ECOS DE LA CALLE A LA MEMORÍA DE ÁLVARO PRIETO

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   A lo largo de mis ochenta y siete años, son muchos los acontecimientos tristes y dolorosos que he contemplado pero no me acostumbro a ellos, y en cada uno, como lo ocurrido con este pobre muchacho me dejan un profundo malestar en el alma que me impide reprimir mi repulsa a esta injusta sociedad en la que vivimos. Es el hijo de alguien que ni siquiera conozco, pero podría tratarse de mi hijo, de tu hijo querido amigo, o de su hijo querido desconocido y me aterra pensar en la congoja, la desesperación, el miedo de ese pobre chaval solo en una ciudad que  no es la suya, de noche, sin dinero, sin batería en el móvil para contactar con sus seres queridos, y sin el billete para tomar el tren de vuelta a su hogar. Qué fácil es ponerse en su situación, desde la caridad y la fraternidad.

   Qué desesperación habría en su alma de adolescente, para intentar volver a su casa incluso exponiendo su vida en un acto suicida saltando al tren, con tan nefasto desenlace. Pero hasta llegar aquí, uno se pregunta irremisiblemente: ¿Atendió alguna persona, las manifiestas necesidades de este pobre joven…?

¿Escucho alguien, sus razonamientos y peticiones…?

¿Intentó algún ser humano, solucionar su problema y tenderle una mano…?  ¿…? ¡No lo sé! Cómo no sé, si tras la noticia de su dolorosa muerte, alguien dejará de dormir tranquilo alguna noche.

   Espero que ésta inocente muerte sirva para algo. Que esas voces siempre prestas y orquestadas para hablarnos de derechos humanos y pedir para los que vienen en pateras, mantas, agua, alimentos, atención médica, etc. que lo hagan también para casos como estos, por un chaval, un adolescente, que le hubiera bastado para poder seguir viviendo, que se le hubiera facilitado “un mísero billete de tren”.

    Todo acontecimiento en la vida sucede por algo y quizás ahora, es el momento de que el Ministerio de Transportes se interese por el desamparo social  que existe en los trasportes públicos y se plantee crear un protocolo de actuación para que estos lamentables y tristes hechos no se vuelvan a repetir. Aporto lo que podría ser una solución muy sencilla: “Que los mismos revisores de los trenes puedan expedir billetes en casos puntuales de vital importancia y necesidad para jóvenes, viejos y disminuidos, con la retención del DNI del interesado, que le será devuelto en la taquilla de expedición de billetes en el lugar de destino, previo pago del billete dentro de un plazo de quince días. Espero que algún político para bien tome nota.

                            

Antonio Prima

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