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EL PANTEÓN DE MARINOS ILUSTRES

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

PROFESOR: Juan R. Cirici Narváez

TRABAJO REALIZADO POR: Antonio Brea Pérez.

INTRODUCCIÓN


El Panteón de Marinos Ilustres
es un edificio de estilo neoclásico, construido en el siglo XVIII, ubicado dentro del recinto de la Población militar de San Carlos, en San Fernando (Cádiz), y en el que descansan los restos mortales de numerosos marinos españoles.

          En un principio concebida como Iglesia de la Purísima Concepción, las obras de construcción comenzaron a finales del siglo XVIII  por orden de Carlos III, y, por problemas económicos y políticos, no se finalizaron hasta mediados del siglo XX.

          Del exterior destaca la sobria y monumental portada de estilo neoclásico y del interior el vestíbulo, de planta elíptica, y la iglesia, de tres naves y cúpula sobre el crucero. En los tramos laterales se sitúan los distintos mausoleos de los marinos.

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HISTORIA

 

            Las obras de construcción de la Iglesia de la Purísima Concepción de la Población militar de San Carlos comenzaron el 2 de julio de 1786, por orden y deseo de Carlos III de 1760, diseñada por Francisco Sabatini y dirigida primero por  Vicente Imperial Digueri, y, posteriormente, por el Marqués de Ureña, aunque el acabado de las mismas no se concretó hasta bien entrado el siglo XX. La primera piedra la colocó el Capitán general del Departamento Luis de Córdova y Córdova, y al día siguiente, 3 de julio, comenzaron las obras a las órdenes del Capitán de Navío Vicente Imperial Digueri, el teniente de fragata y arquitecto Antonio Noriega de Bada y los alarifes Ramón Estrada y Antonio Barrionuevo. Al principio, los trabajos se hicieron con rapidez, pero poco después, por falta de dinero, se produjo una desaceleración de las obras.

            A finales de septiembre de 1789 fue relevado Vicente Imperial Digueri por el Marqués de Ureña, Gaspar de Molina y Saldívar. En 1794 se suspendieron las obras por falta de dinero, pero el 28 de abril de 1795 se reanudaron por Real Orden para que se finalizase la construcción del sagrario. En 1805, tras el desastre de Trafalgar se pararon las obras y se olvidó por completo el proyecto.

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            A finales de septiembre de 1789 fue relevado Imperial Digueri por D. Gaspar de Molina, tercer marqués de Ureña, continuando las obras con más o menos prisa en función de los caudales y de las necesidades del departamento, hasta que se suspenden en 1794; pero una R.O. de 28 de abril de 1795 obliga a la terminación del sagrario para que sirviera de iglesia provisional y se continuaran en lo preciso para conservar lo realizado. Con motivo del desastre de Trafalgar en 1805 pararon del todo las obras y puso en olvido lo construido con tanto esfuerzo[1].

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Las obras no se reanudaron hasta 1845, tras la apertura del Colegio Naval en la población. La apertura del Colegio Naval Militar en 1845, y al no disponer éste de capilla propia, fue el motivo de la reanudación de las obras, pues la dirección del colegio, y a sus expensas, adecenta y reconstruye la capilla del sagrario, ya que el lugar se había convertido en un muladar con escombros, basuras y hasta cadáveres del cercano Hospital. Tienen que pasar cinco años más para que una R.O. de 10 de octubre de 1850 disponga que la iglesia que no se había construido » fuese lugar decoroso de perpetuo y religioso descanso de los ilustres marinos que sirvieron denodada y fielmente a la Patria«, y, además, capilla para el Colegio Naval. El  10 de octubre de 1850, una Real Orden estableció dotar a este edificio como Panteón. Entonces estaba dentro de lo que era el Colegio Naval y pretendía servir de referente de modelos de vida a los alumnos que aquí cursaban sus estudios. El 15 de noviembre de 1854 se concluyen las obras de los sepulcros de Jorge Juan Santacilia, Juan José Navarro, Federico Gravina, Luis de Córdova y Córdova, Ignacio María de Álava, Cayetano Valdés y José Rodríguez de Arias. Para dar cumplimiento a la citada ordenanza, se procedió al saneamiento del lugar y a la demolición de lo construido sobre cornisas y, por hacer menos gravosas las obras, se utilizaron como mano de obra barata a los confinados y reclusos del departamento y se modificó el plano original haciéndolo más sencillo, de tal forma que en ese mismo año se terminaron las dos capillas circulares y que originalmente eran la sacristía, una para el colegio naval y la otra para el culto diario.

