EL GLAUCOMA: LA PÉRDIDA SILENCIOSA DE LA VISIÓN
El glaucoma es una enfermedad ocular, la cual se caracteriza por la pérdida de visión como consecuencia de un daño en el nervio óptico. Esta afección se halla íntimamente relacionada con el aumento de la presión intraocular, aunque también se barajan causas de origen vascular y genético. Así pues, el glaucoma se produce cuando se acumula fluido (llamado humor acuoso) en la parte delantera del ojo y no se elimina. El exceso de fluido aumenta la presión dentro del globo ocular, dañando, como ya hemos mencionado, el nervio óptico. Este nervio es el encargado de llevar las imágenes, que se han formado en la retina, al cerebro.
Por lo general, la pérdida de visión ocurre tan lentamente, que puede pasar inadvertida durante mucho tiempo. El glaucoma es la segunda causa de ceguera más frecuente en todo el mundo (la primera son las cataratas). Solo la mitad de las personas que padecen de glaucoma lo saben. Este puede aparecer a cualquier edad, aunque es seis veces más frecuente a partir de los sesenta años.
¿Quiénes son aquellas personas que presentan mayor riesgo de desarrollarlo? 1. Las mayores de sesenta años. Aunque ya se recomienda empezar a vigilar a las mayores de cuarenta años. 2. Personas de ascendencia africana, asiática o hispana. 3. Familiares de personas con glaucoma. 4. Personas con elevada miopía o hipermetropía. 5. Aquellas que emplean altas dosis de corticoides. 6. Las que tienen una presión intraocular elevada. 7. Personas con córnea central delgada. La córnea es la capa externa del ojo. 8. Personas que hayan sufrido alguna lesión ocular con anterioridad. 9. Personas diabéticas o hipertensas.
¿Cuántos tipos de glaucoma existen? Principalmente, hay dos:
- Glaucoma de ángulo abierto: este es el tipo más frecuente. Se produce gradualmente, cuando el ojo no drena el fluido tan bien como debería (similar a un drenaje atascado). Como resultado, la presión del ojo aumenta y empieza a dañar el nervio óptico. Este tipo de glaucoma no es doloroso y no causa ningún cambio en la visión al principio. Normalmente, los dos ojos se ven afectados, aunque no de igual manera. El síntoma principal, en este caso, es el desarrollo de manchas ciegas o parches, donde se pierde la visión a lo largo de meses o años. Las manchas ciegas crecen lentamente hasta unirse. Por lo general, es la visión periférica la primera que se pierde (dejamos de ver los laterales, pero seguimos percibiendo la visión central). La visión central nos permite apreciar los detalles finos, el color de las cosas, identificar las formas y características de los objetos y ocupa una extensión aproximada de 30 grados en nuestra línea de mirada. Los afectados pueden tropezar en las escaleras, darse cuenta de que se pierden partes de palabras al leer o tener dificultades al conducir. La pérdida de visión se produce de forma tan gradual, que no suele notarse hasta que ya se ha perdido en gran parte. Dado que la visión central suele ser la última en perderse, muchas personas desarrollan visión en túnel o en cañón de escopeta (de frente ven perfectamente, pero están ciegos en todas las demás direcciones). Si el glaucoma no se trata, al final se pierde incluso la visión en túnel y la persona queda ciega por completo.
- Glaucoma de ángulo cerrado o estrecho: dentro de este hay dos subtipos. El primero de ellos es el crónico. En este, la presión del ojo aumenta poco a poco y los síntomas suelen comenzar como en el glaucoma de ángulo abierto, de forma lenta y progresiva. Algunas personas pueden presentar un enrojecimiento de los ojos, malestar, visión borrosa o dolor de cabeza que disminuye al dormir. Y en segundo lugar encontramos el agudo. Este se trata de una verdadera emergencia ocular y se ha de acudir al oftalmólogo de inmediato. De lo contrario, la persona afectada podría quedarse ciega. Los síntomas que alertan de su presencia son: visión borrosa repentina, dolor intenso en el ojo, dolor de cabeza, dolor de estómago, náuseas, vómitos y ver anillos o areolas de arcoíris de color alrededor de las luces.
¿Cómo se diagnostica? El médico mide la presión ocular. Este procedimiento es indoloro y se realiza con un instrumento denominado tonómetro. La presión normal dentro del ojo se encuentra en un intervalo de 11 a 21 milímetros de mercurio (mm Hg). De modo que, una presión ocular por encima de 21 mm Hg se considera más alta de los normal.
Pero no basta con medir la presión, ya que un tercio o más de las personas con glaucoma (afectación de nervio óptico) presentan la presión intraocular dentro de los valores normales. Así pues, el oftalmólogo puede valerse de otros procedimientos para llegar a su diagnóstico, entre los que citamos los siguientes: un oftalmoscopio (posibilita el examen del interior del globo ocular), una tomografía de coherencia óptica (que permite observar los posibles cambios en el nervio óptico) o las pruebas de campo visual (para verificar la pérdida de la visión periférica). Asimismo, los médicos también pueden medir el espesor de las córneas. Si las córneas son delgadas, la probabilidad de que se desarrolle un glaucoma aumenta.
Puesto que los tipos más frecuentes de glaucoma causan una pérdida lenta y silenciosa de la visión durante años, la detección precoz de la enfermedad es sumamente importante. Todas las personas con alto riesgo de glaucoma deben hacerse una exploración ocular de rutina cada 1 o 2 años.
¿En qué consiste su tratamiento? Cuando una persona pierde visión a causa del glaucoma, la pérdida es permanente. Sin embargo, si se detecta a tiempo, con un tratamiento adecuado puede evitarse una mayor pérdida de visión. De este modo, el objetivo del tratamiento del glaucoma es prevenir el mayor daño del nervio óptico y la pérdida de visión mediante la disminución de la presión ocular (esto se puede lograr aumentando el drenaje de líquido hacia el exterior del globo ocular o reduciendo la cantidad de fluido producido en el interior del ojo). El tratamiento del glaucoma, una vez que se empieza, es para toda la vida.
Algunas personas con hipertensión ocular y sin signos de lesión en el nervio óptico (los casos considerados “sospechosos” de glaucoma) pueden someterse a un estricto seguimiento sin tratamiento.
Los fármacos, por lo general en forma de colirios, y la cirugía son los principales tratamientos para el glaucoma. El tipo de glaucoma y su gravedad determinan el tratamiento adecuado. La mayoría de las personas con glaucoma de ángulo abierto responden bien a estos fármacos. Sin embargo, en el caso del glaucoma de ángulo cerrado el tratamiento principal es la cirugía. Aunque los colirios también se suelen usar.
Con todo lo referido hasta ahora, debemos de insistir una vez más en la importancia que cobra en esta patología la detección precoz. Una vez que se produce pérdida de visión, esta no es reversible. Consecuentemente, podremos evitar su progresión, pero no volver atrás en el daño que ya esté hecho. Acude a tu revisión oftalmológica cada 1 o 2 años y mantén a raya tu presión intraocular.
Dr. Juan Gustavo Benítez Molina
Málaga