** EL SANTO VIAJERO** (6º Capitulo)

Pope John Paul II is pictured in an image released March 25 by the postulation of his sainthood cause. The Polish pope, who died April 2, 2005, will be beatified May 1. (CNS photo/Grzegorz Galazka, courtesy of Postulation of Pope John Paul II) (March 28, 2011) EDITORS: MANDATORY CREDIT AS GIVEN. EDITORIAL USE ONLY.
Reunión histórica.
En Asís, convocó en octubre de 1986 la primera jornada Mundial de Oración por la paz, que reunió en un acontecimiento único, a unos sesenta representantes de las principales religiones cristianas y no cristianas:
Budistas, hinduistas, sintoístas, musulmanes, católicos, protestantes… Fue la primera vez en la historia, que todas las religiones se unían para formar un frente común contra la guerra y en favor de la paz en el mundo. En su mensaje, el Santo Padre declaró: Deseo hacer un llamamiento intenso a todos, a los cristianos y a los seguidores de otras religiones, para que trabajen conjuntamente para construir un mundo sin violencia, un mundo que ame la vida y crezca en justicia y solidaridad.
En octubre de 1980, la reina Isabel II de Inglaterra y su esposo, el príncipe Felipe, habían realizado su primera visita oficial a la Santa Sede, lo que dio pie al inicio de las conversaciones, para el establecimiento de relaciones diplomáticas entre el Vaticano y el Reino Unido.
Un año y medio después, el 1 de abril de 1982, el Papa protagonizó otro hecho histórico, al recibir las credenciales del primer embajador británico ante el Vaticano, desde el reinado de Enrique VIII.
Iglesia Anglicana
Inmediatamente, Karol Wojtyla empezó a preparar su viaje a Gran Bretaña, para asentar las relaciones recientemente establecidas con el país anglicano y, después de viajar a Portugal en mayo, justo cuando se cumplía un año del atentado que estuvo a punto de costarle la vida, ofreció una misa en la basílica de San Pedro por la paz entre Argentina e Inglaterra, en guerra en aquellos días por el conflicto de las Malvinas.
Juan Pablo II llegó a Londres el 28 de mayo de 1982, en la que fue su primera e histórica visita a Gran Bretaña, cuna del anglicanismo. Su primer gesto, como era su costumbre, fue besar la tierra, lo que hizo nada más descender del avión, que había aterrizado en el londinense aeropuerto de Gatwick.
Cientos de manos se agitaron para saludar al Sumo Pontífice, quien fue recibido con un ramo de flores por el arzobispo de Westminster, Basil Hume.
Después de entrevistarse con la reina Isabel, jefa de la iglesia anglicana, su entrada en la catedral de Canterbury, el templo donde fue asesinado el arzobispo Thomas Beckett, en el año 1170, fue un momento memorable para las dos iglesias, la católica y la anglicana.
Juan Pablo II hizo posible el milagro que supuso el acercamiento entre ambas, después de cuatro siglos de pronunciado distanciamiento.
Las relaciones entre el Vaticano y Londres se han ido estrechando, los entonces Príncipes de Gales, Carlos y Diana, fueron recibidos en audiencia por el Papa, quien años después volvió a reunirse con Isabel II, esta vez en la Santa Sede.
Diplomático.
Las cualidades como diplomático del Santo Padre, le han situado como un personaje clave en los acontecimientos más importantes en décadas, y se ha acercado a dirigentes del más variado signo.
No podemos olvidar, su decisiva intervención en el fin de las dictaduras comunistas de la Europa del Este, incluyendo a su Polonia natal.
También Ronald Reagan, “atrapado” como muchos otros por el carisma de Juan Pablo II, se comprometió durante su estancia en el Vaticano, a apoyarle en su incansable lucha por la paz y la justicia en el mundo. Meses después, se consolidaría el fruto de aquella visita, cuando el 10 de enero de 1983, se establecieron las relaciones diplomáticas completas, entre la Santa Sede y Estados Unidos de América.
No fue el único país en estrechar lazos con el Vaticano, el Papa ha ido ampliando el departamento diplomático de su pequeño Estado, estableciendo relaciones con las monarquías nórdicas de Europa, recuperando así unos contactos qué, en el caso de Suecia, llevaban interrumpidos 456 años.
En España.
La histórica visita que inició Juan Pablo II a nuestro país el 31 de octubre de 1982 fue impresionante, pues era la primera vez que un Papa pisaba tierra española. Previsto en principio para octubre de 1981, éste fue uno de los viajes que el Santo Padre tuvo que posponer debido al atentado que sufrió en mayo de ese año. Tuvo un recibimiento emocionante y multitudinario porque, además de los Reyes y el entonces presidente de Gobierno en funciones,
Leopoldo Calvo-Sotelo, el aeropuerto de Barajas se vio desbordado por la presencia de miles de madrileños que le brindaron la más entusiasta de las bienvenidas. Muchos vieron su llegada en televisión, que transmitió en directo el acontecimiento, pero otros cientos de miles de personas prefirieron congregarse en las calles de Madrid, provistos con banderas del Vaticano y toda clase de pegatinas; en muchas de ellas podía leerse “Totus tuus” (Todo tuyo), el lema que él escogió para su pontificado, para vitorearle y recibir su bendición.
