**EL SANTO VIAJERO** ( 3ª PARTE)

EL CONCILIO VATICANO II:
El 16 de julio de 1962, tras la muerte de monseñor Baziak, Karol asumió temporalmente la administración de la archidiócesis de Cracovia, con la potestad de ordenar nuevos sacerdotes.
Además, monseñor Wojtyla había empezado a trabajar para el Concilio Vaticano II, abierto por el Papa Juan XXIII en octubre de ese año.
El obispo Wojtyla tuvo una destacada participación en este concilio, en temas relacionados con el ateísmo moderno, la libertad religiosa y la reforma litúrgica. El obispo polaco coincidía plenamente de los deseos de Juan XXIII al convocar un concilio ecuménico, como eran la renovación de la fe, misericordia en lugar de condena y apertura de la iglesia al mundo moderno. Su estancia en Roma, durante las sesiones conciliares, le permitió conocer obispos de todo el mundo y reforzar su idea del ecumenismo, tan fundamental en su futuro pontificado.
Las intervenciones de Wojtyla en las sesiones conciliares, no pasaron inadvertidas y su ascensión prosiguió a una velocidad vertiginosa, de la que ni él daba crédito.
El Cardenal Wojtyla.
El 30 de diciembre de 1963 es elegido arzobispo de Cracovia, nombramiento que se hace efectivo el 8 de marzo de 1964, cuando es investido en la catedral de Wavel, y por fin, el 28 de junio de 1967, Pablo VI le designó cardenal, convirtiéndose en el segundo mas joven de la iglesia católica. De este modo Wojtyla seguía acumulando <marcas>, y ya en 1974 ordenó a 43 nuevos sacerdotes, en la que fue la ordenación sacerdotal más numerosa desde el final de la segunda Guerra Mundial.
Desde su archidiócesis de Cracovia, monseñor Wojtyla siguió trabajando incansablemente, en su mensaje de la integración de los laicos a las tareas pastorales y en la promoción del apostolado juvenil, a pesar de la fuerte oposición del régimen comunista, impulsó la construcción de iglesias y promocionó la formación religiosa de los obreros.
En dos conclaves.
El 6 de agosto de 1978 murió Pablo VI, quien siempre mostró un especial cariño por Wojtyla, un sentimiento reciproco. El 26 de agosto de ese mismo año, en el primer día, en la cuarta ronda de votación, fue elegido Papa monseñor Albino Luciani, de 65 años, quien, por primera vez en la historia, eligió un nombre compuesto; Juan Pablo I.
Como novedad resaltada por todos, se negó a protagonizar una fastuosa ceremonia de coronación. Como Cardenal, Karol Wojtyla participó por primera vez en un cónclave. La palabra proviene del latín y significa “con llave”, pues se trata de la reunión solemne de los cardenales que eligen a puerta cerrada al nuevo Sumo Pontífice.
La historia de este procedimiento se remonta al año 1268 cuando, tras la muerte del Papa Clemente IV y habiendo pasado dos años sin una nueva elección, el pueblo italiano de Viterbo encerró a los cardenales que estaban en el Palacio episcopal. No les abrieron las puertas hasta que eligieron al nuevo Santo Padre. Que fue Gregorio X.
Sacerdote.
El mundo sabe, que se ha elegido a un nuevo Papa cuando de la chimenea de Capilla Sixtina del Vaticano (donde los cardenales permanecen durante la elección sin que nadie pueda entrar o salir) sale humo blanco, producto de la quema de las papeletas de la votación.
Si es negro quiere decir que aún no hay designación, y durante el tiempo que duran las reuniones, la plaza de San Pedro es un hervidero de gente, que espera ansiosa, ver el momento en que sale la esperada “fumata blanca”. Las votaciones, para las que los cardenales se han encomendado al Espíritu Santo, son secretas y poniendo a Dios por testigo, y se desarrollan por la mañana y por la tarde; para ser elegido Papa se requiere contar con dos partes más uno de los electores.
Desgraciadamente Juan Pablo I, ha pasado a la historia con el sobrenombre de el “Papa de septiembre”, pues murió el 29 de ese mes de 1978, sólo 33 días después de su elección.
La causa del fallecimiento fue un infarto masivo, según dictaminó la autopsia oficial, aunque sigue la leyenda de la intervención de una “mano negra”. Karol Wojtyla, recibió la tremenda noticia mientras desayunaba en la sede de la Curia Metropolitana de Cracovia.
El 3 de octubre, el entristecido y todavía impresionado cardenal polaco, se encontraba de nuevo en Roma para los funerales del Santo Padre fallecido, y también para su posterior participación, por segunda vez en menos de dos meses, en el cónclave cardenalicio que elegiría al nuevo Papa.
“Fumata blanca”
El 16 de octubre, en la octava votación del cónclave se produjo un hecho histórico, ya que, por primera vez en 455 años, fue elegido Papa un no italiano; el obispo de Cracovia, monseñor Karol Wojtyla.
El decano de los cardenales, se acercó a él para preguntarle si aceptaba el nombramiento, Monseñor Wojtyla se puso nuevamente en manos de Dios y dio su asentimiento. A continuación, Wojtyla anunció que debido a su devoción por Pablo VI y su afecto por Juan Pablo I, elegía el nombre de Juan Pablo II.