            La solemne inauguración tuvo lugar a las 9 de la mañana del 17 de noviembre de 1854, fiesta onomástica de la reina Isabel II, aunque en esta inauguración carecía de techo, que se añadió en 1948.

            La última fase de construcción se inició en 1943, de la que se encargó la Empresa Nacional Bazán, y en la que se cubrió por completo el recinto, y dándose por finalizadas en 1959, con un coste final de 8.150.000 pesetas. Desde entonces y hasta ahora el edificio ha dado cobijo a los restos mortales de “aquellos que llevados por su alto concepto del honor o movidos por su abnegado sentido del deber, alcanzaron el reconocimiento y la gloria, ya fuera dando ejemplo de bizarría en el campo de batalla, cultivando las letras o desarrollando las ciencias”.  Nuevos arquitectos como D. Isaac Nessi y D. Manuel García del Álamo continuaron, mal que bien, con las obras, de tal forma que en 1869 estaba cubierta las naves laterales, pero no así la central ni el crucero. La inauguración oficial del Panteón se debió a la insistencia del capitán general del Departamento D. Manuel Mac-Crohon Blake y tuvo lugar el 2 de mayo de 1870 siendo el primer capellán del Panteón D. Juan de Palma Isola.

            Poco se tocaría más a este monumento si no fuera para reparar los daños que se produjeron en 1873 cuando despojaron a la Virgen del Rosario de sus atributos de plata, o el robo en ese mismo año de sus piezas de altar, por lo que se tiene que esperar hasta 1942 cuando, a instancias del Ministro de Marina D. Salvador Moreno, la Armada se decide a terminar el lugar de reposo de sus más ilustres varones. El 31 de diciembre de ese año se presenta un proyecto de obras a realizar, aprobándose el comienzo de éstas y su ejecución por la Empresa Nacional Bazán en junio de 1943; pero… proyectos van y proyectos vienen, hay que contar con la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos y que sus apreciaciones se aprueben en el ministerio y son muchas las puntadas tales como el cubrimiento de la nave central, altar mayor, retablo, lapidario, cúpula, pinturas, monumentos funerarios, lámpara, óculos, imaginería… etc. No es hasta el año 1959, y con un coste desde el año 1943 de 8.149.286,85 pesetas, cuando se dieron por finalizadas las obras.

            Hoy día el Panteón de Marinos Ilustres forma parte de la Escuela de Suboficiales de la Armada y se ha convertido en lugar de cita inexcusable tanto para los habitantes de San Fernando como para los turistas que visitan la ciudad, que encuentran entre sus muros retazos de la historia de España.

EL NEOCLASICISMO

            [2]El término Neoclasicismo surgió en el siglo XVIII para denominar de forma peyorativa al movimiento estético que venía a reflejar en las artes, los principios intelectuales de la Ilustración que desde mediados del siglo XVIII, se venía produciendo en la filosofía y que consecuentemente se había transmitido a todos los ámbitos de la cultura. Sin embargo después de la caída de Napoleón los artistas no tardaron en cambiar sus ideas hacia el Romanticismo y el Neoclasicismo fue dejado.

