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FLAMENCO Y TOROS (XXX). Rafael González “MACHAQUITO” (1880-1955)

“Tempus fugit”, nos dejó dicho el  lírico poeta Quinto Horacio Flaco (65 – 8 a.C); y…“todo pasa y muere como las olas del mar”, sentencia nuestro refranero  español.  ¡Increible, pero cierto!: ya han  pasado  seis décadas de la muerte de Machaquito, nombre artístico  de  Rafael González Madrid, que vio la luz primera en Córdoba, el 2 de enero de 1880  y cerró  sus ojos a este mundo en la  “Festividad de  todos los  Santos” de 1955. Aquel  cordobés pequeño  y recio – cuentan las crónicas  taurinas -, de carácter y  voluntad indomables, a quien  los empresarios y la prensa, más que el público y los  propios  toreros, tomaron  como rival de  Ricardo   Torres  Reina (1879 -1936), también  conocido  en los carteles como “Bombita Chico”, para emparejarlo en una rivalidad  que  nunca existió  realmente en los protagonistas. El apodo – mote- de “Machaquito” fue fruto de la capacidad que tenía Rafael de matar los toros con tan gran  acierto,  que  para acabar con los cientoveintiséis toros que mató en una sola temporada – así se cuenta – tan sólo empleó cientotreinta y cinco estocadas. Tal fue  su valor torero, que está reconocido como uno de los personajes más  valientes de la  tauromaquia. Y en su honor, hay que reseñar  que Rafael  González “Machaquito” es uno de los cinco Califas del Toreo cordobeses.

Sus inicios fueron  siendo casi un niño, ya que mató su primer novillo a la edad de 16 años en una capea  junto a Rafael Molina Martínez “Lagartijo Chico” (1880 -1910), con quien posteriormente formó  pareja, guiados por el antiguo banderillero Cuniqui. El contraste de estilos entre los muchachos hacía más  atrayente la pareja. Machaquito representaba la fe ciega en  el triunfo y su enorme valor, en tanto que  Lagartijo Chico era la elegancia un poco fatalista y  musulmana que poseyó en tan  alto grado  Lagartijo  el  Grande ( 1841 -1900).

Después de algunas temporadas  de becerristas pasaron a novilleros logrando grandes y merecidos éxitos. Se presentó en Madrid el día 8 de septiembre de 1898, tomando su alternativa, junto a Lagartijo Chico, de manos de Emilio Torres Reina, hermano mayor de la dinastía “Bombita”, en la misma plaza madrileña, el día 16 de septiembre de 1900. A  Machaquito le cedió el torero de Tomares (Sevilla) la muerte del toro “Costillares”, del Duque de Veragua. Poco a poco – como sucede en toda  actividad humana – la pareja se fue distanciando, llegando  Machaquito a primera figura y siendo emparejado ficticiamente – como ya hemos dicho – con Bombita Chico. Esta  pareja profesional llegó a  protagonizar la difícil etapa del  toreo  que enlaza los años de apogeo de Guerrita – véase artículo XXIX – con la eclosión de la Edad de Oro, encarnada en Joselito El Gallo y Juan  Belmonte.

Según mis lecturas,  creo que no hubo tal lucha a muerte entre Machaquito y  Bombita Chico, dado  que  el cordobés hacía un toreo rápido, tanto con el capote como con la muleta, no dejando en reposo los pies ni un  momento. Sin embargo, a  la hora de matar, pese a su corta estatura, se colgaba de los pitones de los astados, dejando en  ellos casi siempre parte de los bordados  de la pechera de su camisa. En eso, solamente en eso, superó a Bombita, ya que en lo demás el diestro de Tomares, con todos sus defectos, le daba ciento y raya al cordobés, leemos en  “Tauromaquia fundamental”, pág. 28. Universidad de Sevilla, 1974. Ahora bien, quien dice esto es sevillano, como Bombita. Luego “Roma locuta est….”: ¡Arsa, y viva Sevilla!. En  el  complejo y enigmático  “mundo del flamenco” también hay páginas negras de  muchas y gravísimas  injusticias. No tengo que recurrir a testimonios ajenos; los he sufrido en mis propias carnes, desde mis lejanos inicios artísticos.¡Pero todo pasa!.

Es  históricamente cierto que el 29 de Agosto de 1902, en Hinojosa del  Duque (Córdoba), en la segunda corrida, cayó parte del tendido de la plaza de toros en  la que  Machaquito actuaba como único  espada. El diestro jugándose la vida, acertó a matar de certera estocada al toro que se encontraba en el ruedo, que se llamaba “Perdigón”. Por este hecho le fue concedida a Rafael la Cruz de Beneficencia. Sus contundentes estocadas forman parte de la historia del toreo y  merecieron  la inspiración del genial  escultor valenciano  Mariano Benlliure (1862 -1947) ) para  inmortalizar aquella forma de  matar tan  soberbia  de  Machaquito. El artista de la escultura, inspirado en la estocada con que acabó Machaco, el 9 de Mayo de 1907, en  Madrid, con la vida del toro “Barbero”, de Mihura, después de hacerle una de sus mejores faenas, es la famosa obra en bronce titulada “La estocada de la tarde”.

Los  años en los que Machaquito se mantiene en activo tiene que hacer  frente a un  animal de extrema dureza y volumen a los que tumbaba con  sus fulminantes  espadazos. Su última actuación  como matador de toros se verifica en la plaza de Madrid el 16 de octubre de 1913. Aquel día concede la alternativa a Juan Belmonte (1892 -1962)  en  presencia de Rafael el Gallo (1882 -1960). Dolores Clementson, su esposa, le corta la coleta poco después y se retira a vivir a su Córdoba natal, siendo admirado y respetado  de todos los estamentos  sociales.

Rafael González “Chamaquito”, como su  compañero Bombita, abandonó con toda seriedad la profesión, no vistiéndose  de luces, como él decía, “ni pa hacerse un retrato”. Su escultura, para admiración  y fruición de todos los “taurófilos”, se puede observar en la plaza de toros de Córdoba. La presencia perenne, hecha estatua, del inmortal Machaquito nos hace pensar que quedarse sin  recuerdos es, simplemente,  no tener  historia, lo mismo las personas  que los pueblos. Y sigo pensando que  sin  memoria, como sin  canciones – en sus múltiples  formas – sólo  nos  quedaría la soledad: tal era el pensamiento  de  una de las mejores poetas de la “Generación  del 27”, Concha  Méndez (1898 – 1986). La  Tauromaquia, aparte  de  su   aspecto etimológico – “lucha con el toro” – es  una de las formas artísticas que  define ineludiblemente,  desde  remotos tiempos, la idiosincrasia de España. Aquí radica la razón  ontológica de considerar las coridas de  toros “FIESTA  NACIONAL”.

Esto nos lleva  ofrecer  a  los lectores de  Granada Costa algo bastante  ajeno a  muchos  andaluces: “TOREROS FLAMENCOS” y  “FLAMENCOS TOREROS”, una especie de calambur o juego de palabras que nos  aclarará aún mejor la  similitud existente   entre Flamenco y Toros.

Alfredo  Arrebola,  Profesor – Cantaor

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