carmen 2El pasado 8 de noviembre se organizaron las II Jornadas Sobre Violencia Machista y Salud Mental del Grupo Mujer y Salud Mental de la Sociedad Catalana de Psiquiatría y Salud Mental, en el aula magna del rectorado de la Universidad de Lleida. La Dra. Carme Tello participó con la ponencia: “Los niños espectadores pasivos de violencia pueden convertirse en víctimas o verdugos”. La asistencia fue de 250 profesionales de salud, servicios sociales y educación

La Dra. Carme Tello desarrollo una ponencia en la que desarrolló los factores desencadenantes de la violencia que no se sufre directamente sino como un espectador pasivo de la misma. Hizo hincapié en diferenciar violencia (conducta aprendida) y agresividad (relacionada con el instinto de vida y que debe ser considerada normal). Si bien hay diferentes factores que pueden influir en el desarrollo conductas violentas., tales como de tipo: neurofisiológicos (como el famoso caso de Phineas Gage), hormonales y endocrinos, neuronas espejo o el “Muñeco bobo” (muy ligado al aprendizaje social), estar expuesto violencia familiar como observador pasivo es muy traumatizante.

El artículo de Bowlby: “Lo que se supone que no debo saber y se y lo que se supone que no debo sentir y siento”, explica como ese tipo de violencia genera un malestar más difícil de ser detectado y por tanto de ser tratado. Esto tiende a generar  cronificación y posteriores resultados adversos en la evolución del niño, niña o adolescente en su vida adulta. Tales como: dificultades en la vida psicosexual, los aprendizajes, relaciones sociales o en el mundo laboral, y en el peor de los casos reproducir con sus parejas y sus hijos las conductas violentas aprendidas.

En la Exposición Indirecta a la Violencia (EIV): la víctima es testigo presencial (oye, ve, escucha), se ve implicada en episodios reales (no ficticios) de violencia ejercida sobre otra persona o grupo, que se dan en su  ámbito familiar o en su entorno social. Los niños y las niñas, a partir de las neuronas espejos desde la más tierna infancia, tenderán a imitar la conducta a partir de la observación personal y el medio ambiente, que influirán en su desarrollo psicoemocional. Como explica Bolwby en el artículo mencionado, mantenerse en silencio es la respuesta más frecuente ante la exposición a violencia.

El silencio de las víctimas ha sido relacionado con mecanismos psicológicos complejos, como la represión, el trauma, los procesos de memoria. Es la “Cultura del silencio” que incrementa la invisibilidad de las experiencias de victimización.    Se guarda silencio por diferentes motivaciones como: obediencia o lealtad individual al agresor, al grupo, a la autoridad, a las normas sociales,  por olvido, negación o vergüenza. Explicar lo visto, oído escuchado o que se sabe, conlleva algunos riesgos, como por ejemplo, ser etiquetado o estigmatizado como persona desleal, “destructora de la familia” traidora, o poco fiable, y esto puede acarrear consecuencias como la expulsión de la, familia, la comunidad o la marginación dentro del grupo. Estas exposiciones suelen quedar ocultas y silenciadas, invisibles a los ojos de los adultos y de la sociedad en general.

Por ello hay un alto riesgo de desarrollar comportamientos violentos en tanto han aprendido  modelos de conducta que facilitan la práctica de la violencia. Todo ello hace que exista un peligro muy elevado de ser ellos mismos, en el futuro, agresores violentos  o nuevamente víctimas de violencia.  No obstante, también es importante precisar que ni todos los jóvenes expuestos a violencia desarrollan conductas delictivas ni todos los delincuentes han sido previamente expuestos a violencia.

Porque no necesariamente sólo los niños con antecedentes de malos tratos van a presentar conductas violentas directas (físicas y / o verbales) o indirectos. Dependerá de: los factores riesgo y los factores de protección, la resiliencia, los Working Modelos (los modelos internos de trabajo), la empatía, la aserivitat, la función reflexiva o mentalización y del tipo de vinculación afectiva que hayan hecho con su cuidador principal (normalmente la madre): seguro, evitativo, preocupado o desorganizado (este es el de peor pronóstico). ¿Cómo podemos ayudar a esos niños, niñas y adolescentes?

Existen muchos protocolos pero lo impórtate es poderlos aplicar de manera ética y efectiva, intervenir cuando más precoz y al inicio del conflicto violento mejor (por ello es muy importante la coordinación con los servicios de adultos que trabajan situaciones de violencia familiar), teniendo muy en consideración los  aspectos ligados a las fidelidades familiares, evitando la duplicidad del maltrato. No olvidemos que muchas veces, “actuando de loa mejor de la maneras” si olvidamos este aspecto lo que se genera es iatrogenia duplicando el maltrato. Porque como decía Hipócrates: “primero no hacer daño” Dra., Carme Tello CasanyPsicóloga clínicaPresidenta de la Associación Catalana per la Infancia Maltractada ACIMPresidenta de la Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil FAPMI

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