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H A C E S D E L U Z, REFLEXION FILOSÓFICO-TEOLÓGICA: ATEISMO

Lo confieso  abiertamente: ¿seré yo  un atrevido, nescio, petulante e irreflexivo, enfrentándome, con esta breve reflexión, a uno de los grandes  temas actuales, cual  es  el ateismo?. Porque, a la verdad, algunas personas tienen la impresión de que el  mundo se ha despreocupado de  Dios y no son  pocos  los  creyentes que  alimentan una  equivocada sensación de  soledad: sospechan  que cada vez  son menos  los   que creen en Dios, que se trata de un  tema  pasado  de moda.  Sería  estúpido  ignorar, objetivamente hablando, que el ateismo, en sus múltiples y variadas  formas, es una de las más  agudas inquietudes que acechan al hombre. El mismo Pablo VI  (1963 – 1978) en su primera encíclica “Ecclesiam  Suam (6/08/1964) asegura que “es éste el  fenómeno  más  grave  de nuestro  tiempo”; sólo  un  ciego  podría  no  verlo. Es necesario, sin  embargo,  matizar  bien esa generalizada idea de que “los que creen” se están  quedan  solos.  En la Encíclica podemos observar cómo dice el Papa que   es un hecho gravísimo el que declaren no creer  en Dios un 10% de los alemanes, un 12% de los noruegos, un 26% de los suecos, un 11% de los suizos, un 2% de los  griegos,  un 21% de los franceses, un 10% de los austríacos, un 13% de los  holandeses, un 11% de los británicos, etc. Se trata, pues,  de un fenómeno digno de consideración.

Y centrándonos  en nuestro  tiempo, hay que  admitir que el joven de hoy  se  encuentra ante  una grave alternativa – según mi experiencia docente -: u opta por la oferta  de la fe o se deja seducir por la tentación de la increencia, fenómeno éste  muy frecuente en los jóvenes, dada su falta de madurez intelectual y ver, además, lo fácil que  es  seguir la parte atractiva de la vida: irresponsabilidad y  hedonismo en  todo.

El teólogo y profesor don Antonio  Jiménez Ortiz – cfr. “Ante el desafío de la increencia. Teología para jóvenes”, Madrid, 1998 – afirma que no resulta  dificil describir en pocas palabras lo que es la fe, pero  es  algo  más complicado explicar  brevemente y con  claridad  las  argumentaciones que fundamentan  las  decisiones del  ateo  o del  agnóstico. El  joven  creyente  ha  de  enfrentarse  a  ellas  para comprenderlas y desactivar  su  poder de  seducción. Y esto sólo es  posible  si descubre  al  mismo tiempo el  significado  profundo de su  fe, si su experiencia creyente  adquiere  la fuerza de una convicción vital  que ilumine toda su existencia.

He tenido  la gran  suerte de ejercer la enseñanza en  los tres estamentos  docentes – General  Básica, Media y Universitaria –  y comprobar que es  mucho más  fácil decir “Dios no existe”, cumpliéndose  la sentencia de la  Biblia (Sagrada Escritura): “Dixit  stultus  in  corde suo, non est Deus” (= Dijo el necio en  su corazón: No hay Dios), que admitir la “idea de Dios”, bien por la “razón  natural” (naturali  lumine comparata, se dice  en Filosofía) o  bien por la  Revelación, es decir, Dios que se manifiesta  al  ser humano, aunque no sea digno de ello (Teología). En  el  campo  teológico, benévolo lector, está muy presente  la Filosofía.

Este ha sido, pues, el fundamento filosófico-teológico de estos  artículos, sirviéndome de las páginas de GRANADA  COSTA, enfocados -¡cómo no! – a  la juventud y a cuantos afirman – sin fundamento “in re” – su indiferencia  religiosa, que está  adquiriendo las proporciones de una silenciosa, pero  enorme  marea, que va anegando la conciencia  creyente de muchos  jóvenes, y, asimismo, al  complejo  asunto de la religiosidad de la  Nueva Era (New  Age), que se presenta como una  espiritualidad sin Dios, y cuyo influjo  es  cada día  mayor  en  los  jóvenes, tal  como nos habla el Profesor Jiménez  Ortiz.

Parece que está  suficientemente demostrado  que  el endiosamiento de la ciencia y de la técnica, que imponen  en  los diversos ámbitos de la existencia  los criterios de la eficacia y de la manipulación,  el éxito  de las  ciencias  de la  naturaleza,  que propagan  una  mentalidad  empirista, que se ve, a su vez,  alimentada por  el ansia de poseer y de  consumir,  la  conciencia  viva  del  mal  en  el mundo, que  aparece desafiante  y desconcertante  en  el  escenario  de la vida cotidiana  bajo  los focos  de los  medios  de comunicación,  la falta  de coherencia  de los creyentes y  el  rechazo  visceral  de las instituciones eclesiásticas…  hacen  con  frecuencia  imposible  el planteamiento  de la cuestión  religiosa  e incluso de  la  pregunta  por  el  sentido  de  la  existencia, bloquean  los  caminos de  acceso  a la fe, o favorecen  el deslizamiento  de  muchas  conciencias hacia  la increencia  religiosa. Es  decir,  muchos  son  los factores  que  hay que tener  en cuenta, siempre que   se intente abordar tan  delicada cuestión: Ateismo.

Ahora  bien, si observamos los  ambientes  culturales de Occidente, se puede  comprobar que en general  el ateismo no suele ser sostenido con la misma seguridad y  militancia que en  las  décadas pasadas. Me parece que el tema “ateismo” ha ido  perdiendo  interés  en los círculos  intelectuales, abriéndose paso  más bien  una  actitud de cautela o incluso de inseguridad frente  a las  cuestiones  religiosas, con la convicción de que sobre esos temas no se puede  saber nada. Algo que,  a mi parecer, va contra  la inquietud  metafísica de todo ser humano: conocer la razón  de su propia existencia.

En España – cfr. Informe del “Secretariado para los no creyentes” (1987)- el  ateismo ya no es agresivo  y militante. Sin embargo,  se sabe que hay  escritores,  artistas y  publicaciones que atacan a la religión y defienden  el ateismo. Pero no  es la nota dominante  en el sector público. Lo más frecuente  es  el  agnosticismo, el nihilismo, el indiferentismo, el materialismo y el  hedonismo. Términos que intentaré  explicar. Para mí, el problema mayor en España no es  el ateismo ni el  agnosticismo de los  medios intelectuales, sino el  creciente número de católicos no practicantes   y su  alejamiento progresivo de la Iglesia. Creo  que los católicos españoles están  muy faltos de una buena formación  filosófica y  teológica; y, por tanto,  no  saben “dar razón  de su fe” (1Pedro 3,15).

El ateismo  contemporáneo ha abandonado  su afán provocador de otros tiempos, esto es, no busca ante todo la negación de Dios, cuanto la afirmación  total y absoluta del hombre. Subraya – escribe el Profesor Jimńez Ortiz (op. cit. pág. 53) – su opción  ética y se propone como un  auténtico proyecto de liberación  para el ser humano. En  el  fondo  se trata de una “fe”, de una apuesta vital e intelectual  por un  mundo  sin Dios.

 

Junio 2015                                                                                                 (Continuará)

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