            [3]El Pensamiento Ilustrado o Ilustración tuvo su origen en Inglaterra a fines del siglo XVII, y se desarrolló sobre todo en Francia a lo largo del siglo XVIII. Su punto de partida es el pensamiento filosófico y la investigación científica que arrancan de Descartes y Galileo, y que alcanzan su máximo desarrollo como figuras como John Locke e Isaac Newton. Locke plantea que la soberanía ha de permanecer en la comunidad, y de esta manera rechaza el origen divino del poder que detenta el rey. Newton, por su parte, desarrolla la ley de la gravitación y las tres leyes del movimiento. El desarrollo político y el desarrollo científico van unidos en el pensamiento de la Ilustración.

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De arriba a abajo, René Descartes, John Locke e Isaac Newton.

 

            Estas nuevas ideas tuvieron una gran influencia sobre la burguesía, la clase social que se estaba afirmando y que habría de conducir las grandes transformaciones sociales y económicas del siglo XIX, pero influyeron también en la aristocracia tradicional, defensora de la continuidad del Antiguo régimen. Fue en Francia, como hemos mencionado, donde el pensamiento ilustrado alcanzó su mayor despliegue; los intelectuales franceses estaban dominados por las ideas de la revolución liberal, creían en la libertad individual dignificadora del hombre, y tenían fe en la razón y en la enseñanza como fuentes del progreso científico. Fueron ellos los que denominaron a esta época como “El Siglo de la Razón o de las Luces”.

            Entre estos pensadores es necesario destacar a Montesquieu, Voltaire y Rousseau. Montesquieu criticó al Antiguo régimen en su libro más famoso, El Espíritu de las Leyes, en el que planteaba la división de los poderes –ejecutivo, legislativo y judicial-, y propugnaba el gobierno constitucionalista en contraposición a la monarquía de origen divino. Voltaire, preceptor de Federico II de Prusia, centró su crítica en la jerarquía eclesiástica, la cual pretendía el propio Voltaire que estuviera sometida al rey, y defendió la introducción de las ideas ilustradas a través de la propia monarquía tradicional. Por último, Rousseau sostenía que el hombre es bueno por naturaleza y que todos los hombres deben tener los mismos derechos. Para Rousseau, el súbdito se tiene que convertir en ciudadano, y el soberano se tiene que subordinar a la nación; propugnaba, en definitiva, la soberanía nacional, detentada por el pueblo y la sociedad democrática, tal y como se expone en su libro más famoso, El contrato social.

            En resumen: podemos decir que los ilustrados se alzaban ante las ideas tradicionales con las armas de la razón, la crítica y la libertad espiritual. Para ellos, éstas eran las únicas garantías para conseguir la felicidad individual y la fraternidad humana, así como asegurar el progreso y la prosperidad general de la sociedad.

            La expresión más completa del pensamiento científico de los ilustrados queda recogida en la Encyclopèdie, publicada en 1751 bajo la dirección de Denis Diderot, y que incluye artículos hasta 130 colaboradores, entre ellos Jean Lerond D’Alembert. Esta obra, que quiso recoger el conjunto de los conocimientos humanos de su tiempo, es el origen del término “enciclopedistas” con el cual fueron conocidos sus defensores.

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Ejemplar original de la Encyclopèdie (1751)

            Su punto de partida fue la Cyclopedia británica de Ephraim Chambers (1728), de orientación liberal, pero muy prudente en materia política y religiosa. El tono de la obra “adaptada” por Diderot consistía en discutir las ideas, costumbres e instituciones, pero siempre con la intención de mejorarlas, esto es, adoptando una posición a favor del progreso, mal vista por los círculos de la nobleza y la Iglesia, pero con apoyos en los círculos oficiales. Era un momento en que los gobernantes, mediante las teorías regalistas, querían aprovecharse del poder ejercido por los eclesiásticos. Los llamados “enciclopedistas” no formaban, por así decirlo, un bloque compacto, pero coincidían en ellos la creencia en las aptitudes innatas del hombre, el optimismo y la confianza en el presente, la voluntad de progreso y una visión cosmopolita de Europa, a la que consideraban su patria común.

