FLAMENCO Y TOROS (XXIII): MANOLO GONZALEZ (1929-1987)
Corta pero profunda fue la vida artística del famoso matador de toros Manuel González Cabello, nacido en Sevilla, 7 de diciembre de 1929, y fallecido en la actual capital de Andalucía, el 25 de diciembre de 1987. Las crónicas taurinas nos comentan que Manolo González fue un torero de época, del más puro estilo sevillano. Nadie pone en duda que Sevilla ha sido siempre tierra pródiga en cantaores y toreros. No es necesario, pues, hacer mención nominal de tantos artistas que ha dado esta pródiga tierra andaluza, aunque, a veces, se exagera demasiado: idiosincrasia sevillana.
Corría el año 1946, Manolete había decidido torear solamente aquella temporada la corrida de la Beneficencia madrileña. Carlos Arruza, por su parte, restringía al máximo sus actuaciones a causa del gran agotamiento de las 108 corridas del verano anterior. El sevillano Pepe Luís Vázquez, señor y artista, toreaba únicamente aquellos toros que le permitían faenas cumbres. Fue en aquel verano, en un día caluroso de Agosto, cuando se presentó en Madrid un muchacho bajito, de rostro imberbe y con cierta semejanza, física al menos, con el maestro de San Bernardo: Manuel González Cabello, conocido artísticamente como MANOLO GONZALES. El sevillano iba acompañado de Gabriel Pericas y Antonio Caro. La impresión . escribe Rafael Ríos – que causó fue muy halagüeña, sobre todo teniendo en cuenta que sólo había toreado unas cuantas novilladas picadas. Aquel público que medio ocupaba el coso de Las Ventas, creyó vislumbrar que ese parecido físico con Pepe Luís Vázquez era también en lo artístico, cf. “Tauromaquia fundamental, pág. 149 (Sevilla, 1974).
Y en parte – pienso yo – que tenía razón, pero con diferencia: Pepe Luís Vázquez tenía duende, el duende lorquiano puro, y Manolo González poseía caudales de gracia en su toreo. Tal vez por eso se dice en la tauromaquia:” TRIANA PONE LA GRACIA / Y SAN BERNARDO EL SALERO, / PERO EN “PUERTE DE LA CARNE”/ NACEN LOS BUENOS TOREROS”.
A Manolo González se le considera como el continuador de la escuela sevillana que creara Chicuelo y alimentara Pepe Luís Vázquez. Precisamente, este último torero le da la alternativa en Sevilla el 27 de mayo de 1947, como si se produjera un relevo generacional de esa forma de concebir el toreo llena de gracia y naturalidad. Esa tarde Manolo Navarro es el testigo y las reses pertenecían al hierro de Clemente Tassara Su presentación en Madrid se produce el 4 de Agosto de 1946, aunque su mayor éxito en esta plaza lo logra en octubre de 1947. En estos primeros pasos ya destacaba en él la gracia y la calidad de su toreo, pero también su valor. Estas dos cualidades se unen en su persona y lo llevan a lo más alto del toreo en un muy poco tiempo. Tras su alternativa en Sevilla (1947), el 3 de junio de 1948, la confirma en Madrid de manos de Antonio Bienvenida y Pepín Martín Vazquez como testigo, y al toro Capuchino – de la ganadería de Pérez Tabernero – le hace una faena que le aúpa a lo más alto de la torería. La faena que Manolo González hace a Capuchino fue considerada como paradigmática de su concepto del toreo: perfecta unión de valor y arte. Desde entonces y hasta su prematura retirada ocupa la primera fila del toreo. Sin embargo – no se conocen bien las causas -, cuando estaba en el cenit de la fama (1953), después de haber actuado en México, se retira del toreo, dedicándose al oficio de ganadero y apoderado. Reapareció en 1960 y se retiró definitivamente el 23 de julio de 1961. en la plaza Las Arenas de Barcelona; dirigió la carrera artística de Espartaco y Manzanares. Fallece en Sevilla a causa de un derrame cerebral el 25 de diciembre de 1987. Se encuentra enterrado en el Cementerio de San Fernando de Sevilla, donde ocupa un lugar destacado.
José María de Cossío, en su famosa obra “Los Toros”, nos dejó dicho: “…Habrá habido toreros con más gracia o arte, y los habrá habido con tanto valor, pero el valor informando al arte, no sé de torero alguno de nuestro tiempo que lo haya patentizado como Manolo González”, cfr., “Enciclopedia General de Andalucía”, Tomo 9, pág. 3.942. Salió varias veces por la Puerta Grande de Las Ventas de Madrid.
Innumerables son las citas bibliográficas que hacen referencia a Sevilla en el Cante, Baile y Toque, como también al complejo y enigmático mundo de la Tauromaquia. Guiado, pues, por esta similitud, el inolvidable flamencólogo Anselmo González Clíment dijo magistralmente las palabras siguientes: “Las componentes del toreo, del cante y de la danza andaluces van engarzadas en esa temática y mecánica de lo jondo y lo epidérmico. Sirva de contraste la hondura arrebatadora de un “natural” con el sabor minaturesco de un olé aislado u oportuno del que lo jalea; el desplante magistral de un baile por soleares, ritmificado por un palmero intimista, orfebreril; el pié final de una seguiriya trágica que el guitarrista cierra con leve pirotecnia de una escala terminal”, cfr. “Andalucía en los toros, el cante y la danza”, pág. 39 (1953).
Me complace plenamente el que haya sido otro cantaor-estudioso – como lo fue mi inolvidable amigo Luís Caballero – quien abordara este tema con profundo sentido y agudeza. Y así en “¿Somos o no somos andaluces? (De la verdad y la mentira del cante)”, pág. 24 (Sevilla, 1973), afirmaba el famoso cantaor sevillano: “El cante, ese toro de cinco años y hasta de ocho, al que el cantaor tiene que echarle mucho valor, coraón e inteligencia con el tiempo fue PARANDO, TEMPLANDO y MANDANDO hasta transformarlo de lidia tosca en arte auténtico. De sonsonete graciosamente despreocupado, en son largo y serio.. Entre el Compás y el Ritmo media una apreciada diferencia. Cantar para bailar exige exactitud matemática, lo que viene a mutilar, en parte, el rasgo grande, hondo, por liberado, de la uniformidad dependiente de la coreografía. Al igual ocurre con los escasos cantes colectivos: sevillanas, algunos fandangos de Huelva, Verdiales y Sones del Sacromonte, etc.Esto es magnífico, precioso. Entusiasma, alegra, pero sin hacernos pensar. También torear es evitar que el toro te coja mediante capotazos, valor, oficio y protección”. Pero lo verdadero, lo grande, es “enfrentarse” sólo con el toro y, por añadidura, PARARLO, TEMPLARLO y MANDARLO: completar la faena elevando el toreo hasta donde se llama A R T E, es decir, evocar la memoria de Chicuelo, Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordoñez, MANOLO GONZALEZ….
Alfredo Arrebola