciana y la armonía de las composiciones iconográficas. Cada manto es una obra única: el de 1867, por ejemplo, fue confeccionado en Sevilla con tisú de oro y plata bordado en realce, mientras que el de 1954 se produjo en Valencia combinando técnicas tradicionales con un diseño renovado de estética más moderna para su época. La reciente restauración profesional de varios mantos (como la llevada a cabo en 2015 por el Instituto Valenciano de Conservación para el manto de 1954) ha garantizado la pervivencia de estas piezas, permitiendo que puedan volver a lucirse en celebraciones solemnes sin riesgo para su integridad.
En suma, el manto de la Virgen de los Desamparados trasciende su función de ornamento litúrgico para erigirse en un símbolo vivo de Valencia. En él confluyen fe, tradición y arte. Es al mismo tiempo el manto de la caridad que cobija a los desamparados, el manto festivo que une al barrio y a la fallera con su ramo, y el manto exquisito que habla de la historia y del saber hacer de una tierra. Cada hilo de oro, cada flor colocada, encierra un pedacito del alma valenciana: devota, creativa, solidaria y fervorosamente mariana. Como reza el lema, la Mare de Déu va “sempre en lo cor” – siempre en el corazón – de su pueblo, y su manto es la expresión tangible de ese amor incondicional a lo largo del tiempo.
Fuentes: Archidiócesis de Valencia (Archivalencia); Museo de la Seda de Valencia; La Razón (5 mayo 2023); ABC (4 mayo 2022); Levante-EMV / Noticias Ciudadanas; Valencia Plaza; Plan Valencia.
Carlos Álvaro Segura Venegas
Magnífico reportaje. Enhorabuena