EL ARTE NEOCLÁSICO

 

            [4]El arte neoclásico se define como el movimiento artístico literario que nace como reacción contra el arte rococó que dio lugar al nacimiento de un clasicismo académico o arqueológico inspirado  en los modelos de la antigüedad grecorromana, esto es, se pasa a un regreso a los cánones de belleza grecorromanos. Surge a mediados s. XVIII a mitad del s. XIX aproximadamente, y se da en Francia, Inglaterra, Italia, Rusia, Finlandia Alemania, EEUU y España.

            Juan Joaquín Winckelmann, el profeta del neoclasicismo en el arte,  instituyó que el camino más directo para alcanzar la belleza (visual y espiritual) era la imitación de la antigüedad. Además, en esta época se inauguraron varios museos y galerías que exhibían obras del pasado clásico. El neoclasicismo, asimismo, expresó un ideal político. La antigua república romana fue el referente obligado de los revolucionarios franceses y el emblema del imperio napoleónico. Los modelos preferidos del emperador Bonaparte -quien fue coronado con laurel, símbolo antiguo de la fama inmortal- fueron Alejandro Magno y Julio César y los batallones franceses usaron como insignia las águilas de las antiguas legiones romanas.

            Las características del arte neoclásico son:

            -Técnica depurada

            -Idealización

            -Racionalismo frente a imaginación

            -Estatismo

            -Sencillez

            -Predominio de la intención moral y cívica

            -Utilidad didáctica

            -Uso de los MODELOS CLÁSICOS

-La pintura neoclásica

            El «Neoclasicismo» comenzó después del año 1765, como una reacción a los estilos Barroco y Rococó. Estos estilos se percibían como agotados y la solución pasaba bien por crear un estilo enteramente nuevo, bien por recrear el estilo de una época que, por considerarse la más cercana al ideal, se reputaba como «clásica». Con la llegada de la Revolución francesa (1789), el Neoclasicismo se adoptó como el estilo propio de la burguesía frente al rococó aristocrático, la respuesta estética propia de la revolución.

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“El Juramento de los Horacios”, de Jacques-Louis David.

 

            Se deseaba regresar a lo que se percibía como «pureza» de las artes de la Antigua Roma, la más vaga percepción («ideal») de las artes griegas y, en menor medida, al clasicismo renacentista. Una circunstancia que contribuyó al nacimiento del Neoclasicismo es que la Antigüedad grecorromana, simplemente, se puso de moda. Ello se debió en gran medida a los descubrimientos arqueológicos de la época en Herculano (1738) y Pompeya (1748). Se difundieron obras arqueológicas y otras que reproducían imágenes de las ruinas clásicas. Decisiva fue la obra de Winckelmann (Historia del Arte de la Antigüedad), pero hubo otros como los escritos del arqueólogo Conde de Caylus, The antiquities of Athens (Las antigüedades de Atenas) (1762) de los británicos Stuart y Nicholas Revett, Ruines des plus Beaux monuments de Grèce (Ruinas de los más bellos monumentos de Grecia) (1758) del francés Julien-David LeRoy, y los grabados con las Vistas de Roma, realizados por el italiano Giovanni Battista Piranesi entre 1748 y 1775. Lessing publicó su ensayo estético Laocoonte; gracias al debate entre Lessing y Winckelmann a propósito de la estatuaria helenística, los artistas aprendieron que los grandes sufrimientos se expresan mediante movimientos contenidos y no con gesticulaciones desagradables.

