CULTURA FLAMENCA (LXV) FLAMENCO Y TOROS (XXXVII) MANUEL RODRIGUEZ SANCHEZ “MANOLETE” (1917 – 1947)
Yo no lo niego: me produce cierto temor ocuparme de este coloso del toreo, de este inmortal cordobés que llenó una época de la vida española – la de la postguerra- y que hizo que su nombre trascendiera del campo puramente taurino, para convertirse en el más claro exponente de los años cuarenta, tristes como la “pena jonda” de una seguiriya, por su valor taurino y por su recia personalidad humana que, según algunos críticos, superó a la taurina en algunos enteros. “De casta le viene al galgo”, dice el refrán español, ya que su padre también fue matador de toros: Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” (1883 -1923). Me parece oportuno y conveniente repetir, una vez más, que yo no soy profesional de la literatura y periodismo taurinos, sino un viejo aficionado a la tauromaquia, con profundas inquietudes flamencas relacionadas siempre con ese misterioso y complejo mundo del toreo que inmortalizó a Manolete.
Precisamente estas sencillas reflexiones sobre “Flamenco y Toros” dieron comienzo con un artículo dedicado a Manuel Rodríguez “Manolete”, precedido de un lírico poema de la conocida poeta malagueña Pepa Moreno Guerrero – cfr. “Costa Popular”. Cultura Flamenca, pág. 30 (2 de agosto de 2014) – , conociendo por la historia que Manolete ha sido una de sus más grandes figuras y de mayor personalidad en el mundo del toreo moderno, y como tal ha pasado a la historia de la “Tauromaquia”. El próximo cuatro de julio de 2017, se conmemorará cien años del nacimiento del “Cuarto Califa Cordobés”.
Aquí lo tratamos en su relación con el arte flamenco, que no fue superficial. Hago memoria de agradecimiento a mi buen amigo don Julián Tomás García Sánchez, Coronel del MADOC, por aquella copla flamenca que me envió:
“Los toros y el cante
son dos hermanos gemelos.
Su padre se llama Arte
y su madre, el sentimiento”, cf. PREGÓN: XX Festival Nacional de Cante Flamenco “CIUDAD DE JUMILLA” (Murcia), Mayo de 2014.
Mucha tinta se ha derramado sobre la afición flamenca del más grande y famoso torero cordobés. Por tradiciones y referencias orales de muchos y buenos cantaores, compañeros míos, sabemos que al inolvidable Manolete le apasionaba el Cante. El mismo Manolo Caracol (Sevilla, 1909 – Madrid,1973) nos ha dejado las más claras noticias de los “cantiñeos” que Manolete gustó hacer hasta su muerte, acompañado, a veces, por la inmortal sonanta de Paco Aguilera (1906 -1986). Yo he visitado – como es lógico – muchas peñas flamencas y taurinas en las que he podido contemplar a Manolete acompañado de cantaores, bailaores y guitarristas. Lo que nos lleva a pensar que el autor de dicha pintura conocía perfectamente el perfil biográfico de Manolete. Una muestra clara y evidente está plasmada en la “Peña Taurina Joselito”, de Granada.
El escritor Fernando Quiñones y el flamencólogo José Blas Vega en “Los Toros”, Tomo 7, pág. 718, nos dicen que “… el carácter retraído y tímido del espada cordobés le hizo pedir más de una vez a Caracol que abandonara un rato la reunión, porque quería él mismo cantar un poco y lo acomplejaba la presencia del maestro; éste, en algunas ocasiones, desoyó al torero y logró oirlo cantar”. “Era un aficionado bastante bueno”, dijo de él Caracol. Parece que corrió el falso rumor de que su muerte en Linares (1947) fuera debida a que perdió facultades en las dilatadas juergas flamencas con Caracol y Gitanillo de Triana. Siempre he oído decir que Manolete se entonaba, con sobriedad y gusto, por los cantes de su tierra: Serranas, Soleares y Fandangos siguiendo la escuela de los Onofre. Asimismo, me han contado que Manolete gozaba interpretando las “Alegrías de Cádiz”:
“En la orillita del río
está llorando Manué
porque se l`ha caío al agua
pluma, tintero y papé” (Popular). Este cante, cuando yo era aún un niño, lo oía en casa de mi viejo y fiel amigo Paco Ibañez Revelles. ¡Única casa que tenía radio!. Estaba Manolete en su plena madurez torera y artística.
Es posible que Manolete sintiera, por expresarlo en versos de Martínez Remis que
“El natural es un juego/ de la muerte con la carne. / Es como un cante profundo / sin falseta y sin encaje”.
Quiero poner fin a este artículo recordando a tres inolvidables “Ases del toreo”: Pepe Luís Vázquez, Antonio Bienvenida y Gallito, íntimamente vinculados al Flamenco. En una ya amarillenta fotografía, obtenida en la Embajada de España de la capital en Perú, Pepe Luíz Vázquez se arranca a bailar por bulerías, jaleado por Antonio Bienvenida, que también se cantiñeaba “por bajinis”, y que sobre una sonada reunión tauroflamenca, declaró en 1960 en Madrid a un periodista: “… Me encantó ver bailar flamenco a Cagancho y a Gitanillo de Triana, que bailan divinamente, sobre todo éste último. Gocé oyendo cantar a Pepe Luís Vázquez y a Rafael Ortega “Gallito”. Yo me reservé para el final y canté el célebre fandango “Las cristianas”, con el cual se acabó la fiesta”. Esta anécdota la he leído en distintos libro taurinos; yo he preferido poner aquí la que José María de Cossío ofrece en su famosa obra “Los Toros”. Tomo VII, pág. 718.
Muchas veces he dicho- y repetido hasta la saciedad -: ¡Qué compleja es nuestra Andalucía!. Se distingue de las demás regiones españolas, incluso europeas, porque Andalucía no es una “raza”, sino una “CULTURA” – la más antigua del “mundo mediterráneo”, en palabras del filósofo, profesor y publicista don José Ortega y Gasset (1883 – 1955), expresada de mil formas diferentes. No cabe la menor duda que Manuel Rodríguez Sánchez “MANOLETE” fue, es y será verdadero y auténtico icono de la Tauromaquia porque… “ha sido el más honrado y el de más pundonor de los toreros”, tal como ha dejado escrito Rafael Ríos Mozo en “Tauromaquia fundamental”, pág. 128 (Universidad de Sevilla, 1974).