Juan Pablo II, que recorrió las calles de la capital en coche cubierto, quedó impresionado por la alegría del pueblo ante su presencia.
En Ávila, visitó el Monasterio de la Encarnación, donde mantuvo un emotivo encuentro con las monjas Carmelitas de toda España, que por un día olvidaron su voto de silencio para aclamar al Papa, al que llegaron a interrumpir hasta nueve veces en su discurso. Después, utilizó el mismo cáliz que usaba San Juan de la Cruz en la misa que concelebró con los obispos españoles en la Puerta del Carmen, junto a la muralla norte, un acto multitudinario que contó con la presencia de los Reyes y sus hijos.
En Alba de Tormes (Salamanca), visitó el sepulcro de Santa Teresa, por la que el Papa sentía absoluta devoción, y presidió el acto final de la clausura del cuarto centenario de su muerte.
En Segovia, oró ante el sepulcro de San Juan de la Cruz, además estuvo en Guadalupe, en Granada, y en Sevilla, donde beatificó a Sor Angela de la Cruz.
En Zaragoza, Montserrat (Barcelona), Loyola (Guipúzcoa), Valencia y Santiago de Compostela, lugares en los que volvió a resaltar los valores de la familia, exhortó a los jóvenes a huir de la droga y la masificación y reiteró su condena contra el terrorismo y las peticiones de paz.
Recorrió un total de 7400 kilómetros y durante la semana de viaje, celebró misas multitudinarias, pronunció discursos, mantuvo reuniones oficiales y culturales, se dirigió a los jóvenes, tuvo encuentros con los niños y con los ancianos…
Tenía entonces 62 años y, a pesar de lo que le había ocurrido el año anterior, todavía demostraba una envidiable forma física.
Juan Pablo II, el primer Papa que visitaba tierra española, dejó una huella indeleble y, al despedirse de nosotros dijo:
Queridos españoles todos, he visto millares de veces, en todas las ciudades visitadas, el cartel de a quien esperabais como “Testigo de esperanza”.
Los brazos abiertos del Papa os bendicen e invocan sobre vosotros la protección divina. En un saludo hecho de afecto os digo ¡Hasta siempre, tierra de María!
Nuevos viajes.
Volvió a pisar tierra española en octubre de 1984, cuando asistió al homenaje a la Hispanidad que se celebró ante la Pilarica. En esta ocasión, la Virgen no lucía manto, porque durante su primera visita, lo levantó para ver la venerada columna. La estancia del Pontífice en la capital maña sólo duró once horas.
La tercera visita pastoral de Juan Pablo II a nuestro país se celebró entre el 19 y el 21 de agosto de 1989. De nuevo fue un viaje intenso y agotador, pues el Papa repartió esos tres días entre Asturias y Santiago de Compostela, primero visitó Oviedo y después la basílica de Covadonga.
Fue el Santo Padre, quien eligió estas dos ciudades para las celebraciones de la IV jornada mundial de la juventud, a la que alentó en la defensa de la vida y de la familia.
Sevilla, Huelva y Madrid.
Entre el 12 y el 17 de junio de 1993, el Sumo Pontífice volvió a recibir el cariño y la admiración de los españoles. En Sevilla, clausuró el 45º Congreso Eucarístico internacional, ordenó a 37 sacerdotes y tuvo un encuentro con los jóvenes.
A pesar de lo agotador de cada jornada, Karol Wojtyla volvió a hacer gala de su vitalidad, y desde Sevilla se trasladó a Huelva, donde visitó La Rábida, Palos de la Frontera, Moguer y el Rocío.
En Madrid consagró la catedral de la Almudena y canonizó a Enrique de Ossó y Cervelló, en una multitudinaria ceremonia que congregó a un millón de fieles.
Ahora, Juan Pablo II anuncia su quinta visita a España, concretamente a la capital, donde está previsto que permanezca desde el viernes 2 de mayo al domingo 4. El lema de este viaje es “Seréis mis testigos” y el motivo es la canonización de cinco nuevos santos españoles: El padre Poveda, la madre Maravillas de Jesús, Genoveva Torres, Sor Ángela de la Cruz y el padre Rubio.
Mensajero de la Paz.
Un cuarto de siglo después del inicio de su pontificado, Juan Pablo II mantiene un ritmo que sus propios colaboradores califican de increíble, en un hombre que está a punto de cumplir 83 años y tiene una salud muy gastada y delicada.
Los viajes, los contactos políticos y el trabajo intelectual llenan una existencia que está presidida por una preocupación creciente; la fragilidad de la paz en un mundo azotado por los fanatismos, la intolerancia y la guerra, “una aventura sin salida”, como el mismo la ha calificado.