  En cuanto a la técnica, predominó el dibujo, la forma, sobre el colorido. Ello da como resultado una estética distante del espectador, reforzado por la luz clara y fría que bañaba las escenas, ya que si se adoptaran tonos dorados se introduciría en la obra una sensualidad que se rechazaba en la estética neoclásica. A veces se usaba el claroscuro, con una iluminación intensa de los personajes que interpretaban la escena en el centro del cuadro, dejando en las tinieblas el resto del cuadro. Al destacar el dibujo sobre el color, este último era mero coloreado, que informaba sobre el contenido del cuadro, modelando los objetos representados, sin tener valor estético por sí mismo. En contraste con las pinturas barrocas y rococó, las neoclásicas carecen de colores pastel y de confusión; en lugar de ello, usan colores ácidos. La superficie del cuadro aparecía lisa, con una factura impecable en la que difícilmente se apreciaban las pinceladas del autor, lo cual contribuía a establecer la distancia entre el autor y el tema y de éste con el espectador.

  Se cultivó sobre todo el cuadro de historia, reproduciendo los principales hechos de la Revolución francesa y exaltando los mitos griegos y romanos, a los que se identificó con los valores de la Revolución. Los temas representados siempre eran serios y eruditos, con intención moralizante: alegorías e historias que transmitían valores ejemplares como el sacrificio del héroe o el patriotismo. Bajo Napoleón Bonaparte, se llegó a una clara intención propagandística. Las fuentes que inspiraban las obras eran Homero, la historia de Roma Antigua, en especial  Tito Livio, y poemas de Petrarca. En muchos casos, las escenas no representaban el momento álgido de la historia, sino el momento anterior o posterior.

  Generalmente se pintó al óleo sobre lienzo, pero también hubo frescos. Los cuadros respetan, en general, el carácter ortogonal del lienzo. El estilo buscaba la sencillez también en la composición. Cada cuadro se refería a un solo tema principal, sin temas secundarios superfluos que pudieran distraer. No son cuadros de gran profundidad, sino con una construcción frontal que recuerda a los frisos y bajorrelieves clásicos. El marco suelen ser arquitecturas arcaizantes, y no paisajes, y si la escena ocurría en un interior, a veces se dejaba este segundo plano en la penumbra para que nada distrajera de la escena que se desarrolla en primer término. En este marco se pintaban, en primer plano, un número limitado de figuras humanas que componían la escena, aislados por lo general los unos de los otros.

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“El Apolo de Belvedere”.

 

                Estos personajes que ocupaban el primer plano estaban representados con una anatomía ideal, perfectas musculaturas sin defectos que recordaban a las estatuas clásicas. Normalmente se dibujaba siguiendo el «método de la cuadrícula»: los personajes se dibujaban desnudos en una hoja de papel cuadriculado y luego se trasladaban así al cuadro. Allí podían reproducirse desnudos si eran figuras masculinas: era el desnudo heroico clásico, si bien ocultos los genitales por algún elemento accesorio como colocado por azar. Si eran mujeres, no se representaban desnudas. Estas figuras ideales, estatuarias, también podían ser revestidas al modo de actores de teatro con ropajes majestuosos, que recordaran por su solemnidad y riqueza a las vestimentas clásicas. Las posturas que adoptaban los personajes eran contenidas, no importaba cuán intenso fuese el sentimiento que podía dominar la escena, puesto que así conservaban esa belleza ideal, sin que el dolor deformara sus rasgos.

La escultura neoclásica.

            En el campo de la escultura, el impacto de la novedad de los nuevos conocimientos fue menor que en otras artes como la pintura y la arquitectura, debido a que los escultores ya estaban bebiendo en las fuentes clásicas desde el siglo XV, aunque sus mejores resultados en la reinterpretación de los greco-romano ya no mostraban la misma alta calidad. La mala interpretación de la estética defendida por Wickelmann condujo, sin embargo, a los artistas de menor categoría a la producción de muchas obras con el carácter de la copia servil de los modelos antiguos, perdiendo en vigor lo que ayudó a atraer a la crítica sobre este cambio.