A las 17:15 horas, los miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro, vieron la ansiada fumata blanca salir por la chimenea de la Capilla Sixtina. Pasados unos minutos, ante los miles de personas que se encontraban allí, el decano del colegio cardenalicio, el cardenal Pericles Felici, apareció para comunicar la buena nueva “Habemus Papam”.
*Tres personas claves en su vida religiosa*
En este mes de noviembre, se cumpliría 78 años del comienzo de la vida sacerdotal de Juan Pablo II, y a lo largo de décadas de entrega a Dios, se han cruzado en su existencia tres figuras claves.
Primero fue el cardenal Adam Stefan Sapieha, héroe de la resistencia polaca a la invasión nazi y quien le ordenó sacerdote en 1946.
El Papa Pablo VI, le nombró cardenal en 1967 y ambos mantuvieron una estrecha colaboración. Por último, Karol Wojtyla fue uno de los cardenales que intervino en agosto de 1978, en el cónclave en el que resultó elegido Juan Pablo I, cuya muerte en septiembre de ese año, a los 33 días de su elección, propició la histórica llegada del primer cardenal polaco que ocupa la silla de San Pedro.
Cuando el cardenal Felici, anunció el nombre de Karol Wojtyla, entre los fieles reunidos en la plaza de San Pedro se produjo un sentimiento generalizado de incredulidad, no se trataba de un Papa italiano, y también de expectación, ya que la inmensa mayoría no sabía quién era el nuevo pontífice, llegando incluso a preguntarse si sería negro.
Nada más aceptar su nombramiento como Papa, Juan Pablo II a marcar sus primeros récords: Su elección, además de convertirle en el primer
Papa polaco de la historia, rompía con la tradición de más de 400 años de papas de origen italiano, el último “extranjero”, había sido el holandés Adrián VI en 1523. Asi mismo al tener sólo 58 años, pasaba a ser el Papa más joven en los últimos 132 años.
Cuando Juan Pablo II, apareció en el balcón central de la basílica de San Pedro, rompió la tradición de dirigirse a los fieles para darles su bendición en latín, y en un claro italiano, lo que le valió los primeros aplausos y vítores, como cuenta su biógrafo George Weigel, dijo a la muchedumbre:
*Todavía lloramos la muerte de nuestro querido Juan Pablo I y ahora los eminentes cardenales llaman a un nuevo obispo de Roma. Le han llamado de un País lejano, lejano sí, pero siempre cerca a través de la comunión de la fe y en la tradición cristiana, temía recibir este nombramiento, pero lo he hecho… Y de este modo me presento ante vosotros**.
*Misa de coronación*
El 22 de octubre, seis días después de su nombramiento, se celebró en San Pedro la solemne misa de coronación, presidida por un clima de intensa emoción, pero sin los fastos de anteriores coronaciones, como ya ocurriera en la de Juan Pablo I.
Trescientas mil personas abarrotaban la plaza de San Pedro, donde se colocó un altar adornado con gladiolos blancos y rojos, los colores de la bandera polaca. Por primera vez en su historia, la televisión de Polonia, dirigida por el régimen estatal comunista, transmitió una misa.
Ochocientos dignatarios de todo el mundo asistieron a la celebración, entre los que se encontraban los reyes de España. Doña Sofía, era una de las pocas damas que vestía de blanco y con mantilla del mismo color, por ser un privilegio que el Papado concede a las reinas católicas.
A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II ha sido un pionero en muchos aspectos; con su carácter abierto y comunicativo, supo ganarse en poco tiempo el respeto unánime de lideres de todo el mundo, más allá de su confesión religiosa o ideología.
*Una jornada habitual*
Haciendo honor a la incansable actividad que Juan Pablo II siempre ha desplegado, en su libro “Testigo de esperanza”, el escritor estadounidense George Weigel, describe así, como era una jornada normal en la vida del Papa, cuando no estaba en uno de sus habituales viajes:
Se levanta sobre las cinco y media de la mañana, no sin cierto esfuerzo según el mismo reconoce, una vez vestido, va a su capilla donde pasa una hora en oración; en este pequeño refugio espiritual hay colocado un sencillo crucifijo y un icono de la virgen negra de Czestochowa, la patrona de Polonia. A las siete y media celebra misa, a la que asiste un reducido grupo de personas. Desayuna a las ocho y media y después suele dedicar hora y media a escribir, manteniendo su inveterada costumbre de hacerlo en la capilla ante el Santísimo. Es el tiempo en el que trabaja en sus encíclicas, cartas pastorales y discursos para las audiencias.
A partir de las once, comienzan sus compromisos oficiales, y sobre las dos de la tarde come con sus invitados; normalmente, el menú suele consistir en un primer plato de pasta, un segundo de carne o pescado, seguido de fruta fresca y dulces, que, con su debilidad, todo ello regado con vino y agua mineral. Tras la comida, descansa diez minutos y después, si sus gastados huesos se lo permiten, le gusta pasear por los jardines del Vaticano mientras reza el rosario.
Antes de los compromisos de la tarde, el Papa estudia con sus secretarios la correspondencia y los documentos que debe firmar. Cena frugalmente entre las ocho y las nueve, y después se retira para leer, escuchar música o incluso ver alguna película, pues también le encanta el cine.
Desde años, y debido a su artrosis, también recibe una sesión diaria de fisioterapia, y, además, practica ejercicios de logopedia, en ambos casos ayudado por especialistas…
