JUSTICIA, INJUSTICIA SOCIAL

María Vives Gomila Profesora emérita de Psicología de la UB y escritora
El objetivo de la justicia social, concepto usado en distintos ámbitos por instituciones y posiciones políticas a partir del siglo XIX, se centra en la igualdad y equidad social, en el estado de bienestar, la distribución de la renta, la lucha contra la pobreza, etc.
Por su parte, la ONU, en 1919, con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ya aludía a las actividades que deben orientarse a erradicar la pobreza y promover la justicia social para todos.
En 2007, la Asamblea General de las Naciones Unidas basaba su actuación en la protección de los derechos humanos
A su vez,la Doctrina social de la Iglesia, especialmente vinculada con los derechos humanos, sostiene el derecho a la vida, la libertad, la igualdad, la educación y la salud, sobre cuya base se construye la justicia social de todas las personas sin importar su origen social, económico, étnico o de género.
Ante todas estas expectativas sobre la justicia social, vertidas en las declaraciones anteriores sobre los derechos humanos, encontramos verdaderas injusticias tanto en las diferentes etapas del desarrollo del niño como a nivel familiar, educativo, social y en el entorno de la salud mental.
De este modo, detectamos casos de niños abandonados por sus padres, que van a crecer sin un modelo, siempre necesario, para evolucionar adecuadamente; hijos de padres separados, que se ven obligados a convivir con hermanos desconocidos y que en determinados casos experimentan la disociación que representa separarse de un núcleo familiar, inicialmente estructurado; madres, que por su adicción han tenido que dejar a sus hijos en adopción, algunos de los cuales no han obtenido el afecto que les podría compensar dicho cambio.
Y así, podríamos continuar… adolescentes, que han sido inducidos a seguir unos estudios que no desean o a iniciarse en deportes, que absorben por completo sus vidas, cuando la principal tarea que todo adolescente necesita es aquella que les permita “construir un sentimiento de identidad suficientemente bueno que les prepare para la vida adulta y para la que se requieren modelos psicológicos adecuados y consistentes para seguir creciendo”.
La pandemia ha podido incrementar en determinados adolescentes ansiedades claustrofóbicas al sentirse encerrados, también mentalmente entre cuatro paredes. Otros, en cambio, se habrán sentido protegidos por este entorno, que les ha preservado y del que les cuesta salir.
Si un desarrollo infantil adecuado depende, en gran medida, de la capacidad de los padres para interactuar en buena sintonía con sus hijos, favoreciendo con ello su gradual adaptación a la realidad, en la adolescencia la exigencia es todavía mayor, se les pide aún más.
La principal misión de padres, educadores y adultos en esta etapa, situada entre la niñez y la edad adulta, consiste en ayudar al hasta ahora niño a construir gradualmente este diálogo interno, que le permita desarrollar un nuevo sentimiento a medio camino de la identidad adulta, “una identidad que le lleve a sentir suficiente coherencia sin excesivas contradicciones entre diferentes aspectos de sí mismo para que, a pesar de ellas y de los cambios que vaya experimentando, pueda reconocerse en este aprender a saber quién es y a fiarse cada vez más de sí mismo”.
El niño y la niña tienen en sus padres un punto básico de referencia. Cuando este puntal falla, por ausencia o lejanía, necesitarán recurrir a otros referentes con quienes poder identificarse y a los que deseen parecerse.
El ser humano crece gracias a la interacción mutua de padres, hermanos y personas de su entorno próximo, que se han ocupado de ayudar al niño en las primeras etapas de su vida y a lo largo de su posterior desarrollo; incluso, en los casos en los que la precariedad familiar ha dificultado la evolución del niño, ha sido la escuela, junto a otros profesionales, quien en tantas ocasiones ha asumido este papel mediador supliendo las carencias de un medio familiar desfavorecido y ocupándose del crecimiento holístico del niño. De ahí, la importancia tanto del medio interno, que llegará a constituir su personalidad como de las características del ambiente que rodea al niño e influye en su evolución.
Cuántas capacidades se han podido desarrollar generando confianza en niños y adolescentes gracias al estímulo, energía y medios utilizados por padres, maestros y adultos de su entorno. Lo cierto es que cada persona ha evolucionado y sigue haciéndolo gracias a la interacción con los demás, sea cual fuere la edad y el ambiente en el que ésta se ha desarrollado.
Pero volvamos a los conceptos de justicia social y a la necesidad de soporte básico material y psicológico que determinadas familias necesitan. Los datos de la OMS deben llamarnos la atención: “se prevé que una cuarta parte de la población mundial tenderá a sufrir algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida” y que “la mitad de los trastornos mentales se inician en la juventud –algunos de ellos en la infancia-”. Y añade: “son las condiciones sociales y económicas las que ejercen mayor influencia sobre la salud de la población, ya que son causa de que las personas enfermen” …
De ahí, la importancia de intervenir los síntomas y sus causas a una edad temprana, además de actuar sobre estas condiciones psicosociales y económicas frágiles, a las que alude la OMS, que perjudican la salud mental de la población en general y de las personas más desfavorecidas en particular.
El problema nos atañe a todos, gobierno, profesionales, toda la sociedad para que, protegiendo las condiciones sociales y económicas, se pueda prevenir la pobreza, proteger a las familias más carenciadas e invertir en la educación y desarrollo de sus hijos. ¡Todo un reto para un país!