            Las obras mostraron en general un alto nivel de equilibrio formal, con una expresión cautelosa y raros momentos de dramatismo. Los materiales preferidos fueron el bronce y el mármol blanco, al igual que en la tradición antigua, pero a diferencia de temporadas anteriores, en el neoclasicismo el artista creador pasó a emplear a más ayudantes que realizaban la mayor parte de los trabajos técnicos como pasar a la piedra o realizar la fundición a parir del modelo de arcilla o yeso que había sido creado por el escultor, dejando que el maestro asumiese la fase final de la escultura del pulido y definición de detalles, ya que esta fase es sin duda crucial para la obtención del efecto final de la obra y requiere la experiencia de la mano maestra.

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De izquierda a derecha: Diana Cazadora, de Houdon; Perseo y Andrómeda, de Chinard; Cupido y Psique, de Thorvaldsen; y Teseo vencedor del Minotauro, de Canova.

 

La arquitectura neoclásica.

            La arquitectura neoclásica reproduce las formas generadas por los griegos y los romanos, pero no tarda en suprimir toda referencia a las medidas del cuerpo, prefiriendo el nuevo sistema métrico adoptado por los franceses y favoreciendo la monumentalidad. Usa los símbolos y motivos redescubierto en los muebles y edificios de Pompeya y Herculano (hallazgos arqueológicos que marcan el comienzo del neoclasicismo dando lugar a nuevas formas, el génesis del arte neoclásico), copia fachadas con frontones griegos, emplea dos famosas órdenes de la arquitectura clásica griega: dórico (columnas estriadas y capitel sin molduras), y el jónico (columnas esbeltas, apoyadas sobre basa, fuste escalonado, capitel decorado con volutas, arquitrabe de tres franjas y friso libre de decoración);  además prefiere el mármol blanco; de los romanos toma las espaciosas cúpulas y bóvedas.

            Tras el Barroco y el Rococó, el neoclasicismo representa una simplificación: las líneas rectas dominan sobre las curvas, existen menos contrastes de volúmenes, menos adornos, dinteles y columnas reemplazan los arcos. Los frontones triangulares sustituyen los circulares y las balaustradas reaparecen sobre los edificios. Vemos, en definitiva, formas más sencillas y simétricas, hay mayor racionalidad compositiva, sobriedad decorativa y orden, que concuerda a la perfección con los valores de la burguesía y las necesidades del despotismo ilustrado.

Las características más destacables en la construcción son:

−Cornisas y frisos con metopas y triglifos

−Grecas

−Guirnaldas vegetales: flores, frutas…

−Palmas y laureles

Y las edificaciones más dadas:

−Columnas conmemorativas

−Templos

−Arcos del triunfo

−Propileas

A parte de lo dicho observamos dos estilos derivados:

−Eclecticismo: desde 1860−1876 > construcciones donde mezcla muchos estilos arquitectónicos.

−Arq. del Hierro > está basada en la utilización del hierro y derivados como material fundamental. Esto ocurre tras el descubrimiento de la facilidad de moldeado y utilización del metal, dejando a un lado la piedra.

Francia

            En la fase inicial de la arquitectura neoclásica francesa se realizan numerosos puentes y pabellones para París diseñados en su mayoría por Claude Nicholas Leboux, el cual comienza una prometedora carrera pero más tarde se enfrascará en un proyecto para construir la ciudad ideal de la época donde los edificios quedan reducidos a formas geométricas desornamentadas.

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Arco de Triunfo (París)

            En la época napoleónica, los arquitectos oficiales, Charles Percier y Pierre Francois Fontaine hacen realidad los deseos del emperador de transformar París en la gran capital europea, un sueño cercano al del mencionado Leboux. Observamos una arquitectura de estilo imperial ejemplificado claramente en edificios como el Arco del Triunfo (Percier y Fontaine) y los Campos Eliseos (Fontaine).