En diciembre de 1990, Juan Pablo II envió sendas cartas a George Bush, entonces presidente de Estados Unidos, y a Sadam Husein, presidente de Iraq, en un vano intento de evitar la primera guerra del Golfo, que se desencadenaría sólo días después, concretamente el 17 de enero. En su mensaje de Navidad, el Papa Wojtyla pronunció unas palabras qué, desafortunadamente, no han
perdido vigencia ni actualidad: “ La luz de Cristo está con las naciones atormentadas de Oriente Medio, ¡Que se convenzan los lideres de que la guerra es decididamente una aventura sin retorno!
Desgraciadamente trece años después, a Juan Pablo II le ha tocado hablar de nuevo con el presidente iraquí, pero esta vez con George Bush hijo, por idéntico motivo, recordando con una energía asombrosa: “Pertenezco a la generación que vivió y, gracias a Dios, sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, y tengo el deber de decir a todos los que no tuvieron esta experiencia; ¡Nunca más a la guerra!
La historia se repite.
Con inmenso dolor, Juan Pablo II volvió a enfrentarse al drama que estalló el 20 de marzo de este año cuando, sin haber obtenido el permiso de la ONU, las tropas aliadas estadounidense e inglesas (de las que el ejercito español formó parte como ayuda humanitaria) entraron en Iraq, dando paso a la destrucción y a la muerte, las dos compañeras inseparables de la guerra.
Poco antes de que el conflicto comenzara, en febrero, el Papa recibió en audiencia privada en el Vaticano, al primer ministro inglés Tony Blair y al presidente del gobierno español José María Aznar, como ya lo había hecho con el presidente Bush. Juan Pablo II, según informó la prensa internacional, amonestó severamente a estos mandatarios y les recordó su deber para con la paz. El mensaje Papal no dejaba lugar a dudas:
“Es urgente el compromiso de todos, por una paz verdadera basada en el recíproco respeto, el rechazo del fundamentalismo, y en la búsqueda del diálogo que evite a las naciones precipitarse en la barbarie de un baño de sangre”.
GRAN PESADUMBRE,
Desde que estallara el conflicto, la pesadumbre es el gesto que marca el gastado rostro del Santo Padre. El 23 de marzo último, cinco días después del comienzo de esta segunda guerra en el Golfo Pérsico, Juan Pablo II presidió la ceremonia de beatificación de María Dolores Rodríguez Sopeña, Juana María Condesa, Caridad Brader, Laszlo Batthynay y Pierre Bonhome.
Ocasión que aprovechó para alzar una vez más, su voz clara y firme contra la guerra: “Aquel que decide que todos los medios pacíficos que contempla la ley internacional están agotados, asume una grave responsabilidad ante Dios, ante su conciencia y ante la historia”.
Al margen de su critica a los conflictos bélicos, el Sumo Pontífice ha dejado también muy claro, que en una sociedad justa y libre no hay lugar para el racismo ni para los totalitarismos.
Contra otra de las lacras de nuestro tiempo, el terrorismo, el Papa Wojtyla ha recordado una y otra vez: Dios dijo: “No matarás”, y ningún hombre, ninguna asociación humana puede cambiar este derecho divino.
Un hombre inquieto.
El Papa Juan Pablo II, el más activo de los pontífices, no ha dejado de sorprender al mundo por su sencillez, su simpatía y su accesibilidad, cualidades que ha ido reflejando en su día a día. También lo ha demostrado en sus casi cien viajes a los cinco continentes, poniendo de relieve su facilidad de palabra y enorme capacidad de comunicador.
Para hacer llegar su mensaje, el Papa ha utilizado todos los medios de comunicación, sin desdeñar los nuevos tiempos y la llegada de la era informática al Vaticano. Así, en noviembre de 2001, se convirtió en internauta y envió un correo electrónico a todas las diócesis de Oceanía, en el que defendía a los aborígenes y culturas locales de aquellas lejanas tierras.
La Naturaleza.
El Sumo Pontífice creció y se hizo hombre en continuo contacto con la naturaleza, era un niño cuando aprendió a esquiar en las montañas cercanas a su Wadowice natal. Los paseos por el monte y la vida al aire libre, le hacen sentirse más cerca de la grandeza de Dios, según ha dicho en más de una ocasión. A sus colaboradores les costaba seguir su ritmo, y lo habitual en sus excursiones es que almorzara en pleno campo y se retirara a descansar debajo de un árbol.
Cambio de costumbre.
Su amor por la montaña le llevó a elegir el maravilloso valle de Aosta, cercano a los Alpes italianos, para pasar allí sus días de vacaciones, en lugar de quedarse siempre en la residencia de Castel Gandolfo, donde sus antecesores disfrutaban habitualmente del verano.
Desgraciadamente, los intensos dolores que el Santo Padre sufrió en los brazos y piernas, ya no le permitieron la practica del esquí, pero apoyado en dos bastones continuó saliendo al campo a descansar y meditar, mientras su delicada salud se lo permitió.
Fueron las imágenes más sencillas y cercanas de un hombre, que desde siempre, sólo inspiró cariño, respeto y admiración allá donde fuere.
Gracias Santo Padre, por el Gran Legado que nos dejó… (Fin).
