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LA LEYENDA DE LOS AMANTES DE TERUEL

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TARDE DE ABRIL

En efecto. En una espléndida tarde de abril, llena de luz y color, nos dirigimos un grupo de amigos y yo rumbo a Teruel en busca de los Amantes, Diego e Isabel.

¿Frío en Teruel? A nosotros nos recibió con un cálido sol, brillando en un cielo azul sin nubes que invitaba a recorrer sus históricas calles admirando las bellas torres mudéjares, los monumentos y el famoso “torico” que desde su alta columna presidía la plaza principal de la ciudad.

Después de un paseo turístico por la misma, hicimos un alto en la visita y nos sentamos en una terraza para tomar un café acompañado de la rica trenza mudéjar, dulce famoso que os recomiendo.

     ¿Nos habíamos olvidado de los Amantes? Por supuesto que no. Así que, decididos, dirigimos nuestros pasos hacia el famoso mausoleo en donde se dice que estos enamorados yacen in aeternum.

El monumento, situado en la iglesia de San Pedro de Teruel, está formado por dos bellísimas estatuas de mármol, obra del escultor Juan de Ávalos, representando a Isabel de Segura y Diego de Marcilla, los dos amantes que, ya que en vida no pudieron unirse, a la muerte de ambos quisieron enterrarlos juntos.

Por eso, al  no haber podido consolidar su amor, el escultor los representó yacentes con las manos extendidas pero sin tocarse.

Pero, ¿cuál es la leyenda de estos desdichados amantes? La leyenda narra la historia de amor entre dos jóvenes turolenses, Isabel y Diego. Hela aquí.

UNA HISTORIA DE AMOR

En el siglo XIII vivía un mercader muy rico el cual tenía una hija muy bella de nombre Isabel. Ella y otro muchacho, llamado Diego, pobre, pero muy honrado, se encontraron un día en el mercado y se enamoraron profundamente, hasta tal punto que él deseó tomarla por esposa. Ella le correspondió pero antes había de conseguir que su padre aprobara tal casamiento, ya que el joven no tenía fortuna.

Entonces, Diego le propuso a su amada partir para las Cruzadas y, al cabo de tiempo, regresar de allí rico y con honores.

El padre de la joven aceptó con la condición de que si, pasados cinco años, el pretendiente de su hija no tornaba, ella habría de contraer matrimonio con otro aspirante a su mano.

Isabel le prometió a Diego que lo esperaría y a su vuelta le daría un beso de amor. Mas, transcurrían los años y como Diego no aparecía, el padre instaba a su hija a tomar marido. Ella se negaba con la esperanza de que su amado volviese. Pero, cumplidos ya los cinco años de ausencia del joven, sin que este apareciera, el padre le dijo a Isabel: Hija, mi deseo es que te cases.

Isabel, viendo que el plazo de los cinco años estaba a punto de concluir y su novio no aparecía ni tenía noticias de él, acabó por creer que estaba muerto y tuvo que aceptar la boda con un rico pretendiente, Señor de Albarracín.

Mas, el mismo día de la boda, regresó Diego cargado de honores y riquezas después de haber sufrido toda clase de contratiempos.

Al enterarse el joven del casamiento de su amada, esa misma noche escalando su balcón,  sin ser visto, logró entrar en la cámara donde los esposos dormían y despertando suavemente a su amada le rogó: Bésame, que me muero.

Ella le respondió: No quiera Dios que yo falte a mi marido. Por la pasión de Jesucristo os suplico que busquéis a otra, que de mí no hagáis cuenta, pues si a Dios no ha complacido, tampoco me complace a mí.

Él volvió a decirle: Bésame, que me muero.

Pero ella repuso nuevamente: No quiero. Entonces, Diego cayó muerto en el acto.

Isabel aterrada, despertó al marido y le contó lo ocurrido y entre los dos acordaron llevar al joven a casa de su padre, sin ser vistos por nadie y ocultando el hecho.

Mas, Isabel, arrepentida de no haberlo besado, reflexionó sobre su conducta y pensando lo mucho que Diego la había querido, cuánto había hecho por ella y que el no besarlo fue la causa de su muerte, decidió darle el beso que le había negado cuando él se lo pidió. Así que, decidida, se dirigió a la iglesia de San Pedro donde la familia había trasladado el cuerpo de Diego. Al llegar a la misma, ella apartó de su cara la mortaja y lo besó tan apasionadamente que la joven cayó allí mismo muerta sobre el cadáver de Diego.

Los espectadores que contemplaban tan triste escena y el gran amor que se habían profesado en vida, acordaron enterrarlos juntos para siempre en la misma sepultura.

Y esta es la historia, o leyenda, de Los Amantes de Teruel que, al fin, pudieron unirse eternamente convirtiéndose en ejemplo de amor hasta nuestros días.

LAS BODAS DE ISABEL SEGURA

La leyenda de Los Amantes de Teruel ha tenido tal repercusión a lo largo de los siglos, que todos los años la ciudad de Teruel recrea esta historia de los malogrados Isabel y Diego y ha sido declarada como Fiesta de Interés Turístico Nacional. Tal representación existe desde 1997, hace ya veintiocho años.

Disfrutar de Las Bodas de Isabel Segura es una representación que hay que verla. Las calles se convierten en auténticos episodios de la historia de los amantes, transformándose en una pequeña ciudad medieval en la cual se reproducen diferentes pasajes de la historia de Isabel y Diego.

Hay cuatro escenarios montados  situados en el casco viejo de la ciudad, alrededor de la Plaza de la Catedral, cada uno con una representación distinta, y la ciudad se convierte toda ella en una fiesta trasladada al siglo XIII donde numerosos habitantes se visten con trajes de aquella época y sus calles se llenan de alegría disfrutando de una fiesta continua.

LA LEYENDA SE EXTIENDE

Numerosos escritores, escultores, pintores y músicos, se han hecho eco de esta historia a lo largo de los tiempos por su singularidad y romanticismo y los amantes han sido llamados los Romeo y Julieta españoles, aunque en realidad el drama de Shakespeare fue posterior a esta leyenda.

Escritores como Juan de Montalbán, Andrés Rey de Artieda, Tirso de Molina y Mariano Miguel de Val, escribieron sobre esta historia.

 Aniato Marina fue el escultor autor de un altorrelieve en la Escalinata de la Estación, en Teruel, 1921. Asimismo, el ya mencionado Juan de Ávalos, esculpió el conjunto monumental, 1955, en la iglesia de San Pedro de Teruel.

Algunos pintores también han recreado cuadros sobre el tema de los Amantes, tales como Juan García Martínez que les dedicó un óleo conservado en el Museo del Prado.

Antonio Muñoz Degraín, Primera Medalla de la Exposición Nacional, también se inspiró en esta leyenda y asimismo su pintura se haya expuesta en el Museo del Prado.

El músico Tomás Bretón compuso la ópera “los Amantes de Teruel”.

En cuanto a la repostería, hay unos dulces llamados besos de enamorados y otra creación llamados suspiros. Joyas, monedas, tarjetas, calles dedicadas a los Amantes, plazas, instituciones, etc. Todo ello en honor a esta pareja de enamorados que han pasado a la historia como prototipo de un gran amor.

Vuestra amiga Carmen Carrasco

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