Inglaterra

            Arquitectura inspirada en los modelos griegos, claramente sostenible en edificios como el Banco de Inglaterra (John Seane), o el Museo Británico (Robert  Smirke). El estilo neogriego fue sustituido por el estilo regencia.

            En Edimburgo podemos observar el neoclasicismo más puro británico e incluso europeo, llegándolo así a llamarlo como “la Atenas del Norte”. El arquitecto más importante de la época se llamaba Robert Adam, el cual destacó por su convicción de que los interiores de un edificio y su decoración son el auténtico objetivo de la arquitectura.

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Museo Británico (Londres)

            El “estilo Adam” (fundamental en la arquitectura neoclásica británica) se compone a base de dibujos y proporciones armoniosas, y procura una sensación de luminosidad y espaciosidad. Utiliza motivos clásicos, como frontones, guirnaldas y urnas. Evoca al rococó por su énfasis en la ornamentación de las fachadas y un refinamiento a gran escala. Es una versión del Neoclasicismo más sencilla, precisa y delicada.

EE.UU.

            Se desarrolla una variante del neoclasicismo: el estilo federal (de 1750 a 1820). Es un claro ejemplo del desarrollo de un nuevo país. La influencia de Thomas Jefferson (1743-1826), 3er presidente de EE.UU., fue decisiva. Arquitectónicamente hablando sus obras ejemplifican el neoclasicismo americano. Toma como modelo el Templo romano del siglo I, la Maisón Carre, en Francia, del que realiza un profundo estudio de la arquitectura romana sacando provechosas conclusiones. Conclusiones que aplicará al diseño de su propia casa en Morticello, y al Campus de la Universidad de Virginia. Finalmente contribuyo activamente en los proyectos preliminares de la nueva capital, Washington D.C.

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El Capitolio de Virginia

 

España

            [5]El Neoclasicismo llega motivado por la nueva atracción que despierta el mundo clásico, el interés surgido por la arqueología, las excavaciones de Herculano y Pompeya y el rechazo hacia las formas del barroco.

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            La irrupción del Neoclasicismo en España provine del exterior más que por una necesidad interna de renovación. El desarrollo del barroco quedó interrumpido al sustituir en el trono de España a la dinastía de los Habsburgo por la de los Borbones, con Felipe V. El joven rey, que venía de Francia, se instaló en la corte española con un grupo de artistas franceses e italianos y con ellos entraron las corrientes artísticas extranjeras. La Academia de Bellas Artes de San Fernando desempeñó un papel fundamental en la difusión de los principios del arte clásico ya que era las encargadas de formar a los artistas.

BIBLIOGRAFÍA SELECTA

 

*A LAS FUENTES YA MENCIONADAS EN LAS NOTAS A PIE DE PÁGINA, LA BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA PARA LA REALIZACIÓN DE ESTE TRABAJO ES LA SIGUIENTE:

-CIRICI PELLICER, A., El Neoclasicismo, Barcelona (1948).

-CHUECA GOITIA, F., Historia de la Arquitectura Occidental, Neoclasicismo, Madrid (1985).

-NAVASCUÉS PÉREZ Y ARIAS DE COSSIO, Del Neoclasicismo al Modernismo (Historia del Arte Hispánico, vol. V), Madrid (1979).

-SAMBRICIO, C., La Arquitectura española de la Ilustración, Madrid (1986).

[1] cf. Jaén Serrano, J. (web: www.islabahia.com/arenaycal/2002/03marzo/Jesus82.htm.).

[2] cf. www.wikipedia.org.

[3] cf. Pons, E., “El Siglo de las Luces”, Enciclopedia Temática Planeta, Ed. Planeta,  p.p. 178-179.

[4] cf. Winckelman, J.J., (web: http://www.geohistoarteducativa.org/arte/Neoclasico.htm)

[5] cf. http://www.arteespana.com/arquitecturaneoclasica.htm

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